La asombrosa Raíz de las plantas


Tipos de raíces

Raíz (botánica), órgano de las plantas superiores, casi siempre subterráneo, que desempeña varias funciones, entre ellas absorber y conducir agua y minerales disueltos, acumular nutrientes y sujetar la planta al suelo. La raíz se diferencia del tallo por su estructura, por el modo en que se forma y por la falta de apéndices, como yemas y hojas. La primera raíz de la planta, llamada radícula, se alarga cuando germina la semilla y forma la raíz primaria. Las raíces que se ramifican a partir de la primaria se llaman secundarias. En muchas plantas, la raíz primaria se llama pivotante, es mucho mayor que las secundarias y alcanza mayor profundidad en el suelo. La remolacha o betabel y la zanahoria son ejemplos característicos de plantas con gruesas raíces pivotantes. Algunas especies con raíces de este tipo son difíciles de trasplantar, porque la rotura de la raíz primaria determina la pérdida de casi todo el sistema radicular y la muerte de la planta.

Zanahoria
La zanahoria es la raíz pivotante engrosada de la planta, que acumula los nutrientes necesarios para mantener la parte aérea de hasta 1,5 m de altura que se forma si se deja en el suelo durante el segundo año de crecimiento.

Las raíces que brotan de los tallos se llaman adventicias. Se ven estas formaciones cerca de la base del tallo del maíz. Cuando brotan de puntos más altos, las raíces adventicias se llaman aéreas, y ayudan a sujetar la planta, como se observa en el baniano, el mangle y ciertas orquidáceas.
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COMPOSICIÓN
La raíz está formada por tres tipos de tejido: epidermis, o capa superficial; tejido fundamental o córtex; y estela o cilindro vascular, situado en el centro. Algunas células de la epidermis se modifican para desempeñar la función de absorción; de ellas parten largas proyecciones tubulares llamadas pelos radicales que se sujetan a las partículas del suelo. El agua absorbida por los pelos radicales atraviesa el córtex, zona dedicada al almacenamiento de agua y nutrientes, y penetra en el cilindro vascular, que la conduce hacia el tallo. La organización del cilindro vascular de la raíz es muy distinta de la disposición del tejido vascular del tallo. En éste, xilema y floema se agrupan en haces vasculares; por el contrario, la raíz tiene un núcleo central formado por bandas radiales de xilema que se extienden hacia el córtex externo entre las cuales se forman hileras de floema. En las raíces aéreas, el cilindro de xilema, por lo general macizo en las raíces subterráneas, suele tener una médula central.
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CRECIMIENTO

Raíz fibrosa
En muchas plantas, la raíz principal se divide a medida que profundiza en el suelo. Las ramas, llamadas raíces laterales, vuelven a dividirse hasta formar una red que sujeta la planta al suelo. El crecimiento nuevo tiene lugar en los extremos de las raicillas más delgadas. Diminutos pelos radicales absorben agua y nutrientes del suelo y los envían hacia el tallo y las hojas a través del xilema, que ocupa el centro de la raíz.

En condiciones normales, el crecimiento de la raíz depende sobre todo de la gravedad y de la presencia de agua. La raíz tiende a crecer hacia abajo, salvo que el agua abunde más en la superficie del suelo. Además del crecimiento primario en longitud, concentrado en el ápice de la raíz, se produce un crecimiento secundario, que añade xilema o madera en el interior del cilindro radical y floema en el exterior. Éste interviene en la formación de la corteza, que cubre las raíces viejas de la misma forma que los troncos; por ello, las raíces muy antiguas son en muchos casos casi iguales que los troncos más añosos.

Meristemo apical de una raíz
El corte longitudinal del ápice de una raíz revela el meristemo apical, una zona formada por células en fase de división rápida responsable del crecimiento de la raíz. Hay meristemos similares en los ápices de los tallos.

En vista de que muchas plantas tienen la propiedad de formar raíces a partir del extremo cortado de un tallo, éstos se usan cortados o en esquejes como medio de multiplicación. Ciertas especies, como los sauces y los geranios, arraigan con mucha facilidad, mientras que otras, como las coníferas, casi nunca emiten raíces si no se someten a un tratamiento especial. En muchos casos, el arraigamiento de los esquejes se estimula aplicando unas sustancias llamadas hormonas radiculares; son compuestos que las plantas sintetizan de forma natural para estimular la formación de raíces nuevas. Casi todos los preparados comerciales de este tipo contienen ácido indolacético, uno de los estimulantes más conocidos para la formación de raíces. En ocasiones las raíces brotan de las hojas, como se observa en la violeta africana, que se multiplica sumergiendo en agua el borde cortado de una hoja. Las raíces de algunas plantas también emiten brotes; así, los tallos que se forman a distancias variables de la base del chopo negro brotan de las raíces del árbol.
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USOS
Las raíces de muchas plantas son comestibles y contienen cantidades considerables de sustancias nutritivas, en particular almidón. Entre las de importancia agrícola destacan el boniato (camote, batata), la remolacha azucarera, el naba, la zanahoria, la chirivía y la mandioca. Las formas cultivadas de estas especies tienen raíces mucho más gruesas que las silvestres, pues la constante selección realizada por los agricultores ha mejorado el tamaño, la textura, el valor nutritivo y el sabor.


miércoles, 24 de noviembre de 2010

La asombrosa Polinización y fecundación


Las flores contienen las estructuras necesarias para la reproducción sexual. La parte masculina es el estambre, formado por el filamento y la antera. La parte femenina, el carpelo, incluye el estigma, que recoge el polen; el ovario que contiene el óvulo; y el estilo, un tubo que conecta el estigma con el ovario (A). El polen es producido en la antera (B) y cuando está maduro es liberado (C). Cada grano de polen contiene dos gametos masculinos. Cuando tiene lugar la autopolinización el polen llega al estigma de la misma flor, pero en las plantas con polinización cruzada (la mayoría) el polen es transportado por el aire, el agua, los insectos o pequeños animales hasta una flor distinta. Si el polen alcanza el estigma de una flor de la misma especie, se forma un tubo polínico que crece hacia abajo por el estilo y transporta los gametos masculinos hasta el óvulo (D). Dentro del saco embrionario del óvulo, un gameto masculino fecunda la ovocélula y forma un cigoto que da lugar al embrión. El segundo gameto masculino se une a dos células del saco embrionario llamadas núcleos polares para formar el endospermo nutritivo que rodea el embrión de la semilla (E).

Escaramujo
Cuando madura, el escaramujo se vuelve rojo y atrae a mamíferos y aves, que lo comen como parte de su dieta. Las semillas tienen una envuelta que resiste los jugos gástricos y los animales las expulsan intactas, asegurando así la dispersión de la planta.




Oposum australiano
Éste es el único mamífero, además del murciélago, cuya dieta se basa en el consumo de néctar y polen.











Abeja en una flor
Al volar de flor en flor, las abejas obreras recogen granos de polen en un ‘cesto’ situado en las patas posteriores. El polen, la principal fuente de proteínas, vitaminas, minerales y grasas de la colmena, es imprescindible para el desarrollo de la reina, las obreras y los zánganos. Las abejas depositan el polen directamente en las celdas de las larvas en desarrollo, donde también regurgitan el néctar para que se transforme en miel.

Lampazo menor
El fruto del lampazo menor está encerrado en una cápsula cubierta de ganchos que fácilmente se prende del pelo de los animales, que se encargan así de dispersar las semillas.

Mariposa polinizando una flor
Muchas especies de mariposas consumen el néctar de las flores. Cuando las recorren en busca de alimento, transportan el polen de unas plantas a otras.












Rama del ciprés de Lawson
El ciprés de Lawson, como todas las demás coníferas, es de polinización anemófila. Las diminutas ‘flores’ masculinas o conos femeninos ocupan los extremos de pequeñas ramillas, donde quedan expuestas al viento, que arrastra y distribuye el polen.

Polinización
Polinización, paso del polen desde los estambres o estructuras masculinas de la flor al estigma del pistilo, que es la estructura femenina, de la misma flor o de otra distinta. Cuando el polen pasa del estambre al estigma de la misma flor, se habla de autopolinización o autogamia; la polinización cruzada o alogamia es el paso del polen de los estambres de una flor a otra de la misma planta (geitonogamia) o de una planta distinta de la misma especie (xenogamia).
De estas dos formas de fecundación, la autopolinización es la más sencilla y segura, en particular para las numerosas especies que colonizan el territorio repitiendo muchas veces una misma estirpe parental. Pero estas especies que producen una descendencia siempre uniforme corren el riesgo de sufrir el exterminio de toda su población por un único azar evolutivo. La polinización cruzada produce una descendencia más variada y mejor equipada para afrontar los cambios del medio. Asimismo, las plantas que se reproducen a través de polinización cruzada suelen producir semillas de mejor calidad.
Las ventajas de la polinización cruzada son tan grandes que las plantas han formado, a lo largo de la evolución, refinados mecanismos para evitar la autopolinización y lograr el transporte del polen a otros individuos alejados. Muchos vegetales evitan la autopolinización sintetizando compuestos químicos que impiden la maduración del grano del polen en el estigma de la misma flor o la emisión del tubo polínico en el estilo. Otras especies, como la palmera datilera o ciertos frutales, son dioicas, y cada individuo forma sólo flores masculinas o femeninas. En las llamadas dicógamas, el pistilo madura antes o después de que el estigma de la misma flor sea receptivo.
El viento es el agente más común de la polinización cruzada (polinización anemófila). Debido a que distribuye el polen sobre grandes extensiones, las plantas que se reproducen de esta forma (las coníferas, por ejemplo) deben producirlo en cantidades enormes para garantizar la fecundación, hasta el extremo de que los bosques de pinos quedan a menudo envueltos en una especie de neblina de polen. La palmera datilera es anemófila en la naturaleza, pero en Oriente Próximo se poliniza de forma manual desde hace siglos.
Las abejas y otros insectos, los pájaros y los murciélagos son portadores de polen más discriminativos, porque visitan en su vuelo flores de la misma especie. La relación entre plantas y abejas es en ocasiones muy específica; sólo una especie determinada de abejorro, que visita las flores de la retama (Cytisus scoparius) hace que los estambres se desplieguen y cubran de polvo de polen la parte inferior del cuerpo del insecto. Quizá los principales agentes de polinización cruzada sean las abejas melíferas y, por ello, es habitual instalar colmenas en los huertos de frutales. Ciertas flores especializadas atraen a especies tropicales de murciélagos de lengua gruesa por el olor nocturno, la abundancia de néctar y el polen rico en proteínas.


La increíbles y peligrosas Plantas venenosas


Pelos urticantes de la ortiga
Las plantas de la familia de las Urticáceas poseen en el tallo y en las hojas pelos urticantes capaces de liberar sustancias más o menos irritantes. Los pelos urticantes son tricomas, es decir, sutiles formaciones epidérmicas, análogas a los pelos, que revisten las hojas de muchas plantas. Al tocarlos se rompen e inyectan en la piel los diversos compuestos urticantes, como histamina y acetilcolina, que contienen en su interior. La imagen representa una ampliación de pelos urticantes de la ortiga común, Urtica dioica; a la derecha es posible reconocer un pulgón o áfido, insecto que parasita muchas plantas de jardín.

Plantas venenosas comunes
Hasta el uno por ciento de las especies vegetales pueden ser tóxicas para el ser humano y los animales; sus efectos van desde la irritación de la piel hasta alucinaciones, destrucción de la médula ósea, parálisis, vómitos y parada cardiaca. Las plantas venenosas crecen en toda clase de hábitats y muchas se cultivan en jardinería. Aquí se ilustran (fila superior, de izquierda a derecha) la leche de gallina, la belladona, la hiedra venenosa, el roble venenoso (fila inferior), el tejo, la adelfa, la glicina y acónito.

Diefembaquia
La savia venenosa de Dieffenbachia sequine inflama la mucosa bucal e impide hablar a quien la ingiere. Si la inflamación se extiende a la base de la lengua, puede provocar asfixia por oclusión de la garganta.





Acónito común
El acónito común (Aconitum napellus) es una herbácea con flores azules o moradas. Durante mucho tiempo el acónito ha sido considerado como una de las plantas más peligrosas de Europa ya que ingerida en pequeñas dosis, su raíz produce síntomas de ansiedad, salivación, náuseas, aceleración y arritmia cardiaca, dolor en el pecho, postración y, con frecuencia, la muerte en pocas horas.

Plantas venenosas, plantas que contienen sustancias que, al penetrar en el organismo provocan reacciones nocivas que causan lesiones o la muerte. Es muy posible que exista hasta un 1% de especies de plantas venenosas aunque aún no se haya reconocido esa condición en todas ellas. Las plantas peligrosas gozan de amplia distribución en bosques (hierba de San Cristóbal o actea), campos (leche de gallina), pantanos (eléboros como el vedegambre y la rosa de navidad), regiones secas (ciertos chaparros o encinos), bordes de caminos (celastráceas) y parques (kalmia), y crecen tanto silvestres (celidonia o celedonia, celidueña, hierba de la golondrina) como cultivadas (glicina o wistaria). Muchas plantas ornamentales comunes, como la adelfa o balandre, laurel rosa, blanco o colorado, la convalaria (muguete, lirio de los valles o hierba de San Juan) o el muérdago, son venenosas.
Los botánicos no han fijado normas que permitan determinar con exactitud si una planta concreta es venenosa. Las especies tóxicas están dispersas, en cuanto a sus hábitats y a sus relaciones botánicas. Contienen más de veinte en especial tóxicos, en especial alcaloides, glucósidos, saponinas, resinoides, oxalatos, compuestos fotosensibilizadores y ciertos minerales, como selenio o nitratos, que toman del suelo y van acumulando. Los compuestos venenosos pueden estar distribuidos por todas las partes de la planta (cicuta) o acumularse más en unos lugares que en otros, como la raíz (tsuga), las bayas (daphne) o las hojas (laurel de montaña). La toxicidad de una planta puede variar con la edad; por lo general, la nocividad aumenta con la madurez, sin embargo, algunas especies muy tóxicas en sus fases juveniles se transforman luego en inocuas (cadillo).
Ciertos principios activos provocan irritación de la piel (ortiga), mientras que otros desencadenan una reacción alérgica (hiedra venenosa). Pero casi todos los venenos deben penetrar en el organismo para actuar y, en la mayor parte de los casos, esa entrada se produce por ingestión. Por lo general, una persona adulta tendría que comer más de 60 g de la parte venenosa de la planta para intoxicarse (esta cantidad es, en proporción, menor para los niños). No obstante, algunas plantas son tóxicas en cantidades muy inferiores; así, bastan una o dos semillas de ricino (higuera, higuereta, palmacristi, tártago de Venezuela) para matar a un niño.
Después de la ingestión, el veneno puede actuar inmediatamente sobre el aparato digestivo (diefembaquia, euforbio, ciertas Solanáceas) y provocar dolor abdominal agudo, vómitos e, incluso, hemorragias internas, o bien pasar al torrente sanguíneo. En este caso, primero llega al hígado, que puede resultar lesionado. Los oxalatos cristalizan en el riñón (ruibarbo) y desgarran los túbulos. Algunas plantas afectan al corazón (adelfa); ingeridas en pequeñas cantidades, algunas de estas toxinas tienen virtudes medicinales (digital o dedalera). Las especies que contienen alcaloides suelen inducir reacciones desagradables o peligrosas en el sistema nervioso. Son ejemplo la parálisis (cicuta), las alucinaciones (estramonio o toloache, hierba del diablo, o chamico) o el paro cardiaco (tejo). Algunos tóxicos actúan directamente sobre las células del organismo. El ejemplo más claro es el cianuro, liberado a partir de un glucósido vegetal (laurel cerezo), que impide que las células absorban oxígeno. Por su parte, los nitratos, que ciertas plantas contienen en concentraciones excesivas, se combinan con la hemoglobina de la sangre, que queda incapacitada para transportar oxígeno a las células. Algunas reacciones son muy específicas; así, el helecho común destruye la médula ósea, donde se forman las células hemáticas; el hipérico o hipericón contiene un veneno que, al ser ingerido por los animales, reacciona con la luz solar y provoca quemaduras y lesiones graves en la piel expuesta.
Las plantas venenosas son demasiado numerosas como para pensar en erradicarlas y muchas son muy apreciadas como ornamentales de jardín o de interior. En caso de sospecha de intoxicación, hay que acudir al médico cuanto antes.


La asombrosa belleza de las Plantas ornamentales


Palmera de la suerte
La palmera de la suerte o palmito elevado, originaria de China, es una especie muy utilizada como ornamental. Presenta un tallo columnar, de 6 a 10 m de altura, en cuyo ápice se sitúan las hojas, con un largo peciolo y la lámina en forma de abanico.

Plantas ornamentales, plantas o vegetales silvestres que se han utilizado desde antiguo por los seres humanos para la decoración o adorno de su entorno más inmediato (las viviendas, las calles, etc.) o de todos aquellos lugares que por diversos motivos (religiosos, festivos o históricos) debían ser engalanados. Bien conocidos son los ejemplos de los jardines colgantes de Babilonia o de los jardines japoneses. Dentro de las plantas ornamentales se puede distinguir entre aquellas especies vegetales que se utilizan para decorar ambientes externos (como jardines, patios o parques) y las plantas que se emplean en la ornamentación de espacios interiores como los hogares o los comercios. Las especies de exterior pueden mantenerse al aire libre todo el año, mientras que las plantas de interior no son capaces, salvo en algunas zonas con clima suave, de sobrevivir al aire libre ya que no soportan las bajas temperaturas.
PLANTAS DE EXTERIOR
Magnolio
Este árbol, perteneciente a la familia Magnoliáceas, se cultiva mucho en parques y jardines por las flores, grandes y vistosas, que forma. Presenta hojas enteras, coriáceas y de color verde intenso.

La mayor parte de las plantas ornamentales utilizadas como plantas de exterior forman parte de la flora y vegetación naturales del mismo lugar en el que se plantan, o bien suelen estar adaptadas a unas características climáticas similares a las de su origen. Cada vez con mayor profusión se utilizan plantas autóctonas, como pueden ser, en la península Ibérica, las jaras (Cistus sp.), el romero (Rosmarinus officinalis), los tomillos (Thymus sp.) o el acebo (Ilex aquifolium). En otras ocasiones son especies introducidas, como el ginkgo (Ginkgo biloba), el magnolio (Magnolia grandiflora), el árbol de los tulipanes o tulipero (Liriodendron tulipifera) o las secuoyas (Sequoia sp. y Sequoiadendron sp.), las que forman parte de la ornamentación de jardines y calles. Muchas especies se eligen por su follaje decorativo, que puede alcanzar una coloración intensa en otoño, o por la fragancia o la vistosidad de sus flores, como el jazmín de olor (Jasminum polyanthum), las rosas o las hortensias. Las plantas trepadoras y colgantes son plantas generalmente de tallos endebles y volubles que no son capaces de sostenerse sin la existencia de un soporte y que se suelen utilizar para camuflar estructuras de las casas poco vistosas, para adornar las fachadas o incluso para dar sombra (algunas son muy conocidas como la madreselva, la glicina, la hiedra o la flor de la pasión).
PLANTAS DE INTERIOR
Con las plantas de interior se aporta un cierto toque natural al interior de cualquier estancia y además sirven de regalo en fechas señaladas, como la llamada flor de Pascua o poinsetia (Euphorbia pulcherrima). La mayoría de las plantas que viven en el interior de los lugares que habitamos tienen su origen en las zonas tropicales y subtropicales de ambos hemisferios, donde el clima apenas presenta variaciones estacionales y, en general, se dan unas condiciones ecológicas muy homogéneas a lo largo del año. Algo parecido a lo que sucede en el interior de las casas, donde en el invierno de nuestras latitudes mantienen una temperatura media que oscila entre 19 y21 ºC (aunque el ambiente se reseca con el uso de calefacciones) y en el verano no superan los 26 ºC, a lo que hay que añadir unas condiciones de luminosidad semejantes a las de las selvas ecuatoriales y tropicales, es decir, generalmente luz indirecta (como la tamizada por las copas de los árboles). El aporte de agua es regulado por nosotros mismos, manteniéndose más o menos uniforme a lo largo del año, igual que en las selvas y bosques húmedos. La naturaleza del sustrato es también un punto importante ya que en las selvas las plantas se nutren de un suelo con un alto porcentaje de materia orgánica, por eso siempre se recomienda utilizar este tipo de sustratos (turba, mantillo).
UTILIZACIÓN DE LAS PLANTAS DE INTERIOR
En función del biotipo de las plantas (leñosas arborescentes, trepadoras, geófitos bulbosos, etc.) y del espacio que se quiere decorar (solitario, alto, ancho, pequeño, etc.), se realiza la selección del tipo de ornamentación. Las plantas arborescentes, como muchas especies de los géneros Dracaena, Chamaedorea, Ficus o Howeia, crecen en altura y con el tiempo adquieren dimensiones considerables, por lo que es recomendable su uso para decorar habitaciones grandes y amplias. Estas plantas no suelen destacar precisamente por la vistosidad de sus flores o frutos, sino más bien por la belleza del porte o por la forma de sus hojas, siempre verdes. Otras especies se pueden utilizar cultivadas en macetas colgantes como muchos helechos del género Adiantum, los culantrillos. Las plantas crasas o suculentas, es decir, las especies de las familias de las Cactáceas, Aizoáceas, Euforbiáceas o Crasuláceas, presentan por regla general un pequeño tamaño por lo que son muy utilizadas para crear minijardines o bien terrarios (minijardines de interior rodeados de una estructura de vidrio). Las plantas suculentas más utilizadas son Crassula portulacea, Cephalocereus senilis o barba de viejo; Echinocactus grusonii o asiento de la suegra; Myrtillocactus geometrizans y especies de pequeño tamaño del género Opuntia, la chumbera. Las plantas carnívoras también se utilizan en la jardinería de interior, si bien son de difícil mantenimiento. Las dos especies más comunes son Dionaea muscipula o Venus atrapamoscas y Sarracenia flava. También es delicado el cultivo de otros tipos de plantas de interior, como las plantas bulbosas que suelen florecer en el invierno o en la primavera temprana; los géneros más utilizados son los narcisos (Narcissus sp.), los azafranes (Crocus sp.), los tulipanes (Tulipa sp.) o los jacintos (Hyacinthus). Por último, la forma más común de planta de interior es la planta de maceta. Existe una gran diversidad de especies que se comercializan bajo esta denominación que van desde los muy conocidos geranios (Pelargonium sp.), originarios de Sudáfrica, a los troncos del Brasil (Dracaena fragans). Generalmente su atractivo radica en la espectacularidad de la floración, en las flores como tal, en el colorido de sus frutos o en el color y forma de las hojas. Familias como las Bromeliáceas, constituidas mayoritariamente por plantas epifitas, son también muy utilizadas, destacando especies como la acmea o bromelia fasciada (Aechmea fasciata), la piña (Ananas comosus), Neoregelia carolinae o Vriesia splendens.


La maravilla mágica de las Plantas medicinales


Plantas medicinales tibetanas
Esta ilustración muestra distintas plantas medicinales tibetanas. Muchas especies vegetales contienen, en sus órganos, principios activos que presentan propiedades farmacológicas.

Plantas medicinales, todas aquellas plantas que contienen, en alguno de sus órganos, principios activos, los cuales, administrados en dosis suficientes, producen efectos curativos en las enfermedades de los hombres y de los animales en general. Se calcula en unas 260.000 las especies de plantas que se conocen en la actualidad, de las que el 10% se pueden considerar medicinales, es decir, se encuentran recogidas en los tratados médicos de fitoterapia, modernos y de épocas pasadas, por presentar algún uso. Evidentemente, sobre todo en las regiones ecuatoriales, la proporción de especies medicinales puede variar sensiblemente de este porcentaje, ya que ni siquiera se conoce la totalidad de la flora.
HISTORIA
La fitoterapia tiene sus orígenes en los albores de la humanidad, desde que aparecen registros o referencias fiables. Al principio se utilizaba a través de rituales mágicos. El uso, desde tiempos antiguos, de las plantas para curar se pone de manifiesto por la existencia de herbarios desde la época de los sumerios, los asirios, los babilonios o los fenicios. El Papiro de Ebers (1700 a.C.), con más de 20 m de longitud, encontrado en las ruinas de Luxor, ya recoge, por ejemplo, el uso medicinal de 700 plantas, como el ajo o la adormidera. En China y el resto de Asia el uso de plantas para tratar enfermedades se remonta a más de 10.000 años. Sin embargo, fueron griegos y romanos los primeros en sistematizar en Occidente, a través de sus escritos, el estudio de las plantas medicinales. Así, Dioscórides, en su obra De Materia Medica, describe más de 600 plantas de uso medicinal.
PRINCIPIOS ACTIVOS


Catharanthus roseus
La vincapervinca de Madagascar, especie endémica de la isla, contiene diversos alcaloides, dos de los cuales se utilizan para elaborar un medicamento utilizado en el tratamiento de la leucemia y de la enfermedad de Hodgkin.

El estudio de los componentes de las plantas medicinales se centra en las sustancias que ejercen una acción farmacológica sobre el ser humano o los seres vivos en general. Los principios activos de las plantas pueden ser sustancias simples (como alcaloides) o bien mezclas complejas (resinas, aceites esenciales, etc.). Los compuestos más comunes son los azúcares y heterósidos (azúcar más un compuesto sin azúcar), que pueden ser glucósidos, galactósidos, etc. El primer heterósido que se descubrió fue la salicina (extraído de Salix alba). Otros componentes activos de las plantas son alcaloides, lípidos, gomas, mucílagos, principios amargos, taninos, aceites esenciales, resinas, bálsamos, oleorresinas, ácidos orgánicos, enzimas y vitaminas.
RECOLECCIÓN Y FORMAS DE PREPARACIÓN
La recolección debe realizarse cuando los principios activos de la planta están maduros. Por lo general, se debe proceder al secado de los vegetales lo más rápido posible, de forma que no fermenten los azúcares que contienen, aunque hay que tener en cuenta que las hierbas secas poco a poco van perdiendo sus propiedades. Las flores deben cogerse recién abiertas y secarse con papel limpio; las hojas deben recolectarse antes y durante la floración y extenderse sobre un papel o rejilla; las plantas enteras deben ser despojadas de las hojas marchitas y los restos de tierra; las semillas y frutos no suelen necesitar ningún tratamiento; y las cortezas y raíces se deben tomar de ejemplares jóvenes.
Las preparaciones más frecuentes, que se pueden llevar a cabo en casa, son:


Infusión: calentar agua y añadir la parte de la planta necesaria en el primer hervor. Seguidamente se aparta del fuego, se tapa y se deja reposar unos minutos. La infusión una vez hecha no debe hervir. Se suele preparar con las partes jóvenes de la planta, como hojas, flores y semillas.
Decocción: proceso por el cual la planta se hierve en agua durante un periodo de tiempo determinado. Se usa este procedimiento con las partes más duras, como corteza, hojas coriáceas, raíces y tallos.
Reducción: si la cocción se lleva a cabo durante más de 20 minutos, se produce la reducción. Se emplea para principios activos que resisten el calor y de los que se necesita, por su escasa proporción, una mayor concentración.
Maceración: consiste en dejar reposar las plantas en agua fría durante algunas horas. Sirve para extraer principios activos inestables frente al calor pero solubles en agua.
Tintura o vinos medicinales: es la maceración hecha en alcohol y normalmente lleva una parte de la planta por cinco de alcohol. Se usa si los principios activos no se disuelven bien en agua o son de sabor desagradable, empleándose generalmente planta seca. Son muy conocidos los vinos de quina o el aguardiente de endrino (pacharán).
Jarabes: son disoluciones de azúcar en agua a las que después se les añade la planta.
Zumo: directamente se trituran las plantas frescas y luego se tamiza el líquido.
Aceites medicinales: al igual que el alcohol, el aceite es otro de los disolventes más usados. De hecho hay ciertas plantas que transfieren mejor sus principios activos al aceite. Son los más utilizados para uso externo (friegas, masajes o untes).
Cataplasmas o compresas: se hacen hirviendo la planta o sometiéndola a la acción del agua. Las plantas hervidas se envuelven en paños delgados que se sitúan sobre la zona a tratar.
Vahos: se preparan con hierbas aromáticas, las cuales se hierven en agua. El vapor que se desprende del recipiente una vez retirado éste del fuego, es el que debe ser inhalado.
PROPIEDADES MEDICINALES
Aloe arborescens
La savia de algunas especies de Aloe tiene aplicaciones medicinales. Del jugo se extrae un polvo laxante; a veces se usa un extracto de Aloe vera para calmar quemaduras y heridas por congelación.

Los principios activos de las plantas, a los que hay que atribuir sus efectos curativos, pueden utilizarse en el tratamiento de gran número de enfermedades o dolencias. A continuación se dan algunos ejemplos de las propiedades medicinales de las plantas, así como de algunas de las especies vegetales que presentan estas propiedades:

Pectorales y antitusivas: fárfara (Tussilago farfara), amapola (Papaver rhoeas) y malva.
Tónicas y digestivas: la salvia, el orégano, el poleo, la hierba luisa, la genciana, la angélica o el ajenjo.
Laxantes: el acebo, el algarrobo, la cuscuta o el polipodio.
Diuréticas: el apio, el perejil, el limonero o el equiseto Equisetum telmateia.
Abortivas: corona del rey, sabina, tejo o azafrán.
Hipnóticas: majuelo, tilo, valeriana, lúpulo o naranjo.
Antireumáticas: rododendro, estramonio, espliego o judía.
Vermífugas: ontina, tomillo, nogal o tanaceto.
Vulnerarias: hipérico, vulneraria o aliso.


Las maravillosas Plantas acuáticas, Lirio de mar


Potamogeton natans
La espiga de agua (Potamogeton natans) es una planta acuática muy común en lagos y aguas de curso lento. Presenta hojas flotantes coriáceas y hojas lineares que permanecen sumergidas.

Anea
La anea o espadaña es nativa de lagos, charcas y marjales de agua dulce; es una herbácea vivaz cultivada a veces por el capítulo cilíndrico donde lleva las semillas.






Lirio de mar

Lirio de mar
El lirio de mar es una planta bulbosa de hojas basilares y alargadas con flores fragantes agrupadas en umbelas formadas por cinco o más flores. Del centro de las hojas nace el tallo floral. Pertenece a la familia Liliáceas.


Lirio de mar (planta), nombre común que reciben varias especies tropicales del género Crinum que crecen en zonas de influencia costera (playas, estuarios, arenales, marismas, etc.). Se trata de monocotiledóneas bulbosas de hojas alargadas, en forma de cinta, que rodean a un pequeño tallo herbáceo de hasta 20 cm de longitud de cuyo ápice surge una inflorescencia en umbela con grandes flores péndulas blancas, a veces teñidas de rosa. Existen varias especies con propiedades medicinales y también se cultivan como plantas ornamentales. Crinum americanum y C. virgineum son muy comunes en Sudamérica y de sus bulbos se hace una cataplasma para rebajar las hinchazones. La especie C. erubescens es muy frecuente en muchas playas centroamericanas, donde forma extensas praderas blancas.
Clasificación científica: el género Crinum pertenece a la familia de las Amarilidáceas (Amaryllidaceae), con más de 80 especies distribuidas en las zonas pantropicales.

Plantas acuáticas, nombre que reciben los vegetales que se desarrollan en las aguas, tanto dulces como marinas. Se denominan, en sentido amplio, hidrófitos. Existen diversos tipos de relación entre las plantas y el agua, partiendo de la base de que todas sin excepción necesitan este compuesto para desarrollarse. Según sea ésta, se pueden clasificar en:

• Flotantes: que pueden carecer de raíces y vivir sobre el agua o sumergidas sin enraizar durante toda su vida, o bien pueden enraizar pero todos sus órganos son flotantes. Dentro de los hidrófitos no enraizantes se incluyen varias familias, pero sin duda la más representativa de todas es la de las Lemnáceas (lentejas de agua), con cuatro géneros flotantes (Lemna, Wolffia, Spirodela y Pseudowolffia), dos sumergidos (Wolffiopsis y Wolffiella), que agrupan más de 40 especies. En el segundo caso, existen también varias familias, pero quizá las más importantes son las Ninfeáceas, las Haloragáceas, las Hidrocaritáceas y las Potamogetonáceas. A la primera pertenecen especies tan llamativas como la victoria amazónica o lirio de la reina Victoria (Victoria amazonica), que tiene hojas flotantes de hasta 4 m de diámetro; o los nenúfares (Nymphaea y Nuphar). A la familia Hidrocaritáceas pertenecen muchas plantas de acuario, como Eolodea canadensis.
• Sumergidas: viven durante toda su vida enraizadas al substrato y sumergidas. Se trata de la mayoría de las algas de aguas dulces y marinas. Las carofíceas (filo Charophyta) son, entre las plantas inferiores, el principal elemento vegetal de las aguas calcáreas; con apariencia de equisetos, se caracterizan por acumular en sus paredes carbonato cálcico y por tener un color blanquecino. También hay familias de plantas superiores, espermatofitas, como las Posidoniáceas y las Zosteráceas, de vital importancia en el medio marino por constituir un soporte de la flora y fauna submarina, así como por servir de alimento a peces e invertebrados.
• Anfibias: plantas terrestres que pueden vivir en el agua o fuera de ella y son las que normalmente se conocen como plantas acuáticas. En general también se denominan helófitos (pasan gran parte de su ciclo dentro del agua), como los carrizos, el berro, los juncos o las espadañas, para diferenciarlos de los higrófitos o freatófitos, que son plantas que viven en un medio muy húmedo y reciben del suelo humedad permanente, como los olmos, chopos o sauces y la mayor parte de las plantas de las selvas ecuatoriales y tropicales.
Las plantas acuáticas presentan una serie de necesidades básicas para poder desarrollarse. Entre estas destaca la de poseer órganos capaces de mantenerlas flotando. Esto se consigue teniendo los tejidos celulares dispuestos en forma de panal de abeja, con una estructura denominada aerénquima formada por grupos de células que rodean los grandes espacios intercelulares. Las hojas y los tallos sumergidos presentan también una organización especial (hidromorfosis) que les permite absorber directamente del agua el dióxido de carbono y el oxígeno necesarios, así como las sales nutritivas. Otra adaptación particular es la presencia de hojas muy diferentes o heterofilia: las flotantes están constituidas casi como las hojas de las plantas terrestres, mientras que las sumergidas son muy sutiles, delgadas, a menudo filiformes (como en Ceratophyllum o Myriophyllum), aumentando de esta forma la superficie para así contrarrestar la lentitud de difusión de gases en el agua. Las plantas que viven en medios acuáticos con cieno, en manglares o en marismas, desarrollan raíces respiratorias o neumatóforos. En otras especies, como los nenúfares, los peciolos de las hojas se hacen muy flexibles para permitir que las hojas y la flor sean flotantes a pesar de las grandes oscilaciones del caudal. También son interesantes los mecanismos de propagación de la semilla y el fruto, como ocurre en el género Potamogeton, cuyas semillas presentan un recubrimiento viscoso para adherirse a la avifauna acuática.


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