Diablo



En la teología católica, el demonio, ángel rebelde que adquirió una naturaleza malvada como consecuencia de su pecado de orgullo, ha sido considerado siempre como el supremo espíritu del mal. En la imagen, detalle de un mosaico del pintor italiano Coppo di Marcovaldo que representa al demonio en un terrorífico escenario de cuerpos de condenados.

Diablo, ser sobrenatural, espíritu o fuerza capaz de influir en las vidas humanas, en general por medios malignos. Los demonios están presentes en la mayoría de las religiones, así como en la mitología y en la literatura. El exorcismo o práctica de expulsar los diablos que se alojan en el cuerpo de una persona o la poseen, ha sido practicado por numerosas religiones a través de una figura dotada de una autoridad especial. El estudio de los demonios recibe el nombre de demonología.
La creencia en los espíritus malignos y en su capacidad para influir en las vidas de la gente se remonta a los tiempos prehistóricos. Muchos pueblos primitivos creían que los demonios dominaban todos los elementos de la naturaleza. Los espíritus malignos o demonios eran los espíritus de los antepasados que traían la desgracia a la gente. Las sociedades que practicaban el culto a los antepasados pretendían influir en las acciones tanto de los buenos como de los malos espíritus (véase Religión: Religiones primitivas). Algunas sociedades de la antigüedad, como las de Egipto y Babilonia (hoy Irak), creían que estos espíritus dominaban las funciones del cuerpo humano y que provocaban ciertas enfermedades.
Los espíritus y los seres demoníacos tuvieron una gran importancia en el hinduismo, la religión de la India. En las escrituras hindúes, llamadas Veda y escritas alrededor del año 1000 a.C., se describen diversos seres malignos, como los asuras y los panis, que hacen daño a las personas y se enfrentan con los dioses hindúes. La palabra demonio, del griego daimon, se refiere a unos seres dotados de poderes especiales y situados entre los humanos y los dioses. Estos seres tenían la capacidad de mejorar las vidas de la gente o de ejecutar los castigos de los dioses.
Las principales creencias cristianas con respecto a los demonios tienen su origen en las alusiones a seres malignos o “espíritus impuros” que aparecen en el Antiguo Testamento. En la edad media, la teología cristiana elaboró una complicada jerarquía de ángeles, relacionados con Dios, y de ángeles caídos o demonios, liderados por Satán. Éste estaba considerado como el primer ángel caído. En la mayoría de las versiones inglesas de la Biblia el término demonio se traduce como diablo, y en el Nuevo Testamento el demonio se identifica con un espíritu maligno (véase Ángel; Demonio).
En la religión islámica también aparecen numerosos demonios. Las escrituras musulmanas describen a un grupo de ellos llamados jinn, que causaban la destrucción y presidían los lugares en los que tenían lugar actividades malignas. El primer jinni fue Iblis, expulsado por Alá por negarse a venerar a Adán, el primer hombre.
Los demonios forman parte del folclore popular en todo el mundo. Muchos de estos demonios tienen características especiales. Entre ellos se encuentra la familia de los vampiros, que chupan la sangre de sus víctimas, el oni japonés, que provoca las tormentas, y en la Escocia legendaria los kelpies acechan los lagos para ahogar a los viajeros incautos. La creencia popular en demonios y espíritus malignos ha ido desapareciendo poco a poco a partir del siglo XVII.

viernes, 1 de octubre de 2010

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