Eucaristía


Eucaristía
La última cena
La última cena (Museo del Prado, Madrid), obra de Juan de Juanes representa el pasaje del Nuevo Testamento en que Jesús instituyó la eucaristía. En el centro pintó a Cristo rodeado por sus discípulos, cuyos nombres aparecen escritos en los nimbos. Dando la espalda al espectador se encuentra Judas.

Eucaristía, el pan eucarístico de la sagrada comunión, rito central de la religión cristiana en el que el pan y el vino son consagrados por un ministro ordenado y tomados por éste y por los miembros de una congregación en obediencia al mandato de Cristo en la Última Cena, 'haced esto en memoria mía'. En las Iglesias ortodoxa y católica apostólica romana, está considerada un sacramento que simboliza y realiza la unión de Cristo con los fieles. Los anabaptistas y otros se refieren a la sagrada comunión como una 'institución' en vez de un sacramento, resaltando la obediencia a un mandato.
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LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA
Según la tradición, el mandato que Jesús impuso a sus discípulos en la Última Cena de comer el pan y beber el vino 'en memoria mía' constituye la institución de la eucaristía. Esta prescripción específica acontece en dos relatos que se hacen de la Última Cena en el Nuevo Testamento (Lc. 2, 17-20 y 1 Cor. 1, 23-25. La antigua teología afirma que Jesús hizo este mandato en aquella ocasión para asegurarse de que los cristianos partirían el pan y beberían el vino en su memoria mientras perdurara la Iglesia. Una aproximación crítica a los textos evangélicos ha mostrado que esta conclusión no es tan verosímil. El mandato 'haced esto en memoria mía' no aparece en los relatos que Mateo y Marcos hicieron de la Última Cena. En consecuencia, algunos eruditos han supuesto que la indudable experiencia de la comunión con Cristo resucitado en las comidas siguientes a la Pascua provocó en algunas tradiciones posteriores la idea de que dicha comunión había sido prevista y ordenada por Jesús en la Última Cena. El tema puede no llegar nunca a resolverse de forma por completo satisfactoria. En cualquier caso, la práctica de comer en memoria del Señor y la creencia de la presencia de Cristo 'en la partición del pan' fueron universales e indiscutibles en la primitiva Iglesia. La Didaké, un antiguo documento cristiano, hace referencia en dos ocasiones a la eucaristía. Tanto este texto como el Nuevo Testamento indican la gran diversidad que existe en la práctica y en el entendimiento de la eucaristía, pero no hay ninguna evidencia de que en alguna congregación cristiana no se celebrara el sacramento.
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EVOLUCIÓN DE LA DOCTRINA
La evolución de la doctrina de la eucaristía se centra en dos ideas: presencia y sacrificio. En el Nuevo Testamento no se hace ningún intento para explicar la presencia de Cristo en la eucaristía. Los teólogos de los primeros tiempos de la Iglesia tendieron a aceptar las palabras de Jesús, 'Este es mi cuerpo' y 'Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre', como explicación suficiente de la transformación milagrosa del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo, aunque algunas interpretaciones reflejan la influencia de la filosofía platónica en la Iglesia primitiva.
Durante la edad media los filósofos escolásticos, bajo la influencia de Aristóteles, desarrollaron una doctrina más elaborada de la eucaristía. Aristóteles enseñó que las cosas terrenales tienen accidentes (tamaño, forma, color y textura) perceptibles a los sentidos, y la sustancia (su realidad esencial) es conocida por la mente. Según la especulación aristotélica, la sustancia del pan eucarístico es transformada, por el poder de Dios, en el cuerpo de Cristo. Esta idea de la presencia de Cristo, llamada transubstanciación, fue desarrollada en el siglo XIII por el teólogo italiano santo Tomás de Aquino. Ha sido la enseñanza de la Iglesia católica apostólica romana desde la edad media, aunque el Concilio de Trento, que reafirmó la doctrina frente a los reformadores protestantes en el siglo XVI, no incluyó ninguna especulación filosófica en su declaración, afirmando tan sólo que un cambio real acontece en el pan y en el vino.
En el siglo XVI los reformadores protestantes ofrecieron varias interpretaciones alternativas de la celebración eucarística. Martin Lutero habló de la consubstanciación: que Cristo está presente 'en, con y bajo los elementos'. El reformador suizo Ulrico Zuinglio negó cualquier conexión real entre el pan y el vino y el cuerpo y la sangre de Cristo; pensaba que en la celebración de la Última Cena, que recuerda a los fieles las palabras y la obra del Señor, Cristo está con ellos por el poder del Espíritu Santo; consideraba que el pan y el vino recuerdan la Última Cena, pero no se da ningún cambio metafísico en ellos. Juan Calvino afirmó que Cristo está presente tanto en un sentido simbólico como por su poder espiritual, que es impartido por su cuerpo (que está en el cielo) a las almas de los creyentes cuando participan de la eucaristía. Esta postura, que ha sido llamada 'presencia dinámica', está a medio camino entre las doctrinas de Lutero y Zuinglio. La doctrina anglicana afirma la presencia real de Cristo, mas sin especificar el modo.
Algunos teólogos modernos han intentado recuperar el sentido judaico antiguo de rememorar los actos de Dios (anamnesis). Al invocar la presencia de Dios y recordar en su presencia los hechos mediante los cuales los liberó, los fieles viven aquellos hechos como si fueran presentes. Así, de la misma forma que cada generación de israelitas participa año tras año en el éxodo, la marcha por el desierto y la travesía de Canaán, cada generación de cristianos, semana tras semana, participa en la Última Cena, el sufrimiento en la cruz y la resurrección de Cristo.
La doctrina eucarística también tiene que ver con el carácter sacrificial del sacramento (cómo se relaciona la eucaristía con la muerte de Cristo en la cruz). Las Iglesias ortodoxa, católica apostólica romana y anglicana han enseñado por tradición que la eucaristía es un medio a través del cual los creyentes pueden tomar parte en el sacrificio de Cristo y en la nueva alianza con Dios a la que dio origen. En la creencia popular, se interpreta a veces que esta idea significa que cada celebración de la eucaristía es un nuevo sacrifico, en vez de la participación en el sacrificio original de Cristo como enseña la doctrina oficial de la Iglesia. Los protestantes, en general, han dudado en darle una categoría de sacrificio a las celebraciones eucarísticas.
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EL SERVICIO DE LA EUCARISTÍA
Las denominaciones de este servicio son variadas: se llama eucaristía, el pan eucarístico o la sagrada comunión en la mayoría de las Iglesias protestantes; liturgia divina en la ortodoxia oriental, y la misa en la Iglesia católica apostólica romana y en algunas comunidades anglicanas. En cualquier caso, es la liturgia central cristiana y la más solemne.
Por regla general, el servicio consta de dos partes. La primera, 'el servicio de la Palabra' consiste en la lectura de las Sagradas Escrituras, un sermón y varias oraciones. Esta parte de la eucaristía, en apariencia adaptada del culto judío de la sinagoga, ha sido prefijada al servicio del pan y del vino por lo menos desde la mitad del siglo II. La segunda parte de la celebración consiste en un ofrecimiento de pan y vino (junto con los donativos monetarios de la congregación), la oración central eucarística (una oración de la consagración), la distribución de los elementos a los fieles y la bendición con que se despide a los fieles. Esta parte del servicio tiene sus raíces en las oraciones tradicionales que se decían en la mesa en las comidas judías.
La oración central de la eucaristía, la anáfora (del griego, 'oferta') consta de una oración de acción de gracias por la creación del mundo y su redención en Cristo, una referencia a la institución de la Última Cena, la oblación o anamnesis (la oferta de pan y vino en memoria agradecida a Cristo), la epiclesis o invocación del Espíritu Santo en el pan y el vino y en la congregación, y las oraciones de la intercesión.

jueves, 15 de septiembre de 2011

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