Infierno



Infierno, Purgatorio y Paraíso dantescos
En algunas culturas, el Infierno es el lugar donde se reúnen las almas de los muertos en general. En otras, como en la tradición cristiana, es un lugar exclusivamente de castigo y privación después de la muerte para las almas de los condenados. Este grabado representa el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso del universo dantesco.

Infierno, en religión, lugar o estado de castigo y privación para las almas humanas después de la muerte. En un sentido más estricto, el término se aplica al lugar o estado de eterno castigo de los condenados, ya se trate de ángeles o de seres humanos. La doctrina de la existencia del infierno deriva del principio de la necesidad de justificación de la justicia divina, combinada con la experiencia humana de que los malvados no siempre parecen ser castigados de forma apropiada en sus vidas. La creencia en un infierno estaba muy extendida en la antigüedad y aparece asimismo en la mayoría de las religiones del mundo actual.
Entre los primitivos teutones, el término infierno significaba un lugar bajo la tierra al que las almas de todos los mortales, buenos o malos, se enviaban después de la muerte; esto indicaba una concepción similar a la del sheol hebreo. Entre los primeros judíos, como en otras naciones semíticas, la existencia del sheol se consideraba como una continuación sombría de la vida terrenal donde todos los problemas de la vida tendrían un final. Más tarde, la declaración del profeta Isaías de que el rey de Babilonia sería 'precipitado al sheol, a la más profunda fosa' (14,15), dio origen al concepto de diferentes profundidades de sheol, con niveles correspondientes de premio o castigo.
Los escritores cristianos primitivos utilizaron el término infierno para designar: 1) el limbo de los niños, donde los no bautizados disfrutan de una felicidad natural, aunque se les niega la felicidad sobrenatural de la visión de Dios; 2) el limbo de los padres, donde las almas de los justos que murieron antes de la llegada de Cristo esperan su redención y que aparece mencionado en el credo de los apóstoles, '(Jesucristo) descendió a los infiernos'; 3) el purgatorio, lugar de purgación de infracciones menores que de forma inevitable conduce al cielo y 4) lugar de castigo de Satán y los demás ángeles caídos, y de todos los mortales muertos sin arrepentirse de pecados graves. La última de estas interpretaciones es la que tiene mayor aceptación en la actualidad.
La duración de los castigos del infierno ha sido objeto de polémica desde los primeros tiempos del cristianismo. Orígenes, el escritor y teólogo cristiano del siglo III y su escuela, enseñaban que la finalidad de estos castigos era purgatorial, y que era proporcional a la culpa del individuo. Orígenes sostenía que, con el tiempo, el efecto purificador llegaría a todos, incluso a los demonios; que el castigo cesaría, y que todo el mundo del infierno sería a la postre devuelto a la felicidad. Esta doctrina fue condenada por el segundo concilio de Constantinopla en el año 553, y la creencia en la eternidad de los castigos del infierno fue característica, tanto de la Iglesia ortodoxa como de la católica romana. Pasó también a los credos de las Iglesias de la Reforma, aunque la doctrina del infierno fue rechazada por la mayoría de los pensadores radicales del Renacimiento.
En la época moderna la creencia en el castigo físico después de la muerte y la duración infinita de este castigo ha sido rechazada por numerosos autores. La cuestión sobre la naturaleza del castigo del infierno es asimismo polémica. Las opiniones son tan diversas que comprenden desde las que identifican el infierno con los remordimientos y la culpa, hasta aquellas, más acordes con la creencia tradicional según la cual el 'sufrimiento de pérdida' (la conciencia de haber perdido la visión de Dios y la felicidad del cielo) se compagina con el 'sufrimiento de sentido' (el tormento físico real).
El islam extrajo su concepto de infierno de fuentes judeocristianas y zoroástricas. El infierno queda visualizado como una fosa de fuego atravesada por un estrecho puente que conduce a la gloria. Todas la almas muertas deben cruzar el puente, y si no son redimidos por la misericordia de Alá, los condenados caerán para sufrir en la fosa.
El hinduismo imaginaba 21 infiernos que formaban parte de un ciclo sin fin de transmigración de almas. Las consecuencias de las acciones mortales conducirán a los pecadores a reencarnarse en el infierno, donde les atormentarán los demonios hasta que hayan purgado sus pecados y queden libres para reencarnarse en un orden superior.
El budismo aceptó y modificó los conceptos hindúes de reencarnación e infierno. Según la cosmología ortodoxa budista, los seis destinos de la existencia mortal incluyen tres esferas en las que los agobiados por karmas perjudiciales se puedan reencarnar: El 'destino' del infierno, el 'destino' de los espíritus ávidos y el 'destino' de los demonios en guerra. Como en el hinduismo, las torturas sufridas en estos destinos sirven para purgar el karma maligno del alma y liberarla para su reencarnación en un plano superior. Esta doctrina fue elaborada en la tradición budista de Asia oriental, donde los muertos son juzgados por el monarca (o por los reyes) del infierno y condenados a los castigos apropiados. En China esta creencia budista se fusionó con conceptos religiosos nativos sobre la residencia de las deidades chinas y los inmortales taoístas, dando a los muertos una variedad todavía mayor de destinos potenciales.

jueves, 14 de octubre de 2010

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