Choctaw


Los asombrosos Choctaw

Viaje hacia Oklahoma
Pintado por Robert Lindneux, La caravana de las lágrimas refleja la emigración de varias tribus norteamericanas hacia el Territorio Indio de Oklahoma, región que el gobierno federal de Estados Unidos delimitó para que fuera ocupada por algunas tribus indígenas. Entre 1831 y 1835 los cherokee, creek,

Choctaw, pueblo indígena norteamericano de la familia lingüística muskogee, lengua aborigen de Estados Unidos, que en sus orígenes habitaba en los actuales estados de Georgia, Alabama, sur de Mississippi y Luisiana, en la región cultural del Sureste de Estados Unidos.
La tribu choctaw se caracterizaba por ser más amistosa que sus enemigos tradicionales, los pueblos chickasaw y creek. Vivían en pequeñas chozas de adobe y caña, y probablemente eran los agricultores más avanzados de la región. Utilizaban herramientas sencillas para cultivar maíz, frijol, batata, calabaza y tabaco, cuyos excedentes vendían o intercambiaban por otros productos. Criaban ganado, pescaban y cazaban con arco y flechas. Después de la llegada de los colonos, la tribu choctaw conoció el caballo, que utilizó como animal de carga. Más tarde, junto con las tribus seminola y chickasaw criaron sus propias razas de caballos.
Durante los siglos XVIII y XIX se vieron obligados a emigrar hacia el oeste para evitar las luchas con los colonos. Hacia el año 1842 ya habían cedido la mayor parte de sus territorios al gobierno de Estados Unidos, por lo que fueron reubicados en el Territorio Indio del actual estado de Oklahoma. Aquí pasaron a formar parte del grupo de las Cinco Tribus Civilizadas (junto con los creek, cherokee, chickasaw y seminola), denominado así por haber organizado gobiernos con leyes escritas y adoptado hábitos y costumbres de los colonos, incluida la fundación de escuelas. Durante la Guerra Civil estadounidense lucharon al lado del Ejército Confederado. La tribu choctaw colaboró en el desarrollo del nuevo estado de Oklahoma (fundado en 1907). Hoy viven en él muchos de sus descendientes, así como en Mississippi y Luisiana. Véase también Indígenas americanos.
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viernes, 9 de septiembre de 2011

Lenguas aborígenes de Estados Unidos y Canadá


Lenguas aborígenes (Estados Unidos y Canadá)

Lenguas aborígenes (Estados Unidos y Canadá), conjunto de idiomas de los pueblos indígenas de los Estados Unidos y Canadá actuales. Se desconoce su número exacto; parece que todavía se hablan unas doscientas lenguas diferentes en este gran territorio, aunque parece ser que cuando llegaron los europeos eran más de doscientas o trescientas las lenguas vivas del continente (véase Lenguas aborígenes de Hispanoamérica).
En cuanto al número de hablantes pasados y presentes no se puede establecer ninguna cifra exacta, sólo estimativa y por comparación. Se cree que cuando los europeos llegaron al nuevo mundo, en el norte de México hablaban sus propias lenguas cerca de millón y medio de personas, que hoy se han reducido a unas doscientas mil.
En la actualidad las lenguas que cuentan con mayor número de hablantes en el norte de América son el navajo (unos ochenta mil), el ojibwa (variedad del algonquino, con unos cuarenta mil) y el inupiaq o inuktitut (que hablan los esquimales inuit). Éste cuenta con más de sesenta mil hablantes y su variedad el groenlandés es lengua nacional.
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PRÉSTAMOS LINGÜÍSTICOS
Los préstamos habidos entre las lenguas indígenas y las europeas han sido mutuos; los idiomas nativos recibieron palabras del español (en California, Texas, La Florida), inglés, ruso (en Alaska) y francés (en Canadá y Luisiana). A su vez las lenguas europeas incorporaron topónimos, nombres de plantas, animales y cuantas realidades nuevas debían nombrar a partir del contacto con un mundo nuevo. Así, desde el mismo nombre de Alaska que procede de Aleut, nombre que en aleutiano se daba a la península; Connecticut, del mohicano, (variedad del algonquino) con el significado de 'río largo'; Minnesota, del dakota o del siux 'agua oscura de las nubes'.
La clasificación de las lenguas aborígenes americanas, en general, no está exenta de discusión. A mediados del siglo XX las norteamericanas se han clasificado en sesenta familias diferentes, sin que los lingüistas hayan demostrado una relación genética que las aglutine. Se cree que la población originaria de América es de procedencia asiática que penetró por el estrecho de Bering y su enorme diversidad de lenguas lleva a pensar que si son diferentes es porque se produjeron emigraciones múltiples y en épocas diversas.
La tarea más importante que tiene la lingüística actual es dar una clasificación por familias de la variedad de idiomas indígenas americanos. La gran cantidad de datos, así como la desaparición, una tras otra, de las lenguas, dificulta la tarea.
En 1929, el antropólogo y lingüista Edward Sapir reunió en seis grandes grupos o bloques las lenguas norteamericanas y en quince las centroamericanas. No obstante, los últimos estudios sobre las áreas lingüísticas —investigaciones sobre los préstamos entre las lenguas y sobre los rasgos gramaticales que presentan los idiomas de un área determinada— han demostrado que hay que reconsiderar muchas relaciones remotas antes establecidas. La escuela que representa el lingüista estadounidense Joseph Greenberg afirma que las lenguas de Estados Unidos y Canadá pertenecen a tres familias: la esquimal-aleutiana, la na-dene y la amerindia (con once ramas).
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CARACTERÍSTICAS LINGÜÍSTICAS
Dada la gran diversidad de las lenguas aborígenes de Estados Unidos y Canadá no es de extrañar que sean grandes las diferencias que existen entre ellas, tanto fonológica como gramaticalmente. Tampoco existe ningún rasgo que sea exclusivo de este conjunto.
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FONOLOGÍA
En las lenguas indígenas existe una gran variedad de sistemas fonéticos.
4.1
Consonantes
Las consonantes glotales se emiten cuando se cierra la glotis, a lo que sigue un relajamiento, mientras se articula un sonido sordo, fuerte y no aspirado. Estos sonidos aparecen en athabasco, siux y salish.
Las consonantes aspiradas se emiten cuando se expulsa un chorro de aire, después de relajar la consonante. Estos fonemas aparecen en las familias siux, pomo y yuma.
Las retrorreflejas (o cacuminales) se emiten con la punta de la lengua elevada y vuelta hacia el paladar duro. Poseen estas consonantes la pomo, yuma y otras lenguas de California.
Las consonantes velares se producen en la parte posterior de la boca, como la k o la g, de las árabes y hebreas (que se transcriben como q). Aparecen en la familia esquimal-aleutiana, la yuto-azteca del norte y la athabasca de California entre las lenguas del subcontinente norteamericano.
La consonante velar nasal es el fonema ng. Lo poseen el esquimal, haida, yuma y las athabascas de California.
Las consonantes nasales sordas y las semiconsonantes son fonemas parecidos a m, n, y y w. Aparecen en algunos dialectos del iroqués.
La i sorda se encuentra en alguna variante esquimal, en otras de California, y en las subfamilias athabasca, salish y muskogee.
Las consonantes laterales africadas se parecen mucho a un sonido tl ligeramente aspirado. Poseen este tipo de fonemas las subfamilias athabasca, sahapta y huaca.
4.2
Vocales
Las sordas o sibilantes aparecen en los grupos zuñi, hopi y keres (todas ellas habladas por las gentes de la etnia Pueblo), las lenguas yuto-aztecas y el grupo cheyene, de la familia algonquino-ritwan.
Poseen vocales nasalizadas (como en portugués y francés) el athabasco, el algonquino oriental, el siux, el muskogee y los grupos kiowa-tano.
La i alta y media, fonema no labializado, se da en comanche y en la costa Tsimshi.
4.3
Acento
Una diferencia en el acento tónico o de intensidad distingue una palabra de otra. Poseen acento de intensidad el mohawk y el cherokee (iroquesas), el crow (siux), cheyene, arapajó y penobscot, del grupo algonquino.
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GRAMÁTICA
Las lenguas aborígenes de Estados Unidos y Canadá presentan estructuras gramaticales muy diferentes. A continuación se presentan algunos rasgos gramaticales.
El orden sintáctico varía de una lengua a otra, tanto en su importancia como en su función. En unas, este orden sintáctico es relevante como algunas californianas que siguen sujeto-objeto-verbo.
Poseen referencia selectiva las lenguas que indican si el sujeto o el objeto de una oración es el mismo o es diferente del que posee una oración anterior. En español, por ejemplo, si alguien dice: 'Pepe vio a Maite cuando salía de su casa', el oyente no puede saber ni quién salía ni de quién es la casa, porque no existe la referencia selectiva. Este rasgo lo posee la algonquina, la paiute, la papago y la yuma.
Los afijos instrumentales (prefijos, infijos y sufijos) se añaden a los verbos para indicar con qué instrumento o por qué procedimiento se realiza la acción. Esta distinción la muestra, por ejemplo, la lengua karok, que en el prefijo pa- indica el empleo de la boca. Así pácup significa 'besar' y paxut significa 'sujetar la boca'. Existe un sistema de prefijos en haida, tlingit y otras lenguas norteamericanas.
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RASGOS SOCIALES Y CULTURALES
En las lenguas aborígenes de Estados Unidos y Canadá emplean formas coloquiales diferentes según lo emitan mujeres u hombres, como en yana, muskogee y atsina. También hay lenguas rituales —que tienen formas especiales del habla para las ceremonias— como las zuñi, iroquesas y algunas más. En regiones plurilingües surgen las jergas de intercambio. Son lenguajes simplificados y entre ellos están el chinook, mobilio y delaware. Otras pocas lenguas desarrollan unas formas silbantes del habla, donde la melodía de los silbidos corre pareja a la de los tonos de la lengua. Se emplea en situaciones de cortesía y aparece en kickapoo (algonquina-ritwa), que es una lengua mexicana próxima a Texas.
En el norte de América, por influencia de la escritura europea —o en muchos casos por su estudio directo— muchas tribus desarrollaron algunas formas de escritura. Como los silabarios del cherokee (sistema que representa cada sílaba diferente por un signo), del micmac, cree y las inuit de Groenlandia.
Los estudios sobre las lenguas aborígenes de Estados Unidos y Canadá han proporcionado numerosos datos a la teoría lingüística sobre el cambio lingüístico, la relación entre lengua y cultura, entre lengua y pensamiento o sistemas de percepción. Aunque hayan desaparecido muchas de ellas, merecen toda la atención. Por otra parte, hay que destacar que en el siglo XX, cada vez más hablantes se interesan en el estudio sistemático de sus lenguas respectivas.


Lenguas aborígenes de Hispanoamérica


Las asombrosas Lenguas aborígenes de Hispanoamérica

Códice Tro-Cortesiano
Escrito sobre papel de fibra de corteza de copó, es una sola tira de 7,15 m de largo doblada a modo de biombo, sobre la que hay pintados jeroglíficos de carácter religioso y mágico. El códice Tro-Cortesiano, también llamado Matritense, contiene fórmulas adivinatorias que utilizaban los sacerdotes mayas para predecir acontecimientos futuros. Fue descubierto en España en dos fragmentos: el más grande pertenecía a Juan de Tro y el menor a José Ignacio Miró, quien lo bautizó "cortesiano" en honor al conquistador de México, Hernán Cortés. Se custodia en el Museo de América de Madrid (España).

Lenguas aborígenes de Hispanoamérica, lenguas que se hablaron o hablan en la América hispánica y que proceden de los pueblos precolombinos.
En Hispanoamérica se han hablado cientos de lenguas y dialectos aborígenes, pertenecientes a numerosas familias (troncos). Muchas ya han desaparecido, por los avatares de las conquistas y colonizaciones; otras han sobrevivido y están, en la actualidad, plenamente vigentes, como, por ejemplo, el náhuatl o azteca, el quiché, el quechua, el aimara, el guaraní y el mapuche. No son en absoluto lenguas “primitivas” —como se ha afirmado sin conocerlas en profundidad—, pues poseen estructuras que permiten a sus hablantes comunicarse expeditamente, al igual que cualquier ser humano del llamado “mundo civilizado”. Incluso, sus gramáticas son, en muchos casos, más elaboradas que las de distinguidas y difundidas lenguas indoeuropeas. En ellas se expresan, desde luego, las culturas que los aborígenes han creado y desarrollado desde hace milenios. No pocas permanecen todavía desconocidas, total o parcialmente, sobre todo las habladas por grupos tribales que habitan en las grandes selvas del continente.
Las lenguas aborígenes de Hispanoamérica han tenido un carácter predominantemente oral, pues sólo unos pocos pueblos (aztecas, mixtecos, mayas) habían logrado crear un sistema de escritura (básicamente pictográfica), el cual, a raíz de la conquista española y la consiguiente transculturación, cayó en desuso. Los misioneros católicos emplearon el alfabeto castellano al elaborar gramáticas (artes) y catecismos (el primero, en náhuatl, apareció en 1528), con el fin de facilitar la evangelización. Tan sólo en época reciente se ha intentado oficializar alfabetos para algunas lenguas (por ejemplo, para el aimara, en 1954 y 1969; para el quechua, en 1975), pero, en la práctica, con poco éxito. Los lingüistas, por su parte, utilizan sus propios sistemas de transcripción.
La población aborigen de Hispanoamérica es de 30 millones según cálculos aproximados. En Guatemala y Bolivia supera el 50% de la población total. México, Ecuador y Perú cuentan con grupos importantes; en cambio, en Panamá, Venezuela y Colombia los grupos son pequeños, tribales. En Chile los mapuches son alrededor de medio millón. En Paraguay predomina la población mestiza, y los aborígenes son, comparativamente, pocos. El único país donde no hay indígenas es Uruguay.

Lenguas del mundo

En relación al número de lenguas habladas en cada país, hay variación. Entre los países más multilingües figuran México (alrededor de 50 lenguas, pertenecientes a 10 troncos, como el yuto-azteca, el maya, el otomanque, el mixe-zoque, entre otros; en el pasado se hablaron unas 100), Guatemala (21 lenguas del tronco maya; además se habla caribe y xinca), Colombia (aproximadamente 70 lenguas, de los troncos arahuaco, chibcha, tucano y quechua, principalmente), Perú (66 lenguas, de los troncos quechua, arahuaco, panotacana y otros) y Bolivia (35 lenguas, de los troncos jaqi, arahuaco, panotacana, tupí guaraní y otros). En Chile, por el contrario, se han hablado comparativamente pocas: como máximo, 10 amerindias.
Aunque las lenguas de Hispanoamérica tendrían un origen común, dado que los antepasados remotos de las poblaciones aborígenes podrían haber emigrado a través del estrecho de Bering desde Asia a este continente (según postula la prehistoria de América) actualmente, y como resultado de cambios ocurridos en ellas durante miles de años, son, en la mayoría de los casos, mutuamente ininteligibles. Ello se evidencia, desde ya, en palabras de su léxico fundamental, como por ejemplo, madre se dice nan-tli (en náhuatl clásico), mama (en quechua), sy (en guaraní) y ñuke (en mapuche).
En su estructuración fonológica (véase Fonología), las lenguas presentan una gran diversidad. Al respecto, si se compara, por ejemplo, el quechua, el mapuche y el guaraní, los dos primeros poseen un sistema vocálico sencillo, sólo con vocales orales (cinco y seis, respectivamente); el último posee, además de seis vocales orales, seis nasalizadas, o sea, doce en total. En lo que respecta al consonantismo, el quechua se caracteriza por la presencia de series de fonemas oclusivos aspirados y glotalizados (eyectivos), desconocidos en mapuche y guaraní. Cabe destacar igualmente que en Hispanoamérica existen lenguas tonales, como, por ejemplo, el mixteco, el zapoteco y el otomí de México.
En cuanto a su estructuración morfológica, se registra también variedad, aunque muchas lenguas son polisintéticas y aglutinantes. En términos sencillos: en ellas se suelen formar palabras complejas, largas, constituidas por la unión (aglutinación) de varios elementos (morfemas), con significado léxico (raíces) y gramatical (categorías de número, persona, tiempo, aspecto, y demás; la categoría de género es poco frecuente), las cuales equivalen a oraciones de lenguas indoeuropeas. En ello se asemejan más a las lenguas ugrofinesas (finés, húngaro) y altaicas (turco). Los morfemas que expresan categorías gramaticales pueden prefijarse o sufijarse a la raíz (o raíces). Los infijos son poco frecuentes.
He aquí algunos ejemplos de polisíntesis y aglutinación:
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NÁHUATL HUASTECA
ni-k-on-ita-s: ‘yo lo veré allá’.
Los morfemas constituyentes de la palabra significan:

ni- : 1ª persona singular
-k- : a él, lo
-on- : allá
-ita- : raíz verbal ver
-s : futuro
El náhuatl huasteca es prefijador y sufijador.
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QUECHUA
jamu-wa-rqa-nki-chu: ‘¿viniste por mí?’
Los morfemas constituyentes de la palabra significan:

jamu : raíz verbal venir
-wa- : tú me, tú a mí
-rqa- : pasado simple
-nki- : 2ª persona singular
-chu : interrogativo
El quechua es sufijador.
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AIMARA
uta-ja-nka-sk-t-wa: ‘estoy (actualmente) en mi casa’.
Los morfemas constituyentes de la palabra significan:

uta- : raíz nominal casa
-ja- : posesivo de 1ª persona singular
-nka- : estar (en)
-sk- : continuativo. Expresa que la acción o estado continúa
-t- : 1ª persona singular
-wa : afirmación
El aimara es sufijador.
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MAPUCHE
mütrüm-tu-a-fi-ñ: ‘lo/la voy a llamar otra vez’.
Los morfemas constituyentes de la palabra significan:

mütrüm- : raíz verbal llamar
-tu- : iterativo. Expresa repetición, reiteración de la acción
-a- : futuro
-fi- : a él, lo; a ella, la
-ñ- : 1ª persona singular de modo indicativo
El mapuche es sufijador.
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LENGUAS INCORPORANTES
Es también característica de estas lenguas aborígenes la llamada incorporación, la cual consiste en introducir en una forma verbal el objeto directo de la acción, expresado éste por una raíz o por un afijo. Cuando se dice, en mapuche, katrü-mamüll-me-a-n, ‘voy a ir a cortar leña’, mamüll, ‘leña’ está incorporado. En mütrüm-tu-a-fi-ñ, el sufijo -fi- expresa el objeto directo. En el primer ejemplo en náhuatl huasteca, que se ha visto antes, lo hace el prefijo -k-.
Debido a tal procedimiento, las lenguas son llamadas incorporantes (véase Clasificación de las lenguas).
Desde los primeros momentos del descubrimiento, los españoles entraron en contacto con las lenguas aborígenes de los troncos arahuaco (o arawak) y caribe (o karib). Se hablaban entonces, en las Antillas Mayores, variedades del subgrupo taíno (o nitaíno) del primero. El taíno propiamente dicho era hablado en Cuba y La Española (Santo Domingo y Haití); el borinquén, en Puerto Rico; el yamaye, en Jamaica y, en las Bahamas, se hablaba el lucaya. En las Antillas Menores se hablaban el eyeri (o allouage), el nepuya, el naparina y el caliponau (usado por las mujeres de las tribus caribes). En las Antillas Menores también se hablaban dialectos del caribe. Ninguna de aquellas lenguas ha sobrevivido.
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TRONCOS LINGÜÍSTICOS
Algunos de los troncos lingüísticos más importantes de Hispanoamérica son:
7.1
Tronco yuto-azteca
Comprende nueve subgrupos y más de 16 lenguas, habladas en Estados Unidos y México. La más importante es el náhuatl o azteca, que cuenta, en el presente, con más de un millón de hablantes. Su nombre proviene del verbo nuhuati, ‘hablar alto’. Náhuatl significa ‘sonoro’, ‘audible’. También ha sido llamada nahua, nahoa, nahualli, mexihca (‘mexicano’) y macehualli (‘campesino’). Posee varios dialectos, como el náhuatl huasteca (en los estados de San Luis Potosí, Hidalgo, Veracruz y en parte de Puebla), el náhuatl septentrional de Puebla (norte del estado de Puebla), el náhuatl tetelcingo (en la ciudad de Tetelcingo y sus dos colonias, Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas, en la municipalidad de Cuautla, Morelos, México). En Guatemala y El Salvador se habla náhuatl pipil. El dialecto que cuenta con más hablantes es el náhuatl huasteca (350.000).
7.2
Tronco maya
Civilización maya
La civilización maya se extendió por toda la península mexicana del Yucatán y zonas de lo que hoy es Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice. En todas estas regiones se han descubierto ruinas de ciudades mayas, que son una muestra de la habilidad y altura artística de sus arquitectos. La civilización maya desapareció hacia el 900 d.C. por causas aún desconocidas.

El maya no es una lengua, sino un tronco que comprende alrededor de 30 lenguas, las cuales son habladas desde el istmo de México hasta Honduras. En el occidente de México están vigentes el tzeltal, el tzotzil, el tojolabal, el yucateco y otras. Sin embargo, la mayoría de ellas (21) se habla en Guatemala, de las cuales cabe consignar, en primer lugar, el quiché (la lengua del Popol Vuh); en seguida, el mam, el kakchikel, el pokomam, el k´ekch´i, entre otras. El quiché se habla en el oeste del país, por cerca de medio millón de personas. Presenta, eso sí, muchos dialectos (14). El mam tiene también alrededor de medio millón de hablantes, y el kakchikel, unos 350.000. El conjunto de las lenguas mayas es hablado por más de dos millones de personas.
7.3
Tronco quechua

Quechuas
Los hablantes de la lengua quechua viven hoy en numerosos lugares de la cordillera de los Andes. Sus ancestros constituyeron la clase gobernante del antiguo Imperio incaico, que ejerció su autoridad en el siglo XV. En la fotografía aparece una mujer quechua tejiendo un característico mantón de vivos colores con un telar. Al fondo, se aprecia la ciudad de Cuzco.

Para algunos estudiosos es una sola lengua con variedades dialectales; para otros, un conjunto de lenguas (21), algunas mutuamente ininteligibles. Originario de la región del Alto Apurímaq y del Urubamba, se difundió por un vasto territorio y es hablada desde el sur de Colombia (Intendencia de Caquetá, Comisaría de Putumayo), Ecuador (provincias de Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo, Cañar, Azuay, norte de Loja y Napo y Pastaza), Perú (en la mayoría de los departamentos, exceptuando Tumbes, Piura, La Libertad, Tacna y Madre de Dios), Bolivia (departamentos de Cochabamba, Chuquisaca, Potosí, este de Oruro y norte de La Paz) y Argentina (Santiago del Estero).
Aunque los incas conquistaron Chile y, a la llegada de los españoles, el quechua era comprendido, por ejemplo, en los valles del norte, no logró entronizarse. Atestiguan su presencia los topónimos y algunos préstamos léxicos en el mapuche.
El quechua tiene todavía millones de hablantes. Se estima que, en Ecuador, hay más de un millón y medio; en Perú, más de tres millones, y, en Bolivia, más de un millón y medio. En Argentina son sólo algunos miles. La cifra total debe ser de, aproximadamente, unos siete millones.
7.4
Tronco tupí-guaraní
Comprende alrededor de 40 lenguas y dialectos, hablados también en un vasto territorio, en Brasil, Paraguay, Uruguay (en el pasado), noreste de Argentina y oriente de Bolivia. Muchos ya se han extinguido. La lengua más importante es el guaraní paraguayo, hablado actualmente por la mayoría de la población del Paraguay.
7.5
Tronco arahuaco (o arawak)
Comprende alrededor de 80 lenguas y dialectos, que han sido hablados, en el pasado, en Florida y las Antillas y, actualmente en las Guayanas, Venezuela, Colombia, Brasil, hasta las estribaciones de los Andes peruanos. La mayoría de sus hablantes forma parte de pequeños grupos tribales.
7.6
Tronco caribe (o karib)
Comprende más de 60 lenguas y dialectos, que han sido hablados, en el pasado, en las Antillas Menores y, actualmente, en las Guayanas, en las cuencas del Orinoco y del Amazonas, desde las costas colombianas del Pacífico hasta el Pará en Brasil. También en este caso los hablantes forman parte de grupos tribales.
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PRÉSTAMOS AL ESPAÑOL
Las lenguas aborígenes han contribuido —y siguen contribuyendo— al español de América principalmente con léxico, a saber:
Del arahuaco de las Antillas: batata, bohío, caimán, caníbal, canoa, carey, colibrí, enaguas, hamaca, iguana, maíz, sabana, tiburón, etc. Por no haber quedado documentadas las lenguas, ya extinguidas, no se puede saber cuál era la forma original de las palabras. Las transcripciones que hicieron los conquistadores no fueron exactas.
Del caribe de las Antillas: cacique, huracán, piragua, tabaco, con respecto a las transcripciones sucede lo mismo que en el caso anterior.
Del náhuatl: aguacate (de yeca-tl), cacaquate (de tlal-cacaua-tl: ‘tierra cacao’), cacao (de cacaua-tl), camote (de camo-tl), coyote (de coyo-tl), chile, ‘ají’ (de chi-li, ‘rojo’), chocolate (de chocola-tl), mole, ‘salsa’ (de mol-li), tamal, ‘empanada de maíz’ (de tamal-li), tiza (de tiza-tl), tomate (de toma-tl), zopilote (de tzopilo-tl).
Del quechua: cancha (de kancha: ‘recinto’, ‘patio’, ‘empalizada’), cocaví (de kokau: ‘provisión’, ‘víveres para el viaje’), callampa (de k´allampa: ‘hongo’), cóndor, (de kuntur), china (de china: ‘hembra de los animales’, ‘sirvienta’), quaqua (de wawa: ‘niño de teta’), humita (de huminta), puma (de puma: ‘león’, ‘gato montés’), vicuña (de wikuña), vizacacha (de wisk´acha).
Del mapuche: cahuín, (de kawiñ: ‘junta’, ‘reunión que terminaba en borrachera’), curiche (de kurü: ‘negro’ y che: ‘gente’), chopazo (de chope: ‘palo puntiagudo’, ‘barreta de madera para cavar la tierra’), pololo (de pülü: ‘mosca’, pülü-lu: ‘quien vuela o zumba como mosca alrededor’).
Del guaraní: ananá(s), jacarandá, jaquar, ñandú, ombú, tapir, tucán, yacaré.

La asombrosa Tribu Galia


La asombrosa Tribu  Galia
La Galia romana, 50 d.C.
Hacia el 44 a.C., la República de Roma se había hecho con el control de casi toda la Galia, región que se extendía más allá de las fronteras de la actual Francia. Ya durante la época del Imperio, aunque Roma intentó llevar la frontera de la Galia pasado el Rin y establecerla en territorios germánicos, finalmente se limitó a defender la frontera tras una derrota en el 9 d.C. a manos de los germanos. Hacia el 50 d.C., la extensión de la Galia era la que muestra este mapa.

Galia (del latín, Gallia), nombre romano dado a las tierras de los celtas en el oeste de Europa, su territorio correspondía a una gran parte de la actual Francia, aunque se extendía más allá de las fronteras de dicho país. Estaba limitada al oeste por el océano Atlántico, al sur por los Pirineos y el mar Mediterráneo, al norte por el canal de la Mancha y al este por los Alpes y el Rin. Sus habitantes, llamados galos (del latín, galli), jugaron un importante papel en la distribución étnica de los primeros pueblos de Europa. Las informaciones más antiguas sobre la Galia datan aproximadamente del 600 a.C., cuando los griegos focenses (procedentes de la región de Fócida) fundaron la colonia de Massalia (Marsella) en la costa sur. Los griegos de un periodo posterior llamaron al país Galatia, que en tiempos de Roma se convirtió en Galia.
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TRIBUS DE LA GALIA
Galo moribundo
Hordas de galos invadieron grandes territorios del sur de Europa a principios del siglo III a.C., de donde fueron sucesivamente rechazados aunque algunos lograron establecerse en la región de Asia Menor conocida como Galacia (gálatas era el nombre por el que fueron conocidos los habitantes de la Galia que llegaron hasta esas zonas). El rey de Pérgamo Atalo I Sóter encargó esculpir estatuas que reprodujeran sus victorias sobre esas tribus invasoras. La escultura que aparece en esta fotografía, una brillante muestra del arte helenístico, es conocida como Galo moribundo, data de hacia el 240 a.C. y se conserva en el Museo Capitolino de Roma.

Julio César, en sus Comentarios sobre la guerra de las Galias, narra su conquista de la región conocida como la Galia Trasalpina. Describe un país dividido en tres partes (“in partes tres divisa est”), habitada por los belgas, los aquitanos y los galos (o, “como eran conocidos en su propia lengua”, celtas). Los belgas vivían en el norte, con los ríos Sequana (Sena) y Matrona (Marne) como frontera en el sur; los aquitanos vivían en el sur, entre el río Garumna (Garona) y los Pirineos; y los celtas habitaban la región situada entre las de los belgas y los aquitanos. Según César, las tres naciones tenían diferentes lenguas, costumbres y leyes. Su información es esencialmente correcta, aunque no mencionó todas las tribus de la Galia, tampoco reconoció que los aquitanos eran étnicamente diferentes a los belgas y celtas, entre los que existían muchas afinidades, la más notable, la lengua. Los belgas y celtas eran altos, de tez clara, sociables y dados a luchar en masa. Los aquitanos, por contraste, eran morenos y les gustaba luchar en pequeñas bandas.
Según César, cada nación estaba formada por varias tribus. Los celtas incluían a los helvecios, los secuanos y los eduos, a lo largo de los ríos Ródano y Saona; los arvernos en las montañas (cordillera de las Cevenas); los carnutos y senones a lo largo del río Loira; y las tribus armoricanas o marítimas, tales como los vénetos, entre los ríos Loira y Sena. Los belgas incluían a los belovacos, nervios, suessiones, remos y menapios. Los tarbelos eran una tribu de aquitanos. Los nombres de varias tribus están presentes en las denominaciones de ciudades francesas, como Soissons (suessiones) y Reims (remos).
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DOS REGIONES PRINCIPALES
Los romanos dividieron la Galia en dos regiones principales: la Galia Cisalpina (en el actual norte de Italia) y la Galia Trasalpina. La Galia Cisalpina (o la Galia de este lado de los Alpes desde el punto de vista de Roma), también se llamó la Galia Citerior (‘Galia de aquí’) para distinguirla de la Galia Ulterior (‘Galia de más allá’), mejor conocida como la Galia Trasalpina (‘Galia del otro lado de los Alpes’). Roma extendió gradualmente su control a toda la Galia Cisalpina, estableciendo colonias en muchas ciudades. En el 49 a.C., Julio César concedió la ciudadanía romana a los habitantes de estas ciudades. Muchos romanos ilustres nacieron en el territorio de la Galia Cisalpina, como es el caso de los poetas Cayo Valerio Virgilio y Catulo, el historiador Tito Livio, el político y escritor Plinio el Viejo, y Plinio el Joven.
Cuando Roma conquistó el territorio situado al otro lado de los Alpes, llegando hasta los Pirineos, toda esa región se convirtió en una provincia romana conocida como Galia, con la ciudad de Narbo (Narbona), en la costa sur, como su capital. Las guerras de las Galias, en las que venció Julio César, dieron como resultado el sometimiento de la Galia Trasalpina y la formación de una provincia nueva, Aquitania. En el 27 a.C. el emperador romano Augusto dividió la Galia en cuatro áreas administrativas: la Galia Narbonense, extendida desde los Alpes hasta los montes Cevenas; Aquitania, limitada en el norte por el río Liger (Loira) y que incorporaba otras cuatro tribus más que la primera Aquitania establecida por César; la Galia Lugdunense, que comprendía la zona limitada por los ríos Loira, Sena y Saona, y tomó su nombre de la ciudad de Ludgunum (Lyon); y la Galia Belga, entre los ríos Sena y Rin, con el mar del Norte como límite septentrional. Esta organización administrativa perduró hasta principios del siglo IV d.C., cuando el emperador Diocleciano reorganizó el Imperio. La Galia fue dividida otra vez más en dos regiones, cada una con varias provincias. Bajo el Imperio romano, la riqueza de la Galia era difícilmente distinguible de la de la propia Roma.
En el siglo V d.C., con la caída del Imperio romano occidental, la Galia fue invadida por las sucesivas oleadas de godos, francos y hunos. En el 486, los últimos puestos fronterizos en la Galia capitularon ante el rey franco Clodoveo I quien fue el primer monarca de la dinastía Merovingia.

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