Rarezas animales



Los camellos llevan agua en la joroba. La joroba del camello contiene grasa, que puede mantener al animal durante más de una semana si no dispone de otro alimento. Indudablemente, al digerir la grasa, el camello produce cierta cantidad de agua; pero ello no significa que lleve un depósito en su joroba. Tambn es curioso que existen otros animales con mayor aptitud que el
c
amello para subsistir sin beber agua, como  la jirafa y varios antílopes.

Puercoespínes y erizos pueden disparar sus púas. Como mecanismo de defensa, las púas del puercoespín y del erizo son altamente eficaces. Aparte de su evidente efecto disuasivo, suelen portar suciedad y bacterias nocivas que pueden provocar seriasinfecciones. Además, por estar dotadas de minúsculas barbas, no es fácil extraerlas.

Ni el erizo ni el puercoespín poseen un mecanismo especial que «dispare» sus púas. No obstante, las del puercoespín, que ascienden a 18.000, pueden arrancarse fácilmente cuando se erizan.
Los escorpiones se suicidan. Es pura leyenda que los escorpiones se den muerte con  su propio aguijón si se ven rodeados de llamas. Sin duda, su veneno es sumamente activo, pero, como otros animales venenosos, los escorpiones son totalmente inmunes a su propia ponzoña.



¿ARQUERO NATO? Ni el puercoespin ni el erizo disparan sus púas para defenderse




sábado, 18 de junio de 2011

EL REY CANUTO ORDENO QUE EL MAR SE RETIRARA


Según un historiador, el gesto del rey Canuto a la orilla del mar fue sólo una demostración de su humildad eximia


No ES CIERTA la historia de que el rey Canuto 11 el Grande (994?-l035). rey de Inglaterra, Dinamarca y Noruega, ordenara retirarse a las aguas del mar y en respuesta sufriera un remojón. Y si lo hizo, parece que la historia no ha sido comprendida. La versión primitiva no pretende (como el vulgo ha supuesto) presentar al monarca como a un insensato, sino como a varón de profunda humildad.

Un siglo después de la muerte del rey Canuto, Henry de Huntingdon escribió en su Historia Anglorum que el soberano, enojado por las serviles lisonjas que le tributaban sus cortesanos haciéndole ver su omnipotencia, llevó a sus aduladores hasta la orilla del mar. Después de ordenar a las aguas que se retirasen y no conseguir más que mojarse los pies, Canuto dijo a los suyos: «Sepan todos los hombres cuán vano e inútil es el poder de los reyes, porque no hay ninguno digno de ese nombre, excepto Aquél a quien el
cielo, la tierra y el mar obedecen bajo leyes inmutables".

En el futuro, añade Huntingdon, el rey Canuto jamás volvió a utilizar su corona, que colgó en la catedral de Winchester. 

El pulgar dirigido hacia abajo significaba muerte en el circo romano.


Un cuadro del artista francés lean Léon Géróme (1824- 1904), expuesto por primera vez en 1873, y que fue extraordinariamente difundido en forma de grabados, mostraba a un emperador romano dirigiendo el pulgar hacia abajo para que un gladiador matase a su adversario caído. Quizás este cuadro motivó la leyenda del conocido gesto, pues no consta en parte alguna que la señal de la muerte en el circo consistiera en volver hacia abajo el dedo pulgar.
Una traducción de 1693 de las Sátiras, de Juvenal, que vivió aproximadamente entre los años 60 y 140 de nuestra era, se refería a «la plebe que mataba volviendo el pulgar hacia sí». Ellatinista ]ohn Mayor explicaba en su edición de 1853 de la obra de Juvenal: «Quienes deseaban la muerte del gladiador vencido volvían el pulgar hacia el pecho para indicar al vencedor que le acuchillase. Quienes querían perdonarle dirigían el pulgar hacia abajo, como signo de que se arrojase la espada.»
Los emperadores romanos consultaban a los espectadores antes de dar la señal de vida o muerte al gladiador victorioso.
El Diccionario Latino de Lewis y Short (1880) dice acerca de la palabra "pollex (pulgar): «Cerrar el pulgar Cpremere) era signo de aprobación; extenderle (uertere, conuertere, pollex infestus) era signo de desaprobación.»

George Washington y el cerezo


¿FUE VERDAD O NO? Versión de la anécdota de Washington, según el pintor estadounidense Grant W ood. A la derecha, el biógrafo Mason Weerns.

George Washington y el cerezo. A la edad de seis años, George Washington, futuro primer presidente de los Estados Unidos, derribó con su hacha el cerezo favorito de su padre. «No quiero mentir, padre -confesó noblemente-; yo lo derribé.»
Este suceso singular, mezcla de travesura y honestidad infantil, se recuerda como una de las grandes anécdotas en la historia de los Estados Unidos. Manifestaba la honradez y sinceridad de un político eximio.
La realidad es que poco se sabe de la infancia de Washington. En una de sus primeras biografías, escrita por el clérigo Mason Locke Weems, tan sólo se dedica una página a los primeros años de su vida.
El libro se llama Vida de George Washington, y en su primera edición, publicada en 1800, al año de la muerte del presidente, no se hace mención alguna del incidente del frutal. Posteriormente se revisó esta edición para incluir nuevas anécdotas, entre ellas el episodio que comentamos.
Weems afirma que oyó relatar el suceso a una desconocida y «provecta dama» que tuvo relación con la familia Washington. Pero se sabe que este autor acostumbraba a amenizar sus escritos con muchos detalles biográficos tomados de obras y personajes totalmente diferentes.

El mismo reconoció las libertades que se había permitido, aunque nunca dijo que el relato del cerezo fuese una fábula. En su Vida de William Penn, fundador de Pennsylvania, Weems trazó la historia de un convenio, que nunca existió, entre los indios y los colonos, con todo lujo de citas.

La biografía de Washington escrita por Weems, que alcanzó más de 70 ediciones durante el siglo XIX, insertó para siempre la anécdota del cerezo en la tradición popular; pero ningún biógrafo moderno la acepta como digna de crédito y algunos la rechazan totalmente.

Sin embargo, en un pichel alemán de cerámica, que ostenta la cifra de 1776 (fecha de la Declaración de Independencia, cuando Washington tenía 44 años), aparece la ilustración de una historia muy semejante a la del joven Washington y el cerezo.

Un muchacho, en traje de la época, empuña un hacha junto a un árbol caído, y en dos lugares se observan las iníciales «C.W.»o«G.W.».

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