¡¡¡INCREÍBLE!!! UN PERRO OLFATEA ENFERMEDADES EN LAS PERSONAS





El perro que olfateaba las enfermedades.

Capulín era un perro pequeño, su raza muy difícil de identificar o quizá una mezcla de ellas que terminaron por desvanecer a cual   pertenecía.  Lo que si se podía afirma, era su falta de pedigrí; ni Beagle ni caniche, simplemente un perro de la calle que un día se arrimó a la casa pidiendo algo de comer. A la abuela le pareció un encanto; lo aseo, cuidó el pelo y lo adoptó.

La abuela siempre tuvo preferencias por los perros, especialmente por los pequeños, creo que los encontraba desvalidos e indefensos;  durante los últimos veinte años, recordaba a varios de ellos dando saltos por la casa; todos adoptados de la calle, llevaron una buena vida y todos terminaron por morir de una u otra causa. Cuando el Capulín se apareció  por  el corredor de la casa de la abuela, el último compañero canino estaba fresco en la memoria, había sido atropellado por un automóvil, así que de inmediato, se convirtió en el perfecto  nuevo compañero.

La historia del Capulín, realmente comienza con la visita de doña Marcela, una cincuentona, amiga y recurrente visita de la casa, en esa y en otras ocasiones que doña Marcela visitó a la abuela; el Capulín se acercaba y le  olisqueaba el seno izquierdo, para después gemir  como si algo le doliera.

Al principio, esta actitud causó la molestia de las mujeres y el pobre perro era encerrado en una habitación; pero más tarde les intrigó la terquedad del Capulín de olisquear el seno izquierdo y llorar. Y como no eran nada tontas sacaron conclusiones, pues una de ellas ya había leído sobre un perro entrenado para detectar cáncer de pulmón con su potente olfato. Y efectivamente, doña Marcela tenía un incipiente cáncer, al que pudo tratar oportunamente.

Pronto el Capulín se hizo famoso, con increíble fiabilidad, olisqueando a las personas, detectaba todo tipo de enfermedades en las diferentes partes del cuerpo.
 A don Francisco Duarte, el vecino de la calle Vicente Guerrero, fumador empedernido, le olfateo en el cuello varios tumores, a Marta , una mujer promiscua, que mi abuela no quería dejar pasar, le olio el vientre y el pobre perro casi se desmaya; la pobre estaba podrida y semanas después murió.

El caso más sorprendente, fue el de un jovencito, colorado de sano y buen deportista; acompañaba a su tía, una mujer compulsiva e hipocondríaca que iba de doctor en doctor, buscando enfermedades inexistentes; ahora, al tener noticias  del perro que descubría enfermedades ocultas en la gente, había decidido ir a verlo. El Capulín, apenas entraron a la sala de consulta (así llamaba mi abuela y la gente, el cuarto donde el buen Perro olfateaba a las personas), se lanzó  contra Facundo, que tal era el nombre del  muchacho. Brincando sobre el asiento, le olfateo  el pecho y lloró lastimeramente.
El pobre Facundo, que creyó que todo era una estupidez,  días después,  cayó muerto de un ataque fulminante al corazón, jugando futbol.

El Capulín, durante años diagnosticó infinidad de enfermedades, salvo muchas vidas y se ganó el aprecio de mucha gente; al pasar el tiempo, en una tarde fresca, empezó a gemir, como cuando detectaba algún mal en el cuerpo de sus pacientes;  gimió por días, hasta que una mañana amaneció muerto. No hubo veterinario que  diagnosticaran su padecimiento, simplemente fue muriendo poco a poco.


Mi abuela, sentada en el patio de la casa, espera la llegada del próximo compañero, un perro que le haga compañía; de lo que está muy segura, es que ninguno será como el Capulín.

jueves, 28 de julio de 2016

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