LOS VIAJES DE MARCO POLO


Una aventura de 25 años hasta el imperio de Catay

AVENTURERO PRODIGIOSO. Marco Polo reapareció en Venecia, después de su aventura de 25 años, con este atuendo tártaro. Al morir afirmó: «No he contado ni la mitad de lo que he visto.»







FLORECIENTE VENECIA. Los Polo, familia de comerciantes, partieron de Venecia (aq, en un manuscrito de 1338) hacia Catay (China), atraídos por los productos de Oriente.


LA visión' resultaba asombrosa para aquel muchacho que apenas alcanzaba los veinte años. Delante de él se hallaba la ciudad más esplendente que jamás se hubiera visto. Y pensó que los habitantes de tanta belleza 'se considerarían en el paraíso. Tea caminos elevados, parques y jardines, paisajes marinos, canales con centenares de puentes de amplias arcadas; tan altas muchas de ellas, que las naves cruzaban por debajo con las velas desplegadas.
La ciudad
dispoa de red de alcantarillado, servicio de policía e incendios, y un eficaz sistema de correos.
Algo sorprendente... sobre todo para un joven que vivió en el mundo de hace 700 años. Aquel joven era Marco Polo, uno de los mayores aventureros de la historia; y la ciudad, la fastuosa Hangchow, una de
las muchas glorias del imperio de Catay, nombre con que la Europa de entonces de- signaba a la China.

Marco Polo encomia en su diario las excelencias de Hangchow sobre el resto de las ciudades del mundo. Según él, era aún más bella que Pekín, capital del emperador.

Marco pertenecía a una familia de grandes viajeros venecianos. Antes de su llegada a Catay en el año 1275, Nicolo, su padre, y Maffeo, su tío, habían visitado el imperio

11 años antes. Al partir de nuevo hacia Venecia, el emperador les hizo prometer que regresarían. Así lo hicieron y llevaron con ellos a Marco, que a la sazón contaba 17 años de edad. El viaje, que dutres años, fue arduo.
Navegaron por el Adriático hasta Ayas, pueblecito del golfo de Iskenderun, y luego, por tierra, hasta Ormuz, en el golfo Pérsico. A continuación atravesaron Persia hasta Balkh, desde donde remontaron el Oxus superior hasta Wakhan y seguidamente atravesaron la meseta de Pamir. Desde Pamir viajaron hacia Kashgar, Yarkand y Khotan, cruzaron el desierto de Gobi y entraron en China por Su Chou.
Marco anota en su diario las penalidades que él y los suyos soportaron al cruzar heladas cadenas de montañas y hacer frente a lluvias torrenciales, tormentas de arena, inundaciones y avalanchas. En Afganistán estuvieron detenidos durante un año, mientras Marco yacía enfermo. Los bandidos y las rivalidades de los naturales le obligaron a dar numerosos rodeos, a hacer y deshacer sus planes, pero Marco registraba todo en sus valiosos cuadernos.

Piedras ardientes
El relato hablaba de visiones maravillosas y de gentes extrañas. Contemplaron con sorpresa cómo unas «vetas de piedra negra, al ser encendidas, ardían como ascuas y des- pedían un calor considerable». Marco vio una «sustancia que emanaba del suelo y que se empleaba para quemar en las lámparas», y examinó detenidamente un «material que podía hilarse y tejerse y que no ardía si se le arrojaba al fuego». Ante sus ojos aparecieron cocodrilos del tamaño de «enormes serpientes de diez pasos de longitud, con unas fauces tan desmesuradas que podrían tragarse a un hombre»; los yaks eran «ganado salvaje que podía compararse con los elefantes»; los cocos semejaban «nueces como la cabeza de un hombre, de grato sabor y blancos como la leche».

El emperador, impresionado por el porte y las maneras del joven veneciano, le invitaba a solemnes cacerías sobre elefantes reales, y le concedía habitar con entera .libertad en sus opulentos palacios de mármol y en sus residencias de verano. Marco con- templaba atónito las tallas doradas, los tesoros artísticos y los elegantes cortesanos cercanos al emperador. Escribque cada dos años partían diversos emisarios en busca de 100 bellas concubinas para renovar el han.

Pero Marco disponía de poco tiempo, pues había decidido estudiar detenidamente las costumbres de Catay. Fue el primer occidental en describir con detalle el imperio y sus países limítrofes, y tambn el primero en establecer una ruta a través del continente asiático.
Mientras su padre y su tío amasaban una fortuna con el comercio, Marco dedicó 17 años al servicio del emperador, quien le erigió en emisario personal suyo y le envió a cumplir misiones por todo el imperio.
Durante esta época visitó lugares como Cochín, Birmania y la India. Más tarde fue durante tres años gobernador de la rica ciudad de Yangchow, centro de fabricación de armas, con 24 villas bajo su jurisdicción. Por
último, fue comisario del consejo imperial en la capital. Sin embargo, el emperador había ya cumplido los 70 años de edad, y los Polo temieron no estar seguros bajo cualquiera de sus rivales si el anciano muriera. A principios del año 1292 partieron del puerto de Zaitun en naves especialmente preparadas, según las instrucciones del
emp
erador.
Cuando llegaron a Venecia, tras una- ausencia de 25 años, nadie los reconoció, Sus propios servidores, que hacía mucho tiempo les consideraban muertos, les negaron la entrada en su propia casa creyéndoles unos suplantadores.

Para convencer a los venecianos de que no eran impostores, los tres Polo celebraron un banquete. Cuando sus invitados, que aún dudaban de la identidad de sus anfitriones y de los relatos de sus aventuras, hubieron comido y bebido, los Polo se vistieron sus imperiales ropas de Catay y ante los ojos de todos rompieron teatralmente las costuras para que se derramara un rutilante río de piedras preciosas. Esto se consideró como prueba decisiva de la veracidad de sus palabras, ya que nadie pudo haberles
cedido esas ri
quezas sino el emperador oriental.
Durante tres años los Polo vivieron felices en Venecia. Pero, acontinuación, la ciudad se enfrentó a Génova, su feroz rival en el comercio, y Marco no tardó en verse envuelto en la guerra. Servía como capitán de una galera, cuando fue capturado con su barco y enviado a unas mazmorras en nava.

Pero aún pudo aprovechar el tiempo. Sirviéndose de sus diarios manchados por el tiempo y los viajes, dictó sus memorias a un compañero de calabozo. Así llegó a publicarse, por vez primera, «El libro de Marco Polo» al que muchos acusaron de ser un cúmulo de falsedades.

En 1324, cuando estaba en su lecho de muerte, algunos le pidieron que se retractara de ciertas narraciones, que parecían inverosímiles. Pero Marco Polo expidiciendo: «No he contado ni la mitad de las cosas que he visto.»

viernes, 29 de abril de 2011

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