Las siete maravillas del mundo segunda parte



Las siete maravillas del mundo, obras arquitectónicas y artísticas que fueron consideradas por los historiadores de la Roma clásica como las muestras más extraordinarias de la antigüedad.

Pirámides de Egipto
Las conocidas pirámides de Gizeh, cerca de El Cairo (Egipto), son las más antiguas y las únicas conservadas de las Siete Maravillas del mundo. La gran pirámide de Keops alcanza una altura de 130 m, y, junto con las de Kefrén y Micerinos, constituye uno de los conjuntos más representativos de la arquitectura del antiguo Egipto.

Las pirámides de Gizeh, en Egipto, construidas durante la IV dinastía (c. 2680 a.C.-c. 2544 a.C.), constituyen el conjunto más antiguo de las siete maravillas y el único que ha sobrevivido hasta nuestros días.

Jardines colgantes de Babilonia
Este grabado del artista holandés del siglo XVI Maarten van Heemskerck muestra los jardines colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo. En realidad los jardines no eran colgantes, sino que ocupaban las terrazas y la azotea del palacio real de Nabucodonosor II. Su construcción se llevó a cabo hacia el año 600 a.C., probablemente para consolar a la esposa persa del rey, que sentía nostalgia de los paisajes de su tierra natal.

Los jardines colgantes de Babilonia, probablemente construidos por el rey Nabucodonosor II hacia el 600 a.C., consistían en una serie de terrazas ajardinadas que formaban una especie de montaña artificial.

Estatua criselenfantina de Zeus
El escultor griego Fidias talló esta estatua de Zeus de 12 m de altura hacia el año 435 a.C. para el templo de Zeus en Olimpia. El cuerpo estaba esculpido en marfil y las vestimentas y sus joyas eran de oro, de ahí que se conozca con el adjetivo de criselefantina.

La estatua criselefantina de Zeus (mediados del siglo V a.C.) fue una figura de 12 m de altura tallada por el escultor griego Fidias para ocupar la cella del templo de Zeus en Olimpia.

Templo de Diana
El templo de Diana o Artemisa en Éfeso se construyó en el año 356 a.C. y fue destruido por los godos en el 262 d.C. La ilustración es una recreación de Maarten van Heemskerck, excesivamente influida por la imagen romanizada que se tenía en el siglo XVI de la antigüedad clásica.

El templo de Artemisa en Éfeso (Grecia, 356 a.C.) combinaba su imponente tamaño con una profusa ornamentación helenística y fue destruido por los bárbaros en el año 262 d.C.

Mausoleo de Halicarnaso
El mausoleo de Halicarnaso, recreado aquí en un grabado de Maarten van Heemskerck, se construyó hacia el año 353 a.C. El edificio era un enorme monumento funerario para los restos del rey Mausolo de Caria, en Asia Menor.

El mausoleo de Halicarnaso (c. 353 a.C.) era una tumba monumental, esculpida por los mejores artistas de la época para el rey Mausolo de Caria (Asia Menor), de la que tan sólo se conservan algunos fragmentos.

Coloso de Rodas
El Coloso de Rodas se construyó hacia el año 280 a.C. para vigilar la entrada al puerto de Rodas. En este grabado de Maarten van Heemskerck se aprecia su gran altura, que sobrepasaba los 30 metros.

El Coloso de Rodas fue una estatua de bronce de 30 m de altura que representaba a Helios, dios griego del Sol, erigida entre el 303 a.C. y el 280 a.C. como puerta de entrada a la bahía de Rodas y destruida parcialmente en el 225 a.C.

Faro de Alejandría
El faro de Alejandría se alzaba en una isla de la bahía de Alejandría y alcanzaba una altura de 134 metros. La ilustración es un grabado de Maarten van Heemskerck.

El faro de Alejandría (c. 280 a.C.), situado en una isla de la bahía de Alejandría (Egipto), se convirtió en el faro más célebre de la antigüedad gracias a su impresionante altura de 134 m, pero fue destruido en el siglo XIV.

lunes, 21 de marzo de 2011

La asombrosa selección sexual



En este fragmento de El origen de las especies, Darwin define el concepto de selección sexual como una fuerza evolutiva en la que determinados caracteres externos confieren a los individuos una ventaja para atraer a los de sexo opuesto, aunque no representen una ventaja para su supervivencia, y tendrán, por tanto, más posibilidades de pasar a las siguientes generaciones. Las plumas brillantemente coloreadas de algunas aves, las cornamentas de los ciervos o las colas de las aves del paraíso son algunos ejemplos.
Fragmento de El origen de las especies.
De Charles Darwin.
Capítulo IV.
La selección natural; o la supervivencia de los más aptos.
De la misma manera que a menudo aparecen peculiaridades en el estado de domesticidad en un sexo y se transmiten hereditariamente unidas a dicho sexo, no hay duda de que así también sucederá en la Naturaleza. Así, se ha hecho posible para los dos sexos el que sean modificados mediante la selección natural en relación a los diferentes hábitos de vida, como a veces ocurre; o que un solo sexo se modifique con relación al otro, como sucede corrientemente. Esto me induce a decir algo acerca de lo que he llamado la Selección Sexual. Esta forma de selección depende, no de una lucha por la existencia en relación con otros seres orgánicos o con las condiciones externas, sino de una lucha entre los individuos de un sexo, generalmente los machos, por la posesión del otro sexo. El resultado no es la muerte para el competidor que no ha tenido éxito, sino la escasa descendencia o la falta de ésta. Por consiguiente, la selección sexual es menos rigurosa que la selección natural. Generalmente, los machos más vigorosos, aquellos que son más aptos para el lugar que ocupan en la naturaleza, dejarán el mayor número de descendientes. Pero en muchos casos, la victoria no depende tanto del vigor general como del tener armas especiales, limitadas a los machos. Un ciervo sin cuernos o un gallo sin espuelas tendrían pocas probabilidades de dejar numerosa descendencia. La selección sexual, al permitir siempre que críe el vencedor, podría seguramente conferir valor indomable, longitud a la espuela y fuerza al ala para golpear, casi de la misma manera en que lo hace el brutal reñidor mediante la cuidadosa selección de sus mejores gallos de pelea. Cuán bajo desciende en la escala de la naturaleza la ley de la batalla, no lo sé; se ha descrito a los caimanes machos peleando, resoplando y dando rápidas vueltas en derredor, como indios en una danza guerrera, por la posesión de las hembras; se ha observado a salmones machos peleando todo el día; los machos de los escarabajos llamados ciervos voladores a veces sufren heridas infligidas por las enormes mandíbulas de otros congéneres machos; a menudo el inimitable observador M. Fabre ha visto a los machos de ciertos insectos himenópteros peleando por una determinada hembra, la cual se está quieta, como un mero espectador indiferente de la pelea, y luego se retira en compañía del vencedor. Quizá la guerra es más encarnizada entre los machos de animales polígamos, y estos parecen con la mayor frecuencia estar provistos de armas especiales. Los machos de los animales carnívoros están ya bien armados; aunque a ellos y a otros, les puede ser dado un medio de defensa mediante la selección sexual, como la melena del león, y la mandíbula de gancho del salmón macho; porque, para la victoria, el escudo puede ser tan importante como la espada o la lanza.
Entre las aves, la contienda es a menudo de carácter más pacífico. Todos los que han prestado atención a este asunto, creen que hay gran rivalidad entre los machos de muchas especies para atraer mediante el canto a las hembras. El mirlo de roca de la Guayana, las aves del paraíso y algunas otras se reúnen; y sucesivamente van los machos desplegando con el mayor cuidado sus hermosas plumas, exhibiéndolas de la mejor manera posible; asimismo realizan curiosas figuras delante de las hembras, las cuales, después de haber estado haciendo de espectadoras, acogen finalmente como compañero al más atractivo. Los que han estudiado atentamente las aves encerradas saben perfectamente que éstas tienen preferencias y antipatías individuales; así, Sir R. Heron nos ha descrito como un pavo real variegado resultaba singularmente atractivo para todas las hembras de su especie. No puedo entrar aquí en los necesarios pormenores, pero si el hombre puede en breve tiempo conferir belleza y elegancia a sus pequeñas gallinas de Bantam, conforme a su tipo de belleza, no veo por qué hemos de dudar de que las hembras de las aves no han de producir un marcado efecto seleccionando, a lo largo de miles de generaciones, a los más melodiosos y hermosos de entre sus machos, conforme también a su tipo de belleza. Algunas conocidas leyes, con respecto al plumaje de las aves de los dos sexos, en comparación con el plumaje de las crías, puede explicarse en parte por la acción de la selección sexual sobre variaciones que se producen en diferentes edades y que se transmiten solamente a los machos o a los dos sexos en edades correspondientes; pero no dispongo aquí de espacio para profundizar en esta cuestión.
Así ocurre, creo yo, que cuando los machos y las hembras de cualquier especie animal tienen los mismos hábitos generales de vida, pero difieren en estructura, color o adorno, tales diferencias han sido principalmente ocasionadas por la selección sexual: es decir, por individuos machos que, en generaciones sucesivas, tuvieron alguna ligera ventaja sobre otros machos, en sus armas, medios de defensa o encanto, y que transmitieron exclusivamente a sus descendientes masculinos. Con todo, no querría atribuir a esto todas las diferencias sexuales, porque vemos en nuestros animales domésticos peculiaridades que surgen en el sexo masculino y en él permanecen y que evidentemente no fueron aumentadas por medio de la selección realizada por el hombre. El penacho de pelo que lleva en el pecho el pavo silvestre no puede ser de utilidad alguna, y es dudoso que pueda aparecer como un adorno a los ojos de su hembra; efectivamente, si ese penacho hubiera aparecido en el estado de domesticidad, se le habría tenido por una monstruosidad.
Fuente: Darwin, Charles. El origen de las especies. Traducción de Juan Godo. Barcelona: Ediciones Zeus, 1970.

Los cuentos maravillosos



Los cuentos tradicionales y maravillosos han despertado siempre un inusitado interés en los humanistas y estudiosos, por sus características peculiares de encantamientos que hacen referencia a lejanos mitos y a una conciencia colectiva histórica de los pueblos. El escritor y recopilador español Antonio Rodríguez Almodóvar expone, en el siguiente fragmento, la función histórica y social de los cuentos maravillosos por lo que tienen de simbólicos y recordatorios, razones por las que se prestan a interpretaciones psicoanalíticas.
Fragmento de Cuentos al amor de la lumbre (I).
De Antonio Rodríguez Almodóvar.
Introducción.
La función histórica y social
La función histórica y social de estos cuentos [tradicionales] ha debido evolucionar, como no podía ser menos, desde la mágico-religiosa que sin duda tuvieron, en contacto con la primitiva realidad, es decir, con el contexto de los ritos propiciatorios o de iniciación en las distintas etapas de la humanidad, anteriores a la sociedad matrimonial y de propiedad privada hereditaria. Los elementos del cuento maravilloso, por consiguiente deben tener raíces históricas, conocidas o no por nosotros, en costumbres muy antiguas (tales como las de recluir a las princesas casaderas; la existencia de «casas para hombres», donde los adolescentes se iniciaban en las prácticas sexuales con una mujer, viviendo una suerte de matrimonio poliándrico temporal; o las prácticas sexuales endogámicas, entre miembros de una misma familia, hasta que se estableció el tabú del incesto); muchas de estas costumbres adquirieron forma ritual, sobre todo en torno a las ceremonias principales de la tribu o del clan, como eran las de la iniciación del neófito en los secretos de la comunidad, haciéndole creer que pasaba algún tiempo en el reino de la muerte, del que emergía ya adulto, y con grandes sacrificios personales; o como la ceremonia de consagración a los dioses, donde muchas veces se ofrecía alguna parte del cuerpo del niño, como un trozo de dedo meñique, que a su vez podía sustituir a la circuncisión.
Así, todos los elementos de un cuento maravilloso, supone la tendencia antropológica, pueden ser explicados como formas más o menos simbólicas de aquellas prácticas. La simbolización de tales elementos, con el paso de los siglos, fue el proceso más normal que experimentó el cuento, si bien algunos quedan como vestigios no transformados de los ritos tal cual se daban. No siempre es fácil la interpretación de estos símbolos; por ejemplo, el viaje iniciático al reino de los muertos, que se convierte en el viaje que nuestra heroína de El príncipe encantado ha de realizar, andando hasta gastar siete pares de zapatos de hierro, se interpreta como símbolo de la muerte, por la lejanía del más allá que ello implica, y en castigo a su curiosidad, que ha interrumpido el proceso de desencantamiento del príncipe. Pero el viaje es otras veces de carácter sideral, como el de Lucio en El asno de oro, de Apuleyo, como parte del rito dionisíaco de la deificación del hombre, y que en los cuentos maravillosos está representado por el viaje por los aires, sobre un águila o un caballo volador o pasando por las casas del sol, las estrellas y el aire. También puede el viaje ser un simple símbolo del viaje al otro mundo.
A menudo lo simbólico de los cuentos maravillosos provoca fuertes discusiones, en las que se suele apelar a las leyendas de la antigüedad clásica para subrayar este o aquel otro sentido, o, yendo más lejos, se piensa que estos cuentos recogen ya los símbolos del inconsciente colectivo, formado con el mismo devenir de tales historias, e incluso que claramente representan los complejos de castración, de Edipo y otros conceptos propios del psicoanálisis. (Tal es el caso del dedo cortado, como símbolo de la «envidia de pene» en las niñas.) Estas interpretaciones, que parten de una cierta identidad entre el sueño y el mito o el cuento maravilloso son vistas con recelo por la escuela soviética. Sin embargo, el mismo V. Propp ha recurrido a ellas, cuando a algún elemento no le encuentra explicación en su sistema.
Sea como fuere, parece claro que, a lo largo de cientos y de miles de años, la función del cuento maravilloso, puesto que éste ha pervivido mucho después de que desaparecieran las religiones arcaicas y la sociedad de clanes o de tribus (cuya fuente principal de vida era la caza), es guardar memoria de sus orígenes, en forma más o menos figurada; tal vez con ese recordatorio, consciente o inconsciente, quiere impedir un retorno a aquellas formas de vida, como las que podrían derivarse si se rompiera el tabú del incesto, pongamos por caso, o se tolerasen el rapto y la violación. Tal vez, en una semiología más cercana, el pueblo se da a sí mismo esas visiones fantásticas del mundo, para no perder, por contraste, la conciencia del mundo real. Las formas del cuento maravilloso pueden encubrir, en este caso, ciertos mensajes latentes sobre la sociedad estamental y clasista, sobre la formación de clanes (léase, en nuestro mundo, los grupos de presión) y sobre la libertad misma, como quiere Greimas. En este punto, lo más difícil es interpretar el sentido que tiene la forzosa utilización del objeto maravilloso por el héroe, después de haber elegido libremente la peligrosa aventura de salvar a la princesa. Se diría que es una referencia a las limitaciones humanas impuestas por los dioses, es decir, una reflexión acerca de la grandeza del hombre, en sus propios límites, el mayor de los cuales es la muerte, y la necesidad de que sea el hombre mismo el que llene de sentido el mundo.
Fuente: Rodríguez Almodóvar, Antonio. Cuentos al amor de la lumbre (I). Madrid: Ediciones Generales Anaya, 1983.

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