El increíble Aquiles



Combate de Héctor y Aquiles
Esta jarra griega, con figuras rojas, representa el combate entre Héctor y Aquiles, cada uno de ellos acompañado por su dios protector, Atena y Apolo.

Aquiles, en la mitología griega, el mayor de los guerreros griegos en la guerra de Troya. Era hijo de la ninfa del mar, Tetis, y de Peleo, rey de los mirmidones de Tesalia. Cuando era un niño su madre lo sumergió en el Éstige para hacerlo inmortal. Las aguas lo hicieron invulnerable menos en el talón, por donde lo sostenía su madre. Aquiles libró muchas batallas durante el sitio de diez años a la ciudad de Troya. Cuando el rey miceno Agamenón tomó para sí a la doncella cautiva Briseida, Aquiles retiró a los mirmidones de la batalla y se encerró encolerizado en su tienda. Los troyanos, envalentonados por su ausencia, atacaron a los griegos y los forzaron a una retirada precipitada. Entonces Patroclo, amigo y compañero de Aquiles, le pidió que le prestara su armadura y le dejara avanzar con los mirmidones a la batalla. Aquiles aceptó. Cuando el príncipe troyano Héctor mató a Patroclo, el desconsolado Aquiles volvió a la batalla, mató a Héctor y arrastró su cuerpo triunfante detrás de su carro. Más tarde permitió a Príamo, rey de Troya, rescatar el cuerpo de Héctor. Aquiles peleó su última batalla con Memnón, rey de los etíopes. Después de matar al rey, Aquiles condujo a los griegos hacia los muros de Troya. Allí fue mortalmente herido en el talón por Paris. La disputa entre Aquiles y Agamenón, la batalla posterior y el rescate del cuerpo de Héctor son narrados en la Iliada. Veáse también Homero: la Iliada.

viernes, 25 de febrero de 2011

El asombroso dios Apolo



Apolo y Dafne
El dios griego Apolo, enamorado tras ser alcanzado por una flecha de Cupido, persigue a la ninfa Dafne, que le ha rechazado. Dafne pide ayuda a los dioses y éstos la convierten en un árbol de laurel. El cuadro del italiano Antonio del Pollaiuolo Apolo y Dafne, pintado en la década de 1470, se exhibe en la National Gallery de Londres.

Apolo (mitología), en la mitología griega, hijo del dios Zeus y de Leto, hija de un titán. Era también llamado Délico, de Delos, la isla de su nacimiento, y Pitio, por haber matado a Pitón, la legendaria serpiente que guardaba un santuario en las montañas del Parnaso. En la leyenda homérica, Apolo era sobre todo el dios de la profecía. Su oráculo más importante estaba en Delfos, el sitio de su victoria sobre Pitón. Solía otorgar el don de la profecía a aquellos mortales a los que amaba, como a la princesa troyana Casandra.
Apolo era un músico dotado, que deleitaba a los dioses tocando la lira. Era también un arquero diestro y un atleta veloz, acreditado por haber sido el primer vencedor en los juegos olímpicos. Su hermana gemela, Ártemis, era la guardiana de las muchachas, mientras que Apolo protegía de modo especial a los muchachos. También era el dios de la agricultura y de la ganadería, de la luz y de la verdad, y enseñó a los humanos el arte de la medicina.
Algunos relatos pintan a Apolo como despiadado y cruel. Según la Iliada de Homero, Apolo respondió a las oraciones del sacerdote Crises para obtener la liberación de su hija del general griego Agamenón arrojando flechas ardientes y cargadas de pestilencia en el ejército griego. También raptó y violó a la joven princesa ateniense Creusa, a quien abandonó junto con el hijo nacido de su unión. Tal vez a causa de su belleza física, Apolo era representado en la iconografía artística antigua con mayor frecuencia que cualquier otra deidad.

La increíble Arca de Noé



Arca de Noé, en el Génesis (capítulos 6-9), la nave en la que Noé se salvó a sí mismo, a su familia y a "una pareja... de todo ser viviente... macho y hembra" del diluvio enviado por Yahvé para destruir a la humanidad. La palabra castellana arca viene del latín arca, que significa baúl o cofre. En la historia religiosa judía, Arca de la Alianza significa el receptáculo en que se guardaban las tablas de la ley. Yahvé dio a Noé instrucciones precisas acerca de la estructura y de las dimensiones del arca, de los materiales y modo de usarlos (Gén. 6,14-16), y le ordenó que llevase a bordo una pareja de cada animal existente.
Antes del desarrollo de la geología científica y de la aparición de las teorías de la evolución, en el siglo XIX, solía pensarse que el Diluvio bíblico fue un acontecimiento histórico (se creía que se habían conservado como reliquias fragmentos del arca), aunque los estudios comparativos de la mitología mundial han manifestado la existencia de numerosos mitos que hablan de la destrucción de la antigua sociedad humana por un diluvio, y de la preservación de determinadas criaturas escogidas en una nave similar al arca. El antecedente más evidente del mito bíblico es la narración sumeria del diluvio, que existe en diversas versiones en la mitología mesopotámica. Una característica común es que un hombre —que según la versión se llama rey Ziusudra, Atrahasis o Utnapishtim— es advertido de la intención de los dioses y construye una nave para sobrevivir. En la mitología griega, quien construye el arca es Deucalión, en tanto que en la India, es el antepasado de la humanidad, Manu, quien, guiado por un pez al que había salvado, construye un arca en el que se puede conservar la semilla de todas las cosas. Tras el diluvio, el arca se posa en lo alto de una cima montañosa, denominada Ararat en la Biblia, y Parnaso, Etna u otros en la mitología griega. Los pasajeros humanos y animales desembarcan, una vez cumplido el propósito del navío. El arca sigue siendo un poderoso símbolo de seguridad, es la guía en medio de la catástrofe. En este sentido, la supervivencia del arca de Noé en innumerables canciones, juegos y juguetes de los niños occidentales destaca de entre las demás imágenes bíblicas.

Las asombrosas Apsara



Apsaras
En la mitología hindú, las apsaras son unas ninfas celestiales que, en la corte de Indra, cantan y danzan. El bajorrelieve de la ilustración se encuentra en una tumba china del siglo VI y se conserva en el Museo Victoria y Alberto, de Londres.

Apsara, en la mitología hindú, ninfa celestial de gran belleza, que aparece representada a menudo como una música o danzarina en la corte de Indra en Svarga, su reino celestial. Las apsaras suelen estar acompañadas de los gandharvas, sus consortes celestes, en las primeras esculturas indias, y también las refleja el arte budista, como los frescos de las cuevas de Ajanta.
Parece que, originalmente, eran ninfas acuáticas asociadas con ríos y mares, equivalentes a las nereidas de la mitología griega. Según los Purana, surgieron del mar de leche que, batido, produjo el amrit, alimento mágico para los devas en los albores del tiempo mítico; tienen a menudo relaciones con hombres mortales y figuran en algunos de los relatos mitológicos más importantes. En la historia de Sakuntala, que se hizo famosa por la pieza del gran dramaturgo Kalidasa, su madre, la apsara Menaka, es enviada desde el cielo a distraer y seducir a Visvamitra, un sabio que estaba alcanzando grados alarmantes de poder propio de yoga a través de su profunda meditación. La apsara más famosa es Urvasi, que se enamora del mortal Pururuvas, y promete quedarse con él con la condición de que nunca lo vea desnudo. Viven felices durante un tiempo, pero el gandharva, celoso de la relación que ella tiene con un mortal, consigue engañarlo haciéndolo salir una noche a rescatar el cordero de Urvasi y envía el resplandor de un relámpago para iluminar su desnudez. Urvasi desaparece y Pururuvas queda solo y desesperado, hasta que se le muestra cómo puede transformarse a sí mismo en un gandharva y, así, reunirse con Urvasi en el Svarga.
Los cambios en la percepción y el papel de las apsaras, de mujeres inmortales con una asombrosa libertad sexual a seductoras que Indra envía para distraer a hombres sabios de su meditación, ha sido tema de muchos análisis. En algunas regiones, se venera a las apsaras como parte del culto de la diosa madre y en las primeras historias es claro su vínculo con las hieródulas (prostitutas del templo o sagradas).

El asombroso Anubis



Anubis, en la mitología egipcia, dios de los muertos. Era considerado el inventor del embalsamamiento, el guardián de las tumbas y un juez de los muertos. Los egipcios creían que en el juicio de las almas él contrapesaba el corazón de los muertos con la pluma de la verdad. En el arte se le representa con cabeza de chacal. Anubis era a veces identificado con Hermes en la mitología griega.

El asombroso Ángel



Icono bizantino
La Trinidad del Antiguo Testamento (c. 1410) es un ejemplo de icono bizantino pintado en el siglo XV por el pintor ruso Andréi Rublev. Describe a los tres ángeles que se aparecieron a Abraham cerca de los robles de Mambré (Gén. 18, 2-15).

Ángel (en griego, aggelos, ‘mensajero’), espíritu celestial considerado como mensajero, o intermediario, entre Dios o los dioses y la humanidad. Todas las religiones están relacionadas con el vínculo que los seres humanos tienen, o deben tener, con el reino sobrenatural. En la antigua religión griega, en el judaísmo, en el cristianismo y en el islam se piensa que esta relación incluye a los ángeles, enviados como mensajeros divinos a la humanidad para instruirlos, informarlos o dirigirlos. Un ángel puede actuar también como guardián protector, como guerrero celestial e incluso como poder cósmico. Más aún, la línea divisoria entre un ángel bueno y un ángel malo (o demonio) está a veces poco clara. Por lo tanto, los ángeles pueden describirse, en general, como poderes personificados, mediadores entre lo divino y lo humano.
Incluso a pesar de su absoluto monoteísmo, el antiguo Israel fue capaz de asumir la imagen de un concilio de dioses convirtiendo a todos ellos en ángeles que sirven a un solo dios, lo mismo que los cortesanos terrenales sirven sólo a su rey. Esta aceptación de una creencia en la existencia de ángeles se desarrolló de forma relativamente fácil porque tanto los dioses menores como los ángeles podían ser llamados hijos de Dios. En el pensamiento hebreo tradicional se asumía que los ángeles tenían la forma de varones humanos, por lo que podían ser confundidos con hombres. Generalmente, la angelología judeocristiana divide a los ángeles en tres jerarquías, cada una de ellas integrada por tres coros. La primera jerarquía incluye a los coros de serafines, querubines y tronos; la segunda, a los coros de dominaciones, potestades y virtudes; la tercera, a los coros de principados, arcángeles y ángeles propiamente dichos.
Después de la cautividad de Babilonia sufrida por el pueblo judío entre el 597 y el 538 a.C., el pensamiento judaico con respecto a los ángeles fue considerablemente alterado y enriquecido. Basándose en el arte mesopotámico, los artistas y escritores comenzaron a dotar de alas incluso a los serafines antropomórficos, y se desarrolló un interés por las prendas de los ángeles, sus nombres y sus categorías. Además de la influencia mesopotámica, la tradición dualista persa añadió otra dimensión a la angelología hebrea, postulando ángeles hostiles y destructivos que se rebelaban contra Dios. Los esenios, por ejemplo, veían el mundo como un campo de batalla, la escena de un combate entre el espíritu de la Verdad y el espíritu del Mal, este último, un poder demoníaco opuesto a Dios llamado Belial.
Posteriores desarrollos, tanto en el judaísmo como en el cristianismo, mostraron un importante crecimiento del mundo angélico, no menor al hecho de la continuidad de la antigua práctica de aceptar a los dioses de religiones politeístas convirtiéndolos en querubines. Aunque la creencia en los ángeles es ampliamente testificada en la Biblia, muchos teólogos, a pesar de todo, sugieren que el concepto fue adoptado por los escritores bíblicos tanto como mecanismo literario para personificar la presencia divina, como un medio para degradar a los dioses de religiones politeístas.
Basándose en las tradiciones del judaísmo y el cristianismo, que eran consideradas como auténticas revelaciones anteriores a la revelación final de Mahoma, el islam desarrolló su propia jerarquía angélica. Muchos de ellos, tales como los arcángeles Miguel y Gabriel o los portadores del trono de Alá (un león, un águila, un toro y un hombre), muestran su clara inspiración judeocristiana. La religión preislámica árabe era politeísta, lo que explica el desarrollo en el islam de una jerarquía de tales espíritus celestes.

La increíble Anaconda



Anaconda
Propia de las pluvisilvas de Sudamérica, la anaconda alcanza al menos 6 m de longitud. Es una de las dos especies de serpientes más grandes del mundo. (La otra es la pitón reticulada). No es venenosa, pero mata a sus presas por constricción y asfixia.

Anaconda, nombre común de una gran serpiente sudamericana de la familia de la boa. La anaconda es una de las serpientes más grandes y fuertes del mundo, así como la de mayor tamaño del hemisferio occidental; un adulto grande puede medir 6 m de longitud y pesar 107 kg. Tienen una coloración verde oliva o parda con manchas más oscuras en el dorso. Mata a sus presas por constricción. La anaconda vive en los ríos de las Guayanas y Brasil, y tiene diminutos orificios nasales verticales en el extremo del hocico que le permiten cerrarlos por completo mientras nada. La parte superior delantera de la cabeza está cubierta por placas a modo de escudos que, más atrás, se convierten en escamas. La anaconda es vivípara.
Clasificación científica: la anaconda pertenece a la familia Boidos, suborden Ofidios, orden Escamosos. Su nombre científico es Eunectes murinus.

La maravillosa Andrómaca



Andrómaca, en la mitología griega, mujer de Héctor, héroe de la guerra de Troya. A su esposo lo mató el guerrero griego Aquiles poco antes de que los griegos capturaran la ciudad en la guerra de Troya. El único hijo de Andrómaca fue arrojado desde las almenas de la ciudad y ella fue entregada a Neoptólemo, hijo de Aquiles, como botín de guerra. Dio a Neoptólemo tres hijos, y después de que éste muriera en Delfos, se casó con Heleno, hermano de Héctor y rey de Epiro.

Los asombrosos Anfisbénido



Anfisbénido, nombre de cualquier miembro de una familia de reptiles que pertenecen al mismo orden que los lagartos y las serpientes, y que se conocen como culebras ciegas. Los anfisbénidos comprenden unos 24 géneros y unas 100 especies distribuidas por las regiones tropicales del mundo. Son animales adaptados a una vida exclusivamente subterránea. El cuerpo es cilíndrico y los extremos de éste, la cabeza y la porción terminal, son muy similares; los ojos están muy reducidos y debido a la utilización de la cabeza para excavar en el suelo, el cráneo está muy osificado. Otra consecuencia de la adaptación a la vida subterránea es la pérdida de las extremidades anteriores y las posteriores; sólo un género conserva los miembros anteriores, las llamadas culebritas con manitas, que se ayudan con ellas y con sus pequeños dedos —3 o 5, según la especie— para escarbar las arenas húmedas de las riberas, donde forman túneles de entre 20 y 40 cm de profundidad. Estas culebritas de los estados mexicanos de Guerrero y Baja California Sur son consideradas por algunos autores como una familia aparte (Bipédidos) a causa de su morfología característica. Por otro lado, las escamas del cuerpo forman anillos alrededor del cuerpo y esta característica permite diferenciar a los anfisbénidos de otros reptiles. Además del número de anillos se distinguen de otras especies, e incluso entre sí, por la presencia más o menos desarrollada de una quilla cefálica que hace las veces de herramienta para cavar. Se sabe poco sobre su biología; se alimentan de invertebrados como hormigas y termitas, y parece ser que son ovíparos. Algunas especies representativas de América Latina son la culebrita ciega de Cuba, de color pardo y con una línea que se extiende a todo lo largo del cuerpo; la ibijara, presente en parte de las Antillas, Colombia, Paraguay y Brasil, que alcanza los 60 cm de longitud y vive en los hormigueros y termiteros; la víbora de dos cabezas de Bolivia, Paraguay, sur de Brasil, Uruguay y norte de Argentina, que llega a medir 35 cm, llamada así porque la cabeza y la cola son muy parecidas, al grado de que se confunden y, por último, la tatacoa de Colombia, de unos 45 cm de longitud y con manchas claras sobre fondo oscuro.
En la península Ibérica hay un solo género con una única especie, la culebrilla ciega, que no está ni en las islas Baleares ni en las Canarias.
Clasificación científica: la familia de los Anfisbénidos pertenece al suborden de los Anfisbenios, dentro del orden de los Escamosos. La culebrilla ciega se clasifica como Blanus cinereus; las culebritas con manitas son la especie con 3 dedos Bipes tridactylus y la otra especie de Guerrero Bipes canaliculatus; la culebrita con manitas de Baja California Sur es Bipes biporus. La culebrita ciega de Cuba es Amphisbaena cubana, la ibijara Amphisbaena alba, la víbora de dos cabezas Amphisbaena darwinii y la tatacoa Amphisbaena fuliginosa.

Las asombrosas mujeres Amazonas



Amazonas (mitología), en la mitología griega, una raza de mujeres guerreras que excluían a los hombres de su sociedad. Las amazonas tenían ocasionalmente relaciones sexuales con hombres de los estados vecinos, y mataban o enviaban a vivir con sus padres a los hijos varones que parían. Las niñas eran entrenadas como arqueras para la guerra, y la costumbre de quemarse el seno derecho fue practicada para facilitar la tensión del arco — de ahí el nombre de amazonas, derivado de la palabra griega que significa sin pecho. En la iconografía artística, sin embargo, donde se las representa a menudo, aparecen como bellas mujeres sin signos de mutilación. El arte antiguo, tal como el de los frisos de templos, vasos y sarcófagos, suele presentarlas en escenas de batalla. De acuerdo con la leyenda, estuvieron casi constantemente en guerra con Grecia y combatieron también a otras naciones. Según una versión, estuvieron aliadas con los troyanos, y durante el sitio de Troya su reina fue asesinada por el guerrero griego Aquiles. Algunos estudiosos que atribuyen un fundamento histórico a las leyendas identifican el país de las amazonas con Escitia o Asia Menor a orillas del mar Negro.

Antepasados del hombre americano



Reproducimos aquí el artículo “¿Llegaron de Mongolia los primeros americanos?”, publicado en la revista Mundo Científico y cuya autora, la periodista Ann Gibbons, expone las nuevas hipótesis sobre la colonización del continente americano. Los estudios genéticos que se han venido realizando a diferentes grupos indígenas ponen en entredicho la “teoría de las migraciones múltiples” y plantean que los antepasados del hombre americano proceden de una única ola migratoria que pisó el continente hace unos 20.000 años.
¿Llegaron de Mongolia los primeros americanos?
De Ann Gibbons.
Hace seis años, el estudiante postdoctoral Andrew Merriwether se inició en la genética de las poblaciones en el Laboratorio de Douglas Wallace de la Universidad Emory de Atlanta. Doctorando en la Universidad de Pittsburgh, continuaba sus investigaciones pensando que confirmarían la hipótesis de su profesor según la cual los primeros americanos procederían de tres oleadas de pueblos genéticamente diferentes. Sin embargo, en varios artículos publicados en 1996, Merriwether contradice a este último, sugiriendo el escenario de una sola migración. «Lo lamento ya que es gracias a Wallace que me he dedicado a esta investigación, dice Merriwether, actualmente en la Universidad de Michigan. Es una situación un tanto incómoda». Un desacuerdo más por lo tanto, en uno de los temas más controvertidos de la prehistoria humana: ¿quiénes fueron los primeros habitantes del continente americano?
En la mitad de los años 80, la hipótesis avanzada por un lingüista de Stanford, Joseph Greenberg, desencadenó una verdadera batalla intelectual. Según la ambiciosa síntesis de datos lingüísticos, genéticos y dentales que propuso, los primeros americanos habrían llegado de Asia en (al menos) tres oleadas distintas, cada una de las cuales originó un grupo de lenguas diferente. Varios lingüistas discutieron esta categorización de la mayor parte de los idiomas indios en un solo grupo «amerindio»; pero la teoría concordaba con los análisis dentales y genéticos procedentes de varios laboratorios, entre ellos el de Wallace.
Los trabajos de Merriwether y los de un equipo europeo socavan los fundamentos teóricos de esta teoría. Nuevas muestras de DNA y un análisis molecular más fino muestran que pueblos indígenas muy diversos —Esquimales de Alaska, Kraho y Yanomamos de Brasil— tienen más genes comunes que lo que se creía. El estudio hace pensar que estas etnias descenderían de una misma población cepa que, desde Asia, habría llegado a América del Norte en una migración (o quizá dos) como sostiene Ryk Ward, un genetista de Oxford. Algunos ya intentan identificar cuál podría ser la población de Siberia o de Mongolia que estaría más emparentada con estos antepasados.
Pero, no hay que sorprenderse, no todos aceptan esta nueva versión. Según Greenberg, el análisis de los datos de DNA tiene elementos de acrobacia; prefiere ignorarlos hasta que los genetistas no lleguen a un consenso. Otros ponen en guardia contra la importancia excesiva que se daría a un solo tipo de datos genéticos. Wallace, por su parte, campa con su hipótesis de las tres migraciones. Recibe los nuevos trabajos con serenidad, señalando que «la investigación consiste precisamente en comprobar nuevas hipótesis»... Si estas últimas se confirman, el escenario de las tres migraciones distintas, o más, será difícilmente defendible. Y se vería cuestionada la idea misma de una correlación entre datos lingüísticos y genéticos (véase la siguiente sección). «Esto tendería a confirmar nuestro punto de vista según el cual no hay una correlación entre las firmas genéticas de las migraciones y las lenguas» comenta Ryk Ward.
La hipótesis de Greenberg, aunque controvertida, tiene de seductor su capacidad de sintetizar un gran número de datos independientes: las lenguas amerindias (las de los indios de América), esquimal-aleutianas y na-denés (habladas en las costas del noroeste de Canadá y Estados Unidos); las formas de los molares; y los grupos de poblaciones genéticamente distintos. «En todos los casos se llega a la cifra de tres», señala Christy Turner, bioarqueólogo de la Universidad de Arizona, uno de los autores de esta hipótesis.
Las fechas también parecen corroborar los datos arqueológicos disponibles. Basándose en el grado de diferencia entre las lenguas, Greenberg ha calculado que la más antigua se hablaba en Alaska hace unos 12.000 años. Y los emplazamientos de los pueblos clovis, considerados los más antiguos vestigios del continente se remontarían a 11.500 años. Los datos genéticos parecían ir en el mismo sentido.
Cuanto más elevado es el número de genes comunes de dos poblaciones, más estrecha se considera que es la relación entre estas poblaciones. Para detectar las semejanzas entre poblaciones indígenas, Wallace, el genetista Antonio Torroni (actualmente en la Universidad de Roma) y un estudiante, Theodore Schurr, recogieron varios centenares de muestras de sangre de veinticuatro tribus entre Alaska y Argentina. Su análisis se ha referido al DNA mitocondrial (DNAmt), como se hace a menudo en antropología física; este DNA experimenta en efecto mutaciones más rápidas que el del núcleo celular y permite distinguir poblaciones cuya diferenciación es reciente. Además, el DNAmt únicamente lo transmiten las mujeres y escapa de la mezcla genética que emborrona la pista evolutiva de la mayoría de los genes del núcleo.
El equipo de Wallace utilizó enzimas para cortar el DNA en secuencias específicas y luego investigó las diferencias de longitud de estos segmentos, y huellas de polimorfismos de los fragmentos de restricción (PLFR) susceptibles de indicar mutaciones. Los resultados obtenidos son sorprendentes: muestran que las poblaciones americanas indígenas sólo presentan cuatro variantes de DNAmt —llamadas haplogrupos A, B, C y D— caracterizada cada una por un grupo diferente de mutaciones. Estas variantes se han encontrado en algunas poblaciones de Extremo Oriente y de Siberia pero no en los europeos ni en los africanos. Por lo tanto, las correspondientes mutaciones provienen de Asia. Sin embargo, no todas las poblaciones indígenas parecen llevar las cuatro variantes. La distribución es la siguiente, según las tres familias de lenguas: amerindios, cuatro haplogrupos; na-denés, haplogrupo A; esquimal-aleutianas, haplogrupos A y D.
Estos resultados abogan en favor de una migración en tres oledas distintas procedentes de Asia, de acuerdo con la hipótesis de Greenberg.
Desde este momento pareció establecerse un consenso y los genetistas se dedicaron a rastrear más ampliamente estudiando el DNA de grupos más importantes, tanto en el continente americano como en Asia. En algunos casos, son las secuencias de DNA las que se tienen en cuenta. Pero al examinar las muestras de mil trescientos indios americanos y de otros indígenas, Merriwether constató que los genes de algunos grupos, por ejemplo los yanomamos de Brasil, no corresponden a ninguna de las cuatro líneas identificadas por el equipo de Wallace. No solamente encontró a estas últimas en los tres principales grupos lingüísticos sino que descubrió otras variantes genéticas. Sus trabajos se ven confirmados por un equipo de investigadores sudamericanos dirigido por Nestor A. Bianchi, del Instituto Multidisciplinar de Biología Celular de Argentina, que llegan al mismo resultado analizando el DNAmt de veinticinco grupos de población.
Según Merriwether, la presencia de los cuatro marcadores en cada uno de los tres grupos lingüísticos hace poco verosímil la hipótesis de migraciones con varios miles de años de separación. Como explica Connie Kolman, una especialista en antropología molecular de la Smithsonian Institution, «Si se representa la población foco en forma de un recipiente lleno de bolas de colores, hay muy pocas posibilidades de que se obtenga la misma serie de especímenes de colores raros metiendo la mano al azar tres o cuatro veces seguidas». Por esta razón Merriwether y Robert Ferrell, genetista de la Universidad de Pittsburg, y Francisco Rothhammer, de la Universidad de Chile, han elaborado la hipótesis de una migración única. Una migración en la que las primeras mujeres que llegaron al continente americano habrían sido portadoras de los cuatro haplogrupos.
Esta primera oleada de colonos se habría diseminado. Unos continuando hacia el sur, otros estableciéndose en el noroeste donde sus efectivos se habrían diezmado, quizá debido a la última glaciación (que terminó hace unos 11.500 años). En consecuencia, se habría reducido la diversidad genética de las poblaciones del norte, antepasadas de los na-denés y de los esquimal-aleutianos. Y al recuperarse su crecimiento, los haplogrupos B, C y D habrían estado menos bien representados entre ellas que en las poblaciones del sur.
Más recientemente, cuatro investigadores europeos, Peter Forster y Hans-Jurgen Bandelt de la Universidad de Hamburgo, Rosalind Harding del Instituto de Medicina Molecular de Oxford y Antonio Torroni de Roma, han formulado otro escenario que también cuestiona la teoría de las tres migraciones. Este equipo ha reconsiderado el problema agrupando varios estudios y volviendo a analizar las secuencias de DNAmt de quinientos setenta y cuatro sujetos indígenas de América y de Siberia. Más que buscar los marcadores susceptibles de acompañar a mutaciones, ha trabajado con las secuencias de DNA, un método más lento pero más seguro para detectar las variaciones. Las secuencias de DNAmt se han tratado por ordenador para determinar las semejanzas entre tribus americanas y poblaciones asiáticas y siberianas.
Paradójicamente, los resultados han mostrado que las cuatro variantes originales están presentes en casi todas las poblaciones amerindias, confirmando así el aspecto de la hipótesis de Greenberg que más incomoda a los lingüistas, a saber que los antepasados de todos los amerindios habrían llegado a América en una sola migración. El método, muy eficaz, utilizado por este grupo de investigadores ha permitido detectar nueve secuencias cepa de DNAmt en las poblaciones indígenas de América, algunas de las cuales sólo están representadas en el grupo de las lenguas na-denés, en los esquimales y en las poblaciones de las regiones costeras de Siberia. ¿Conclusión? Estos grupos procederían de una población ancestral común y no de varias distintas como supone Wallace.
Basándose en estos datos, el equipo europeo ha avanzado por lo tanto la hipótesis de que los antepasados de los amerindios habrían llegado a América en la primera migración, procedentes del nordeste de Siberia. Entonces eran portadores de todas las variantes genéticas detectadas, algunas de las cuales habrían desaparecido luego en las poblaciones del norte de Asia y del continente americano, quizá por razones climáticas. Los grupos sobrevivientes, portadores de estas variantes habrían tenido una nueva expansión, probablemente en la región del estrecho de Bering, de donde procederían los na-denés y los esquimales. Este escenario supone por lo tanto una o dos migraciones en América del Norte, según que se imagine a los supervivientes acantonados en América del Norte o en Siberia. «Nosotros creemos que se trata de un movimiento de reexpansión. Saber si hay que calificarlo de migración distinta es cuestión de gustos» precisa Peter Forster.
¿Cuándo se produjeron estas migraciones? Los investigadores europeos también se han dedicado a este problema, aún más controvertido, sirviéndose del grado de diferenciación genética de las poblaciones como de un reloj molecular.
Las poblaciones de lenguas amerindias son las que presentan la mayor diversidad; el equipo ha llegado a la conclusión de que habrían sido las primeras en llegar, entre 20.000 y 25.000 años. Una fecha anterior a la atribuida a los clovis pero que concuerda con las estimaciones avanzadas por el equipo de Wallace y las atribuidas a varios sitios arqueológicos recientemente descubiertos en América del Sur.
Por su parte, el movimiento de reexpansión habría tenido lugar hace unos 11.300 años, es decir en la época de la cultura clovis. Si todas las poblaciones indígenas del continente proceden realmente de una única etnia originaria de Asia, falta determinar cuál. Los partidarios del escenario de las migraciones múltiples sitúan a la población cepa en Siberia. Sus contradictores europeos también: ¿no tienen las poblaciones siberianas algunas variantes cepa en común con las poblaciones de lengua na-dené y esquimal?; ¿no viven cerca del puente continental que habría permitido el paso hacia América? Merriwether y Kolman son escépticos: el haplogrupo B está ausente en todos los grupos siberianos modernos estudiados hasta ahora. En artículos separados, Merriwether de una parte y Kolman y Eldredge Bermingham de otra, avanzan la hipótesis según la cual los mongoles podrían constituir la población cepa ya que son portadores de los cuatro haplogrupos. No obstante, algunos genetistas no creen haber resuelto el problema del poblamiento americano. «Me inquieta la importancia excesiva que se le da al DNA mitocondrial», confía Luigi Luca Cavalli-Sforza de la Universidad de Stanford por ejemplo.
Los datos que se basan en el DMAmt sólo reflejan los desplazamientos de las mujeres señala, pero éstas se integran en la familia de su cónyuge en algunas sociedades de cazadores recolectores; al desplazarse más que los hombres, su DNAmt probablemente no permite poner de manifiesto las migraciones de poblaciones enteras. Por esta razón, Cavalli-Sforza y su colega genetista Peter Underhill, como otros equipos, prefieren estudiar los marcadores detectables en el cromosoma Y transmitido por los hombres. De momento, los resultados obtenidos no permiten excluir la hipótesis de varias migraciones.
Algunos investigadores subrayan que es necesario disponer de un mayor número de datos, sobre diversas líneas genéticas, para reconstruir el escenario de la colonización. Un objetivo que quizá no esté tan lejano como se podría pensar. Uno de los autores de la hipótesis Greenberg, el genetista Stephen Zegura de la Universidad de Arizona, se toma muy en serio las nuevas investigaciones: «Después de diez años de trabajos, ¿no habrá llegado el momento de proponer una nueva síntesis? A esta pregunta, los genetistas, al menos todos los de la nueva ola, responden «sí».
LA CORRELACION LENGUAS/GENES: HIPOTESIS E HIPOTECA...
En 1986, un lingüista, un arqueólogo y un genetista correlacionaron datos lingüísticos y genéticos de los pueblos indígenas del continente americano. Esta colaboración interdisciplinaria es el origen de la hipótesis llamada de Greenberg, por el nombre del lingüista de la Universidad de Stanford, Joseph Greenberg, según la cual las tres migraciones procedentes de Asia serían el origen de tres grupos de poblaciones distintos por sus lenguas y por sus genes:
— los indios norte (lenguas amerindias),
— los esquimales y los aleutianos (lenguas esquimal-aleutianas),
— las tribus del noroeste como los Haida y los Tlingit (lenguas na-denés).
Muchos lingüistas no dudan en afirmar que esta taxonomía tiene algo de forzada. Los especialistas en lingüística histórica incluso afirman que no han aceptado nunca la distribución de las lenguas indígenas americanas en tres grandes grupos. Con el paso de los años, explica Sarah G. Thomason, de la Universidad de Pittsburgh, se han revelado varias insuficiencias en los datos de Greenberg que se supone que demuestran las semejanzas entre las lenguas amerindias. Sería imposible construir el árbol genealógico de estos idiomas a partir de una lengua cepa que date de hace 12.000 años, ya que los vestigios de escritura existentes no se remontan más allá de 5.000 años. Incluso si los modelos lingüísticos son pertinentes, no es evidente que se pueda hacer la menor deducción a la vista de las relaciones genéticas entre los pueblos que hablan estas lenguas. «La mayoría de los lingüistas no cree en la existencia de una correlación entre genes y lenguas, sostiene Thomason. Yo no creo que las lenguas nos puedan enseñar nada sobre la primera colonización de América» prosigue Connie Kolman, antropóloga de la Smithsonian Institution. ¿Existen en este continente correlaciones entre familias lingüísticas bien definidas y secuencias genéticas? La pregunta también divide a los genetistas, por ejemplo, Luigi Cavalli-Sforza, de la Universidad de Stanford, está convencido de la existencia de estas correlaciones que estudia basándose en un amplio abanico de datos sobre el DNA, los cromosomas y los grupos sanguíneos. Otros se muestran más reservados. Ryk Ward, el especialista de genética de la evolución de la Universidad de Oxford, comprueba actualmente la idea analizando el DNA de individuos pertenecientes al grupo de las lenguas na-denés y al de las lenguas amerindias, considerados netamente distintos. Los datos obtenidos indican que estos dos grupos presentan, desde un punto de vista genético, «notables semejanzas. Si se confirma este resultado, la hipótesis interdisciplinaria de Greenberg puede tener algunos problemas».
Fuente: Gibbons, Ann. ¿Llegaron de Mongolia los primeros americanos? Mundo Científico. Abril, 1997. Barcelona. RBA Revistas.


Alianza de Dios con Abraham



En este fragmento del Génesis se describe la alianza o pacto que Yahvé estableció con Abraham, a quien prometió la posesión de los territorios de Palestina, así como el liderazgo sobre su pueblo, que habitaría y heredaría esta tierra prometida bajo su protección. A cambio, Abraham debía prometerle fidelidad absoluta y no adorar a ningún otro dios.
Fragmento del Génesis.
15, 1-21.
1Después de estos sucesos fue dirigida la palabra de Yahveh a Abram en visión, en estos términos:
«No temas, Abram. Yo soy para ti un escudo. Tu premio será muy grande.»
2Dijo Abram: «Mi Señor, Yahveh, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos…?» 3Dijo Abram: «He aquí que no me has dado descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar.» 4Mas he aquí que la palabra de Yahveh le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas.» 5Y sacándole afuera, le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas.» Y le dijo: «Así será tu descendencia.» 6Y creyó él en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia.
7Y le dijo: «Yo soy Yahveh que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra en propiedad.» 8Él dijo: «Mi Señor, Yahveh, ¿en qué conoceré que ha de ser mía?» 9Díjole: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, una tórtola y un pichón.» 10Tomó él todas estas cosas, y partiéndolas por medio, puso cada mitad enfrente de la otra. Los pájaros no los partió. 11Las aves rapaces bajaron sobre los cadáveres, pero Abram las espantó.
12Y sucedió que estando ya el sol para ponerse, cayó sobre Abram un sopor, y de pronto le invadió un gran sobresalto. 13Yahveh dijo a Abram: «Has de saber que tus descendientes serán forasteros en tierra extraña. Los esclavizarán y oprimirán durante cuatrocientos años. 14Pero yo a mi vez juzgaré a la nación a quien sirvan; y luego saldrán con gran hacienda. 15Tú en tanto vendrás en paz con tus padres, serás sepultado en buena ancianidad. 16Y a la cuarta generación volverán ellos acá; porque hasta entonces no se habrá colmado la maldad de los amorreos.»
17Y, puesto ya el sol, surgió en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre aquellos animales partidos. 18Aquel día firmó Yahveh una alianza con Abram, diciendo:
«A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el Río Grande, el río Éufrates: 19los quenitas, quenizitas, cadmonitas, 20hititas, perizitas, refaítas, 21amorreos, cananeos, guirgasitas y jebuseos.»
Fuente: Biblia de Jerusalén. Equipo de traductores de la edición española de la Biblia de Jerusalén. Bilbao. Editorial Desclée de Brower, SA, 1994.

El asombroso Ajolote



Branquias externas del ajolote
El ajolote o axolote es la fase larvaria acuática de una salamandra marrón. Es de interés para los científicos porque no todos sufren metamorfosis y llegan a convertirse en salamandras adultas. Más interesantes son los que no pueden realizar esta metamorfosis y alcanzan la madurez sexual durante la fase larvaria. En cautividad, el cambio puede inducirse añadiendo yodo o extracto de tiroides al agua en la que viven.

Ajolote o Axolote, nombre común de un anfibio que vive en México y el oeste de Estados Unidos. Es peculiar en el sentido de que puede alcanzar la madurez y reproducirse en la fase de renacuajo, o larvaria, de la metamorfosis de los anfibios. El ajolote mexicano que vive en los lagos Chalco y Xochimilco, en los alrededores de ciudad de México, conserva las branquias, tiene patas sin desarrollar y cola con aletas, y se limita a aumentar de longitud hasta unos 25 a 30 cm. Esta adaptación, llamada neotenia, parece deberse a la presión ambiental; a medida que la tierra adyacente se vuelve demasiado seca y yerma para sustentar a los anfibios, los lagos en los que nacen los ajolotes ofrecen unas aguas frescas y bien aireadas, refugio y abundancia de insectos y pequeños animales, de los que se alimentan.
En México viven unas quince especies de ajolotes, de las cuales la más pequeña alcanza los 6 cm de largo. La mayoría de las especies llega con normalidad a la forma adulta, a excepción del citado ajolote mexicano y del ajolote de Dumeril, que vive en el lago de Pátzcuaro, en el estado de Michoacán. Cuando el primero de ellos es obligado a evolucionar, por medios artificiales, se transforma en un adulto negruzco que presenta unas notables manchas amarillas. Se conoce a los individuos jóvenes como 'ajolotes con aletas', mientras que a los adultos se les llama 'ajolotes sordos'.
Clasificación científica: los ajolotes pertenecen a la familia Ambistómidos. El nombre científico del ajolote mexicano es Ambystoma mexicanum, el del ajolote de Dumeril, Ambystoma dumerilli.

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