LOS PRIMEROS SUBMARINOS


De la antigua Grecia a los experimentos de Monturiol y Peral

PLANOS ORIGINALES DEL «ICTINEO». El primitivo sumergible Ictíneo de Narciso Monturiol tenía siete metros de longitud y capacidad para seis tripulantes. Su forma semejaba la de un enorme pez.


EL hombre le han intrigado siempre los misterios  del  mundo submarino. En la antigua Grecia, Aristóteles, Arquímedes y otros sabios nos hablan de experimentos con campanas sumergibles. Los esquimales sintieron también la misma curiosidad: se dice que en la catedral de Asloe (Oslo) había en 1505 dos pequeños submarinos, construidos con pieles de foca, traídos 150 años antes por el rey Haakon de una expedición militar a Groenlandia.

Relatos del siglo XVII hablan de barcos de guerra turcos atacados por tribus de casacas que emplearon submarinos a remo. Hacia 1620, el holandés Cornelius Van Drebbel construyó una embarcación de madera forrada de cuero engrasado, que la hacía impermeable, y con la que navegó a cinco  metros de profundidad.

En 1776, el estadounidense David Bushnell construyó el primer submarino utilizado como arma de guerra. Se trataba del Turtle, con el cual se intentó sin éxito colocar una bomba en un barco británico durante la guerra de la independencia de los Estados Unidos.

El paso siguiente también se dio en los Estados Unidos y asimismo en contra de la Gran Bretaña. En 1800, Robert Fulton construyó el submarino Nautilus, que quiso vender a Francia, enfrentada a la san con Inglaterra. Se realizó una demostración impresionante, completada con la explosión de una mina, pero los franceses no llegaron a interesarse.

A mediados del siglo pasado el español Narciso Monturiol proyectó e hizo construir un sumergible de siete metros de longitud, que tenía forma de pez, cámara cilíndrica y capacidad para seis tripulantes. Le dio el nombre de Ictineo y en 1859 logró con él una profundidad de 10 metros y un tiempo  total de inmersión de más de dos horas. Posteriormente construyó un nuevo Ictineo perfeccionado, propulsado por dos motores de vapor, con el que alcan30 metros de profundidad y pudo maniobrar durante ocho horas.

Otro pionero español de la navegación submarina fue Isaac Peral. En 1888 botó el submarino bautizado con su apellido. Se sumergió durante más de una hora e impulsado eléctricamente logró navegar cuatro millas a 10 metros de profundidad. El experimento despertó enorme entusiasmo popular.

El desarrollo del submarino continuaba en los Estados Unidos que lograron al fin ser los primeros en utilizarle con éxito en una acción bélica. En 1864, durante la guerra de Secesión, los estados confederados del sur construyeron el submarino H. L. Hunley, que, armado con una mina sujeta a un botalón en la proa, combatió y causó daños al acorazado federal Hausatonic.

La mayoría de estos primeros ingenios tenían bajo el agua un radio de acción muy limitado, pues las reservas de aire se agotaban en seguida. La solución llegó en la década siguiente a 1880, con la invención de los motores eléctricos.

sábado, 16 de abril de 2011

El asombroso BARCOS DE VELAS GIRATORIAS


En los años 20 se quiso volver a la fuerza del viento


UN ROTOR EN MANHATTAN. El Baden-Baden, barco de rotores de Anton Flettner, capeó duros temporales en su travesía transatlántica de Hamburgo a Nueva York. Propulsado por dos torres amarillas giratorias, el barco causó sensación en Estados Unidos;

 EN 1925 el mundo de la navegación marina se conmovió profundamente ante la aparición de unos barcos que se movían mediante extraños y gigantescos cilindros verticales. Los alemanes, sus inventores, pensaron haber revolucionado el transporte marítimo.
La inusitada idea del barco de rotores se debe al ingeniero alemán Anton Flettner, que se inspiró en ciertos experimentos llevados a cabo en 1922 en la Universidad de Gottingen. Flettner descubrió que la presión del aire sobre un cilindro giratorio era mucho mayor que la ejercida sobre un cilindro estático y decidaplicar este principio a la navegacn.
Los barcos tenían dos cilindros rotores, accionados por sendos motores instalados en sus bases. Cuando giraban a una velocidad cuatro veces mayor que la del viento, la presión sobre ellos era 15 veces mayor que la ejercida sobre una vela que presentara la misma superficie.

La idea vino del deporte
Antes de que nadie aplicara este principio a los barcos, los jugadores de pelota conocían este fenómeno y lo aprovechaban en su propio beneficio. Los jugadores de críquet lanzan la pelota con un movimiento de rotación, para que al contacto con el aire describa una trayectoria falsa. Los jugadores de tenis engañan al adversario con el giro de la pelota y muchos otros deportistas se valen del mismo ardid. Se decía que el barco de rotores era más rápido que los veleros, de mantenimiento más barato y de manejo más sencillo. Saa airoso de las tempestades sin otro medio que sus pequeños motores de gasolina. Un barco de vela ordinario necesitaba arriar todo su trapo y detenerse durante un huracán, mientras el barco de rotores proseguía su navegación. En travesías transatlánticas los barcos de rotores alcanzaban velocidades de 17 nudos. Eran embarcaciones pequeñas de unas 600 toneladas, cuyos dos cilindros de 20 metros de altura y tres de diámetro, parecían enormes chimeneas.

Sin problemas de mantenimiento

Los entusiastas de los barcos de rotores auguraban, para el nuevo invento, un porvenir fulgurante e inmediato. Según ellos el procedimiento se extendería a toda la navegación marítima, debido a sus ventajas sobre los barcos de vela: la economía y la sencillez.
En cuanto a mantenimiento, el barco de Flettner era un 80 por ciento más económico que el de vela. Mientras se requerían varias docenas de marineros para atender a las velas, un solo hombre podía controlar los
rotores. Además, el barco de rotores maniobraba con mayor facilidad y rapidez.
Pero la técnica adelanta en ocasiones de modo imprevisible y antes de 20 años estos barcos revolucionarios se desguazaron para chatarra. En todos ellos se producían problemas mecánicos por la incesante vibración de sus rotores, y no resultaban de entera garantía por su dependencia del viento.

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