Los dragones existen



Cuando escuchamos hablar de dragones, usualmente  nuestra imaginación echa mano de películas y libros  donde son representados como fornidos monstruos alados de fuerte cola y arrojando fuego por la boca. Los dragones orientales no son más que grandes serpientes aladas, los occidentales son una mezcla de reptiles y saurios alados de impenetrable coraza; todo mundo, gracias a la televisión y el cine puede imaginarse fácilmente un dragón; pero nadie, o quizá muy, pero muy  pocas personas han logrado ver un verdadero dragón.

Yo logre verlo, bueno… yo y mis compañeros, el caso es que soy el único sobreviviente, todos murieron destrozados por las garras de los dragones y devorados como los cocodrilos  devoran a sus presas, la toman con el hocico y la sacuden desmembrando y arrancando grandes trozos con su hocico lleno de dientes; otros ponían sus grandes garras sobre el infeliz que atrapaban  y mordiéndolo jalaban  partiendo a un hombre en dos.
Quiero contarles esta horrible experiencia, para que no muera conmigo, ahora que ya estoy viejo y enfermo.

Naufragando nuestro barco, tres lanchas con 32 marinos logramos mantenernos juntos, luego que  el combustible se agotó  a las pocas horas de haber naufragado; navegamos por días enteros, muriendo de insolación dos compañeros que tuvimos que arrojar en un mar desconocido, que ni los más experimentados y viejos navegantes pudieron identificar mirando las estrellas.
El caso es que al  décimo día vimos con alegría y esperanza tierra, con las últimas fuerzas que nos quedaban  remamos hasta la orilla y exhaustos dimos gracias a Dios, sin saber que llegábamos al mismo infierno. Encontramos agua  y saciamos nuestra sed, después  buscamos alimento para mitigar el hambre.
Al tercer día,  uno de nuestros compañeros lo vio volar, santiguándose nos señaló al inmenso animal  volador,  es un  dragón,  dijo espantado. El animal nos vio, eso pienso, porqué planeo dos veces sobre el lugar antes de irse.
Estábamos aterrados, habíamos visto un animal enorme volando sobre nuestras cabezas, un monstruo del que sólo conocíamos de oídas como una leyenda de tierras lejanas.
Al día siguiente  comenzó la pesadilla, llegaron tres dragones y aterrizaron en un  alto  risco,  al poco tiempo se unieron dos animales más;  el espectáculo era aterrador, el cuadro espeluznante, cinco monstruos más grandes que un automóvil nos vigilaban y con intenciones de atacarnos.
De pronto uno levantó el vuelo y los demás lo siguieron, volaron encima de nosotros que buscábamos  ocultarnos sin éxito; se lanzaron al ataque y en un parpadeo destrozaron a la mitad de los hombres, nadie pudo hacer nada, ni defenderse contra tan feroces y fuertes enemigos.

Tras  hartarse de la cacería se llevaron los restos entre las garras, iban llenos y llevaban comida para otros dragones. Cuando se perdieron en el horizonte, corrimos desesperados en busca de las lanchas, nos subimos y empezamos a remar desesperados. No pasó mucho tiempo, cuando vimos una nueva parvada de monstruos venir por nosotros, íbamos en dos lanchas, a las que fueron diezmando sin piedad ante el horror de los que eran atrapados por fauces o garras. La lancha atrasada quedó vacía, ocho de nosotros remábamos enloquecidos,  al verlos acercarse, uno a uno fueron destripados frente a mis ojos, empecé a rezar, mi final era eminente, una cruel muerte en un lugar desconocido, donde criaturas devoradoras de hombres comerían mi cuerpo; pero no dejé de remar, la esperanza muere al último. Y efectivamente los dragones dejaron de perseguir la lancha  y regresaron a tierra firme; al parecer, por su enorme peso,  tenían un límite para internarse en el mar y yo había superado ese límite.

Pasaron los días y las semanas, una nueva pesadilla de la que apenas recuerdo algo, antes de ser rescatado por un barco tailandés. Eso ocurrió hace 50 años, con 80 años de edad revelo esta historia, tan cierta como que ya no me queda mucho tiempo de vida. ¡Los dragones existen!

lunes, 29 de agosto de 2016

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