Sismos



La noticia en la calle
Periódico mural japonés, del año 1855, en el que se transmite la noticia de un terremoto.

Sismo o Terremoto, temblores producidos en la corteza terrestre como consecuencia de la liberación repentina de energía en el interior de la Tierra. Esta energía se transmite a la superficie en forma de ondas sísmicas que se propagan en todas las direcciones. El punto en que se origina el terremoto se llama foco o hipocentro; este punto se puede situar a un máximo de unos 700 km hacia el interior terrestre. El epicentro es el punto de la superficie terrestre más próximo al foco del terremoto.
Las vibraciones pueden oscilar desde las que apenas son apreciables hasta las que alcanzan carácter catastrófico. En el proceso se generan 4 tipos de ondas de choque. Dos se clasifican como ondas internas —viajan por el interior de la Tierra— y las otras dos son ondas superficiales. Las ondas se diferencian además por las formas de movimiento que imprimen a la roca. Las ondas internas se subdividen en primarias y secundarias: las ondas primarias o de compresión (ondas P) hacen oscilar a las partículas desde atrás hacia adelante en la misma dirección en la que se propagan, mientras que las ondas secundarias o de cizalla (ondas S) producen vibraciones perpendiculares a su propagación. Las ondas P siempre viajan a velocidades mayores que las de las ondas S; así, cuando se produce un sismo, son las primeras que llegan y que se registran en las estaciones de investigación geofísica distribuidas por el mundo.
HISTORIA DE LA SISMOLOGÍA

Registro de un terremoto
Un sismógrafo produjo este registro de un terremoto californiano que medía 5,5 en la escala de Richter. El dedo señala un barrido fuerte en el sismograma creado por la punta del sismógrafo, diseñado para responder a vibraciones verticales u horizontales —pero no ambas al tiempo. El instrumento no puede registrar ambos tipos de ondas porque su orientación es diferente y requiere sistemas de balanceo separados.

Quienes viven en zonas de terremotos se han preguntado desde la antigüedad sobre la naturaleza de este fenómeno. Algunos filósofos de la Grecia antigua los atribuían a vientos subterráneos, mientras que otros suponían que eran fuegos en las profundidades de la Tierra. Hacia el año 130 d.C. el erudito chino Chang Heng, pensando que las ondas debían de propagarse por tierra desde el origen, dispuso una vasija de bronce para registrar el paso de estas ondas de forma que ocho bolas se balanceaban con delicadeza en las bocas de ocho dragones situados en la circunferencia de la vasija; una onda sísmica provocaría la caída de una o más de ellas.
De esta y otras formas se han observado ondas sísmicas durante siglos, pero no se propusieron teorías más científicas sobre las causas de los terremotos hasta la edad moderna. Una de ellas fue formulada por el ingeniero irlandés Robert Mallet en 1859. Quizá inspirándose en sus conocimientos sobre la fuerza y el comportamiento de los materiales de construcción, Mallet propuso que los sismos se producían “bien por la flexión y contención de los materiales elásticos que forman parte de la corteza terrestre, bien por su colapso y fractura”.
Más tarde, en la década de 1870, el geólogo inglés John Milne ideó el predecesor de los actuales dispositivos de registro de terremotos, o sismógrafos (del griego, seismos, ‘agitación’). Era un péndulo con una aguja suspendido sobre una plancha de cristal ahumado; fue el primer instrumento utilizado en sismología que permitía discernir entre las ondas primarias y secundarias. El sismógrafo moderno fue inventado a principios del siglo XX por el sismólogo ruso Borís Golitzyn. Su dispositivo, dotado de un péndulo magnético suspendido entre los polos de un electroimán, inició la era moderna de la investigación sísmica.
TIPOS Y LOCALIZACIONES DE LOS TERREMOTOS
En la actualidad se reconocen tres clases generales de terremotos: tectónicos, volcánicos y artificiales. Los sismos de la primera de ellas son, con diferencia, los más devastadores además de que plantean dificultades especiales a los científicos que intentan predecirlos.
Los causantes últimos de los terremotos de la tectónica de placas son las tensiones creadas por los movimientos de las alrededor de doce placas, mayores y menores, que forman la corteza terrestre. La mayoría de los sismos tectónicos se producen en los límites entre dichas placas, en zonas donde alguna de ellas se desliza en paralelo a otra, como ocurre en la falla de San Andrés en California y México, o es subducida (se desliza bajo otra). Los sismos de las zonas de subducción son casi la mitad de los sucesos sísmicos destructivos y liberan el 75% de la energía sísmica. Están concentrados en el llamado Anillo de Fuego, una banda estrecha de unos 35.000 km de longitud que coincide con las orillas del océano Pacífico. En estos sismos los puntos donde se rompe la corteza terrestre suelen estar a gran profundidad, hasta 645 km bajo tierra. En Alaska, el desastroso terremoto del Viernes Santo de 1964 es un ejemplo de este caso.
Los terremotos tectónicos localizados fuera del Anillo de Fuego se producen en diversos medios. Las dorsales oceánicas (centros de expansión del fondo marino) son el escenario de muchos de los de intensidad moderada que tienen lugar a profundidades relativamente pequeñas. Casi nadie siente estos sismos que representan solo un 5% de la energía sísmica terrestre, pero se registran todos los días en la red mundial de estaciones sismológicas. Otro escenario de sismos tectónicos es una zona que se extiende desde el Mediterráneo y el mar Caspio, a través del Himalaya, terminando en la bahía de Bengala. En esta región, donde se libera el 15% de la energía sísmica, las masas continentales de las placas euroasiática, africana y australiana se juntan formando cordilleras montañosas jóvenes y elevadas. Los terremotos resultantes, producidos a profundidades entre pequeñas e intermedias, han devastado con frecuencia regiones de Portugal, Argelia, Marruecos, Italia, Grecia, Turquía, Ex-República Yugoslava de Macedonia y otras zonas de la península de los Balcanes, Irán y la India.
Otra categoría de sismos tectónicos incluye a los infrecuentes pero grandes terremotos destructivos producidos en zonas alejadas de cualquier otra forma de actividad tectónica. Los principales ejemplos de estos casos son los tres temblores masivos que sacudieron la región de Missouri, en 1811 y 1812; tuvieron potencia suficiente para ser sentidos a 1.600 km de distancia y produjeron desplazamientos que desviaron el río Mississippi. Los geólogos creen que estos temblores fueron síntoma de las fuerzas que desgarran la corteza terrestre, como las que crearon el Gran Rift Valley en África.
De las dos clases de terremotos no tectónicos, los de origen volcánico rara vez son muy grandes o destructivos. Su interés principal radica en que suelen anunciar erupciones volcánicas. Estos sismos se originan cuando el magma asciende rellenando las cámaras inferiores de un volcán. Mientras que las laderas y la cima se dilatan y se inclinan, la ruptura de las rocas en tensión puede detectarse gracias a una multitud de pequeños temblores. En la isla de Hawai, los sismógrafos pueden registrar hasta 1.000 pequeños sismos diarios antes de una erupción.
Los seres humanos pueden inducir la aparición de terremotos cuando realizan determinadas actividades, por ejemplo en el rellenado de nuevos embalses (presas), en la detonación subterránea de explosivos atómicos o en el bombeo de líquidos de las profundidades terrestres. Incluso se pueden producir temblores esporádicos debidos al colapso subterráneo de minas antiguas.
EFECTOS DE LOS TERREMOTOS
Los terremotos producen distintas consecuencias que afectan a los habitantes de las regiones sísmicas activas. Pueden causar muchas pérdidas de vidas al demoler estructuras como edificios, puentes y presas. También provocan deslizamientos de tierras.

Formación de un tsunami

Otro efecto destructivo de los terremotos, en especial los submarinos, son las olas sísmicas o tsunamis, su nombre japonés. Estas paredes elevadas de agua, que pueden alcanzar 15 m de altura y alcanzar velocidades de 800 km/h, han golpeado las costas pobladas con tanta fuerza como para destruir ciudades enteras. En 1896, Sunriku, en Japón, con una población de 20.000 personas, sufrió este destino devastador. En diciembre de 2004 un terremoto submarino, de magnitud 9,0 en la escala de Richter, originado en torno a la costa noroccidental de la isla indonesia de Sumatra, en el océano Índico, generó un tsunami que alcanzó las costas de 12 países, dejando más de 280.000 muertos en los países que rodean el océano Índico.
La licuación del suelo es otro peligro sísmico, en especial donde hay edificios construidos sobre terreno que ha sido rellenado. La tierra usada como relleno puede perder toda su consistencia y comportarse como arenas movedizas cuando se somete a las ondas de choque de un sismo; las construcciones que reposan sobre este material quedan engullidas bajo tierra, como ocurrió en 1906 en el terremoto de San Francisco.
ESCALAS DE INTENSIDAD

Escalas sísmicas: Mercalli y Richter
Las escalas de Mercalli y Richter se utilizan para evaluar y comparar la intensidad de los terremotos. La escala de Richter mide la energía de un temblor en su centro, o foco, y la intensidad crece de forma exponencial de un número al siguiente. La escala de Mercalli es más subjetiva, puesto que la intensidad aparente de un terremoto depende de la distancia entre el centro y el observador. Varía desde I hasta XII, y describe y evalúa los terremotos más en función de las reacciones humanas y en observaciones que la escala de Richter, basada más en las matemáticas.

Los sismólogos han diseñado dos escalas de medida para poder describir de forma cuantitativa los terremotos. Una es la escala de Richter —nombre del sismólogo estadounidense Charles Francis Richter— que mide la energía liberada en el foco de un sismo. Es una escala logarítmica con valores medibles entre 1 y 10; un temblor de magnitud 7 es diez veces más fuerte que uno de magnitud 6, cien veces más que otro de magnitud 5, mil veces más que uno de magnitud 4 y de este modo en casos análogos. Se estima que al año se producen en el mundo unos 800 terremotos con magnitudes entre 5 y 6, unos 50.000 con magnitudes entre 3 y 4, y sólo 1 con magnitud entre 8 y 9. En teoría, la escala de Richter no tiene cota máxima, pero hasta 1979 se creía que el sismo más poderoso posible tendría magnitud 8,5. Sin embargo, desde entonces, los progresos en las técnicas de medidas sísmicas han permitido a los sismólogos redefinir la escala; hoy se considera 9,5 el límite práctico.

Terremoto de Alaska
El terremoto de Alaska de 1964 fue de 9,2 en la escala de Richter, siendo uno de los más fuertes que se han producido en Norteamérica. Provocó la muerte de 131 personas y devastó parte de Anchorage y Valdez. El temblor deshizo los cimientos de numerosos edificios y dejó grietas en las calles.

La otra escala, introducida al comienzo del siglo XX por el sismólogo italiano Giuseppe Mercalli, mide la intensidad de un temblor con gradaciones entre I y XII. Puesto que los efectos sísmicos de superficie disminuyen con la distancia desde el foco, la medida Mercalli depende de la posición del sismógrafo. Una intensidad I se define como la de un suceso percibido por pocos, mientras que se asigna una intensidad XII a los eventos catastróficos que provocan destrucción total. Los temblores con intensidades entre II y III son casi equivalentes a los de magnitud entre 3 y 4 en la escala de Richter, mientras que los niveles XI y XII en la escala de Mercalli se pueden asociar a las magnitudes 8 y 9 en la escala de Richter.
PREDICCIÓN DE TERREMOTOS
Los intentos de predecir cuándo y dónde se producirán los terremotos han tenido cierto éxito en los últimos años. En la actualidad, China, Japón, la antigua Unión Soviética y Estados Unidos son los países que apoyan más estas investigaciones. En 1975, sismólogos chinos predijeron el sismo de magnitud 7,3 de Haicheng, y lograron evacuar a 90.000 residentes sólo dos días antes de que destruyera el 90% de los edificios de la ciudad. Una de las pistas que llevaron a esta predicción fue una serie de temblores de baja intensidad, llamados sacudidas precursoras, que empezaron a notarse cinco años antes. Otras pistas potenciales son la inclinación o el pandeo de las superficies de tierra y los cambios en el campo magnético terrestre, en los niveles de agua de los pozos e incluso en el comportamiento de los animales. También hay un nuevo método en estudio basado en la medida del cambio de las tensiones sobre la corteza terrestre. Basándose en estos métodos, es posible pronosticar muchos terremotos, aunque estas predicciones no sean siempre acertadas.

TERREMOTOS DEVASTADORES

Terremoto de San Francisco de 1906
El terremoto de San Francisco (EEUU) en 1906 provocó la muerte de más de 3.000 personas y afectó a unos 28.000 edificios. Con una intensidad aproximada de 7,9 en la escala Richter, el terremoto todavía se encuentra entre uno de los mayores de la historia del mundo. Tras este seísmo, los residentes trabajaron unidos para reconstruir la ciudad.

Los registros históricos de terremotos anteriores a mediados del siglo XVIII son casi inexistentes o poco fidedignos. Entre los sismos antiguos para los que existen registros fiables está el que se produjo en Grecia en el 425 a.C., que convirtió a Eubea en una isla; el que destruyó la ciudad de Éfeso en Asia Menor en el 17 d.C.; el que arrasó Pompeya en el 63 d.C., y los que destruyeron parte de Roma en el 476 y Constantinopla (ahora Estambul) en el 557 y en el 936. En la edad media se produjeron fuertes terremotos en Inglaterra en 1318, en Nápoles en 1456 y en Lisboa en 1531.

Terremoto en la ciudad de México
El terremoto que asoló la ciudad de México en 1985 provocó la muerte de miles de personas, además de causar cuantiosos daños materiales. La geografía no hizo sino aumentar el grado de destrucción, ya que la capital mexicana se asienta sobre un terreno colmatado por sedimentos esponjosos que cubren un antiguo lago. Cuando se produjo el movimiento sísmico, el limo comprimido en el lecho del lago vibró como un resorte gigante bajo la ciudad azteca, sobredimensionando el temblor.

El sismo de 1556 que mató a 800.000 personas en Shaanxi (Shensi), provincia de China, fue uno de los mayores desastres naturales de la historia. En 1693 un terremoto en Sicilia se llevó unas 60.000 vidas; al principio del siglo XVIII, la ciudad japonesa de Edo (en el emplazamiento del Tokio moderno) fue destruida y murieron unas 200.000 personas. En 1755 Lisboa fue devastada por un terremoto y alrededor de 60.000 personas murieron —este desastre aparece en Cándido, novela del escritor francés Voltaire—. La sacudida fue tan fuerte que se sintió hasta en las regiones interiores de Inglaterra.

Kōbe destrozada
El terremoto que golpeó el 17 de enero de 1995 la ciudad de Kōbe, en la isla japonesa de Honshū, dejó la ciudad destrozada. Con una magnitud de 7,2 en la escala de Richter, perecieron más de 6.000 personas.

Quito, la capital de Ecuador, sufrió un terremoto en 1797 en el que murieron más de 40.000 personas. Uno de los terremotos más famosos fue el del área de San Francisco de 1906 que causó extensos daños y se cobró aproximadamente 700 vidas. En Latinoamérica, el mes de agosto de ese mismo año en Valparaíso, Chile, un sismo acabó con la vida de unas 20.000 personas; en enero de 1939 en la ciudad de Chillán, también en Chile, murieron 28.000 personas. En 1970, en el norte de Perú murieron unas 66.000 personas. El sismo de Managua, Nicaragua, el 23 de diciembre de 1972 destruyó por completo la ciudad y murieron más de 5.000 personas. El 19 de septiembre de 1985, un terremoto en la ciudad de México provocó la muerte de miles de personas. En 1988 un fuerte terremoto sacudió el norte de Armenia ocasionando la muerte de unas 25.000 personas. El sismo de magnitud 7,2 en la escala de Richter ocurrido el 17 de enero de 1995 en el área de Hanshin-Awaji en Japón, tuvo un efecto destructivo sobre la ciudad de Kōbe donde unos 100.000 edificios fueron destruidos y perecieron más de 6.000 personas. El noreste de Turquía fue sacudido en 1999 por un terremoto, de magnitud 7,4 en la escala de Richter, que provocó la muerte de decenas de miles de personas.
El 26 de enero de 2001 un terremoto (de 7,9 grados en la escala de Richter) asoló el estado de Gujarāt en la India. A finales de 2003, el sureste de Irán sufrió un fuerte terremoto, de magnitud 6,6 en la escala de Richter, que provocó la muerte de al menos 40.000 personas y destruyó gran parte de la histórica ciudad de Bam.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Tsunami




Un tsunami, provocado por un terremoto de baja intensidad, avanza hacia la costa. Los tsunamis no son olas de marea, porque no están originados por las fuerzas gravitatorias responsables de las mareas. Pueden estar provocados por erupciones volcánicas oceánicas, terremotos o corrimientos de tierra submarinos.

Tsunami, palabra japonesa que significa ‘grandes olas en el puerto’ y se utiliza como término científico para describir las gigantescas olas marinas que pueden causar daños catastróficos cuando llegan a la costa. Un tsunami no es una ola, sino una serie de olas que forman ‘el tren de olas del tsunami’.
Los tsunamis pueden ser generados por un maremoto (terremoto submarino), un corrimiento de tierra, la erupción de un volcán en el fondo oceánico o un meteorito que cae al mar. Sin embargo, la mayor parte de los tsunamis están provocados por terremotos submarinos y se originan a lo largo del denominado Anillo de Fuego, una zona de volcanes e importante actividad sísmica de unos 35.000 km de longitud que rodea el océano Pacífico, donde entran en contacto varias placas tectónicas con bordes de subducción (una placa se va deslizando bajo la otra y hacen más propicia la deformidad del fondo marino).
No todos los maremotos generan tsunamis, solo aquellos de magnitud considerable que son capaces de deformar el lecho marino al moverlo abruptamente en sentido vertical; cuando la inmensa masa de agua trata de recuperar su equilibrio, se generan las olas en los puntos cercanos al foco del terremoto; las olas se desplazan por el océano en círculos concéntricos, creando ondas parecidas a las producidas por un objeto cuando cae al agua, y son apenas perceptibles en aguas profundas. Así pues, un tsunami resulta poco peligroso para la navegación en alta mar: las olas pueden tener solamente medio metro de altura y ni siquiera los pasajeros de un barco las notarían al pasar sobre un tsunami.
CARACTERÍSTICAS DE UN TSUNAMI
Un tsunami puede tener longitudes de onda (la distancia entre la cresta de una ola y la siguiente) de 100 a 200 km y recorrer cientos de kilómetros a lo largo de las profundidades del océano, llegando a alcanzar velocidades de hasta 800 km/h.
Un tsunami se mueve a una velocidad que está relacionada con la profundidad del agua, por lo que, cuando la profundidad del agua disminuye el tsunami se hace más lento y su altura se incrementa. Aunque el tsunami reduce rápidamente su velocidad a medida que se acerca a la costa hasta unos 50 km/h, sigue teniendo una enorme fuerza destructiva, debido también al gran volumen de agua desplazada y a la altura que toma. La ola, que en el mar puede tener una altura de solo un metro, se convierte súbitamente en un muro de agua de 15 m al llegar a las aguas poco profundas de la costa y es capaz de destruir las poblaciones que encuentre en ella.
Los tsunamis no deben confundirse con las olas de marea (no están provocados por las fuerzas gravitatorias que causan las mareas), ni con los oleajes de tormenta que se forman durante los huracanes o ciclones y que causan importantes inundaciones cuando llegan a tierra. Los oleajes provocados por tormentas son particularmente devastadores si ocurren durante una marea alta. Un ciclón y la tormenta que lo siguió mataron a unas 500.000 personas en Bangladesh en 1970.
MEDIDAS PREVENTIVAS FRENTE A LOS TSUNAMIS
Los tsunamis son poco frecuentes y difíciles de predecir. Aunque se puede detectar la existencia de un gran terremoto submarino con ayuda de sismógrafos, es difícil predecir si el terremoto va a generar o no un tsunami, ya que otros factores, como la topografía del fondo marino, intervienen en este proceso.
Muchas ciudades alrededor del océano Pacífico, sobre todo en Japón, Estados Unidos y Rusia, disponen de sistemas de alarma y planes de evacuación en caso de que se forme un tsunami peligroso. En 1949 se creó el Pacific Tsunami Warning Center en la playa Ewa (Hawai) que, hasta el año 2004, ha avisado de los cinco grandes tsunamis que han tenido lugar en el océano Pacífico. Pero durante ese mismo periodo también dio 15 avisos falsos. Este centro pasó a formar parte, en 1965, de una red mundial de datos y prevención cuando la UNESCO creó el Internacional Tsunami Information Centre (ITIC). El propósito del ITIC, cuya base se encuentra en Honolulú (Hawai), es mitigar los posibles riesgos de los tsunamis, ayudando a las naciones que bordean el océano Pacífico a prepararse frente a un tsunami.
Ambos centros operan bajo los auspicios de la Administración Atmosférica y Oceánica Nacional de Estados Unidos (NOAA), que también controla el Pacific Marine Environmental Laboratory en Seattle (estado de Washington), un importante centro de investigación que desarrolló el primer instrumento científico fiable para detectar y para alertar rápidamente a los científicos cuando se origina un tsunami. Ese instrumento, anclando en el fondo oceánico, mide los cambios en la presión del agua y cuando detecta un tsunami manda señales acústicas a una boya situada en la superficie, que convierte esas señales en ondas de radio y las transmite a un satélite en órbita, que alerta a varios centros de aviso (Hawai, Alaska…), donde se decidirá si es necesario avisar a la población para que se refugie. Todo el proceso dura solo unos dos minutos. El Deep-ocean Assessment and Reporting of Tsunamis (DART) es un sistema de alarma internacional.
Otro de los sistemas para la prevención de tsunamis es el proyecto CREST (Consolidated Reporting of Earthquakes and Tsunamis), que se utiliza en la costa oeste norteamericana y en Hawai.

PRINCIPALES DESASTRES CAUSADOS POR TSUNAMIS
Tsunami arrasa Tailandia
Edificios destruidos en la isla Phi Phi de Tailandia, después del terrible tsunami que arrasó el Sureste asiático en diciembre de 2004.

El peor desastre causado por un tsunami a lo largo de toda la historia tuvo lugar en diciembre de 2004, cuando un terremoto marino de magnitud 9,0 en la escala de Richter, originado en torno a la costa noroccidental de la isla indonesia de Sumatra, en el océano Índico, generó un tsunami que alcanzó las costas de 14 países, desde el Sureste asiático hasta el noreste de África. Se registraron más de 250.000 muertos, de los cuales casi dos tercios fallecieron en Indonesia; también hubo numerosas víctimas en India, Sri Lanka y Tailandia.
Anteriormente, unas 60.000 personas fallecieron en 1755, cuando un terremoto generó un tsunami que llegó a las costas de Portugal, España y Marruecos, destruyendo Lisboa, la capital portuguesa.
Otro gran tsunami en el océano Índico tuvo lugar en 1883 tras la erupción del Krakatoa: llegó a alcanzar una altura de 30 m y recorrió 13.000 km, causando la muerte de unas 34.000 personas a lo largo de las costas de Java y Sumatra. Otras 2.000 personas murieron por quemaduras de la ceniza volcánica.

Víctimas del tsunami en Indonesia
En diciembre de 2004, un terremoto submarino de magnitud 9,0 en la escala de Richter, provocó un tsunami en el océano Índico, que afectó a las zonas costeras de 14 países. La isla indonesia de Sumatra fue la región más afectada, ya que era la más cercana al epicentro del terremoto.

En Norteamérica el peor tsunami que se conoce ocurrió en 1964, cuando un terremoto en la costa de Anchorage (Alaska) creó un tsunami que mató a 115 personas en Alaska, Oregón y California. Los científicos suponen que en 1700 un terremoto de magnitud 9.0 se desencadenó a lo largo de la costa de Washington y Oregón generando un enorme tsunami, que transformó grandes bosques en terrenos cubiertos de agua salada. Desde 1818, las islas hawaianas han sufrido unos 40 tsunamis. Por ser países ribereños del Pacífico y encontrarse en la convergencia de las placas tectónicas de Nazca y la placa Americana, también Chile y Perú han sufrido grandes terremotos y algunos tsunamis.
Un tsunami registrado en Kamchatka (Rusia), en 1737, tuvo 70 metros de altura. Por fortuna, los de esta magnitud son muy poco frecuentes y, como el mencionado, pueden afectar a costas despobladas sin crear catástrofes humanas.
Algunas de las medidas de supervivencia aconsejan que, al sentirse un tsunami, se debe ir a un lugar elevado tierra adentro, a más de 30 metros de altitud. Este fenómeno se puede detectar si se percibe una retirada brusca del agua marina, que deja secas grandes extensiones de la costa o playa, y que luego regresa a una velocidad de más de 100 kilómetros por hora. En caso de encontrarse en una embarcación, lo más seguro es navegar mar adentro, puesto que el tsunami solo es destructivo cerca de la costa.

Egipto: la Esfinge y las pirámides




La misteriosa Esfinge, con cuerpo de león y cabeza humana, y la perfecta simetría de las pirámides de Gizeh son símbolos mundialmente conocidos del antiguo Egipto. La más antigua de las tres pirámides se construyó alrededor del 2600 a.C. Todas tienen cámaras funerarias. La imponente estatua de la Esfinge se construyó con gigantescos bloques de caliza hace más de 4.000 años.

Esfinge, en la mitología griega, monstruo con cabeza y pechos de mujer, cuerpo de león y alas de ave. Acuclillada en una roca, abordaba a todos los que iban a entrar a la ciudad de Tebas planteándoles el siguiente enigma: “¿Qué es lo que tiene cuatro pies por la mañana, dos a mediodía y tres por la noche?”. Si los interpelados no resolvían el enigma, ella los mataba. Cuando el héroe Edipo lo resolvió respondiendo: “El hombre, que gatea al poco de nacer, camina sobre dos piernas cuando es adulto y anda con la ayuda de un bastón cuando llega a la vejez”, Esfinge se suicidó. Por haberlos librado de este monstruo terrible, los tebanos convirtieron a Edipo en su rey.
En el antiguo Egipto, las esfinges eran estatuas que representaban a divinidades, con el cuerpo de león y la cabeza de algún otro animal o humana, frecuentemente una réplica del rey. La más famosa de las esfinges egipcias es la Gran Esfinge de Gizeh, cerca de las pirámides. Data del año 2500 a.C. y mide unos 20 m de altura y aproximadamente 73 m de largo.

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