Los asombrosos Cazadores-recolectores


Herramientas de caza y recolección
Estas herramientas muestran los métodos empleados por los cazadores-recolectores prehistóricos. A menudo se usaban trozos de corteza para guardar nueces y bayas, o como platos (arriba a la izquierda). Abajo a la izquierda se muestran reproducciones de aparejos de pesca y flechas empleados alrededor del 8000 a.C. Los mangos de madera de las herramientas para cortar y cavar (derecha) son reconstrucciones. Las azuelas y la herramienta para encender fuego que se muestra debajo son de sílex.



Herramientas de caza de los san
Los san, miembros de una sociedad tradicional de cazadores-recolectores, habitan buena parte del desierto del Kalahari en el sur de África. Son las mujeres san las que garantizan que el grupo tenga suficientes plantas y frutas silvestres para alimentarse. Los hombres utilizan ligeros arcos y flechas envenenadas para cazar. Bolsas, como la que aquí se muestra, son confeccionadas con piel de gacela, ciervo y otros animales. Las correas se hacen con la piel de las patas de los animales.


Cazadores-recolectores, pueblos que para subsistir practican la caza y la recolección de alimentos silvestres, sin desarrollar apenas o en absoluto algún tipo de agricultura.
Hace miles de años, los pueblos de cazadores-recolectores estaban presentes en todo el mundo. Hoy existen todavía, en algunos países, pequeños grupos nómadas que viven de la caza de animales y aves salvajes, de la pesca, de la recolección de frutos, semillas y setas silvestres, de la extracción de raíces y tubérculos comestibles, y de la recogida de miel de abeja, actividades que rara vez aportan más del 50% de su dieta alimenticia. Sus miembros no constituyen en ningún caso un grupo numeroso, ya que ningún entorno podría aguantar una depredación intensa sólo con las plantas y animales con que cuenta a su alrededor.
En la actualidad, entre los grupos más conocidos se hallan los pueblos aborígenes de Australia, los inuit de Groenlandia, Canadá, Alaska y norte de Siberia, y diversas etnias de la selva amazónica. Sin embargo, algunos obtienen la mayor parte de su subsistencia de fondos sociales y salarios laborales. Los san de Botsuana, Namibia y sur de Angola han perdido el control sobre la mayor parte de sus territorios y hoy viven como braceros no cualificados. Miles de pigmeos africanos continúan siendo cazadores activos, pero apenas recogen alimentos vegetales, ya que prefieren conseguirlos de sus vecinos mediante el intercambio de carne o realizando algún tipo de trabajo en sus granjas.
Existen grupos menos conocidos en Somalia, Etiopía, Kenia, Tanzania, Ruanda y Burundi; en Canadá, Estados Unidos, Brasil, Venezuela y Chile, o en Rusia, India, Tailandia, Malasia, Indonesia y Filipinas. Todos ellos encuentran cada vez más dificultades para subsistir practicando su forma de vida y se ven sometidos a grandes presiones de los gobiernos y de los diferentes pueblos vecinos para que entreguen sus territorios, incorporen a sus hijos en los sistemas de educación oficiales, acepten llevar una vida sedentaria y rechacen sus tradiciones religiosas y culturales con el fin de integrarse en la sociedad. Algunos movimientos de indígenas y aborígenes se han rebelado contra estas presiones, a veces muy agresivas; sin embargo, en la mayoría de los casos se han realizado muy pocos avances y la situación, por lo general, continúa siendo la misma. véase Indigenismo.
En los últimos años los antropólogos han llevado a cabo estudios sobre las sociedades modernas de cazadores-recolectores, que han contribuido a despertar la conciencia pública acerca de la desfavorable situación que viven. Sus datos y conclusiones, en un número reducido de casos, han ayudado a que se garantice de forma legal la titularidad de parte de sus territorios. Gracias a estas investigaciones, hoy sabemos que este tipo de sociedades presentan un carácter muy solidario (véase Solidaridad) y son consideradas como las menos estratificadas del mundo (véase Estratificación social). Los grupos de cazadores-recolectores no mantienen unas diferencias tan marcadas de poder, salud y prestigio entre sus miembros, hecho que sí ocurre en sociedades como la nuestra. En ellos se da el mayor grado conocido de igualdad entre hombres y mujeres (el trabajo se divide equitativamente entre los sexos), entre ancianos y jóvenes, entre padres e hijos, entre jefes y súbditos, entre iniciados religiosos y congregaciones religiosas, entre los cualificados y los inexpertos, entre los fuertes y los débiles. Al parecer, esta igualdad proviene de la gran importancia que tiene para ellos el reparto de los recursos con los demás miembros de la comunidad.
Asimismo, estos estudios pretenden encontrar las posibles claves acerca de la vida de estas sociedades antes del desarrollo de la agricultura y el pastoreo, hace unos 10.000 o 15.000 años. Sin embargo, y al margen de las similitudes, comprender a aquellos pueblos que vivieron en la antigüedad constituye un tema controvertido, ya que las comunidades generan de forma constante cambios en sus hábitos de vida, cultura y valores. Los cambios internos han ido acompañados por otros externos, inducidos por presiones políticas y económicas, así como por los contactos con otros grupos más poderosos.
Todo esto nos lleva a preguntarnos hasta qué punto los efectos de estos cambios se han visto frenados por el apego a un estilo de vida particular. Las sorprendentes analogías en cuanto a los tipos de organización social descubiertos en distintos lugares del mundo con una historia muy dispar, parecen confirmar que el hecho de vivir de la caza y la recolección posee características concretas que no se ven alteradas por los cambios sociales que se puedan generar en las sociedades respectivas en las que les ha tocado vivir. Si esto es así, las formas de organización descubiertas entre los modernos grupos de cazadores-recolectores pudieron darse durante el periodo anterior a la aparición de la agricultura, quizá añadidas a otras formas hoy desaparecidas. Algunos investigadores aceptan esta hipótesis, mientras que otros la rechazan. En cualquier caso, y con independencia de la historia específica de cada pueblo, estos estudios proporcionan una valiosísima información para comprender las relaciones sociales más primitivas de toda la humanidad.


lunes, 24 de enero de 2011

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