El increíble Sistema nervioso


Sistema nervioso humano

Sistema nervioso, conjunto de los elementos que en los organismos animales están relacionados con la recepción de los estímulos, la transmisión de los impulsos nerviosos o la activación de los mecanismos de los músculos.
2
ANATOMÍA Y FUNCIÓN
En el sistema nervioso, la recepción de los estímulos es la función de unas células sensitivas especiales, los receptores. Los elementos conductores son unas células llamadas neuronas que pueden desarrollar una actividad lenta y generalizada o pueden ser unas unidades conductoras rápidas, de gran eficiencia. La respuesta específica de la neurona se llama impulso nervioso; ésta y su capacidad para ser estimulada, hacen de esta célula una unidad de recepción y emisión capaz de transferir información de una parte a otra del organismo.
2.1
Célula nerviosa
Estructura de una neurona
La neurona es la unidad funcional del sistema nervioso y está formada por el cuerpo celular, que contiene el núcleo y la mayor parte del citoplasma; unas prolongaciones cortas, normalmente muy ramificadas, que salen del cuerpo celular y que reciben el nombre de dendritas; y una prolongación más larga denominada axón. El axón de las neuronas del sistema nervioso periférico está rodeado de múltiples capas de membrana celular (mielina) de una célula de Schwann. Esta capa mielínica está interrumpida periódicamente en los nódulos de Ranvier.

Cada célula nerviosa o neurona consta de una porción central o cuerpo celular, que contiene el núcleo y una o más estructuras denominadas axones y dendritas. Estas últimas son unas extensiones bastante cortas del cuerpo neuronal y están implicadas en la recepción de los estímulos. Por contraste, el axón suele ser una prolongación única y alargada, muy importante en la transmisión de los impulsos desde la región del cuerpo neuronal hasta otras células. Véase Neurofisiología.
2.2
Sistemas simples
Organización neuronal
Los sistemas nerviosos aumentan en complejidad desde la malla de células nerviosas de la medusa hasta el sistema central y periférico de la especie humana. La estructura nerviosa de la lombriz de tierra es común a muchos animales; consiste en un ganglio cerebral, un cordón nervioso principal y pares de nervios laterales ramificados. En algunos casos, como en los insectos, el ganglio cerebral actúa como un cerebro primitivo, ya que controla y coordina varias funciones básicas.

Aunque todos los animales pluricelulares tienen alguna clase de sistema nervioso, la complejidad de su organización varía de forma considerable entre los diferentes tipos de organismos. En los animales simples, como los cnidarios, las células nerviosas forman una red capaz de mediar respuestas estereotipadas. En los animales más complejos, como crustáceos, insectos y arañas, el sistema nervioso es más complicado. Los cuerpos celulares de las neuronas están organizados en grupos llamados ganglios, que se interconectan entre sí formando las cadenas ganglionares. Estas cadenas están presentes en todos los vertebrados, en los que representan una parte especial del sistema nervioso relacionada en especial con la regulación de la actividad del corazón, las glándulas y los músculos involuntarios.
2.3
Sistemas de los vertebrados
Cerebros de vertebrados
Aunque casi todos los vertebrados comparten el mismo tipo básico de estructura cerebral o encéfalo formada por tres partes, el desarrollo de sus elementos constituyentes varía a través de la escala evolutiva. En peces, el telencéfalo (una de las partes, que más tarde originará el cerebro) es pequeño con respecto al resto del encéfalo (cerebro, cerebelo y tronco cerebral) y se encarga de recibir información procedente de los sentidos. En reptiles y anfibios, el telencéfalo es más grande en proporción y comienza a enlazar las informaciones recibidas y a procesarlas. Las aves tienen unos lóbulos ópticos que están bien desarrollados; por ello el telencéfalo es más grande. En los mamíferos, el telencéfalo predomina en la estructura cerebral. El más desarrollado es el de los primates, en los cuales las capacidades cognitivas son las más evolucionadas.

Los animales vertebrados tienen una columna vertebral y un cráneo en los que se aloja el sistema nervioso central, mientras que el sistema nervioso periférico se extiende a través del resto del cuerpo. La parte del sistema nervioso localizada en el cráneo es el cerebro y la que se encuentra en la columna vertebral es la médula espinal. El cerebro y la médula espinal se comunican por una abertura situada en la base del cráneo y están también en contacto con las demás zonas del organismo a través de los nervios. La distinción entre sistema nervioso central y periférico se basa en la diferente localización de las dos partes, íntimamente relacionadas, que constituyen el primero. Algunas de las vías de los cuerpos neuronales conducen señales sensitivas y otras vías conducen respuestas musculares o reflejos, como los causados por el dolor.

Médula espinal: estructura anatómica
La médula espinal está contenida dentro del canal vertebral y, junto con el encéfalo, constituye el sistema nervioso central. En su interior, la sustancia gris tiene forma de H y está constituida por los cuerpos celulares de las neuronas medulares; la sustancia blanca, en cambio, está compuesta por fibras nerviosas.

En la piel se encuentran unas células especializadas, llamadas receptores, de diversos tipos, sensibles a diferentes estímulos; captan la información (como por ejemplo, la temperatura, la presencia de un compuesto químico, la presión sobre una zona del cuerpo), y la transforman en una señal eléctrica que utiliza el sistema nervioso. Las terminaciones nerviosas libres también pueden recibir estímulos: son sensibles al dolor y son directamente activadas por éste. Estas neuronas sensitivas, cuando son activadas mandan los impulsos hacia el sistema nervioso central y transmiten la información a otras neuronas, llamadas neuronas motoras, cuyos axones se extienden de nuevo hacia la periferia. Por medio de estas últimas células, los impulsos se dirigen a las terminaciones motoras de los músculos, los excitan y originan su contracción y el movimiento adecuado. Así, el impulso nervioso sigue una trayectoria que empieza y acaba en la parte periférica del cuerpo. Muchas de las acciones del sistema nervioso se pueden explicar basándonos en estas cadenas de células nerviosas interconectadas que, al ser estimuladas en un extremo, son capaces de ocasionar un movimiento o secreción glandular en el otro.
2.4
La red nerviosa
Nervios craneales
Mientras que la mayoría de los nervios mayores emergen de la espina dorsal, los 12 pares de nervios craneales se proyectan directamente desde el encéfalo. Todos estos pares de nervios transmiten información motora o sensorial (o ambas); sin embargo, el décimo par, el nervio vago, se relaciona con funciones viscerales como el ritmo cardiaco, la vasoconstricción y la contracción de los músculos lisos que se encuentran en las paredes de la tráquea, del estómago y del intestino.

Los nervios craneales se extienden desde la cabeza y el cuello hasta el cerebro pasando a través de las aberturas del cráneo; los nervios espinales o medulares están asociados con la médula espinal y atraviesan las aberturas de la columna vertebral. Ambos tipos de nervios se componen de un gran número de axones que transportan los impulsos hacia el sistema nervioso central y llevan los mensajes hacia el exterior. Las primeras vías se llaman aferentes y las últimas eferentes. En función de la parte del cuerpo que alcanzan, a los impulsos nerviosos aferentes se les denomina sensitivos y a los eferentes, somáticos o motores viscerales. La mayoría de los nervios son mixtos, es decir, están constituidos por elementos motores y sensitivos.
Los nervios craneales y espinales aparecen por parejas y, en la especie humana, su número es 12 y 31 respectivamente. Los pares de nervios craneales se distribuyen por las regiones de la cabeza y el cuello, con una notable excepción: el par X o nervio vago, que además de inervar órganos situados en el cuello, alcanza otros del tórax y el abdomen. La visión, la audición, el sentido del equilibrio y el gusto están mediados por los pares de nervios craneales II, VIII y VII, respectivamente. De los nervios craneales también dependen las funciones motoras de la cabeza, los ojos, la cara, la lengua, la laringe y los músculos que funcionan en la masticación y la deglución. Los nervios espinales salen desde las vértebras y se distribuyen por las regiones del tronco y las extremidades. Están interconectados, formando dos plexos: el braquial, que se dirige a las extremidades superiores, y el lumbar que alcanza las inferiores.
2.5
Sistema nervioso vegetativo
Sistema nervioso autónomo o vegetativo
El sistema nervioso autónomo dirige las actividades corporales sobre las que el individuo no tiene un control consciente, como la respiración o la digestión. Consta de dos partes: el sistema simpático y el parasimpático.

Existen grupos de fibras motoras que llevan los impulsos nerviosos a los órganos que se encuentran en las cavidades del cuerpo, como el estómago y los intestinos (vísceras). Estas fibras constituyen el sistema nervioso vegetativo que se divide en dos secciones con una función más o menos antagónica y con unos puntos de origen diferentes en el sistema nervioso central. Las fibras del sistema nervioso vegetativo simpático se originan en la región media de la médula espinal, unen la cadena ganglionar simpática y penetran en los nervios espinales, desde donde se distribuyen de forma amplia por todo el cuerpo. Las fibras del sistema nervioso vegetativo parasimpático se originan por encima y por debajo de las simpáticas, es decir, en el cerebro y en la parte inferior de la médula espinal. Estas dos secciones controlan las funciones de los sistemas respiratorio, circulatorio, digestivo y urogenital.
3
ALTERACIONES DEL SISTEMA NERVIOSO
La neurología se encarga del estudio y el tratamiento de las alteraciones del sistema nervioso y la psiquiatría de las perturbaciones de la conducta de naturaleza funcional. La división entre estas dos especialidades médicas no está definida con claridad debido a que las alteraciones neurológicas muestran con frecuencia síntomas orgánicos y mentales. Para la discusión de enfermedad mental funcional, véase Enfermedades mentales.
Las alteraciones del sistema nervioso comprenden malformaciones genéticas, intoxicaciones, defectos metabólicos, alteraciones vasculares, inflamaciones, degeneración y tumores, y están relacionadas con las células nerviosas o sus elementos de sostén. Entre las causas más comunes de la parálisis y de otras complicaciones neurológicas se encuentran las alteraciones vasculares, tales como la hemorragia cerebral y otras formas de apoplejía. Algunas enfermedades manifiestan una distribución por edad y geográfica peculiar; por ejemplo, la esclerosis múltiple degenerativa del sistema nervioso es común en las zonas templadas, pero rara en los trópicos.
El sistema nervioso es susceptible a las infecciones provocadas por una gran variedad de bacterias, parásitos y virus. Por ejemplo, la meningitis o la inflamación de las meninges (las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal) puede originarse por numerosos agentes; sin embargo, la infección por un virus específico causa la rabia. Algunos virus que provocan dolencias neurológicas afectan sólo a ciertas partes del sistema nervioso; es el caso del virus que origina la poliomielitis que suele atacar a la médula espinal; el que causa la encefalitis afecta al cerebro.
Las inflamaciones del sistema nervioso se denominan en función de la parte a la que afectan. Así, la mielitis es la inflamación de la médula espinal y la neuritis la de un nervio. Estas alteraciones pueden producirse no sólo por infecciones, sino también por intoxicación, alcoholismo o lesiones. Los tumores que se originan en el sistema nervioso suelen componerse de tejido meníngeo o de células de la neuroglia (tejido de sostén), dependiendo de la parte específica que esté afectada. Sin embargo, otros tipos de tumores pueden sufrir metástasis (propagarse) o invadir el sistema nervioso. . En ciertas alteraciones, como la neuralgia, la migraña y la epilepsia puede no existir ninguna evidencia de daño orgánico. Otra alteración, la parálisis cerebral, está asociada con una lesión cerebral producida antes, durante o después del nacimiento.

martes, 9 de noviembre de 2010

El asombroso Páncreas


Páncreas
El páncreas tiene tanto una función digestiva como hormonal. Está constituido por tejido exocrino que secreta enzimas al interior del intestino delgado; éstas ayudan a digerir las grasas, los hidratos de carbono y las proteínas. Las agrupaciones de células endocrinas, llamadas islotes de Langerhans, producen glucagón e insulina, hormonas relacionadas con la regulación de los niveles de azúcar en la sangre.


Páncreas, glándula sólida localizada transversalmente sobre la pared posterior del abdomen. Su longitud oscila entre 15 y 20 cm, tiene una anchura de unos 3,8 cm y un grosor de 1,3 a 2,5 centímetros. Pesa 85 g y su cabeza se localiza en la concavidad del duodeno llamada asa duodenal.

Secreción de insulina
Esta imagen tomada con microscopio óptico es un corte de páncreas humano y muestra uno de los islotes de Langerhans (en el centro), un grupo de células glandulares modificadas. Estas células secretan insulina, una hormona que ayuda al cuerpo a metabolizar los azúcares, las grasas y el almidón. Las líneas azules y blancas de los islotes de Langerhans son vasos sanguíneos que transportan la insulina al resto del organismo. La deficiencia de insulina causa la diabetes mellitus.



El páncreas tiene una secreción exocrina y una endocrina. La secreción exocrina está compuesta por un conjunto de enzimas que se liberan en el intestino para ayudar en la digestión: es el jugo pancreático. La secreción endocrina, la insulina, es fundamental en el metabolismo de glúcidos en el organismo. La insulina se produce en el páncreas en grupos pequeños de células especializadas denominadas islotes de Langerhans. Cuando estas células no producen insulina suficiente se origina una diabetes. En 1968 fueron realizados los primeros trasplantes en cuatro diabéticos utilizando órganos de cadáveres. Los trasplantes de páncreas conllevan enormes dificultades, y sólo uno de cada diez transplantados sobrevive más de un año a pesar del uso de fármacos como la ciclosporina.
Las enfermedades pancreáticas no son frecuentes. La pancreatitis aguda es, sin embargo, una enfermedad grave que puede ser mortal si no se trata de inmediato. Los síntomas, aunque muy dolorosos, no son muy claros, ya que pueden confundirse con los de una peritonitis o los de una obstrucción intestinal.


El asombroso higado


Hígado
El mayor de los órganos internos en todos los vertebrados, el hígado, es también uno de los más importantes. Tiene muchas funciones, entre ellas la síntesis de proteínas, de factores inmunológicos y de coagulación y de sustancias transportadoras de oxígeno y grasas. Su función digestiva principal es la secreción de bilis, una solución indispensable para la emulsión y absorción de las grasas. El hígado también elimina el exceso de glucosa de la circulación sanguínea, almacenándola hasta que el organismo la vuelve a necesitar. Convierte el exceso de aminoácidos en sustancias aprovechables y filtra drogas y venenos del torrente circulatorio, a los que neutraliza y secreta con la bilis. El hígado tiene dos lóbulos principales que se localizan justo debajo del diafragma en el lado derecho del cuerpo. Se puede perder el 75% de este tejido (por enfermedad o intervención quirúrgica) sin que cese de funcionar.

Hígado, el órgano interno más grande de los vertebrados. Pesa cerca de 1,5 kg, es de color rojo oscuro y está situado en el cuadrante superior derecho de la cavidad abdominal.
2
ESTRUCTURA
Hígado: vista posterior
El hígado, situado en el cuadrante superior derecho de la cavidad abdominal, tiene forma más o menos triangular y color rojo oscuro, y está revestido de una capa de tejido conectivo. Presenta 3 caras: una cara superior convexa, junto a la pared abdominal, en la que se distinguen el lóbulo izquierdo, más pequeño, y el lóbulo derecho, más grande, separados por el ligamento falciforme; una cara posterior, cuya forma cóncava permite al hígado adaptarse a otros órganos internos (en concreto a la izquierda a la columna vertebral y a la derecha al riñón) y en la que se encuentra el lóbulo cuadrado; y una cara inferior en la que se distingue el lóbulo cuadrado y la fosa biliar, en la que se encuentra la vesícula biliar. Los distintos ligamentos (falciforme, coronario y triangular) mantienen al hígado en su sitio, asegurando la unión con el peritoneo; un pliegue de éste, llamado epiplón menor, une el hígado al estómago y al duodeno.

En el embrión, el hígado surge como un crecimiento excesivo de la porción superior del duodeno, justo por debajo del estómago. A diferencia de cualquier otro órgano, el hígado tiene dos vías por las que recibe sangre: la arteria hepática transporta sangre oxigenada procedente del corazón, y la vena porta, que transporta sustancias alimenticias desde el estómago y los intestinos. Estos vasos sanguíneos penetran en el tejido glandular del hígado y se dividen hasta formar sinusoides capilares diminutos (capilares por los que circula la sangre desde la vena porta y la arteria hepática y va a parar a la vena centrolobulillar o vena central).

Anatomía interna del hígado
La artería hepática (que transporta sangre oxigenada procedente del corazón) y la vena porta (que transporta sustancias alimenticias desde el estómago y los intestinos) penetran en el tejido glandular del hígado dividiéndose hasta formar sinusoides capilares diminutos. La sangre abandona el hígado a través de la vena hepática que vierte la sangre en la vena cava inferior. El hígado está compuesto por lóbulos, que están formados por columnas de células rodeadas por canales diminutos conocidos como canalículos, hacia los que se vierte la bilis que segregan los hepatocitos. Estos canales se unen para formar el conducto hepático que, junto con el conducto procedente de la vesícula biliar, forman el conducto común de la bilis, que descarga su contenido en el duodeno.

El hígado obtiene su propio suministro de sangre oxigenada de la arteria hepática, que se bifurca de la aorta. La sangre que abandona el hígado es recogida por las venas hepáticas, unidas entre sí para formar una sola vena hepática, que vierte la sangre que transporta en la vena cava inferior; desde la vena cava inferior la sangre regresa al lado derecho del corazón, para ser bombeada hacia los pulmones.
El hígado está constituido por formaciones diminutas que reciben el nombre de lobulillos o lóbulos hepáticos y están separados entre sí por tejido conectivo; en la periferia también se encuentran los espacios porta, que contienen cada uno un conducto biliar, y una rama de la vena porta y otra de la arteria hepática. Estos lobulillos tienen forma hexagonal; están compuestos por columnas de células hepáticas o hepatocitos dispuestas de forma radial alrededor de la vena central, rodeadas por canales diminutos, conocidos como canalículos biliares, hacia los que se vierte la bilis que segregan los hepatocitos. Estos canales se unen para formar conductos cada vez más grandes, que terminan en el conducto hepático. El conducto hepático y el conducto procedente de la vesícula biliar forman el conducto común de la bilis, que descarga su contenido en el duodeno. Por lo general, en los primates y en los carnívoros el conducto pancreático se une con el conducto común de la bilis antes de penetrar en el intestino.
3
FUNCIÓN
La sangre atraviesa el hígado a una velocidad aproximada de 1,4 litros por minuto; en cualquier momento, el hígado contiene un 10% de toda la sangre del cuerpo. También contiene sangre procedente del páncreas y del bazo. Las células hepáticas ayudan a la sangre a asimilar las sustancias nutritivas y a excretar los materiales de desecho y las toxinas, así como esteroides, estrógenos y otras hormonas.
El hígado es un órgano muy versátil. Almacena glucógeno (véase Metabolismo de glúcidos), hierro, cobre, vitamina A, muchas de las vitaminas del complejo vitamínico B, y vitamina D. Produce albúmina y otras proteínas, muchas de las cuales son esenciales para la coagulación normal de la sangre (protrombina y fibrinógeno) y una sustancia anticoagulante que es la heparina. Los aminoácidos digeridos son desaminados en el hígado; es decir, su nitrógeno se extrae para que pueda ser utilizado por el cuerpo. El hígado también puede utilizar el nitrógeno para sintetizar proteínas a partir de hidratos de carbono o de lípidos. Además, produce muchas otras sustancias, como hidratos de carbono, a partir de lípidos o de proteínas. El hígado también forma lípidos a partir de hidratos de carbono o de proteínas, lípidos que almacena para verterlos después a la sangre en forma de ácidos grasos libres que pueden ser degradados para obtener energía. El hígado también sintetiza colesterol.
Unos fagocitos especiales (véase Sistema inmunológico) que se encuentran en el hígado eliminan las sustancias extrañas y las bacterias de la sangre. El hígado también depura muchos fármacos y segrega bilirrubina (producto de la degradación de la hemoglobina), y muchas otras sustancias, incluyendo enzimas. Las actividades que el hígado realiza generan una gran cantidad de calor, lo cual influye en la temperatura corporal. El hígado de los mamíferos contiene depósitos de vitaminas del complejo vitamínico B; una de ellas, la vitamina B12, se utiliza para tratar la anemia perniciosa. El hígado también almacena otros agentes antianémicos que se producen en otras partes del cuerpo. Véase también Fagocitosis.
4
ENFERMEDADES HEPÁTICAS
El término hepatitis se utiliza para definir cualquier inflamación del hígado, y proviene del griego hepar que significa hígado. La causa más frecuente de hepatitis es una infección vírica. La hepatitis también puede ser producida por agentes químicos o venenos, por drogas, por bacterias o toxinas bacterianas, por enfermedades producidas por amebas y por ciertas infecciones parasitarias. La hepatitis puede cronificarse y dar lugar a cirrosis. Sin embargo, la mayor parte de los casos de cirrosis están relacionados con una ingestión excesiva de alcohol, que suele estar asociada a su vez a una dieta pobre. En ocasiones, la hepatitis aguda es tan grave que se destruyen casi todas las células hepáticas y el paciente fallece por fallo hepático o por obstrucción de los vasos sanguíneos que proceden del hígado. La ictericia es un síntoma común de la hepatitis y de otras enfermedades hepáticas; está causada por la acumulación de cantidades elevadas de bilirrubina en la sangre.
Ciertas enfermedades, como la diabetes mellitus, están relacionadas con unas acumulaciones de lípidos en el hígado; las alteraciones de la hipófisis, y tóxicos como el alcohol y el cloroformo, que interfieren con los procesos de oxidación que se realizan en el hígado, también puede dar lugar a dichas acumulaciones. Según aumenta la acumulación de lípidos, las células hepáticas son sustituidas por tejido adiposo dando lugar al llamado hígado graso. Durante la gestación y después de mantener una dieta rica en grasas se produce de forma temporal el depósito de lípidos en el hígado. Otras enfermedades que afectan al hígado son los abscesos, debidos a bacterias o a amebas; el cáncer, que con frecuencia es secundario a partir de un tumor localizado en cualquier otra región del cuerpo que ha producido metástasis; infiltraciones de sustancias extrañas, y granulomas o masas de tejido inflamado de forma crónica. Los trasplantes de hígado tenían una tasa de éxito bastante reducida hasta hace pocos años.

La maravilla de los intestinos


Intestino delgado
El intestino delgado es el lugar donde se lleva a cabo la mayor parte de la digestión. El revestimiento interno, o mucosa, está envuelto y cubierto de diminutas proyecciones llamadas vellosidades; un diseño que aumenta la superficie de absorción del intestino. Las contracciones rítmicas de las paredes musculares mueven el alimento en el intestino y al mismo tiempo, es atacado por la bilis, las enzimas y otras secreciones. Los nutrientes absorbidos por los vasos sanguíneos del intestino, pasan al hígado para ser distribuidos por el resto del organismo.


Intestino, porción del tracto digestivo situado entre el estómago y el ano. En la especie humana, el intestino se divide en dos secciones principales: el intestino delgado, que tiene unos 6 m de longitud, donde se produce la parte más importante de la digestión y se absorben la mayoría de los nutrientes, y el intestino grueso, que tiene un diámetro mayor, una longitud aproximada de 1,5 m y es donde se absorbe el agua y determinados iones; desde él se excretan los materiales sólidos de desecho (véase Aparato digestivo; Heces).
El intestino delgado está enrollado en el centro de la cavidad abdominal (véase Abdomen) y está dividido en tres partes: duodeno, yeyuno e íleon. La porción superior o duodeno comprende el píloro, la abertura de la parte inferior del estómago por la que vacía su contenido en el intestino. El duodeno tiene la forma de una herradura que rodea tanto a una parte del páncreas y el conducto pancreático, como a los conductos del hígado y de la vesícula biliar que vierten en él. El yeyuno o parte media del intestino delgado se extiende desde el duodeno hasta su porción terminal o íleon, que acaba en un lado de la primera parte del intestino grueso llamada el ciego. El intestino delgado tiene una membrana de revestimiento o mucosa, adaptada para la digestión y absorción que está plegada y cubierta por unas pequeñas prolongaciones llamadas vellosidades; éstas son pequeños tubos de epitelio que rodean un vaso linfático y gran cantidad de capilares. En su base se abren unas pequeñas depresiones glandulares llamadas criptas de Lieberkühn, que secretan las enzimas necesarias para la digestión intestinal. Las proteínas e hidratos de carbono digeridos pasan de los capilares de las vellosidades a la vena porta, que entra en el hígado, mientras que las grasas digeridas se absorben a través de los pequeños vasos linfáticos y alcanzan el flujo sanguíneo general. La mucosa del intestino delgado también secreta la hormona secretina que estimula al páncreas para producir las enzimas digestivas.
El intestino grueso se divide en el ciego, el colon ascendente, el colon transverso, el colon descendente, el colon sigmoideo y el recto. El ciego es un saco abultado que se localiza en la porción inferior derecha de la cavidad abdominal y en los animales herbívoros tiene un gran tamaño. En la especie humana, las dos partes importantes del ciego son el apéndice vermiforme vestigial (véase Apendicitis), que se altera con frecuencia, y la válvula ileocecal, una estructura membranosa situada entre el íleon y el ciego que regula el paso del material alimenticio desde el intestino delgado al grueso y evita el retroceso de los productos de desecho tóxicos en el sentido inverso. El colon ascendente se eleva por el lado derecho del abdomen; el colon transverso lo cruza en horizontal y el colon descendente se dirige hacia abajo por su lado izquierdo. El colon sigmoideo es la porción que adopta esta forma cuando entra en la cavidad pélvica. La parte terminal del intestino o recto mide unos 15 cm de longitud y debe este nombre a su forma casi recta. La salida del recto se llama ano y está cerrada por un músculo que lo rodea, el esfínter anal. El intestino grueso tiene un revestimiento mucoso liso (sólo el recto tiene pliegues) que secreta mucus para lubricar los materiales de desecho.

Intestino grueso
Sujeto en el abdomen por las membranas llamadas mesenterios, el intestino grueso es la parte final del aparato digestivo. El material no digerido pasa desde el intestino delgado en forma líquida y fibrosa. En el intestino grueso, los segmentos musculares mueven este material adelante y atrás, mezclándolo por completo. Las células de las paredes lisas absorben vitaminas, minerales y agua. Los residuos condensados, llamados heces, abandonan el organismo a través del recto.

El alimento y los materiales de desecho atraviesan toda la longitud del intestino movidos por las contracciones rítmicas o movimientos peristálticos de sus músculos. La totalidad del volumen intestinal mantiene su posición en la cavidad abdominal gracias a unas membranas llamadas mesenterios.

Los asombrosos dientes


Dientes, estructuras duras, calcificadas, sujetas al maxilar superior e inferior de los vertebrados y algunos animales inferiores, cuya función principal es la masticación. En algunos animales los dientes tienen también otros cometidos, como roer, cavar o ser utilizados en la lucha. En el curso de la evolución se han desarrollado distintas formas de dientes, desde las simples hileras escalonadas de dientes cónicos que poseen los tiburones hasta las estructuras más complejas habituales en los mamíferos.
2
DENTADURA HUMANA
En el ser humano, además de en la masticación, los dientes están implicados de forma directa en la articulación del lenguaje, actuando como punto de apoyo contra el que la lengua hace presión para emitir ciertos sonidos. Los dientes afectan también a las dimensiones y a la expresión de la cara, cuya apariencia puede resultar modificada de forma desagradable por la pérdida de una pieza dentaria o por cualquier irregularidad en su crecimiento o coloración.
2.1
Estructura de los dientes
Estructura de un diente
Los nervios y los vasos sanguíneos del centro de cualquier diente están protegidos por varias capas de tejido. La más externa, el esmalte, es la sustancia más dura. Bajo el esmalte, circundando la pulpa desde la corona hasta la raíz, está situada una capa de sustancia ósea llamada dentina. Un tejido duro llamado cemento separa la raíz del ligamento peridental, que sujeta la raíz y amortigua el diente contra la encía y la mandíbula.

Los dientes están formados por una parte externa denominada corona y una raíz que está inmersa en el maxilar. La capa más externa de la corona esta compuesta por un tejido calcificado que recibe el nombre de esmalte, la sustancia más dura del organismo. Por dentro del esmalte se halla la dentina, una sustancia de tipo óseo que se extiende desde la superficie más interna del esmalte y penetra en el maxilar para formar la raíz. La dentina de la raíz está cubierta por una capa delgada de un tejido duro denominado cemento. Las raíces se mantienen en su posición mediante fibras elásticas que forman la membrana periodontal, la cual se extiende desde el cemento hasta una capa ósea engrosada denominada lámina dura, en el interior del maxilar.
La dentina encierra la cavidad pulpar que se continúa en la raíz como el conducto radicular. A través del orificio que se abre en el extremo de la raíz, penetran vasos sanguíneos, nervios y tejido conjuntivo, que ocupan el conducto radicular y la cavidad pulpar.
2.2
Desarrollo embriológico
En el embrión humano, el desarrollo de la yema o primordio del diente se inicia en el segundo mes después de la concepción. El esbozo dental está formado por tejido externo o ectodermo, e interno o mesodermo. El ectodermo se calcifica en prismas de esmalte que cubren la corona. Tras el depósito del esmalte, el mesodermo se diferencia en la porción de dentina de la corona y la cavidad pulpar. A medida que se desarrolla el embrión, el proceso de calcificación se traduce en la formación de la raíz y de un conducto radicular amplio, a través del cual los vasos sanguíneos, los nervios y el tejido conjuntivo penetran en la cavidad pulpar. Al tiempo que se produce la erupción de la corona y la elongación de la raíz, la cavidad pulpar y el conducto radicular se estrechan debido a la continua producción de dentina por células especiales dentro de la pulpa. Conforme el diente continúa su desarrollo, la corona es empujada a través de la encía por una fuerza eruptiva.
2.3
Dientes de leche y permanentes
Dientes definitivos
Los veinte dientes de leche de la boca de los niños, son reemplazados de forma gradual por las piezas definitivas, un conjunto de 32 dientes que se ilustran aquí. Los 8 incisivos (4 en la mandíbula superior y 4 en la inferior) tienen el filo recto y afilado para cortar y morder. Los 4 caninos puntiagudos están especializados en desgarrar. Los 8 premolares, una vez perdidos los dientes de leche, tienen superficies afiladas, como las que presentan también los 12 grandes molares. Los terceros molares, ausentes en algunas personas, se denominan muelas del juicio.

El ser humano tiene 20 dientes que utiliza durante la fase inicial del desarrollo de los maxilares y que reciben el nombre de dientes de leche o de la infancia. A medida que los maxilares crecen, estos dientes son reemplazados por otros 32 dientes permanentes de mayor tamaño. Como resultado del crecimiento y ampliación de los maxilares, las raíces de los dientes de leche se separan y dejan espacio para que los dientes permanentes, más grandes, se desarrollen. La presión de los dientes permanentes en crecimiento provoca que los tejidos mandibulares reabsorban las raíces de los dientes de leche, dejando sólo las coronas. Al tiempo que emergen los dientes permanentes, cada uno de ellos desaloja la corona del diente de leche correspondiente.
2.4
Tipos de dientes
Anclaje de los dientes
Los dientes están anclados en la mandíbula por sus raíces, que se ajustan en el interior de huecos del hueso esponjoso. En un niño en edad de crecimiento, las raíces de los dientes de leche son absorbidas de forma gradual por el hueso. Cuando un diente de leche se cae, en realidad sólo se pierde la corona, desalojada por el nuevo diente definitivo que emerge de la encía. De izquierda a derecha están los dientes incisivos, los caninos, los premolares y los molares.

Por lo general, las coronas de los dientes permanentes son de tres tipos: los incisivos, los caninos o colmillos y los molares. Los dientes delanteros o incisivos tienen forma de escoplo para facilitar el corte del alimento. En cada cuarto de la boca existe un incisivo central y lateral. Detrás de los incisivos hay tres piezas dentales utilizadas para desgarrar. La primera, el canino, que se sitúa justo posterior al incisivo lateral, tiene una única cúspide puntiaguda. Detrás de éste existen dos dientes denominados premolares, con dos cúspides cada uno. Detrás de los premolares están el primero, el segundo y el tercer molar, que tienen una superficie de masticación relativamente plana, lo que permite triturar y moler los alimentos. Por lo general, la comida se corta con los dientes incisivos frontales, su tamaño se reduce por los caninos y premolares, y adquiere un tamaño digerible por los molares. Los dientes humanos todavía están evolucionando. Los expertos en dentición piensan que el tercer molar o muela del juicio desaparecerá a medida que el maxilar humano se reduzca y los alimentos refinados eliminen la necesidad de molares adicionales.
2.5
Alineación de los dientes
La secuencia de la erupción de los dientes en la mandíbula superior e inferior se produce de forma ordenada. Las irregularidades ocasionales en la secuencia de erupción pueden originar un alineamiento defectuoso. En algunos casos, el diente de leche no se cae o el permanente puede no existir. En otros, el diente permanente puede estar ocluido entre el hueso de la mandíbula y la raíz de otro diente, por lo que su erupción es imposible. También pueden existir dientes supernumerarios o adicionales. El alineamiento defectuoso o maloclusión se puede producir también después de la erupción. Debido a que la posición de un diente en la mandíbula no es estática, la pérdida de una pieza dentaria puede hacer que los dientes adyacentes se inclinen hacia el espacio vacío y el diente correspondiente del maxilar opuesto continúe su crecimiento en dicho espacio.
Esta desviación es posible debido a que el diente está sujeto al maxilar por las fibras elásticas cortas de la membrana periodontal. Los dientes están sometidos a un amplio rango de movimientos mandibulares, que son posibles gracias a las articulaciones cóndilo glenoideas de la mandíbula. Por lo general, cada diente está protegido por los dientes vecinos y opuestos que permiten igualar las fuerzas de la movilidad mandibular y evitar los desplazamientos de su posición. Cuando existe una maloclusión severa, los ortodontistas, especialistas que corrigen las irregularidades dentarias, pueden conseguir que los dientes recuperen su posición original.
2.6
Caries dental
Dientes con caries dental
Esta vista del interior de la boca muestra caries dentales, que aparecen como zonas oscuras en la parte delantera de los dientes. El término caries dental se refiere a la destrucción, o necrosis, de los dientes y suelen estar causado por la acción bacteriana. El resultado de esta acción se conoce como caries dental. Las cavidades que forman la caries han sido rellenadas en los dientes posteriores para prevenir futuros daños en la dentadura.

Los dientes son susceptibles de sufrir un proceso de putrefacción (caries dental). La bacteria acidogénica oral, que siempre está presente en la boca, reacciona con los hidratos de carbono para formar ácidos capaces de disolver el esmalte. La desintegración del esmalte permite la penetración de otras bacterias en la dentina. Con el tiempo, la caries origina una cavidad, o agujero, en la estructura del diente. La extensión de la caries produce la infección del tejido de la cavidad pulpar que al final conduce a necrosis o formación de abscesos, que si no se detiene pueden llegar a afectar al maxilar. El proceso de las caries se acompaña de la formación de gases putrefactos. Si se obstruye la entrada en la cavidad pulpar, se produce un dolor severo a medida que aumenta la presión de los gases. En muchos casos, el diente se puede tratar con terapia del conducto radicular que elimina el material infectado que se encuentre en él. En los casos graves el diente se extrae.
Es necesario que el tratamiento dental sea precoz para evitar complicaciones serias, ya que los dientes, a diferencia de la mayoría de otros órganos, no son capaces de regenerarse. Sin embargo, es posible restaurar el diente; para ello, se elimina el material necrosado de los dientes y se sustituye con un material inerte de relleno. El relleno puede ser de oro, plata, amalgama, porcelana, cemento sintético o plástico. Algunas veces los dientes dañados o enfermos se enfundan, es decir, se coloca una corona nueva o se cubren con un material apropiado. En los últimos años, es muy habitual el implante de dientes falsos en el lugar de los dientes dañados.
La higiene dental adecuada y las revisiones periódicas ayudan a prevenir que los dientes enfermen. Una dieta bien equilibrada con un aporte mínimo de hidratos de carbono puede reducir las infecciones dentales. El cepillado de los dientes después de las comidas para eliminar los residuos de alimentos ayuda a reducir las caries. Los dientes se deben cepillar en la dirección de su crecimiento para evitar la irritación de la encía.
2.7
Descubrimientos recientes
En 1949, los científicos demostraron que la aplicación directa sobre la superficie de los dientes de una solución de fluoruro de sodio al 2% reduce en un 40% la caries dental. Los experimentos indican que la adición de una parte de fluoruro en un millón de partes de agua potable disminuye hasta un 65% la incidencia de caries. Aunque con una fuerte oposición por parte de varios grupos, se ha demostrado que la fluoración frena de forma eficaz el desarrollo de caries dental en los niños (véase Flúor).
3
ANATOMÍA COMPARADA
Los dientes y las mandíbulas articuladas suelen indicar un grado de desarrollo avanzado en la vida animal y, por consiguiente, nunca están presentes en animales inferiores, como las esponjas o medusas. Las formas más evolucionadas de dientes y maxilares de la vida animal se encuentran en el grupo de los mamíferos. Los dientes de todos los mamíferos, incluido el ser humano, están inmersos en un alveolo óseo en los maxilares y sujetos por la membrana periodontal. La mayoría de los mamíferos, excepto los roedores, tienen también dos series de dientes: los primarios y los permanentes.
3.1
Estructura de los dientes de los animales
Los dientes de los animales están formados por las mismas cuatro sustancias que los dientes humanos: esmalte, dentina, cemento y pulpa, aunque la composición y estructura de cada sustancia puede ser diferente en cada especie. Por ejemplo, en los caballos, toda la corona del diente es de esmalte en lugar de encerrar sólo la dentina y la pulpa.
3.2
Tipos de diente animal
Dientes de un caballo
La serie semicircular de incisivos bien formados, pertenece a un animal cuya dieta consiste en hierbas. El caballo utiliza estos dientes frontales para cortar su alimento cerca del suelo. Su inclinación hacia fuera se incrementa con la edad del caballo, lo que proporciona un método seguro para determinar su edad. En la parte posterior de la mandíbula están los molares con grandes superficies afiladas.

Los dientes de los animales han evolucionado en respuesta al tipo específico de alimentación y necesidad de masticación de cada especie. Algunos dientes se han especializado en diferentes tareas. Los animales que se alimentan de carne o de pescado, como el tigre, la foca y el perro tienen unos caninos muy desarrollados, es decir, dientes puntiagudos conocidos también como colmillos para sujetar a sus presas y desgarrar los músculos. Los herbívoros, como el ganado vacuno y el caballo tienen incisivos adecuados para cortar alimentos herbáceos o pulposos, y molares planos y anchos para triturar.
Cráneo y dientes de un castor
El cráneo del castor tiene dos tipos de dientes muy distintos. Los grandes incisivos, modificados para roer, dominan la zona frontal de la boca; mientras que los molares planos, situados en la parte posterior de la boca, están especializados en la trituración del alimento.

Algunos mamíferos y la mayoría de los peces y reptiles tienen dientes con raíz abierta que crecen de forma continua para reemplazar los dientes desgastados por el uso. Los roedores suelen tener algunos dientes anteriores con raíz abierta, al igual que los animales con colmillos del tipo de los elefantes y las morsas. Los castores utilizan continuamente los incisivos para cortar materiales para la construcción, y su crecimiento puede tener alcanzar hasta 1,2 m por año.
Muchos peces y reptiles tienen formas variadas de dientes, por lo general afiladas y cortantes, que utilizan para atrapar a sus presas. Varias clases de peces y reptiles pueden tener dientes que crecen sobre la lengua, el paladar o como un segundo conjunto en la garganta. Los dientes de los cocodrilos y de los caimanes están implantados de forma firme en los maxilares, de forma similar a los de los seres humanos. Las tortugas carecen de dientes y sólo presentan en ambos maxilares placas óseas duras con bordes afilados. Algunos anfibios sin dientes, como las ranas, pueden desarrollar un diente ovoideo que es utilizado por los animales jóvenes para abrirse paso a través del huevo. Estos dientes se pierden poco después del nacimiento y nunca reaparecen. Los reptiles venenosos, como las serpientes de cascabel, poseen unos incisivos bien desarrollados o colmillos que utilizan para inyectar el veneno en su víctima. De igual manera, los murciélagos vampiro tienen incisivos muy desarrollados.


Entradas populares