El increíble Fausto



Escena del Fausto de Marlowe
Marne Maitland (como Mefistófeles, a la izquierda) y Peter Coke (como Fausto, a la derecha) actúan en una representación de La trágica historia del doctor Fausto, de Christopher Marlowe. Fausto es el héroe de la leyenda de un estudiante alemán que vende su alma al diablo a cambio de conocimiento y poder. En la versión de Marlowe, Fausto avanza de la búsqueda del poder divino a la penitencia y el arrepentimiento para salvarse del infierno. En la versión de Goethe (Parte I, 1808; Parte II, 1833), el héroe es perdonado por Dios, quien reconoce sus nobles intenciones.

Fausto, personaje semilegendario que hizo un pacto con el diablo para alcanzar la sabiduría.
Si bien el Fausto literario se identificó en un principio erróneamente con Johann Fust, su verdadero inspirador fue al parecer un tal Johann Faust, que nació en Württemberg alrededor de 1480. Fue un universitario que se ganó la vida con la enseñanza, los conjuros y la buenaventura. A medida que viajaba de ciudad en ciudad, su fama aumentaba y se extendía, y las misteriosas circunstancias de su muerte (tras jactarse de haber vendido su alma al diablo) confirmaron su notoriedad. Martín Lutero atribuyó a Faust poderes diabólicos y para muchos no fue más que un charlatán y un embaucador. Otros sostienen que gozó del mecenazgo del arzobispo de Colonia a partir de 1532, y que murió siendo un hombre respetado. En cualquier caso, durante el siglo XVI se convirtió en protagonista de cuentos populares y aventuras maravillosas publicadas en Frankfurt por el librero Johann Spiesz bajo el título de Historia de Fausten (más conocido como el Fausto de Spiesz, 1587). De este modo, el pacto de Fausto con el diablo entró para siempre en la mitología popular. En la versión de Spiesz, Fausto compra juventud, sabiduría y poderes mágicos a cambio de su alma inmortal, y el demonio se compromete a servirle durante veinticuatro años.
La versión que Marlowe hace del mito de Fausto (La trágica historia del doctor Fausto hacia 1588) sigue fielmente el mito de Spiesz. En ella, Fausto pasa de orgulloso buscador del poder divino a penitente desesperado, y su arrepentimiento llega demasiado tarde para librarse del infierno. Fue sin embargo el dramaturgo y crítico alemán, Gotthold Lessing, quien exploró por primera vez la posibilidad de redimir a Fausto, en lugar de condenarlo. En el semanario Briefe, die neueste Literatur betreffend (Cartas sobre la literatura más reciente), editado por su amigo C.F. Nicolai, publica una escena de su fragmentaria obra dramática para ilustrar cómo Fausto podría salvarse si Dios reconociera su sincero afán de arrepentimiento. Esta idea sirvió de base al Fausto de Goethe (parte I, 1808; parte II, 1832), una obra de enorme repercusión que nos describe a Fausto como un filósofo racionalista dispuesto a arriesgarlo todo, incluso su alma, por ampliar el conocimiento humano, y que obtiene el perdón de Dios por la nobleza de sus intenciones.
Al margen de estas obras, el mito de Fausto ha sido objeto de numerosas versiones populares en teatro de guiñol, óperas y oberturas (de compositores como Gounod, Boito, Busoni, Spohr, Richard Wagner y Berlioz), novelas, obras de teatro y poemas (de Klinger, Chamisso, Grabbe, Lenau, Heine, Valéry y Thomas Mann), e incluso un film de animación (Fausto, de Svankmajer, 1994).

viernes, 25 de marzo de 2011

La invasión de las Especies introducidas



La especies humana se ha extendido por todo el globo en apenas unas decenas de miles de años, un instante si lo comparamos con la larga existencia de vida en la Tierra. A lo largo de los últimos siglos ha crecido el ritmo de su movimiento: por deseo o por fuerza, gentes de todos los rincones del mundo se han desplazado a otros lugares.
Cuando se traslada con todas sus pertenencias de un lugar a otro, el hombre lleva consigo muchas otras especies. Algunas las traslada deliberadamente desde su lugar de origen hasta el nuevo y lejano hogar. Otras veces lo hace inconscientemente. El resultado es un intercambio biótico tan enorme que son contados los ecosistemas de la Tierra que no tienen algún residente permanente que llevó hasta allí el ser humano.
La gente traslada otras especies por muchas y variadas razones. Los animales domésticos y los productos de cultivo por su utilidad obvia han llegado a todas partes. Grandes extensiones de tierra de las zonas tropical y templada en las que antes hubo bosques, sabanas, praderas y desiertos, han sido ocupadas por el hombre y convertidas en asentamientos, en pastos para los animales domésticos, en campos y tierras cultivadas. Los hombres y sus ganados son hoy más numerosos que cualquier otro mamífero terrestre de tamaño similar.
Los jardineros han transplantado flores, arbustos y árboles valorados como ornamento. Los silvicultores han creado plantaciones de árboles llenas de especies foráneas. Los cazadores han llevado aves de caza y mamíferos a nuevos hábitats y los cazadores de pieles han introducido animales no nativos. Los pescadores han llenado lagos y ríos de especies exóticas para tener alimento y diversión. Los colonos nostálgicos, deseosos de corregir lo que veían como olvidos de la naturaleza en sus hogares adoptivos, han llevado especies de su país de origen. Y gentes de toda condición han introducido sin saberlo cucarachas, ratones y muchísimas otras plagas que viajaron con ellos como polizones.
Muchas de estas importaciones de vida no llegaron a asentarse, pero otras especies, que se vieron libres de las limitaciones del ecosistema en el que habían nacido, se multiplicaron hasta alcanzar proporciones de plaga. Estas especies oportunistas, plantas y animales que han invadido su nuevo entorno, han alterado los ecosistemas y han desplazado a las especies nativas, hasta el punto de que muchos científicos creen que las especies introducidas son una amenaza tan grave para la conservación de la biodiversidad como la propia destrucción de un hábitat. Hay muy pocos lugares de la Tierra donde no se encuentren señales de graves alteraciones.
Huéspedes
El caso del conejo europeo en Australia se ha convertido en problema clásico en el campo de la biología de la conservación, como ejemplo no sólo de una acción aparentemente inocua que se ha vuelto peligrosa, sino también de la gran cantidad de problemas ecológicos que muchas veces suceden tras la introducción de especies extrañas. Un inglés inmigrante en Australia que añoraba cazar conejos soltó dos docenas de animales en sus tierras de Victoria en 1859. Los conejos efectivamente se reprodujeron como tales, descubrieron enormes y hospitalarias extensiones y muy pocos depredadores, por lo que pronto se adueñaron de una amplia zona de la templada Australia.
Al cabo de algunas décadas, decenas de millones de conejos habían acabado con buena parte de la vegetación, agujereado la tierra con sus madrigueras, arruinado a granjeros y criadores de ovejas y robado a los animales nativos la comida, el agua y el refugio. Los más desesperados pusieron veneno y mataron a muchos conejos, que pronto se recuperaron, y también a muchos animales nativos, que no lo consiguieron. Llegó otro extranjero, el zorro rojo europeo, para cazar a los conejos, pero prefirió dedicarse a los mamíferos de escaso tamaño, a los reptiles y a los pájaros que anidan en el suelo. Hasta 1950 Australia no empezó a controlar este azote de los conejos: introdujo un virus de América del Sur que provoca la mixomatosis, una enfermedad mortal para los conejos, pero ya entonces los daños eran incalculables.
El equivalente vegetal del conejo fue el nopal, un cactus de América que se introdujo como ornamento paisajístico. Muy pronto adornaba millones de hectáreas en las praderas y los pastos australianos, que se hicieron inútiles para los ganados y para los animales salvajes. Hubo que importar a otro extranjero, en este caso la oruga del cactus, para que frenara al prolífico nopal.
Pero las especies importadas para el control biológico de otras exóticas pueden ser tan dañinas como las plagas con las que debían acabar. Buscando una solución a los escarabajos y otros insectos dañinos, los agricultores llevaron el sapo marino gigante de América del Sur a Queensland, Filipinas, Taiwan, Hawai, Florida, Cuba y otros lugares en los que se cultiva la caña de azúcar. El sapo se apoderó de todo: prolífico, voraz y venenoso, abandonó los campos de caña e infestó los campos, pueblos y jardines próximos. Desplazó a los anfibios nativos, acabó indiscriminadamente con plagas y con insectos beneficiosos y con todos los animales que pudo. Los perros y otros depredadores que trataron de comerse los sapos recibieron a cambio un poco de veneno.
Otro ejemplo notable de especie introducida que resultó nociva es el estornino común, que se soltó en el Central Park de Nueva York por razones que parecerán incomprensibles a las numerosas personas que hoy consideran adorable a esta tremenda plaga. Los estorninos crecieron y se multiplicaron con tal entusiasmo que llegaron a la costa pacífica de América del Norte en poco más de 50 años.
El estornino, al igual que muchas otras especies dañinas, procede de Eurasia. ¿Por qué los movimientos de invasores sólo han sido en una dirección, desde las tierras continentales del Hemisferio oriental a las islas y continentes del resto del mundo? Los ecologistas creen que la larga historia de ocupación humana y de alteración de los ecosistemas en el Viejo Mundo ha hecho posible que las especies que mejor se adaptan a las situaciones nuevas se extendieran por todos los hábitats. Cuando estas especies oportunistas fueron trasladadas más tarde a entornos relativamente intactos de las islas y de las dos Américas, colonizaron rápidamente los hábitats en las que eran contadas las especies nativas cuya evolución les hubiera preparado para expandirse.
Turistas y polizones
Muchas especies se han dispersado por todo el mundo viajando en trenes, barcos y aviones. Las vías férreas y las carreteras son los medios de transporte que utilizan las plagas. Semillas, esporas, huevos, larvas, plantas, hongos, insectos, serpientes y otros animales pequeños viajan tranquilamente en cargamentos de frutas y verduras, de grano, madera, tierra y otras mercancías con las que se comercia en todo el mundo. El tráfico actual en contenedores favorece este tipo de transporte, y los inspectores de los puertos de llegada no pueden interceptar a todos estos polizones.
Los vehículos para el transporte de personas también contribuyen a la expansión de animales de mayor tamaño. La culebra arborícola parda fue transportada accidentalmente de Nueva Guinea a Guam en un barco militar al finalizar la II Guerra Mundial. La culebra se adueñó pronto de la isla y se redujo drásticamente la población de aves nativas. Se discute que la culebra fuese la única causante del desastre, pero no cabe duda de que fue uno de los motivos. Dado que la culebra arborícola parda es una maestra en esconderse en los huecos de las ruedas de los aviones, en las bodegas de carga y en los contenedores, muchos temen que llegue inevitablemente a Hawai, donde podría asestar el golpe de gracia a las ya amenazadas aves indígenas.
A lo largo y ancho del mundo, miles de barcos, algunos con tanques de lastre con capacidad para millones de litros, recogen agua en un puerto y la vierten en otro. Con el agua se descargan todos los seres vivos que hayan sobrevivido al viaje, y algunos de ellos van a encontrarse en su nuevo entorno como peces en el agua. Las florecientes pesquerías del Mar Negro han dejado de serlo desde que llegó de América del Norte una especie de medusa en los tanques de lastre de un barco. La medusa forastera proliferó con tal intensidad que hoy representa la increíble proporción del 95% de la biomasa de ese mar.
El transporte rápido en barcos y aviones facilita igualmente la propagación de virus, hongos, bacterias y otros organismos causantes de enfermedades. Aunque nunca se les considera especies introducidas, muchos de estos agentes patógenos lo son. La ictericia hematúrica, una enfermedad vírica de los mamíferos ungulados, acabó con el ganado doméstico, los búfalos, los antílopes, las jirafas y otras especies de ungulados africanos tras ser llevada desde la India a finales del siglo XIX. Un hongo de Japón destruyó los castaños, especie de primera importancia ecológica y económica en los bosques de la zona occidental de América del Norte. Un microbio parasitario, introducido en Estados Unidos durante la década de 1950, provoca la denominada enfermedad del tambaleo que está acabando con la trucha arco iris y con otros peces similares de las corrientes de las Montañas Rocosas.
En la historia del hombre abundan los ejemplos de poblaciones que enfermaron y murieron tras quedar expuestos a gérmenes extraños a los que no eran inmunes. Hasta dos tercios de los pobladores originarios de América murieron por haber contraído viruela, sarampión y otras enfermedades que llevaron los exploradores y los colonos europeos.
La vulnerable vida de las islas
Muchas especies y géneros insulares son endémicas, sólo se encuentran en la isla concreta o el archipiélago en el que viven. Puesto que han evolucionado en medio de su aislamiento, estas poblaciones insulares muchas veces no tienen capacidad para enfrentarse a la tremenda presión de competidores, depredadores, parásitos y enfermedades que son habituales en otras partes del mundo más relacionadas entre sí, especialmente en el Hemisferio oriental. Por otra parte, si una especie nativa de tierra firme se extingue, podría recuperarse con ejemplares inmigrantes que han sobrevivido en otro lugar, pero la desaparición de la población endémica de una isla es definitiva, no hay reservas con las que recuperar la población.
Por todas estas razones, la vida de las islas es especialmente sensible a las alteraciones y propensa a la extinción. La superficie global de las islas, incluida la propia Australia, es mucho menor que la de los continentes. Sin embargo, alrededor de la mitad de las especies y más de la mitad de los géneros que se sabe que se extinguieron en otras épocas eran endémicos de islas. En muchos casos, la causa principal de su desaparición fueron las especies introducidas.
Los pobladores maoríes llevaron la rata y el perro de Polinesia a Nueva Zelanda. Estos dos recién llegados enseguida se dedicaron a atacar a las aves nativas, desde los gigantescos dinornis hasta especies más pequeñas. Siglos después, los colonos europeos llevaron otras especies de ratas y más perros, además de ovejas, cabras, vacas, cerdos, gatos y ratones, muchos de los cuales se volvieron salvajes. Por otra parte, los europeos crearon sociedades de aclimatación, dedicadas a poblar las islas con ciervos, conejos, comadrejas, ualabíes, zarigüeyas y otras especies de las que, por desgracia, se había olvidado la negligente naturaleza.
La flora y la fauna autóctonas sufrieron terriblemente el ataque simultáneo del hombre y de los animales que éste llevó. Casi la mitad de las especies vegetales que hoy crecen en Nueva Zelanda son foráneas, más de cuarenta especies de aves se han extinguido desde que comenzó el contacto con el ser humano y los ecosistemas únicos de las islas se han transformado profundamente.
En el remoto archipiélago de Hawai se han destruido los bosques originales de las tierras bajas para tener tierras de cultivo y lo que sobrevivió se ha visto degradado e invadido por especies extrañas escapadas de jardines, parques y plantaciones. Por cada dos especies vegetales naturales de Hawai hay una foránea naturalizada y siguen llegando en grandes cantidades otras que pretenden llegar a serlo.
Los cerdos salvajes, las cabras y las ovejas que hozan, ramonean y pastan implacablemente destruyen los hábitats hawaianos desde el nivel del mar hasta las tierras altas. Los mosquitos de otros lugares propagan la malaria y otras enfermedades a las aves nativas. Los insectos nativos, de suprema importancia ecológica como polinizadores y biorreductores, caen víctimas de las hormigas argentinas, las avispas de América del Norte y otros invasores. Los caracoles gigantes africanos, importados como alimento por el hombre, se escaparon y se convirtieron en la gran amenaza para las plantas nativas y las cultivadas. Los caracoles depredadores de América que se soltaron para que los controlaran, prefirieron dedicarse a devorar caracoles hawaianos nativos y ya han acabado con varias especies. La mangosta de la India, que se introdujo en 1883 para que controlara a las ratas, también introducidas, que infestaban los campos de caña de azúcar introducida, resultó mucho más eficaz para exterminar a las aves nativas con una capacidad lamentable que ya había demostrado en Jamaica y otras islas del Caribe.
Hacia una fauna mundial
Los ecosistemas son complejos de especies interdependientes dentro del entorno físico que ocupan. Las interacciones entre estas especies son muchas veces sutiles y la integración de sus papeles es perfecta. Sólo conociendo estos complejos pueden descubrirse sus intrincados detalles. Por desgracia, la destrucción del ecosistema es el resultado más frecuente cuando el hombre introduce especies extrañas. Un número relativamente reducido de plantas y animales corrientes sustituye a una multitud de especies nativas y especiales que han evolucionado unidas, lo que empobrece la biodiversidad del planeta y la enorme variedad de formas de vida que hay dentro de cada ecosistema e interfiere en sus relaciones.
Las especies y los ecosistemas continentales son en general más resistentes que los de las islas. Sus poblaciones suelen incluir un número más alto de individuos y las especies suelen ser más variadas. En consecuencia, es posible que haya una reserva de seres inmigrantes capaces de recuperar una población local extinta. Sin embargo, los ecosistemas de tierra firme no son en modo alguno invulnerables a las invasiones de fuera. El gorrión europeo supone hoy una grave amenaza en las regiones templadas de África, Australia y las dos Américas, donde provoca daños considerables en las cosechas y sale victorioso de la lucha por el alimento y los nidos contra las aves nativas.
La nutria, un carnívoro acuático introducido conscientemente en la parte meridional de América del Sur, escapó de las granjas y hoy vive en estado salvaje en América del Norte y Eurasia, donde desplaza a otros animales nativos, destroza las marismas y los arrozales, y destruye diques y bancales con sus madrigueras. En una excepción más a la regla de que las plagas más agresivas proceden del Viejo Mundo, la rata almizclera de América del Norte duplicó el tamaño de su ya amplia zona de acción tras su llegada a Eurasia, donde fue introducida a principios del siglo XX.
Muchas especies se subdividen en dos o más subespecies adaptadas a las condiciones concretas de los lugares en los que habitan. El hombre simplifica y homogeneíza la biota del mundo cuando implanta individuos de una clase en el hábitat de otra. Esto ocurre especialmente con los animales apreciados para la caza o por su piel. En las poblaciones híbridas genéticamente indiferenciadas que resultan desde el salmón, la trucha y la perca hasta el faisán de collar, el jabalí, el ciervo, la liebre de rabo blanco y el zorro rojo, las características especiales de forma y conducta que permitieron a los animales originales adaptarse a su entorno pueden haberse perdido irremisiblemente.
No sólo las especies autóctonas sino también las naturalizadas pueden sufrir la degradación genética de especies foráneas competitivas. Las abejas europeas domesticadas, por ejemplo, se llevaron deliberadamente a América, donde pronto se apreciaron como polinizadoras de plantas cultivadas y salvajes. Estas abejas, que habían evolucionado en la zona templada, estaban genéticamente programadas para producir grandes cantidades de miel durante el invierno, pero no lograron prosperar con el calor y la humedad invariables de los trópicos americanos.
Para solucionar este problema, los apicultores brasileños importaron abejas africanas para cruzarlas con las de allí, pero el experimento se volvió contra ellos, pues las agresivas abejas africanas dominaron a las residentes y los apicultores no encontraron el modo de controlarlas. Como procedían de los trópicos, donde no hay invierno, las abejas africanas no acumulaban miel, y transmitieron esta característica negativa a su progenie híbrida. Estas abejas africanizadas, llamadas abejas asesinas, desde entonces se han propagado desde Brasil por las áreas tropicales y subtropicales del Nuevo Mundo y han sustituido a las benignas y productivas abejas de ascendencia europea.
Hacia una flora mundial
Para la gente, acostumbrada a verlas siempre allí, las plantas naturalizadas son nativas. De hecho, tanto si viven en la ciudad, en los suburbios o en el campo, pocas personas son capaces de mirar a su alrededor sin que su vista tropiece con plantas procedentes de lugares lejanos. Muchas de ellas tienen un valor económico u ornamental. Elementos aparentemente tan característicos de la flora mediterránea como la aceituna, el higo, el limón o el tomate nacieron en otro lugar.
Muchas otras plantas foráneas son plagas que florecen en lugares modificados por la actividad humana. El diente de león, el zurrón de pastor, la pamplina y la ortiga, por ejemplo, invaden prados, campos, bordes de las carreteras y zonas en construcción de América, Australia y Nueva Zelanda. Como ocurre con los animales, las plantas de Eurasia son preponderantes en la lista mundial de malas hierbas, y muchas de ellas llegan hasta los trópicos.
Otras especies foráneas mucho más perniciosas invaden agresivamente los ecosistemas nativos. La liana del caucho de Madagascar asfixia los bosques de Queensland, Australia. Pinos y acacias exóticos y otras plantas de la zona mediterránea amenazan con destruir el fynbos, la riquísima formación vegetal exclusiva de la zona de las provincias del Cabo en Suráfrica. La madreselva japonesa abruma a las plantas nativas de los bosques del este de América del Norte y la hiniesta escocesa causa el mismo daño en las praderas, los prados y los grandes bosques del Pacífico noroccidental.
Las regiones tropicales y subtropicales se han convertido en un crisol de plantas, hasta el punto de que una flora universal, simplificada y uniforme, amenaza con sustituir a la biodiversidad local. Un diligente grupo de voluntarios consiguió, desherbando manualmente las tierras, recuperar algunas comunidades de plantas nativas de Bermudas, totalmente invadida por plantas extrañas. En Estados Unidos, The Everglades y otros ecosistemas del sur de Florida se han visto invadidos hasta por 400 especies de plantas exóticas. Son especialmente agresivas la casuarina o pino australiano, el pimiento de Brasil y la melaleuca o cajeput, especialmente nociva para los humedales por la velocidad con que absorbe agua a través de las raíces y la evapora a través de las hojas.
Invasores acuáticos
Las plantas acuáticas invasoras están acabando con ríos y lagos de todo el mundo. Las llamativas flores del jacinto acuático de América del Sur ocultan la notable capacidad de esta planta flotante para matar a las especies del fondo, taponar acequias y canales de regadío e impedir la navegación en las zonas tropicales, a donde llegó como planta ornamental.
Muchas plantas que son inocuas en las aguas donde nacieron se transforman en malas hierbas cuando llegan a otro lugar. Una especie acuática de América del Norte, llamada elodea, invade las aguas de Europa. La hydrilla y la milenrama de agua, naturales del Hemisferio oriental, hoy asolan lagos, embalses y corrientes de Canadá y de Estados Unidos. La morraza es una especie esencial y valiosa en sus marismas saladas nativas de la costa atlántica de América del Norte, pero en Gran Bretaña, Nueva Zelanda y la costa pacífica de América del Norte altera las tierras bajas y los humedales, y desplaza a las plantas nativas de las que depende la vida salvaje para encontrar alimento y refugio.
Debido a la extendida costumbre de soltar el agua de lastre de los barcos, los estuarios se han convertido en centro de reunión de una cosmopolita mezcla de especies naturales de aguas semisaladas y saladas. La Bahía de San Francisco en California tiene el dudoso honor de ser el estuario con más biocontaminación del mundo. Esta bahía acoge hoy a siluros y percas de la zona este de América del Norte, a cangrejos de mar europeos y chinos, a cochinillas de Australia y camarones de la Península de Corea, a mejillones del Atlántico occidental y almejas del Pacífico occidental. También se han establecido varios cientos de otras especies foráneas de algas, esponjas, gusanos, moluscos, crustáceos y peces. Los científicos creen que cada tres meses se añade una especie más. El futuro de esta mezcolanza ecológica es impredecible, pero no cabe duda de que muchos nativos de la Bahía de San Francisco seguirán el mismo camino que el desaparecido cacho de cola gruesa y el amenazado eperlano del delta, dos especies que no han podido enfrentarse a las invasiones de fuera.
Los lagos son el equivalente acuático de las islas en el mar y, como éstas, muchas veces tienen especies endémicas que son especialmente sensibles a los competidores y depredadores llegados del exterior. Entre las faunas lacustres alteradas, la del Lago Victoria es la que ha sufrido mayores pérdidas. El mayor de los grandes lagos de África era el núcleo de una notable y rápida difusión de especies. En menos de 15.000 años, unas pocas formas ancestrales dieron origen a las más de 300 especies de peces cíclidos que sólo existen en este lago.
El reciente descubrimiento de la gran velocidad con que se producía este hecho despertó un gran interés. Por desgracia, los científicos vieron al mismo tiempo que este variado conjunto está extinguiéndose aún más rápidamente. La sedimentación y el enriquecimiento artificial del lago como consecuencia de la actividad agrícola son culpables en parte. También la perca del Nilo, un voraz extraño que se soltó en estas aguas hace algunas décadas, está devorando a los peces que han sobrevivido a los cambios en el entorno del lago. No hay en épocas anteriores ningún caso de extinción masiva de vertebrados que pueda compararse con ésta: es posible que ya hayan desaparecido unas 200 especies de los peces endémicos del Lago Victoria y casi todas las demás están en peligro.
Otro grupo de grandes lagos, los de América del Norte, también han soportado la invasión de especies exóticas. La construcción de esclusas y canales ha permitido que la lamprea de mar penetre en los lagos, más allá de los rápidos y las cascadas que en otro tiempo se lo impedían. La invasión de la lamprea, una criatura primitiva, similar a una anguila, que se pega a los peces y absorbe sus líquidos vitales, condenó a las truchas, los esturiones blancos, los azules y los corégonos de los lagos. Con la desaparición de tantos depredadores, la población de sábalos, otra especie invasora, aumentó desmesuradamente y pronto dominó los lagos. Como continuación de este proceso de dominó ecológico, el hombre introdujo más especies extrañas, como la trucha híbrida y varias clases de salmón del Pacífico, para controlar al sábalo y recuperar la rica pesca deportiva y comercial de otras épocas.
En 1988, las décadas de trabajo para recuperar los Grandes Lagos quedaron en nada por la importación accidental del mejillón cebra. Este diminuto molusco, natural del Mar Caspio y del Mar Negro llegó como pasajero en los tanques de lastre de un buque, y se estableció y se extendió a gran velocidad. Millones de mejillones están ya adheridos a las superficies subacuáticas, manchan los barcos y los muelles y taponan los conductos de entrada y salida de las fábricas y de las centrales de energía.
Los mejillones, que desplazan de forma agresiva a las demás especies y monopolizan las existencias de plancton que constituye la base de la cadena alimentaria, amenazan con seguir desestabilizando los ya débiles ecosistemas lacustres. En menos de diez años han conquistado las depresiones de los Grandes Lagos y del río Mississippi, donde están llevando a la extinción a los restos de la población de moluscos de agua dulce más rica del mundo. Los economistas calculan que el mejillón cebra habrá provocado daños por valor de cinco mil millones de dólares en los quince años siguientes a su introducción.
Importancia del problema
Pese a estos tristes relatos de cómo el hombre estropea la naturaleza, la gente puede pensar: bueno, ¿y qué?; ¿es que la historia de la vida en la tierra no es una interminable sucesión de especies que se trasladan de un lugar a otro?; ¿acaso no son incontables las especies extinguidas y es probable, incluso seguro, que muchas de estas extinciones se debieran a la incapacidad para enfrentarse a unos inmigrantes superiores?; ¿puede verse la intervención humana en el movimiento de las especies como algo contrario a la naturaleza?; ¿es menos natural que la dispersión de semillas envueltas en barro que quedan pegadas a las patas de las aves, que un animal que llega a una costa lejana flotando sobre unas ramas que se desprendieron en una tormenta, o que el desarrollo de una especie en unas tierras que quedan expuestas cuando desciende el nivel del mar?
Los movimientos de las especies y su desaparición siempre han ocurrido, es cierto, y no hay ninguna diferencia cualitativa entre las que provoca el hombre y las demás. La única distinción significativa es la velocidad con que se producen estos hechos. El ser humano traslada hoy a otras especies por el planeta a un ritmo tan acelerado que los sistemas apenas tienen tiempo para alcanzar un precario nuevo equilibrio. La trágica herencia del dominio del ser humano será un mundo desequilibrado y biológicamente empobrecido.
Cada vez son más numerosas las voces preocupadas que ofrecen argumentos morales, estéticos y económicos en contra de la introducción de especies foráneas. Hay campañas de educación para que los ciudadanos, las empresas y los gobiernos eviten el transporte de especies de otros lugares, controlen las variedades exóticas existentes, recuperen los ecosistemas degradados y presten la máxima atención a futuras introducciones. El bienestar del ser humano, al fin y al cabo, depende de la conservación de la biodiversidad. Si el hombre continúa mezclando especies y destruyendo ecosistemas, se pondrá en peligro a sí mismo.

El maravilloso Esplendor del Imperio mongol



Los Ensayos Históricos de Encarta reflejan el conocimiento y la visión de destacados historiadores. En este ensayo, Gregory G. Guzman, de la Universidad Bradley, analiza la evolución del Imperio mongol desde sus orígenes en las duras estepas de Eurasia hasta convertirse en uno de los mayores imperios de la historia.
Esplendor del Imperio mongol
Por Gregory G. Guzman
Durante los siglos XIII y XIV, los mongoles conquistaron y gobernaron el mayor imperio continental de la historia escrita. Los cinco grandes kanes del Imperio mongol, en su deseo de dominar el mundo impactaron sobre las principales civilizaciones de Eurasia, alterando gravemente algunas y revitalizando y globalizando otras. Durante la denominada gran paz mongol, un largo periodo de amplia interacción entre las cuatro principales civilizaciones costeras, los mongoles modificaron constantemente el estatus y la vitalidad de las civilizaciones eurasiáticas.
La vida y los pueblos de las estepas
Para los pueblos que vivían en el interior de las vastas tierras de Eurasia, la agricultura resultaba prácticamente imposible ya que su interior presenta temperaturas extremas de calor y frío y está formado básicamente por hielo, bosques, montañas y desiertos. Desde el interior de Asia se extiende una franja casi ininterrumpida de estepas con una extensión aproximada de 10.000 km, entre Manchuria en el norte de Asia oriental y Hungría en el sur de Europa. La estepa se ve a veces interrumpida por áreas semidesérticas y grandes cordilleras montañosas entre las cuales existen rutas para el paso de personas, mercancías e ideas. La necesidad hizo que los pueblos de esta región se convirtiesen en nómadas en constante búsqueda de alimentos y pastos trabajando como apacentadores, pastores y guerreros.
La domesticación del caballo aumentó el alcance, la velocidad y la movilidad general de estos nómadas de las estepas y en sus desplazamientos ocasionalmente invadían los pastos de sus vecinos o las tierras limítrofes de los centros sedentarios civilizados. Prácticamente todo nómada con un caballo y un arco era un soldado rudo, feroz y lleno de recursos, mientras que sólo un pequeño porcentaje de las poblaciones civilizadas se encontraba equipado y entrenado para la guerra. Cuando un jefe carismático y ambicioso formaba una confederación de nómadas, denominada horda, se producía una actividad militar a gran escala. Estas hordas no sólo dominaban la estepa, sino también suponían una grave amenaza para los centros civilizados. El ejército a caballo nómada de las hordas era superior a las unidades de infantería de las civilizaciones sedentarias.
Gengis Kan y el auge de los mongoles
Las confederaciones tribales surgían y desaparecían con sorprendente regularidad en la estepa y los mongoles emergían de este paisaje sociopolítico en constante movimiento. En la árida meseta mongol las tribus de pastores mongoles, acaudilladas por una especie de aristocracia político-militar, luchaban entre sí o contra cualquier extraño.
Un documento único titulado La historia secreta de los mongoles revela con detalle la evolución de los primeros mongoles, los únicos nómadas de la estepa que dejaron una versión escrita de su historia. El documento ilustra el folclore mongol inicial y contiene numerosas afirmaciones de Gengis Kan, el primer gran emperador mongol. El documento fue probablemente escrito hacia 1228, poco después de la muerte de Gengis Kan, cuando todas las personas que conocían los detalles de su vida y de su carrera se encontraban reunidos para homenajearle. La historia secreta es la única fuente fiable de información sobre los primeros años de vida de Gengis Kan y sobre los inicios legendarios y las primeras tradiciones de los mongoles. El documento contiene las creencias y el folclore mongoles, como, por ejemplo, su creencia en que procedían de animales y el relato de la fecundación de un primer ancestro humano por el dios del cielo, Tengri. El folclore mongol hace hincapié en este vínculo divino que establece una conexión íntima entre Dios y su pueblo. Los mongoles se consideraban un pueblo elegido y sentían que tenían el derecho divino a conquistar y gobernar el mundo entero.
A medida que la épica nacional mongol pasó del mito a la leyenda y a la historia verdadera, fueron surgiendo personalidades específicas. Una de estas personalidades fue Yesugei, que según el documento tuvo un hijo llamado Timuyin en 1167. Timuyin, que significa “forjador” o “trabajador del metal,” era un típico pastor guerrero de las estepas que se dedicaba a la lucha, la invasión y el pillaje. Hacia 1206 Timuyin dominaba casi toda Mongolia y en ese año, para confirmar su legitimidad, convocó un quiriltai, gran asamblea nacional, donde fue nombrado jefe universal con el título de Gengis Kan. Este jefe carismático estaba destinado a agrupar a todas las tribus mongoles y a unificar la mayor parte de Eurasia formando un vasto imperio único.
Bajo la hábil dirección de Gengis las aspiraciones mongoles fueron más allá del pillaje nómada tradicional llegando a gobernar el mundo conocido hasta entonces. Gengis, que actuaba bajo lo que consideraba un mandato divino, y sus súbditos mongoles se lanzaron a una serie continua de campañas y conquistas militares, primero contra los tanguts tibetanos y después contra la dinastía Jin del norte de China. La campaña más alejada de Gengis, así como una de las más sangrientas y devastadoras, estuvo dirigida contra los gobernantes de Jurasán, en el noreste de Persia, expedición que reportó a los mongoles una serie de victorias militares y la conquista del norte de India y el sur de Rusia. A su fallecimiento en 1227, Gengis Kan controlaba la mayor parte de la estepa interior de Asia, así como partes de las civilizaciones china, india y de Oriente Próximo.
Además de unificar a su pueblo y de dirigir estas primeras campañas, Gengis realizó importantes contribuciones a la eficiencia del sistema militar, el sistema de comunicaciones y la estructura legal mongoles. Gengis tenía una aguda mentalidad militar. Incorporó nuevas tácticas procedentes de las sociedades civilizadas conquistadas a su estrategia nómada tradicional, y en lugar de promover a las personas según sus vínculos sanguíneos, Gengis ascendía a sus seguidores en función de sus capacidades y de su experiencia personal, lo que le permitió establecer una fuerza de lucha virtualmente invencible. Después de cada victoria, Gengis integraba a sus enemigos vencidos en su nuevo sistema militar y los individuos capaces y ambiciosos alcanzaban los niveles superiores con gran rapidez. Al perdonar la vida a los artesanos civilizados, que más tarde diseñarían y construirían las armas para sus vencedores, los mongoles aprendieron a destruir las murallas de las ciudades con máquinas de asedio, zapadoras, catapultas y bombas de pólvora. De esta forma, el flexible Gengis incorporó la estrategia y las tácticas de asedio de las sociedades sedentarias a su ejército estepario a caballo, de gran movilidad y potencia.
A medida que fue creciendo el tamaño y el alcance del ejército y del Estado mongoles, Gengis Kan iba reclutando a escribas, registradores y recaudadores de impuestos. Para mantenerse informado sobre su imperio, Gengis estableció un sistema de comunicaciones denominado yam, que estaba basado en el establecimiento de estaciones de postas a lo largo y ancho de su vasto imperio. Por estas rutas, las noticias y la información críticas viajaban prácticamente sin parada hasta llegar al kan. Este servicio de correo estaba formado por estaciones de descanso con caballos y jinetes frescos dispuestas a intervalos regulares a lo largo de las principales rutas de viaje. Todos los embajadores y mensajeros del kan podían utilizar las estaciones de yam para alimentarse, alojarse y cambiar de caballo en sus viajes de ida y vuelta a visitar al kan en misión oficial. El sistema yam no sólo facilitaba la rápida difusión de noticias a lo largo y ancho del gran imperio, sino que también fomentaba el transporte y el comercio por el vasto territorio controlado por los mongoles. Este periodo de comercio y viajes relativamente abiertos a través de Eurasia se conoció como la gran paz mongol.
En los asuntos legales y judiciales, Gengis Kan recopiló la legislación mongol existente y la modificó o completó añadiendo sus propios decretos. El código de Gengis se denominaba el Gran Yasa y era el sistema legal oficial de su imperio. El Gran Yasa era un amplio código que trataba no sólo el comportamiento sancionable y los correspondientes castigos, sino también las reglas de procedimiento, los límites jurisdiccionales y los derechos de propiedad. El Gran Yasa siguió siendo la base del orden público mongol aún mucho después del fallecimiento de Gengis Kan.
Conquistas posteriores y el verdadero imperio mundial
De acuerdo con la costumbre mongol, a la muerte del Gengis, Bortai, su esposa jefe, presidió la división de su imperio entre sus cuatro hijos. Cada hijo y sus herederos recibieron determinadas partes del imperio, pero Ogoday, tercer hijo de Gengis y su sucesor, fue elegido por el quiriltai de 1229 como el siguiente gran kan. Ogoday era un gobernante tranquilo y astuto al que se le atribuye el hecho de haber convertido a Karakorum en la capital mongol permanente y haber desarrollado vínculos comerciales con China, la India tibetana y Asia occidental. Después de eliminar la última resistencia Jin en el norte de China, Ogoday dirigió la máquina militar mongol hacia Occidente. Tras la conquista de Rusia, el ejército mongol se desplazó al centro de Europa, devastando Hungría, Polonia y las regiones orientales de lo que actualmente es Alemania. Los mongoles hubieran podido llegar a través de Europa hasta el Atlántico. Pero afortunadamente para la Europa cristiana y para la civilización occidental, el fallecimiento de Ogoday en diciembre de 1241 y la falta de pastos adecuados para los caballos mongoles en la meseta húngara hizo que los mongoles abandonasen su campaña europea en 1242.
Entre 1241 y 1251 se produjo un periodo de liderazgo incierto que dio lugar a una detención de la actividad mongol. Mangu, elegido gran kan en 1251, decidió abandonar el ataque a Europa y, en su lugar, organizó dos grandes campañas para completar la conquista del sur de China y el Oriente Próximo musulmán. Mangu Kan envió a su hermano Hulagu para que atacase el califato musulmán Abasí, y a su hermano Kublai para que hiciera lo mismo en China.
Hulagu conquistó fácilmente Persia, Mesopotamia y Siria. Bagdad cayó en 1258, siendo todos sus habitantes masacrados. Pero en 1260 los mongoles sufrieron un revés inesperado en Palestina al vencer los mamelucos egipcios a un ejército mongol en los saltos de Goliat. La muerte de Mangu Kan en 1259, que acabó con la unidad mongol, fue responsable indirecta de esta victoria de los mamelucos.
Hulagu apoyó inmediatamente a su hermano mayor, Kublai, como sucesor del gran kan. Sin embargo, su primo Berke, kan de la Horda de Oro en Rusia, se opuso a esta decisión. Berke se había convertido al Islam y estaba tan ofendido por la destrucción del califato Abasí de Bagdad a manos de Hulagu que se enfrentó abiertamente a sus primos. Como respuesta, Hulagu dirigió todo su poderoso ejército mongol hacia el norte de Persia, dejando atrás únicamente una débil guarnición no mongol en Palestina.
La victoria mameluca sobre esta reducida fuerza en 1260, la primera derrota militar mongol, ha sido considerada por muchos como el evento crítico que salvó al Islam de la conquista total, marcando asimismo el inicio de la decadencia del imperio mongol. Los investigadores religiosos ven a la Divina Providencia en el hecho de que el Islam se salvase inesperadamente gracias a la muerte de Mangu en 1259, lo mismo que la Europa cristiana se había salvado gracias a la muerte fortuita de Ogoday en 1241.
A pesar de esta derrota, los mongoles seguían controlando todo el Oriente Próximio, salvo Egipto. Hulagu y sus sucesores gobernaban la el Oriente Próximo, hasta Persia, donde establecieron el kanato il-Kanid. Atrapados entre la Horda de Oro hostil por el nordeste y los mamelucos por el sudoeste, los kanes mongoles de Persia intentaron repetidas veces establecer una alianza con la Europa Latina en el noroeste, especialmente con los estados cruzados cristianos de Oriente. Los kanes mongoles de Persia se convirtieron al islam y gobernaron el Oriente Próximo hasta su expulsión a mediados del siglo XIV.
Kublai Kan y China
En el este, Kublai se dirigió hacia el sur de China, donde volvió a poner de manifiesto la proverbial habilidad mongol para realizar movimientos estratégicos de envolvimiento a gran escala. Los mongoles flanquearon a las tropas de la dinastía Song por el oeste y el sur, a lo largo del río Yangtzé, rodeándoles virtualmente, para completar finalmente la conquista del sur de China en 1280.
En 1260, un quiriltai convocado urgentemente en China eligió a Kublai como gran kan. Sin embargo, un hermano menor y varios primos se opusieron a esta elección y desafiaron la autoridad de Kublai Kan sobre ellos. China era la base de poder de Kublai y la única zona del gran imperio mongol donde su autoridad era incontestablemente aceptada. Debido a su acceso no ortodoxo al poder, Kublai sentía constantemente la necesidad de demostrar la legitimidad de su reinado. Por ello, intentó repetidas veces obligar a los demás gobernantes a acatar su poder y superioridad como gran kan.
Al principio, Kublai consiguió con bastante éxito integrar su herencia de las estepas mongoles con su papel de gobernante confuciano. Consiguió congraciarse con la mayoría de los diferentes grupos raciales, étnicos, religiosos y culturales de su imperio. Aunque por una parte, sus continuas campañas militares contra Java y Japón demuestran sus esfuerzos por mantener su identidad básica de guerrero mongol, por otra, Kublai deseaba mostrarse como un emperador confuciano tradicional ante sus súbditos chinos. La mayoría de los consejeros y oficiales de Kublai eran de origen diverso y sus consejeros tibetanos, musulmanes y confucianos jugaban un papel importante en todo su reino. A medida que Kublai envejecía, su salud se iba deteriorando debido a excesos en la comida y la bebida, falleciendo en 1294 a la edad de 80 años. Los sucesores de Kublai gobernaron China como miembros de la dinastía Yuan hasta su expulsión en 1368.
Declive y división en cuatro kanatos
A pesar del revés militar mongol en Palestina y de la controvertida elección de Kublai en 1260, a finales del siglo XIII el Imperio mongol seguía siendo una entidad sorprendente e impresionante. Además de la estepa interior asiática, el Imperio mongol incluía los centros civilizados de China, el norte de la India, Oriente Próximo y Rusia. Sin embargo, a principios del siglo XIV este gigantesco imperio comenzaba a derrumbarse. La desintegración gradual del Imperio mongol se atribuye generalmente a problemas de excesiva extensión, asimilación y rivalidades dinásticas internas.
Los mongoles se habían extendido en exceso en su intento de expandir su imperio hasta los confines de Eurasia. A pesar de su extraordinaria velocidad, movilidad y sistemas de comunicación, los mongoles tenían dificultades para gobernar su vasto imperio. A medida que avanzaban sus conquistas militares, les resultaba muy difícil establecer un control centralizado de sus territorios más alejados. Rápidamente los mongoles descubrieron que no podían controlar de forma eficaz las tierras conquistadas, viéndose desbordados en número y superados en conocimientos por sus súbditos. Por ello decidieron asimilarse a las civilizaciones más sofisticadas que iban conquistando. Tan pronto como los mongoles desmontaban sus caballos para disfrutar del botín de sus conquistas, comenzaban a adoptar las lenguas, religiones, estructuras administrativas, culturas y tecnologías de sus súbditos más avanzados y, una vez asimilados a las civilizaciones sedentarias conquistadas, perdían su herencia de las estepas. De hecho, al cabo de tres generaciones, habían perdido su identidad y unidad como mongoles.
Las rivalidades dinásticas entre los herederos de los cuatro hijos de Gengis Kan favorecieron la fragmentación interna del Imperio mongol. Divisiones irreconciliables entre la familia real dieron lugar a la aparición de los kanatos regionales. Una muestra de ello fue la reubicación por parte de Kublai de la capital, pasándola de Karakorum a Pekín. Además, Kublai, el último gran kan, no tenía una autoridad real fuera de China. Al tiempo que él se convertía en emperador chino, los kanatos de la Horda de Oro en Rusia y el de Yagatay en el interior de Asia avanzaban por su propio camino. Los gobernantes del kanato de Oriente Próximo adoptaron el islam. Incluso los mongoles cayeron en la propia Mongolia bajo la influencia del budismo. Hacia 1350 el poder mongol se encontraba en serios apuros en todas las regiones.
El impacto y el legado del Imperio mongol
Un importante legado del control mongol sobre la mayor parte del territorio de Eurasia fue la gran paz mongol, que permitió a cualquier viajero con salvoconducto viajar con seguridad por todo el Imperio. Esta apertura de una comunicación directa entre el este de Asia y Europa occidental dio lugar a un intercambio cultural, de bienes, pueblos e ideas. Sin embargo, este intercambio no era necesariamente equitativo. La tendencia de los mongoles hacia la destrucción, el terror y la muerte hizo que China, el Oriente Próximo y Rusia rechazaran la mayoría de las ideas y prácticas del gobierno mongol extranjero, volviendo en cuanto fue posible a sus costumbres y prácticas culturales tradicionales. Por otra parte, la civilización occidental resultó ser la más receptiva a adoptar conocimientos y tecnologías de otras sociedades avanzadas a través del conducto mongol.
Aunque las conquistas mongoles afectaron a todas las civilizaciones de Eurasia, su máximo impacto lo tuvieron sobre los centros sedentarios de China, Oriente Próximo y Rusia, gobernados directamente por los mongoles durante más de un siglo. La Europa Latina era la zona más alejada del centro de poder mongol, por lo que la civilización occidental fue la que menos experimentó su daño y destrucción, permitiéndola seguir su evolución hasta ponerse al nivel de sus vecinos orientales a finales de la era mongol. Europa adoptó las nuevas ideas y prácticas intercambiadas durante la gran paz mongol, al tiempo que otras sociedades de Eurasia se estancaron o se replegaron, pudiendo así sobrepasarlas. Esto permitió a la cultura europea occidental avanzar y prepararse para asumir el liderazgo en la siguiente era de exploraciones y descubrimientos. Puede decirse que estos nómadas medievales surgieron de su patria árida para afectar de forma continuada los desarrollos del mundo hasta bien entrada la edad moderna.
Acerca del autor: Gregory G. Guzman, profesor de Historia de la Universidad Bradley, en Peoria (Illinois), ha editado y compilado la obra Monumenta Latina Rerum Mongolorum, colección de fuentes primarias latinas que hacen referencia a los mongoles de los siglos XIII y XIV.

La asombrosa Flauta de Pan



Flauta de Pan, juego de tubos desiguales afinados, a menudo tapados por su base, unidos en forma de balsa o haz. Se encuentran flautas fabricadas con diferentes materiales —caña, madera, arcilla, metal y piedra— en todo el mundo desde la antigüedad. Aquí se incluyen la siringa de la Grecia antigua, la nai moderna de Rumania y la yapana andina. El nombre de flauta de Pan hace referencia al dios Pan de la mitología griega que, enamorado de la ninfa Arcadia, la persiguió hasta que ésta se convirtió en caña. Con ella talló el dios una siringa. Su origen se sitúa en la China antigua y su invención se atribuye al emperador Chonen (2225 a.C.).
En América del Sur son notables las del antiguo Perú hechas de cañas o de una pieza de madera, de arcilla, de piedra o de metal, atravesada por canales y todavía construida por los indígenas con barro cocido. Se pueden apreciar estos instrumentos en vasijas de barro. Se trata de flautas de Pan gemelas que también se describen en Bolivia.
En Ecuador hay que citar la flauta llamada randador correspondiente a la era precolombina.
La flauta boliviana llamada sicu, conocida como antara en Perú es la más importante. Puede añadirse que existen variedades gigantes de flautas de Pan entre los indios del norte de Bolivia.

Los tenebrosos Fantasmas



Cuadro sobre fantasmas de Richard Doyle
Alma o espectro de una persona fallecida, según algunas creencias populares los fantasmas son capaces de regresar al mundo de los vivos.







El fantasma en el arte
Fantasma de azúcar (1996, 55 × 45 cm), acuarela de Marlene Dumas, ofrece la imagen de un fantasma desde una perspectiva artística.

Fantasma, aparición no material o esencia de un organismo, por lo general de un ser humano. El término se emplea a menudo como sinónimo de espíritu. Con mayor frecuencia, sin embargo, se aplica a la aparición de un difunto, cuya aparente solidez oscila entre la mera masa brumosa y la perfecta réplica de la persona, aunque también puede referirse al espíritu visible de una persona aún viva.
Un doppelgänger es un tipo de fantasma que hace su aparición al observar el cuerpo físico del sujeto a cierta distancia.
En muchas religiones, sobre todo en la fe primitiva, existe la creencia de que el ánima sale del cuerpo en momentos de inconsciencia, como por ejemplo durante el sueño. Estas religiones también sostienen que después de la muerte el espíritu merodea junto al cuerpo del difunto. Una práctica común entre los grupos que profesan este tipo de creencias consiste en aplacar a los espíritus ofreciéndoles comida, ropa y otros objetos que puedan resultarles útiles en el mundo espiritual. En muchas civilizaciones primitivas las posesiones personales del difunto, incluidas sus armas, sus animales domésticos y en ocasiones su propia esposa, se entierran o incineran con el cuerpo. El culto a los antepasados, así como el luto en muchas civilizaciones modernas, es probable que tengan su origen en la creencia en los espíritus.

El increíble Éxodo



Éxodo, segundo libro del Antiguo Testamento. Recibió este nombre porque relata la partida de los israelitas de Egipto y su travesía del desierto hasta llegar al monte Sinaí. Los judíos, que denominan a los libros que comprenden el Pentateuco con la primera palabra significativa del texto hebreo, lo llaman Shemot ("nombres").
Éxodo relata los acontecimientos ocurridos entre la muerte en Egipto de José, el hijo favorito del patriarca hebreo Jacob, y la erección por los israelitas del Tabernáculo en Sinaí. Los primeros 15 capítulos tratan de la opresión de los israelitas a manos de los egipcios tras la muerte de José, del nacimiento de Moisés y su salvación de una masacre, de la elección de Moisés por Dios para encabezar la salida de Israel de Egipto, de las 10 plagas que cayeron sobre los egipcios, y del rescate de los israelitas tanto de la tierra de Egipto como del ejército egipcio en el mar Rojo (o "Mar de las Cañas", en ocasiones identificado con la marisma situada al norte del mar Rojo, quizá el lago Timsah).
Los acontecimientos más importantes del resto de Éxodo (capítulos 16 al 40) tienen como escenario el Sinaí, donde los israelitas establecieron su campamento tras vagar durante varios meses por el desierto (capítulos 16 al 18). Estos acontecimientos son: la propuesta y establecimiento de una alianza entre Dios y los israelitas (19,3-24,18); la comunicación de Moisés al pueblo israelita de los términos de dicha alianza, expresos en los Diez Mandamientos o Decálogo (20,1-17); la ruptura y renovación de la alianza (capítulos 32 al 34) y la construcción del Tabernáculo (capítulos 35 al 40), dentro del cual se guardaron diversos artículos sagrados, entre ellos el Arca de la Alianza.
La liberación de la esclavitud en Egipto ha sido de fundamental importancia para el judaísmo y el pueblo judío, que lo conmemora cada año desde que se produjo. Sin embargo, mucho más que el éxodo, el establecimiento de la alianza entre Dios y los israelitas en el Sinaí ha sido un acontecimiento único y decisivo en la evolución del judaísmo y de la historia judía, ya que casi la totalidad de la vida religiosa y civil de los judíos a partir de ese momento se ha basado sobre los intentos de observar y obedecer las palabras "seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa" (19,6), pronunciadas por Dios en Sinaí.
Los más modernos especialistas consideran que Éxodo, que por tradición se ha atribuido a Moisés, fue compilado en su forma actual por miembros de la casta sacerdotal hacia el 550 a.C. Se piensa que algunas partes del libro (por ejemplo, los capítulos 25 al 31), en las que Dios describe a Moisés de qué forma deben construirse el Tabernáculo y sus objetos sagrados, así como las vestiduras y el ritual de los sacerdotes, datan de tiempos más antiguos. La sección que contiene el código de las ordenanzas religiosas y civiles (20,23-23,33) se remonta a un pasado aún más lejano y es muy posible que tenga su origen en épocas pre-mosaicas.

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