Las primeras cremalleras


CREMALLERAS POR MILLONES

DESGRACIADAMENTE, la primera cremallera, inventada en 1893 por Whitcomb L. Jud-son, ingeniero de Chicago, no estuvo a la altura de su nombre comercial, C-Curity (Seguridad). El sistema de dientes engranados se soltaba frecuentemente o se trababa inoportunamente.
En 1913 un ingeniero de origen sueco, Gideon Sundback, transformó la idea de judson hasta dar origen a una poderosa industria. Sundback dispuso unos resaltes en los dientes de la cremallera (izquierda) que facilitaban su engranaje de modo firme y seguro.
La cremallera modificada de Sundback ha tenido numerosas aplicaciones en los más diversos campos, desde la agricultura hasta la medicina. Ha sido utilizada para calzar las patas de las ovejas en epidemias de fiebre aftosa, y un cirujano australiano cosió una en el estómago de un paciente para su fácil examen. Actualmente se fabrican al año casi medio millón de kilómetros de cremalleras de todos los tipos. 

lunes, 25 de abril de 2011

Las primeras dentaduras postizas


LA BOCA DE NUESTROS ABUELOS
Dentaduras para privilegiados de la fortuna

LA dentadura postiza es casi tan antigua como los etruscos, dueños de la
It
alia central antes de los romanos.  Se han descubierto cráneos humanos con dientes artificiales de hueso y marfil y con puentes de oro, que datan del año 700 antes de J.C.
Pero la odontología de los etruscos fue olvidada durante siglos, y hombres y mujeres, de generación en generación, padecieron terribles torturas a causa de su boca, envejeciendo prematuramente su aspecto por el hundimiento de sus mejillas debido a la pérdida de los dientes. Cuando la reina Isabel I de Inglaterra perdió su dentadura se colocó un postizo de trapo bajo los labios para disimular el hundimiento de su rostro.
En la Edad Media, los curanderos e histriones mantuvieron el mito de que los gusanos, alojados en las encías, causaban los dolores y la caries de los dientes, y a menudo convertían en un espectáculo público su tratamiento y sus extracciones sin anestesia. Mientras un payaso gesticulaba y hacía cabriolas para mantener a la muchedumbre entretenida, el curandero forcejeaba en la boca del paciente, al que sujetaba firmemente un ayudante.
Muchas veces, otra persona golpeaba un tambor para ahogar los gritos de angustia.

Dentaduras hechas  a mano
A finales del siglo XVII, los ricos podían disponer de toscas dentaduras de marfil. Solía tomarse medida de la boca con compases, y los dientes postizos se ataban a los sanos con hilos de seda.
Se hicieron dentaduras completas para la mandíbula inferior, pero las realizadas para la mandíbula superior eran difíciles de mantener en su sitio.
A medida que la demanda de dientes aumentaba, los indigentes llegaron a vender sus dentaduras a los ricos para comprarse alimentos y vestidos. Algunos altos dignatarios de las cortes europeas se hacían colocar magníficos dientes de oro, plata o ágata. Pero todavía era necesario quitarse los dientes para comer.

Trasplante de dientes
Algunas mujeres elegantes se hacían traspasar las encías para sujetarse las dentaduras. Pero a principios del siglo XVIII, un dentista de París llamado Fauchard realizó dentaduras para ambas mandíbulas, unidas con muelles de acero. De este modo logró que los dientes se mantuvieran en su sitio, aunque cerrar la boca suponía un gran esfuerzo.

Los trasplantes de dientes tuvieron bastante aceptación por algún tiempo en el siglo XVIII. Los dientes del donante se ajustaban en alveolos practicados en las mandíbulas del receptor.

Poco antes de la Revolución Francesa, Guiseppangelo Fonzi, dentista italiano, que trabajaba en París, fabricó dientes de porcelana sueltos, montados sobre oro o platino. Fueron introducidos en Inglaterra por el francés Dubois de Chémant, a finales del siglo XVIII.

Se cree que Anthony A. Plantou llevó en 1817 los dientes de porcelana a los Estados Unidos y, poco después, J. Lean Williams mejoró la presentación de los dientes postizos modelando la montura según la forma del rostro.

Se diseñaban dentaduras combinando tres esquemas  sicos: el cuadrado, el triángulo y la elipse.

Dientes de cadáveres
A pesar de la introducción de dientes artificiales, continuaron usándose dientes humanos. Los viejos dandis lucían «dientes de Waterloo», extraídos de cráneos desenterrados en el escenario de la derrota napoleónica. A Inglaterra llegaron por barco dientes de los muertos en la guerra de Secesión (1861-5) de los Estados Unidos.

En 1845, Claudius Ash, odontólogo estadounidense que se oponía al empleo de dientes de cadáveres, produjo un diente de porcelana mucho s perfeccionado. Lo logró gracias a la utilización de ebonita, caucho vulcanizado con azufre, en el vaciado de  los alveolos.

Finalmente, como las monturas moldeadas se ajustaban mejor y con mayor firmeza, se desecharon las almohadillas de succión y los muelles.

A finales de siglo, se utilizaron durante algún tiempo dientes baratos de celuloide. Pero resultaban altamente inflamables, y se habló de alguien que sufrió quemaduras al incendiársele los dientes cuando fumaba un cigarrillo.
Las monturas y dientes modernos se hacen de resina acrílica plástica, aunque a veces también se usa la porcelana.

A finales de la década de los años cincuenta, en los Estados Unidos, una industria de goma de mascar halló el modo de evitar que su chicle se pegara a los dientes postizos, produciendo dentaduras revestidas de politetrafluoretileno (PTFE). Esta sustancia tiene hoy numerosas aplicaciones: desde revestimiento de sartenes de cocina, hasta materia indispensable en la fabricación de arterias artificiales.

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