Estrella de mar



Estrella de corona de espinas
La estrella de corona de espinas se alimenta de coral y a veces causa daños a los arrecifes coralinos. Las estrellas de mar pertenecen a una clase de animales denominados equinodermos y suelen tener una boca rodeada de brazos radiales, cada uno de los cuales está equipado con hileras de pies ambulacrales que les sirven para desplazarse.

Estrella de mar, nombre común de 5 órdenes y unas 1.500 especies vivientes de invertebrados marinos caracterizados por tener brazos radialmente dispuestos dotados de pies tubulares o ambulacrales. Algunas estrellas de mar miden sólo de 1 a 2 cm de extremo a extremo cuando son adultas, pero otras alcanzan los 65 cm. El grupo es abundante en los océanos a todas las profundidades.
ESTRUCTURA
Anatomía interna de la estrella de mar

Las estrellas de mar suelen tener el cuerpo rígido y se mueven arrastrándose lentamente. La boca se encuentra en la parte inferior y está rodeada por una serie de brazos radiales, cada uno de los cuales está equipado con hileras de pies ambulacrales que les sirven para desplazarse, sujetarse y alimentarse. La longitud de los brazos varía, y no es infrecuente que tengan cuatro, seis o más brazos en lugar de los cinco habituales. A menudo carecen de ano, y si lo tienen, éste se encuentra en la parte superior del cuerpo. La piel, rugosa y correosa, suele tener espinas. El animal tiene un intestino grande, un complejo sistema de cavidades corporales y un sistema nervioso sencillo y sin cerebro.
COMPORTAMIENTO
Las estrellas de mar tienen desarrollados los sentidos del tacto, el olfato y el gusto, y también responden a la luz. Se alimentan de gran variedad de productos, como los depósitos del fondo oceánico. Pueden comerse enteros animales pequeños; en el caso de presas más grandes, sacan el estómago y las digieren fuera del cuerpo. Algunas estrellas de mar comen moluscos bivalvos abriendo sus cubiertas con los brazos e insertando el estómago en su interior.
REPRODUCCIÓN
La mayoría de las estrellas de mar tienen sexos separados y liberan el esperma y los huevos en el agua, donde se producen la fecundación y las primeras fases de su desarrollo. En ocasiones, la madre retiene los huevos en el fondo y los protege. Muchas estrellas de mar tienen el poder de regenerar partes de su cuerpo, y en algunas especies esto se convierte en un medio habitual de reproducción asexual, en el que de cada fragmento de la estrella madre surgen nuevos individuos.
ECOLOGÍA

Estrella de mar
Una estrella de mar alimentándose en un arrecife de coral del mar Rojo. Casi todas las estrellas tienen cinco brazos, aunque no son raros los ejemplares con cuatro, seis o más. Tiene la capacidad de regenerar los fragmentos del cuerpo perdidos.

Las estrellas de mar desempeñan un papel importante en algunas comunidades animales, ya que comen gran variedad de materiales y a menudo son numerosas. En determinadas condiciones pueden causar ciertos daños: algunas son plagas de los lechos de ostras, y la estrella de mar de corona de espinas experimenta a veces explosiones demográficas que dañan los arrecifes coralinos por un consumo excesivo de los corales. Pocos animales comen estrellas de mar adultas, ya que ni tienen sabor agradable ni son nutritivas.
Clasificación científica: las estrellas de mar pertenecen al filo Echinodermata. Constituyen la clase Asteroidea. El nombre científico de la estrella de corona de espinas es Acanthaster planci.

martes, 5 de octubre de 2010

Ninfas




Ninfas, en la mitología griega y romana, divinidades menores o espíritus de la naturaleza, que viven en arboledas y fuentes, bosques, praderas, ríos y en el mar, y se las representa como jóvenes y hermosas doncellas que gustan de la música y de la danza. Las ninfas se distinguían según la parte de la naturaleza que personificaban; ninfas eran las oceánides, o hijas de Océano, el gran mar que fluye alrededor de la tierra; las nereidas, o hijas del dios del mar Nereo, eran ninfas del mar Mediterráneo; las potameides, ninfas de los ríos; las náyades, ninfas de las fuentes y de las corrientes de agua fresca; las oréades, ninfas de las montañas y las grutas; y las dríades, ninfas de los bosques. En Asturias (España), existen unas ninfas de los ríos y las fuentes llamadas xanas.

El nombre ninfa (Νύμφαι) es el de una numerosa clase de deidades femeninas inferiores, aunque eran designadas por el título de olímpicas, convocadas a las reuniones de los dioses en el Olimpo y descritas como hijas de Zeus. Pero se creía que moraban en la tierra: en arboledas, en la cima de montañas, en ríos, arroyos, cañadas y grutas.  Homero las describe con más detalle presidiendo sobre los juegos, acompañando a Artemisa, bailando con ella, tejiendo en sus cuevas prendas púrpuras y vigilando amablemente el destino de los mortales.  Los hombres les ofrecían sacrificios en solitario o junto con otros dioses, como por ejemplo Hermes.   Según el lugar que habiten, se les llama γρονόμοι, ρεστιάδες   y νηϊάδες.

Brujería



La bruja, personaje muy popular
El personaje de la bruja continúa siendo muy popular. En algunas celebraciones y fiestas de disfraces es muy común encontrarse con ellas.

Brujería, conjunto de prácticas que realizan personas que se autodenominan brujos y brujas, a las que se supone dotadas de poderes sobrenaturales que ponen en práctica mediante ritos mágicos, en general para causar un perjuicio. Se conoce también como magia negra o hechicería.
La brujería se extiende por todo el mundo, pero ha desempeñado funciones muy distintas según la época y el lugar. La antropología moderna distingue entre la hechicería (que hace referencia a la brujería más simple practicada en las sociedades más antiguas), la brujería diabólica (los supuestos cultos al Diablo de las brujas y su persecución en Europa y Estados Unidos) y la moderna brujería (el movimiento neopagano).
La brujería constituía la reliquia de determinados aspectos de ritos arcaicos populares, y en especial los cultos a la fertilidad, que existían por toda Europa antes de la llegada del cristianismo. Según esto, los antiguos ritos convivieron con el cristianismo durante la época medieval, aunque poco a poco fueron perdiendo adeptos e importancia. A medida que el cristianismo fue adquiriendo mayor relevancia, las autoridades eclesiásticas y los cristianos ortodoxos empezaron a considerar a los dioses adorados en este tipo de ritos como demonios y a los que los practicaban como brujos.
LA BRUJERÍA EN LA ANTIGÜEDAD
En la antigüedad, la creencia en las prácticas mágicas en las que intervenían espíritus y demonios era casi universal. Los escritos egipcios hablan de conjuradores y adivinos que obtenían sus poderes de los demonios y los dioses extranjeros. En el relato egipcio del enfrentamiento entre Moisés y el faraón para que los israelitas pudieran salir de Egipto, Moisés aparece como practicante de la brujería y sus seguidores como siervos de un dios extranjero. En el relato bíblico del mismo episodio, los sacerdotes egipcios que compiten con Moisés aparecen como hechiceros malignos. El mandato bíblico: “No permitirás la vida de los hechiceros” (Éxodo 22,18), fue una de las principales justificaciones para perseguir a los brujos en tiempos posteriores. En el Código de Hammurabi se encuentra una prohibición aún más antigua sobre la brujería, pero a pesar de todo ésta continuó floreciendo y tanto los caldeos y los egipcios, como otros pueblos occidentales, se hicieron famosos por sus conocimientos sobre el tema.
La hechicería y la magia también se desarrollaron en la antigua Grecia (baste recordar a figuras como las hechiceras Medea y Circe) y su práctica pasó a Roma y fue asimilada por la población. En el siglo II, Lucio Apuleyo escribió sobre los poderes y ritos de las hechiceras y en su Apología afirmó que la región helénica de Tesalia era morada de brujas que podían dominar la naturaleza. Sin embargo, otros escritores como Petronio y Horacio se habían burlado de estas creencias, que consideraban propias de gente inculta y vulgar.
Con el establecimiento del cristianismo en el Imperio romano y la conversión del emperador Constantino I el Grande, las herejías llegaron a ser castigadas con leyes civiles. Durante el siglo IV se desarrolló el Código Teodosiano, en el que se condenaba explícitamente el culto idolátrico (véase Idolatría) y los ritos mágicos. Una de estas leyes condenaba con la pena capital a quienes celebraran sacrificios nocturnos en honor del Diablo y sus acólitos, lo que dio comienzo a la persecución de las brujas.
La Iglesia cristiana, sin embargo, fue indulgente con ciertos ritos que estaban muy arraigados en la población, sobre todo con los supuestos hechizos o pócimas que acompañaban a las oraciones y que servían para curar un catarro o despertar una pasión amorosa. La Iglesia consideraba que no eran más que hierbas medicinales y afrodisiacos, y las personas convictas por estas prácticas sólo eran condenadas a hacer penitencia. Los sacerdotes luchaban por erradicar la fe pagana y el elemento mágico o milagrero que se atribuía a un remedio medicinal. Pero, para consolidar su poder, la Iglesia no podía, ni tolerar los ritos antiguos, ni plantear un conflicto global con los numerosos devotos de estas creencias, pues al parecer eran muchos los cristianos que también creían en el poder de estos hechizos.
LA OPOSICIÓN DE LA IGLESIA
La actitud de la Iglesia empezó a endurecerse conforme se fue fortaleciendo para poder luchar abiertamente contra los ritos arcaicos, ya en decadencia. Por otra parte, la creciente inquietud y tensiones sociales que gestaron la Europa moderna encontraron su expresión en la brujería, la herejía y la secularización. Como estas tendencias amenazaban con socavar la autoridad eclesiástica, los prelados de la Iglesia las consideraron herejías e intentaron acabar con ellas.
La fiebre de la caza de brujas obsesionó a Europa desde el año 1050 hasta finales del siglo XVII, apaciguándose ocasionalmente para resurgir después con furia. En el siglo XIII apareció el tribunal de la Inquisición, que se encargó de perseguir a los herejes. Los hijos eran obligados a denunciar a sus padres, los maridos a sus mujeres y los familiares y vecinos se denunciaban entre sí. Se pagaba a los testigos para que declararan y a los sospechosos se les infligían torturas inhumanas para forzar su confesión. A los cazadores de brujas se les pagaba una recompensa por cada fallo condenatorio después de reunir las acusaciones y poner a prueba a los sospechosos. Se suponía que todos los brujos y brujas tenían marcas hechas por el Diablo en alguna parte de sus cuerpos, que eran insensibles al dolor. Los inquisidores no dudaban en traicionar sus promesas de perdón a aquellos que reconocían su culpa. Cientos de miles de personas fueron condenadas a la muerte por practicar la brujería.
La bula papal más influyente contra la brujería fue la Summis Desiderantes, promulgada por Inocencio VIII en 1484, que para ejecutarla nombró inquisidores regionales, y el Malleus maleficarum (el célebre Martillo de las brujas), escrito dos años después por los dominicos alemanes Heinrich Kraemer y Johann Sprenger. La persecución se dio en toda Europa, principalmente en el norte de Francia, suroeste de Alemania, países de Escandinavia e Inglaterra.
Los colonos ingleses llevaron a Norteamérica las prácticas de la brujería. Es famoso el proceso de Salem (Massachusetts), que tuvo lugar en 1692 y en el cual, después de numerosos interrogatorios y torturas, se condenó a más de 20 personas.

AQUELARRES Y SHABATS
Aquelarre
En esta reunión festiva y secreta de los adoradores de Satán, el diablo aparece disfrazado de macho cabrío. Las brujas y brujos le informan de los males causados desde la última reunión, en un ambiente tétrico y escalofriante. En la imagen, la pintura negra El Aquelarre (1797-1798) de Francisco de Goya, obra que se encuentra en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid (España).


Las brujas y brujos de la Europa medieval y hasta el siglo XVII organizaban actos de brujería denominados aquelarres, reuniones en las que participaban brujas en su mayoría y en las que intervenía el Demonio como líder del acto. Considerado como vicario del Diablo, muchos de sus fieles más ingenuos le trataban como si fuera el mismísimo Diablo. Tradicionalmente se le representaba vestido de negro o con disfraz de macho cabrío, ciervo u otros animales con cornamentas. El grupo se reunía una o dos veces por semana en lo que generalmente constituía una reunión local. En estos actos las brujas llevaban a cabo supuestamente ritos de culto al Demonio, informaban de sus actividades y preparaban las próximas intervenciones a realizar en la comunidad.
Otras reuniones regionales, denominadas shabats —al parecer, acto provocativo hacia el shabat judío-cristiano—, congregaban probablemente a centenares, a veces miles de alegres asistentes, incluyendo los brujos y sus neófitos. El lugar de reunión más famoso de la Europa antigua y medieval fue Brocken, el pico más alto de los montes Harz en Alemania, donde transcurre la impresionante escena del shabat descrita en el Fausto de Goethe. Los dos más importantes se celebraban en la noche del 30 de abril (noche de Walpurgis) y del 31 de octubre (Halloween, víspera del Día de Todos los Santos). También se celebraban en las noches del 31 de julio (Fiesta de la Cosecha) y 1 de febrero (víspera de la Candelaria).
El shabat comenzaba con la iniciación de los neófitos y la ceremonia incluía prestar juramento de obediencia al Diablo, firmando con él pactos de sangre y profanando crucifijos y otros objetos sagrados; asignar un espíritu ayudante bajo la forma de gato, ratón, comadreja, sapo u otro animal pequeño, que actuara de sirviente del brujo, y realizar diversos actos obscenos de obediencia al Diablo y su vicario. A la ceremonia de iniciación le seguía un acto de culto general que, con frecuencia, incluía una misa negra, parodia de la misa católica que rendía culto a Satán (véase Satanismo), y que finalizaba en danzas que degeneraban en una orgía sexual.
LA BRUJERÍA HOY
Por lo general, las prácticas de brujería han desaparecido, aunque de forma esporádica surgen casos aislados en comunidades menos cultas o en regiones de escaso desarrollo social. En algunas sociedades, los brujos, algunos considerados chamanes o curanderos (véase Curandería), han desempeñado una función incuestionable dentro de su propia comunidad. Al asumir que reciben su poder de espíritus que son venerados o temidos por los miembros de su pueblo, se cree que tienen acceso a un mundo oculto y reservado sólo para ellos, siendo contemplados con respeto e incluso temor.
Los médicos brujos, al contrario que los brujos y brujas malignas de la época medieval, luchan contra las fuerzas del mal: poseen supuestamente poder para curar las enfermedades, convocar la lluvia y asegurar el éxito de la caza o de la guerra; también, practican exorcismos para expulsar a los demonios que puedan poseer a miembros de la comunidad o aplacan a los que podrían volverse hostiles; asimismo, extirpan el mal, denuncian a los malhechores e intentan llevar a cabo su destrucción.
En la India, algunas tribus o miembros de las castas más bajas acuden con frecuencia a brujos y hechiceros. Incluso los hindúes de las castas más altas recurren a ellos en tiempos de sequía o hambruna. En Birmania, Indonesia y otras zonas de Asia los brujos constituyen una parte importante de la vida cotidiana. La brujería también está extendida por todo el continente africano.
En Latinoamérica, el vudú de Haití, Cuba o Brasil, y los brujos, hechiceros y echadores de mal de ojo, todavía presentes en algunas comunidades, practican ritos mágicos y de brujería, al igual que algunos habitantes de las islas Salomón y Vanuatu (antigua Nuevas Hébridas) que hoy continúan rindiendo culto al Diablo.
En los últimos años ha aumentado el interés general por diversos tipos de ocultismo. Se han publicado numerosos libros sobre brujería y astrología, y surgen personajes que se cree poseen poderes sobrenaturales. La aparición de formas modernas de brujería puede atribuirse a la influencia de varios escritores de culto y antropólogos de principios del siglo XX, además del creciente interés por formas alternativas de expresión religiosa. Similares en las ceremonias y en la organización a los cultos diabólicos, estas modernas organizaciones no rinden culto al Diablo ni realizan prácticas malignas. Algunos expertos consideran que las diferencias en métodos y filosofía vuelven muy complejo su estudio al ser difícil su generalización.

Silla para ahogar por inmersión



Este grabado del siglo XVII muestra a una mujer sometida al tormento de la silla para ahogar por inmersión, método corriente de tortura para brujas y prostitutas en Inglaterra y Estados Unidos. La mujer era zambullida en el agua un número determinado de veces según la severidad de su supuesto crimen.

Mal de ojo



Mal de ojo, superstición popular, consiste en el influjo que una persona malintencionada o envidiosa ejerce sobre otra, de manera que el receptor, o aojado, enferma.
Posiblemente el origen se remonte a la sospecha de que personas dedicadas a la brujería o a la hechicería que tuvieran alguna característica específica en los ojos eran capaces de provocar desgracias, enfermedades, e incluso la muerte a aquellos a quienes miraban. En cualquier caso, de todos los órganos del cuerpo, el ojo ha ejercido siempre un poderoso atractivo como fuente de toda especie de supersticiones, tanto por el poder de la mirada, como por poseer alguna malformación, o debido a su forma o color.
El mal de ojo se relaciona también con la creencia de que mirar a alguien que tenga lo blanco del ojo muy grande trae mala suerte, así como ser mirado por alguien con nubes, cataratas u opacidades, o simplemente ser envidiado por alguien que mira a su víctima con “malos ojos” o malas intenciones es motivo de desgracias.
Popularmente se considera que las víctimas más propicias del mal de ojo son los niños pequeños, aunque los mayores y adultos no están exentos de padecerlo. En los primeros se manifiesta con llantos prolongados, enfermedades recurrentes o inquietud inexplicable; en los mayores, por una serie de infortunios y desatinos, así como por un desasosiego generalizado.
Para contrarrestar el mal de ojo, muchas culturas recurren al uso de talismanes o amuletos que pueden ser desde medallas con imágenes religiosas, hierbas, semillas (el “ojo de venado” en México) y ajos, hasta trozos de cuerno, objetos de oro y plata e, incluso, herraduras. Entre los conjuros para alejar la maldición se encuentra el acto de cerrar el puño de la mano, colocar el pulgar entre los dedos índice y corazón (a la manera de las figas brasileñas) y pronunciar las palabras taf tafio anaquendavit.
Popularmente se han buscado diferentes remedios, ya sea para la prevención, como por ejemplo pisar los zapatos nuevos de familiares y amigos (como mecanismo para evitar la envidia), escupir a los bebes o embarazadas (en las culturas populares se considera la saliva como protectora), la interposición de objetos considerados como mágicos (como los bordones - Makilak - en las regiones vascongadas) o protectores mágico-religiosos, como estampillas de santos, oraciones, la cruz de Caravaca en la región de Murcia, etc.
La cura del mal de ojo, la cultura popular suele dejarla en manos de curanderos, que realizan diferentes rituales. En uno de ellos, bastante extendido, en primer lugar se diagnostica que efectivamente la persona padece de mal de ojo vertiendo aceite sobre un mechón de pelo de la misma, que se sujeta sobre un vaso de agua: si la persona está aojada el aceite se mezcla con el agua, esto es que se observan varias gotas que no se funden en una y quedan transparentes. Para curar al afectado se debe continuar realizando este ritual al tiempo que se pronuncia una oración hasta que "se corta", esto es que se pueda ver el aceite flotando sobre el agua, como es normal. Pero no en todas partes se utiliza esa forma de protección o curación ya que los lugares o países de creencia son diferentes. Por ejemplo, en Chile, muchas veces se santigua a los bebés, en una especie de unión de las tradiciones cristianas y las paganas; en Perú y México se pasa un huevo o un cuy por todo el cuerpo del afectado para extraer el mal.
En México tanto como en centroamerica existen varias formas de curar el mal de ojo, que también se conoce como ojeo u ojo; se cree que los más afectados por este padecimiento son los niños. Una de ellas consiste en frotar suvemente alrededor de las órbitas oculares con el ombligo de una persona del sexo contrario al del enfermo (en algunos lugares de la provincia mexicana todavía se acostumbra guardar el cordón umbilical de los recién nacidos). También se puede tallar o tapar al niño con alguna prenda de ropa usada y sudada del padre. Si se sabe quién fue la persona qué causó el daño, se le pide que cargue al niño y le sople en la mollera, los párpados, las plantas de los pies y las palmas de las manos, al tiempo que le da golpes muy leves en la cabeza con su camisa volteada al revés. Asimismo suele recurrirse a una piedra llamada ixahi, la cual se utiliza para absorber el "mal" al frotarla en el cuerpo, una vez hecho esto, es necesario, tirarla. Son de uso frecuente las limpias con pirul, tabaco, chile ancho, huevo, copal negro, hojas de pipe e, incluso, fuego. En caso de que quien haya ocasionado el ojo al niño sea un animal, se recomienda remojar camalonga en agua y dar a beber al pequeño el polvillo que queda en el recipiente.
En Argentina, Ceferino Namuncurá, nacido en el pueblo Chimpay o Chimpai, es a quién se adjudica, en la creencia popular o folclórica argentina, el descubrimiento del remedio para el ojeamiento o mal de ojo, y la enseñanza a los pueblerinos locales de dicho arte; por esto es que los curanderos o chamanes provenientes de la región de referencia son los considerados como los más apropiados para realizar estos rituales.

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