martes, 8 de marzo de 2011

La asombrosa Trepanación


Cráneo perforado
Los incas realizaron una perforación en este cráneo en un intento de obligar a salir a un espíritu malévolo, procedimiento que en la actualidad se conoce con el nombre de trepanación. Es la forma más antigua de intervención médica que se conoce y fue considerada una forma de curación de lesiones craneales, enajenación mental e incluso cefaleas.


Trepanación, escisión mediante cirugía de un fragmento de hueso del cráneo en forma de disco, como vía de acceso al interior de la cavidad craneal, o para resolver situaciones en las que aparece un aumento de la presión intracraneal. La circunstancia más habitual que requiere la realización de una trepanación es la aparición de una hemorragia en el espacio situado entre el cerebro y el cráneo. Si no se procede a la evacuación de estos cúmulos de sangre, se puede producir una lesión cerebral irreversible por compresión, e incluso la muerte.
El trépano es el instrumento que se emplea para cortar el hueso craneal. Consiste en una sierra circular con un mecanismo que evita la penetración a las estructuras subyacentes. Habitualmente el fragmento óseo escindido se repone al finalizar la intervención, aunque en algunas circunstancias puede ser reemplazado por otros materiales, como metales o cementos especiales. La trepanación es la intervención quirúrgica más antigua de la que se tiene referencia. Se han encontrado cráneos fósiles que demuestran que la trepanación ya se realizaba en el neolítico. En la antigüedad, las trepanaciones se llevaban a cabo en circunstancias como fracturas de cráneo, ataques convulsivos o demencia. En el antiguo Egipto y en Sumer, los discos de hueso procedentes de las trepanaciones se tallaban y se utilizaban como amuletos religiosos.


La asombrosa Transmigración del alma

Transmigración
Transmigración, tránsito del alma a un nuevo cuerpo o nueva forma de ser. Transmigración y reencarnación, o renacimiento de un alma en un nuevo cuerpo (en particular en un nuevo cuerpo humano), son hasta cierto punto sinónimos. Metamorfosis y resurrección no son sinónimos de transmigración. Metamorfosis es la transformación de un ser vivo en otra forma o substancia de vida (como una persona en un árbol); resurrección, sobre todo en la doctrina cristiana, es la vuelta del cuerpo a la vida después de la muerte.
Los antiguos egipcios creían en la transmigración de las almas; a su muerte eran embalsamados para proteger el cuerpo a fin de que pudiera acompañar al mundo siguiente al ka, una fuerza alentadora que era la réplica del cuerpo. Entre los antiguos griegos la transmigración era una doctrina asociada de forma estrecha a los discípulos del filósofo y matemático Pitágoras. Según las doctrinas pitagóricas el alma sobrevive a la muerte física, siendo inmortal y quedando confinada en el cuerpo. Tras una serie de renacimientos en otros cuerpos, y siguiendo a cada renacimiento un periodo de purificación en el averno, el alma queda libre para siempre del ciclo de las reencarnaciones.
Platón afirmaba que el alma es eterna, preexistente, y por completo espiritual. Una vez que ha entrado en el cuerpo tiende a hacerse impura por su asociación con las pasiones humanas; sin embargo conserva un mínimo conocimiento de las existencias anteriores. La liberación del cuerpo se produce en exclusiva cuando el alma ha pasado por una serie de transmigraciones. Si el alma ha tenido buen carácter en sus diversas existencias puede regresar a un estado de ser puro. Pero si su carácter ha continuado deteriorándose en sus transmigraciones acaba en Tártaro, el lugar de eterna condenación.
La idea de transmigración nunca fue adoptada por el judaísmo ni por el cristianismo ortodoxo. Entre los judíos sólo la adoptaron los cabalistas místicos como parte de su sistema filosófico. Los gnósticos y los maniqueos también creyeron en la transmigración, pero los cristianos primitivos que adoptaron la filosofía gnóstica y el maniqueísmo fueron declarados herejes por la Iglesia.
En la filosofía y el pensamiento religioso oriental, la creencia en la transmigración parece no haber formado parte de las antiguas creencias religiosas de los conquistadores arios de la India; aparece por primera vez en forma doctrinal en la recopilación religiosa y filosófica india de los Upanisad, aunque desde entonces samsara (el término sánscrito para transmigración) ha sido uno de los principales dogmas de las tres principales religiones orientales: hinduismo, budismo, y jainismo. Según el hinduismo popular moderno, el estado en el que renace el alma está predeterminado por las buenas o malas acciones (karma) cometidas en anteriores encarnaciones; las almas de los que hacen el mal, por ejemplo, renacen en estados inferiores (como animales, insectos, y espíritu de los árboles). Por último, la liberación de samsara y karma se consigue después de la expiación de las malas obras y el reconocimiento de que el alma individual (atmán) y el alma universal (Brahman) son idénticas. El budismo rechaza de forma taxativa la existencia del atmán. Sin embargo, su conceptualización de la cadena causa-efecto de los renacimientos es en la práctica indistinguible de la doctrina hindú de la transmigración.
Desde tiempos antiguos, las sociedades menos estructuradas que las que abrazaron las principales religiones orientales u occidentales han creído también en diversas formas de transmigración. Suponían que el cuerpo está habitado por una sola alma o esencia vital, que se creía que se separaba del cuerpo con la muerte (y también en el sueño), saliendo por la boca o por la nariz. Separada del cuerpo tras la muerte física, el alma busca un nuevo cuerpo donde vivir, y si fuera necesario entrará en el cuerpo de un animal o de alguna otra forma de vida inferior. Entre estas culturas se creía que la reencarnación se lograba por la transmigración del alma de una persona muerta al cuerpo de un niño de la misma familia, y la posterior animación del niño. Los parecidos familiares se establecerían gracias a este proceso.

Tycho Brahe y la astronomía


Las aportaciones del astrónomo danés del siglo XVI, Tycho Brahe, fueron fundamentales para el desarrollo de las leyes del movimiento de los planetas. Crombie, en esta gran obra sobre la historia de la ciencia, describe algunas de las observaciones en las que se basó el eminente astrónomo para formular sus teorías sobre los movimientos celestes.
Fragmento de Historia de la Ciencia: De San Agustín a Galileo/2.
De A. C. Crombie.
El sistema copernicano apelaba primero a tres clases de intereses. Las Tablas Alfonsinas habían causado insatisfacción porque eran antiguas y no correspondían ya a las posiciones observadas de las estrellas y planetas, y porque diferían de Ptolomeo en la precesión de los equinoccios y añadían otras esferas más allá de su novena, desviaciones ofensivas para humanistas que creían que la perfección del conocimiento se había de encontrar en las obras clásicas. Todos los astrónomos prácticos, cualesquiera que fueran sus opiniones sobre la hipótesis de la rotación de la Tierra, se cambiaron a las Tablas Prusianas del siglo xvi, calculadas según el sistema de Copérnico, aunque, de hecho, eran escasamente más exactas. Algunos humanistas consideraron a Copérnico como el restaurador de la pureza clásica de Ptolomeo. Otro grupo de autores, como el físico Benedetti, Bruno y Pedro de La Ramée o, como era llamado, Petrus Ramus (1515-1572), vieron en el sistema de Copérnico un palo con el que golpear a Aristóteles. Finalmente, científicos como Tycho Brahe, Guillermo Gilbert (1540-1603), Kepler y Galileo vieron toda la significación del De Revolutionibus e intentaron unificar las observaciones, las descripciones geométricas y la teoría física. Fue a causa de la ausencia de esa unidad por lo que hasta el final del siglo xvi, mientras todos utilizaban las Tablas Prusianas, nadie hizo progresar la teoría astronómica. La contribución de Tycho Brahe fue el darse cuenta de que ese progreso exigía observaciones cuidadosas y el hacer esas observaciones.
La obra principal de Tycho fue realizada en Uraniborg, el observatorio construido para él en Dinamarca por el rey. Su primera tarea fue mejorar los instrumentos entonces usados. Aumentó mucho su tamaño, construyendo un cuadrante con un radio de 19 pies y un globo celeste de cinco pies de diámetro, y perfeccionó los métodos de mirar y de graduación. También determinó los errores de sus instrumentos, dio los límites de precisión de sus observaciones y tuvo en cuenta el efecto de la refracción atmosférica sobre las posiciones aparentes de los cuerpos celestes. Antes de Tycho Brahe se acostumbraba a hacer las observaciones de una manera hasta cierto punto fortuita, por eso no había habido una reforma radical de los datos antiguos. Tycho hizo observaciones regulares y sistemáticas de errores conocidos, que revelaron problemas ocultos hasta entonces en las imprecisiones anteriores.
Su primer problema surgió cuando apareció una nueva estrella en la constelación Casiopea, el 11 de noviembre de 1572, y permaneció hasta principios de 1574. La opinión científica recibió un fuerte golpe con ello. Tycho intentó determinar su paralaje y demostró que era tan pequeño que la estrella debía estar más allá de los planetas y ser adyacente a la Vía Láctea. Aunque él mismo nunca la aceptó completamente, había sido demostrada definitivamente la mudabilidad de la sustancia celeste. También, aunque los cometas habían sido observados regularmente desde los días de Regiomontano, Tycho fue capaz de demostrar, con sus instrumentos más perfectos, que el cometa de 1577 estaba más allá del Sol y que su órbita debía haber pasado a través de las esferas celestes sólidas, si ellas existían. También se apartó del ideal platónico y sugirió que las órbitas de los cometas no eran circulares, sino ovaladas. Además, la teoría aristotélica sostenía que los cometas eran manifestaciones en el aire. Es significativo que, aunque hubiera sido posible con instrumentos disponibles en la Antigüedad demostrar que los cometas penetraban en el mundo inmutable más allá de la Luna, esas observaciones no se realizarán de hecho hasta el siglo xvi. En 1557, Jean Pena, matemático real en París, había defendido con razonamiento óptico que algunos cometas estaban más allá de la Luna y había rechazado, por tanto, las esferas de fuego y de los planetas. Afirmó que el aire se extendía hasta las estrellas fijas. Tycho fue más allá y abandonó las dos teorías aristotélicas de los cometas y de las esferas sólidas. Al mismo tiempo, el descubrimiento de tierra esparcida por todo el globo llevó a los filósofos de la naturaleza, como Cardano, a abandonar la teoría de esferas concéntricas de tierra y agua, basada en la doctrina aristotélica del lugar natural y del movimiento. Defendieron que el mar y la tierra formaban una única esfera.
Mientras Tycho suministraba las observaciones sobre las cuales basar una descripción geométrica precisa de los movimientos celestes, se vio obligado por dificultades, tanto físicas como bíblicas, a rechazar la rotación de la Tierra. No creía que Copérnico hubiese respondido a las objeciones físicas aristotélicas. Además, antes de que el invento del telescopio hubiera revelado el hecho de que las estrellas fijas, contrariamente a los planetas, aparecen como meros puntos luminosos, y no como discos, se creía habitualmente que brillaban por la luz reflejada, y su brillo era tomado como una medida de su magnitud. Tycho dedujo, por tanto, de la ausencia de paralaje estelar anual observable, que el sistema copernicano podía implicar la conclusión de que las estrellas tenían diámetros de dimensiones increíbles. Elaboró un sistema propio (1588), en el que la Luna, el Sol y las estrellas fijas giraban alrededor de la Tierra estática, mientras que los cinco planetas giraban alrededor del Sol. Esto era geométricamente equivalente al sistema de Copérnico, pero evitó lo que creía defectos físicos del último e incluyó las ventajas de sus observaciones. Continuó como una alternativa del de Copérnico (o Ptolomeo) durante la primera mitad del siglo xvii; y cuando Tycho legó sus observaciones a Kepler, que había venido a trabajar con él, le pidió que lo utilizase en la interpretación de sus datos.
Fuente: Crombie, A. C. Historia de la Ciencia: De San Agustín a Galileo/2. Versión de José Bernia. Madrid: Alianza Editorial, 1979.


Entradas populares