La asombrosa batalla de Salamina según Heródoto


En este texto, Heródoto comienza hablando de los preparativos y organización de la batalla de Salamina. La inclusión de diálogos y de pausas narrativas para señalar el paso del tiempo dan prueba de una fase de la reconstrucción histórica en la que aún domina lo narrativo sobre lo ensayístico y, sin duda, lo anecdótico sobre lo conceptual.
Fragmento de las Historias.
De Heródoto.
Libro VIII, c. 61: “De la batalla de Salamina”
Riñó Temístocles á aquél y á los corintios larga y ásperamente, y patentizóles cómo eran su ciudad y tierra mayores que las de ellos, y sus naves armadas en guerra, doscientas: no podían con ellos medirse ningunos helenos. Razonando sobre este particular, dirigióse á Euribíades y habló más fuerte todavía: «Tú, si aquí te quedas, quedando serás un valiente. Si no, arruinarás á la Hélada; que toda la suerte de la guerra depende para nosotros de las naves. Haz lo que te digo. Si no lo hicieres, nosotros, como aquí estamos, y cogiendo los nuestros, emigraremos á Siris de Italia; donde en lo antiguo residimos y que, según los oráculos, debemos nosotros de haber edificado. Y vosotros, destituídos de nuestra compañía, os acordarés de mis palabras.»
Rindióse á estas razones de Temístocles Euribíades. Y más bien por temor, me parece, de que, llevando él sus naos al Istmo, los abandonase Atenas; sin la cual no podían los otros presentar la batalla. Resolvió, pues, quedarse y combatir por mar. Terminadas así sus discusiones acerca de Salamina, cuando á Euribíades le plugo, previniéronse allí para la lucha naval.
Rompió el día, y al nacer el sol, hubo un temblor de tierra y de mar.
(En Falero) fué Jerjes mismo á las naves para comunicarse con los marinos y saber qué pensaban. Vino; convocáronse los soberanos de sus pueblos y los jefes de los barcos; presidiólos y sentáronse conforme al rango que el rey á cada cual asignó: primero el de Sidón; el de Tiro luego; después los demás. Sentados en orden, envió Jerjes á Mardonio que les preguntase uno por uno si debía batirse en la mar.
Fuente: Jünemann, Guillermo. Antología universal. Friburgo: Herder, 1910.


jueves, 3 de febrero de 2011

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