Los asombrosos Elefantes marinos septentrionales



En el artículo Los amos del harén se recoge el comportamiento reproductor de estos animales, que sorprende por la agresividad y machismo animal con que se caracterizan sus hábitos sexuales, y las largas migraciones que realizan estos mamíferos.
Los amos del harén.
De Stéphane Deligeorges.
En las islas situadas frente a la costa sur de California y en la península mexicana de Baja, cabe encontrar, en ciertas épocas del año, auténticos sultanes que reinan violentamente sobre vertiginosos harenes, a veces de cien hembras reunidas a su alrededor. Estos reyes marinos, pinnípedos del género Mirounga a los que se denomina elefantes marinos septentrionales (M. angustorostris), tienen al sur unos primos, los elefantes marinos australes (M. leonina). Ambos son seres enormes y potentes: los machos dominantes alcanzan un tamaño de casi 5 metros por 2,5 toneladas de peso. Estas focas gigantes presentan un dimorfismo sexual considerable, ya que sus hembras miden como máximo 3 m por un peso de 900 kg. Su nombre de elefantes marinos viene del apéndice nasal, que, cuando está hinchado, les sirve de caja de resonancia para proferir un formidable rugido.
Cada mes de diciembre, los machos de las regiones septentrionales llegan súbitamente a las playas de arena fina y libran duras y mortíferas luchas para el dominio territorial y sexual. Estos animales salvados in extremis de la extinción, en 1964, van a interesarnos por dos aspectos de su comportamiento. El primero concierne a sus hábitos sexuales, que llevan a estos pinnípedos a extremos de machismo animal. El segundo los convierte en campeones absolutos de los mamíferos migradores.
En la islas de San Miguel, San Nicolás y Santa Rosa, antes de que comiencen determinadas agrupaciones que llegarán a reunir a 10.000 focas, los machos que acaban de llegar y esperan a las hembras se enfrentan para acceder a la cima de su jerarquía. Además del rostro sonoro e hinchado, muestran un grueso escudo de cuero en el cuello y la garganta. Este escudo suele estar ensangrentado por la potencia de los asaltos que enfrentan a los machos. Los elefantes marinos vencedores formarán la «clase de los amos del harén». Son ellos, al menos en un primer momento, los que tendrán el monopolio de los apareamientos. Luego, las hembras surgen del mar y se disponen a dar a luz a los pequeños concebidos un año antes. Tres semanas más tarde, se ven las caras con unos machos extremadamente fogosos que no cesan de asaltarlas, ya estén en celo, grávidas, parturientas o amamantando a sus crías. Los amos del harén tienen un sistema de cortejo absolutamente directo que no admite rechazo alguno. Sin más preámbulos, el macho se acerca a la hembra de costado, pone la aleta anterior sobre su espalda, la muerde en el cuello hasta hacerla sangrar y trata de copular.
Esta brutalidad provoca a veces una ruptura definitiva entre el pequeño y su madre cuando está teniendo lugar el amamantamiento. Además, en su frenesí amoroso, los machos aplastan a los recién nacidos al moverse; la densidad de estas agrupaciones puede provocar hasta un 10 % de pérdidas entre estos juveniles. Realmente, el periodo de reproducción no es ninguna ganga para las hembras: cuando estas últimas vuelven al mar, tras haber conocido el ardor de los amos del harén, tienen que sufrir los asaltos de los machos dominados que se mantenían hasta el momento a distancia. Allí, su vida vuelve a correr peligro, hasta tal punto es intensa la excitación de estos últimos. Sólo escapan si sus llamadas logran hacer que los dominantes expulsen a los imprudentes.
La reproducción de los elefantes marinos es una empresa egoísta donde grandes machos dominan a pequeñas hembras y estas últimas se dedican, en definitiva, a minimizar los daños. ¿Cómo explicar unas actuaciones tan conflictivas?
Hay que señalar un último detalle de esta guerra de sexos. Algunos machos jóvenes recién destetados no vacilan en arriesgarse a ir a amamantarse con otras hembras del harén que no son sus madres. Tratan con ello de obtener lo más pronto posible una masa corporal importante. Hay que precisar que la leche de los elefantes de mar hembra es la más rica del mundo, ya que contiene un 50 % de materias grasas, mientras que la de vaca sólo contiene un 3,5 %.
Al salir de este periodo atormentado, que también es de completo ayuno, los machos y las hembras han perdido cerca de la mitad de su peso. Estas últimas son las primeras en dejar las playas: súbitamente abandonan allí a su cría. Estamos a comienzos de marzo y los machos, a su vez, toman el camino del mar. Luego, encontrando exactamente su playa de origen, los elefantes de mar surgen otra vez del agua: las hembras en abril y mayo, los machos en julio. Al cabo de un mes de presencia, todos, en el mismo orden, van a desaparecer. Las focas han llegado para realizar su muda. Tras de sí no dejan otra cosa que jirones de piel y matas de pelo. ¿A dónde van entre estos dos períodos que pasan en tierra? Debemos a las observaciones de Burney J. Le Boeuf, de la Universidad de Santa Cruz, y a su equipo, la determinación de la profundidad a que pueden sumergirse estos animales. Los trabajos de Brent S. Stewart y Robert L. Delong, por último, han conseguido dilucidar una doble peregrinación marina de los elefantes de mar septentrionales.
Una gran cantidad de sangre permite al elefante marino permanecer tres minutos en la superficie y sumergirse hasta cuarenta minutos
Primera extravagancia: las focas, apenas están en el agua, se sumergen profundamente. Algunas alcanzan hasta 600 metros de profundidad. Hay que imaginar, pues, una presión de 60 atmósferas. Estos períodos de apnea duran de 20 a 40 minutos y a los animales les bastan 3 minutos, en la superficie, para tomar aire. Los registros realizados han demostrado que al cabo de cuatro meses en el mar cada foca se había sumergido más de siete mil veces. Ello significa que los elefantes marinos pasan más del 90 % de su tiempo debajo del agua. Allí se alimentan abundantemente de presas pelágicas, sobre todo de calamares de las profundidades. Una de las razones de su gran capacidad buceadora consiste en que estos mamíferos tienen mucha sangre, la cual transporta una gran cantidad de oxígeno, exactamente el 12 % de su masa corporal (en el hombre sólo es del 7 %). Durante la inmersión, las arterias periféricas se contraen para enviar más sangre al cerebro; el corazón, por su parte, frena su ritmo para mantener la presión sanguínea a un nivel normal. Estas focas no padecen el mal de las profundidades, pues llevan muy poco aire en sus pulmones y durante la zambullida no se suministra ningún aporte de oxígeno.
He aquí ahora el detalle de esta migración que no practica ningún otro vertebrado de nuestro planeta. La migración se inicia al término de la estación de reproducción. A finales de febrero, las hembras parten en dirección del Pacífico norte, frente a las costas del estado de Washington, antes de regresar a su playa de origen para mudar. Su periplo es de 4.000 millas náuticas. La duración de este recorrido es de unos 70 días. Los machos comienzan su viaje a principios de marzo. Este les conduce 1.700 millas más lejos que el punto septentrional extremo de las hembras. Cuando los machos regresan a San Miguel para mudar, han permanecido 120 días en el agua y su recorrido ha sido de 7.400 millas.
Después del mes que pasan ayunando y mudando, los elefantes marinos parten hacia su segunda migración. Las hembras nadan hasta finales de mayo y alcanzan el mismo punto que habían alcanzado en la primavera. Esta vez las hembras permanecen en el mar unos ocho meses y recorren una distancia de 7.600 millas náuticas antes de regresar a San Miguel para dar a luz y volver a reproducirse. La migración de los machos, por su parte, empieza a comienzos de septiembre. Los animales van a franquear entre 6.000 y 7.000 millas en cuatro meses. En total, esta doble y extraordinaria migración habrá sido de 18.000 km para las unas y de 21.000 kilómetros para los otros.
Los datos recogidos muestran que cada foca toma caminos similares en sus sucesivas migraciones. Pero estos itinerarios varían de un individuo a otro. Al final, los machos y las hembras toman un corredor común a lo largo de las costas de California y de Oregón subiendo hasta las islas Aleutianas hacia Alaska, pero como los primeros van más al norte y en momentos distintos, los sexos realizan separados este largo periplo.
Persisten algunas cuestiones, hasta ahora sin respuesta definitiva. ¿Por qué las focas realizan tan increíbles migraciones? ¿Van en busca de zonas ricas para su alimentación? ¿Cómo se orientan? La percepción del campo magnético terrestre es la hipótesis más plausible. Pero no se ha descubierto ningún mecanismo perceptivo de este magnetismo. Por último, pasando como pasan el 90 % del tiempo debajo del agua, ¿cómo consiguen dormir los elefantes septentrionales? Sabemos que en los mamíferos terrestres el sueño parece estar en proporción inversa el peso corporal: las vacas, los caballos, los elefantes y las jirafas duermen muy poco. ¿Se llegará a la conclusión, observando detalladamente los elefantes marinos, que tampoco ellos tienen necesidad de dormir? ¿Y que tampoco les queda tiempo para soñar?
Fuente: Deligeorges, Stéphane. Los amos del harén. Mundo Científico. Barcelona: RBA Revistas, abril, 1997.


sábado, 26 de marzo de 2011

El mitológico Elíseo



Elíseo (mitología), también conocido como Campos Elíseos, en la mitología griega, un paraíso prehelénico, una tierra de paz y felicidad plenas. En las obras de Homero, Elíseo era una tierra en el extremo más lejano y occidental del mundo adonde eran llevados los grandes héroes, en cuerpo y alma, para hacerlos inmortales. Allí eran libres de proseguir con sus actividades favoritas y las penas y las enfermedades eran desconocidas. Pronto, sin embargo, Elíseo fue considerado como la residencia de los muertos bienaventurados, donde las almas de los héroes, poetas y sacerdotes vivían en total felicidad, rodeados de hierba, árboles y suaves brisas, y envueltos en una luz rosada perpetua.
En la mitología romana, Elíseo era una parte del mundo subterráneo y un lugar de recompensa para los muertos virtuosos. Para algunos era sólo un paraíso temporal. En el borde de su mullido y verde prado corría Lete, río del Olvido, del cual tenían que beber todas las almas que retornaban a la vida en el mundo superior.

Entradas populares