Los asombrosos diamantes


Diamante Regent
El diamante está considerado como la sustancia más dura de la Tierra. Es carbón puro comprimido en una estructura cristalina cúbica compacta. Los diamantes brillantes tienen un índice de refracción alto. La luz que entra en un cristal tallado puede salir por la misma cara dando una impresión falsa de brillo. Se producen destellos de luz coloreados en un diamante cuando la luz se descompone en colores.

Diamante, forma mineral de carbono, considerado piedra preciosa y usado en diversas aplicaciones industriales.
Se encuentra en distintas variedades, como el diamante genuino (una gema cristalina), el bort, el balas y el carbonado. El bort tiene imperfecciones cristalinas, es muy duro y de color oscuro. Este término se aplica también a los fragmentos diminutos de diamante. El balas es una masa esférica y compacta de pequeños cristales de gran dureza y tenacidad. El carbonado, o diamante negro, es una variedad opaca, de color gris o negro, no exfoliable. En la industria se usan estos tres últimos tipos en el trabajo de la piedra (talla y pulimento) y en el filo de taladros y otras herramientas de corte.
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PROPIEDADES
Diamante en bruto
Esta fotografía muestra un diamante en bruto en su roca matriz. Se encuentran diamantes en tubos de kimberlita, grava aluvial y restos de glaciares. El peso de cada diamante se da en quilates y es igual a 200 miligramos. Además de la talla y pulido, de la presencia de defectos y del color, el peso en quilates de un diamante determina su valor.

El diamante es la sustancia más dura conocida y recibe un índice 10 en la escala de dureza de Mohs, ideada por el mineralogista alemán Friedrich Mohs para expresar la dureza relativa en un baremo entre 1 y 10. La del diamante, manifestada en su resistencia al rayado, no tiene un valor constante, pues varía con la dirección de rayado, siendo mayor sobre las superficies paralelas a los planos del octaedro que sobre las paralelas a los planos del dodecaedro. También depende, en una misma cara, de la dirección de corte.
El diamante cristaliza en el sistema cúbico. Sus formas cristalinas más comunes son octaedros y dodecaedros, aunque puede tomar otras, por ejemplo, cubos. No es raro encontrar cristales redondeados, torcidos o enroscados. Se exfolia limpiamente a lo largo de los planos paralelos a las caras de un octaedro. Su densidad relativa varía entre 3,15 y 3,53; para los cristales más puros es de 3,52.
Los diamantes muestran una amplia gama de transparencias y colores. Las mejores gemas son transparentes; las piedras incoloras, conocidas como diamantes blancos, son muy apreciadas. Puede producirse un matiz amarillo o castaño que es considerado un defecto. Los diamantes de color castaño son comunes, los verdes y azules son raros, y los rojos son los más inusuales. Los de gran calidad, limpios, duros y de tonos infrecuentes, son muy valiosos. El color de los diamantes se debe a la presencia de impurezas de elementos diferentes del carbono.
Dos características importantes de los diamantes, cuando se usan como piedras preciosas, son el brillo y el fuego. Las propiedades físicas que los determinan, el índice de refracción y la dispersión, son mayores en el diamante que en cualquier otro mineral natural, transparente e incoloro. Los diamantes sin tallar tienen un lustre graso y no son brillantes; por el contrario, cuando se cortan muestran un fuerte brillo llamado técnicamente adamantino.
El efecto de la dispersión elevada es la separación de los colores de la luz blanca, de tal manera que la piedra centellea cuando se corta de forma adecuada. Algunos diamantes muestran fluorescencia (un intervalo corto de luminiscencia) cuando se exponen a la luz del sol o de otra fuente ultravioleta. Su color suele ser azul claro, pero puede ser amarillo, naranja, blanco lechoso o rojo.
Hay otras características del diamante que no afectan a su aspecto pero que son útiles en la identificación de las piedras y en el descubrimiento de imitaciones. Los diamantes son buenos conductores del calor, por tanto se siente frío al tocarlos, y la mayoría son malos conductores de la electricidad, por lo que se cargan positivamente cuando se frotan.
Los diamantes auténticos tallados, a diferencia de los falsos, son transparentes a los rayos X. Su capacidad para la conducción térmica hace que se utilicen como películas en la superficie de los chips electrónicos donde el calor debe disiparse rápidamente. Incluso cuando se dopa para convertirla en un semiconductor, una película semejante puede continuar teniendo un grosor muy pequeño. Se está dedicando un gran esfuerzo investigador a su producción.
Otra característica es su resistencia al ataque de ácidos y de álcalis. Sus cristales transparentes, calentados en una atmósfera de oxígeno, arden cuando alcanzan una temperatura de unos 800 °C, formando dióxido de carbono.
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FORMACIÓN
Refracción de la luz en diamantes
El brillo de los diamantes se debe a su elevado índice de refracción, aproximadamente 2,4. El índice de refracción de un material transparente indica cuánto desvía los rayos de luz. La habilidad del joyero reside en tallar las facetas de modo que cada rayo de luz se refleje muchas veces antes de salir de la piedra. El índice de refracción es ligeramente distinto para cada color de la luz, por lo que la luz blanca se divide en sus componentes dando lugar a los fuegos multicolores de los diamantes.

El mecanismo exacto de formación de los diamantes sigue siendo materia de debate entre los geólogos, pero es seguro que se necesitan calor y presión abundantes para que el carbono cristalice con esta estructura. Por tanto es probable que se hayan formado en roca o magma fundido, donde prevalecen estas condiciones, a gran profundidad bajo la superficie de la Tierra; posteriormente, este material, con contenido de diamante, sube y forma durante el proceso las chimeneas de kimberlita características de muchos yacimientos.
La roca primigenia parece ser la peridotita; sin embargo, se recuperan muchos diamantes en depósitos aluviales a grandes distancias del punto de origen. En algunos casos, el mineral se encuentra en arenisca, en conglomerado o en otras rocas sedimentarias que podrían representar depósitos aluviales de eras geológicas antiguas.
En algunos tipos de meteoritos se han encontrado diamantes diminutos y opacos conocidos como diamantes hexagonales. Sus propiedades físicas son idénticas a las de los cúbicos, exceptuando la estructura cristalina ya que las capas de átomos están giradas 60°.
Los diamantes hexagonales se forman a partir del grafito de los meteoritos en el instante del impacto contra el suelo, momento en el que se producen altas temperaturas y presiones (de hasta un millón de kg por cm2) durante algunas millonésimas de segundo. Con todo, parece que los diamantes microscópicos son bastante abundantes en el espacio exterior, tal vez producto de la explosión de estrellas o de supernovas.
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LOCALIZACIÓN
Minería de diamantes en Indonesia
En esta imagen de la isla de Borneo, varios buscadores lavan la grava extraída de pozos cercanos y después examinan la tierra para localizar posibles diamantes en bruto.

Un guijarro encontrado por un niño en la orilla del río Orange en Sudáfrica en 1866 e identificado como diamante de 21 quilates fue el primer paso en la apertura de los campos de extracción de la región que han llegado a ser los mayores del mundo. La fiebre de los diamantes en las arenas de los ríos Orange y Vaal aumentó en 1870 y 1871, tras el descubrimiento de minas secas cerca de la actual Kimberley. Eran zonas casi circulares de arcilla amarilla donde se encontraban las piedras preciosas.
Cuando los mineros excavaron en la arcilla, a veces llamada tierra amarilla, encontraron una roca dura y azulada que mostró ser también útil. Esta tierra azul, identificada como kimberlita (variedad de peridotita), es el material primigenio desde el que se forma, por meteorización, la tierra amarilla. Gracias a la minería, se descubrió que las zonas circulares de tierra amarilla y azul eran cúspides de chimeneas de kimberlita (de probable origen volcánico) que se internan hacia abajo una distancia indeterminada. Se han hallado tubos similares, no todos con contenido de diamante, en algunos otros lugares de Sudáfrica.
Se han encontrado depósitos de diamante, la mayoría aluviales, en otras zonas de África, como Tanzania, República Democrática del Congo, Ghana y Sierra Leona. También se han producido descubrimientos en Australia, Borneo, los montes Urales, Siberia, Venezuela y Guayana.
En la India, que fue durante siglos la única fuente conocida de diamantes del mundo, la producción actual se limita a pequeñas cantidades extraídas de lechos de conglomerado y de una chimenea de kimberlita.
Hay diamantes en lugares muy separados de Brasil (cerca de la ciudad de Diamantina en Minas Gerais, en Bahía, y en el centro-sur del país). Las minas brasileñas destacan en la producción de balas y de carbonado.
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TALLA
Para extraer la belleza de una gema de diamante son necesarios una serie de procesos. Estos son la exfoliación, la aserradura, la talla y el pulimento, que en conjunto crean la talla de diamantes y son las técnicas más precisas y difíciles del arte lapidario. Su primer objetivo es sacar fuego y brillo de la piedra; de igual importancia es la eliminación de imperfecciones, como grietas, rajaduras y zonas poco transparentes, y la obtención de gemas del mayor tamaño, el mejor aspecto y el máximo valor posibles.
El primer paso es el examen cuidadoso de la piedra. El cortador experto debe determinar los planos de exfoliación y decidir la mejor manera de rajar y cortar el diamante en bruto, el cual es marcado con líneas de tinta china para guiar las siguientes operaciones. En ese momento, la piedra se afianza sólidamente en un gato de madera que se monta sobre un torno.
A continuación, el cortador coloca un hierro de exfoliación, instrumento parecido a un cuchillo pesado y romo, sobre una línea, paralelo al plano de exfoliación del diamante. La piedra se raja golpeando el hierro suavemente con un martillo. Las herramientas utilizadas son sencillas, pero se requiere una gran habilidad en su uso porque un golpe demasiado fuerte o aplicado en una dirección errónea puede deteriorar irremediablemente la gema.
En la actualidad, los diamantes suelen ser aserrados en vez de exfoliados. La sierra usada es un disco metálico fino en cuyo borde se pone una mezcla de polvo de diamante con aceite.
El paso final de la talla, el pulimento, consiste en la formación de las facetas de la gema acabada. La piedra se monta sobre un marco llamado dop. Los diamantes suelen cortarse en brillantes de 58 caras en un torno horizontal y plano de hierro colado cargado con una mezcla de polvo de diamante y aceite. Se sostiene la piedra en su dop contra la superficie hasta que se forma una faceta. A lo largo de esta fase, se mueve la gema muchas veces hasta pulir todas las caras.
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PESO Y CALIDAD
La unidad de masa empleada de forma habitual para los diamantes y otras gemas, equivalente a 0,2 g es el quilate métrico. Otra unidad utilizada es el punto, igual a 0,01 quilates. Así, una piedra de 82 puntos pesaría 0,82 quilates.
Para calcular el valor por quilate de un diamante tallado se deben considerar cuatro factores. El primero es el color; el segundo es la forma y armonía de la piedra tallada. La presencia o ausencia de manchas y rajas internas o de lascas externas es el tercero. El último es el peso del diamante: una piedra de 5 quilates es más valiosa que cinco de 1 quilate de la misma calidad.
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DIAMANTES DE IMITACIÓN
Debido a su gran precio, los diamantes son muy imitados. Las imitaciones más comunes son las hechas con un tipo de vidrio de plomo conocido como estrás (strass). Las mejores se tallan y pulen como las auténticas, mientras que las baratas se producen en moldes con forma de brillantes y por tanto tienen los filos redondeados. Es fácil identificar las imitaciones de vidrio: se siente calor al tocarlas, suelen contener burbujas de aire visibles con una lupa, y, en general, son opacas a los rayos X.
El cristal de roca, variedad transparente y cristalina de cuarzo, se puede cortar en forma de brillante, pero es fácil rayarlo con un diamante auténtico. El circonio semiprecioso, que dispersa bien la luz, puede hacerse casi incoloro por tratamiento térmico. Otra imitación, conocida como doblete en el comercio de las gemas, se compone de dos piezas pegadas. Cuando dos diamantes reales forman una única piedra, se llama doblete auténtico. Los falsos, más comunes, son una cabeza de diamante fijada sobre una base de una gema menos valiosa o de vidrio.
Otros productos sintéticos usados como diamantes de imitación son el titanato de estroncio, y el rutilo y la espinela sintéticas. En 1955 se produjeron por primera vez diamantes sintéticos pequeños de la misma calidad que los naturales usados en la industria.
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HISTORIA
El término diamante deriva de la palabra griega adamas (‘invencible’) que seguramente era aplicada a cualquier roca dura, como el corindón. La primera referencia precisa e indiscutible se produce en la literatura romana en el siglo I d.C. Los diamantes conocidos por los romanos debían de provenir de la India, que fue, hasta el siglo XVIII, la única fuente conocida de estas piedras preciosas. Se creía que sólo podían encontrarse en las minas legendarias de Golconda, ciudad importante en el comercio de diamantes; las gemas vendidas allí provenían de diversas minas. En 1726 se descubrieron diamantes en Brasil, y en 1866 en Sudáfrica que es en la actualidad el productor principal de estas gemas.
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DIAMANTES CÉLEBRES
Algunos diamantes han llegado a ser históricos, sobre todo por su tamaño. El más grande de todos es el Cullinan, descubierto en la mina Premier de Sudáfrica en 1905, y que fue ofrecido a Eduardo VII por el gobierno de Transvaal. El Cullinan pesaba 3.106 quilates antes de ser cortado y según los cristalógrafos era un fragmento de exfoliación de una piedra mayor. Cuando se talló se produjeron 105 gemas con un peso total de 1.063 quilates. El mayor era una piedra con forma de gota llamada la Estrella de África que, con 530,2 quilates, es el diamante tallado más grande del mundo; en la actualidad está engastado en el cetro real británico.
El diamante Vargas, encontrado en Brasil en 1938, pesaba 726,6 quilates en bruto; cuando se cortó en 1945, se obtuvieron 29 piedras con un peso total de 411 quilates. En 1934, un diamante con una masa similar, el Jonker, fue descubierto en un depósito aluvial cercano a la mina Premier, y es el más fino entre los grandes diamantes conocidos; se dividió en 12 gemas con pesos entre 125,35 y 5,3 quilates. En 1967 se encontró el diamante Lesotho, que pesaba sin cortar 601,25 quilates.
El Gran Mogul, diamante tallado que supuestamente pesaba 240 quilates, ha desaparecido desde que el viajero francés Jean Baptiste Tavernier lo describiera en la India en 1665. Alguna autoridades creen que el diamante Koh-i-noor, que pesa 106,1 quilates y es una de las joyas de la Corona británica, es un trozo del Gran Mogul.


viernes, 5 de noviembre de 2010

El increible movimiento continental. Deriva continental



Mapa de los continentes
Los científicos creen que los continentes se formaron a partir de la lava que fluyó desde el interior líquido del planeta a la superficie de la Tierra. Una vez en la superficie, la lava se solidificó formando una corteza, que se erosionó debido a los procesos de meteorización. Por estos procesos se originaron sedimentos que primero se fracturaron, después se metamorfosearon al verse afectados por gases calientes procedentes del interior de la tierra y, finalmente, se endurecieron. El resultado fue unas mesetas sedimentarias que se convirtieron en los continentes, los cuales, hoy, cubren aproximadamente el 30% de la superficie de la Tierra.

Deriva continental, movimiento que experimentan los continentes sobre la superficie terrestre.
En 1620, el filósofo y estadista inglés Francis Bacon se fijó en la notable similitud que presentaban las formas de la costa occidental de África y oriental de Sudamérica, aunque nunca sugirió que los dos continentes hubiesen estado unidos en otro momento. La propuesta de que los continentes podrían moverse la hizo por primera vez en 1858 Antonio Snider, un estadounidense que vivía en París, aunque fue el meteorólogo alemán Alfred Wegener quien la desarrolló detalladamente en el libro El origen de los continentes y océanos, publicado en 1915. Por tanto, suele considerarse a Wegener autor de la teoría de la deriva continental.
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LA TEORÍA DE WEGENER
La formación de los continentes y océanos terrestres: la deriva continental

Lo que Wegener quería demostrar era que todos los continentes de la Tierra habían estado unidos en algún momento en un único ‘supercontinente’ al que llamó Pangea; que Pangea se había escindido en fragmentos en algún momento del pasado; y que estos grandes fragmentos —los actuales continentes— fueran alejándose poco a poco de sus posiciones de partida hasta alcanzar las que ahora ocupan. La mayor parte de los geólogos de la época, y del medio siglo siguiente, rechazaron esta idea. Hasta entonces, siempre se había supuesto que los continentes ocupaban posiciones fijas, y resultaba inaceptable pensar que esa hipótesis fuese errónea. Además, argumentaban los geólogos, ¿cómo podían las masas de tierra continentales moverse sobre el fondo oceánico? No había en la Tierra ninguna fuerza capaz de semejante cosa.
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PRUEBAS DE LA TEORÍA
Pero a mediados de la década de 1960, los científicos que no aceptaban la teoría de Wegener formaban una minoría muy reducida. Lo que volvió aceptable esta idea fue en gran medida el fenómeno llamado paleomagnetismo. Muchas rocas adquieren en el momento de formarse una carga magnética cuya orientación coincide con la que tenía el campo magnético terrestre en el momento de su formación. A finales de la década de 1950 se logró medir este magnetismo antiguo y muy débil (paleomagnetismo) con instrumentos muy sensibles; el análisis de estas mediciones permitió determinar dónde se encontraban los continentes cuando se formaron las rocas. Se demostró así que todos habían estado unidos en algún momento.
Poco después de esta prueba se obtuvieron otras. Los paleontólogos llevaban mucho tiempo desconcertados por el hecho de que algunas especies botánicas y animales se encontraban en varios continentes. Era impensable que estas especies hubiesen logrado ir de un continente a otro salvando los océanos, pero sí podían haberse dispersado fácilmente en el momento en que todas las tierras estaban unidas. Algunos geólogos se han preguntado también por qué en el oeste de África y el este de Sudamérica se encontraban ciertas formaciones rocosas del mismo tipo y edad. Pero si los continentes estuvieron unidos alguna vez en Pangea, es fácil entender que tales formaciones no eran entonces sino una sola, que se escindió cuando las masas terrestres se separaron.
Pangea empezó a fragmentarse hace unos 200 millones de años, primero en dos supercontinentes menores —Gondwana al sur (que comprendía lo que ahora es Sudamérica, África, Australia, la Antártida y la India) y Laurasia al norte (Norteamérica, Europa y la mayor parte de Asia)— y a continuación en los actuales continentes, que empezaron a separarse. Este episodio de la deriva continental recibe a veces el nombre de ‘deriva de Wegener’, por el autor de la teoría.
Ahora se sabe que hubo además periodos de deriva anteriores. Pangea sólo había durado unos pocos cientos de millones de años y se había formado inicialmente a partir de la unión de un conjunto de masas de tierra distintas de los continentes actuales. Tales masas eran a su vez fragmentos de otro supercontinente, que también se había formado a partir de la unión, ocurrida varios centenares de millones de años antes, de otras masas terrestres más antiguas. Evidentemente, la rotura, dispersión y reunión de supercontinentes es un proceso continuo.
¿Pero cómo se abren camino los continentes sobre el fondo oceánico sólido? A mediados de la década de 1960 ya se había demostrado que esto no constituía ningún problema, pues era el propio fondo oceánico el que se movía y arrastraba de este modo los continentes (véase Tectónica de placas).
El proceso continúa, y los continentes siguen su deriva, por lo general a razón de unos pocos centímetros al año. Por tanto, su actual disposición no es permanente. Así, el océano Atlántico se está ensanchando a medida que África y América se separan; en cambio, el océano Pacífico se está empequeñeciendo. También el mar Mediterráneo se estrecha (y terminará por desaparecer), pues África avanza hacia el norte, al encuentro de Europa.
El movimiento del subcontinente indio demuestra otro fenómeno: cuando Pangea se escindió en Gondwana y Laurasia, la India formaba parte de Gondwana. Pero más tarde se rompió y se desplazó rápidamente hacia el norte a la velocidad inusualmente elevada de 17 cm anuales, hasta chocar con Asia e unirse a este continente. La presión de la India contra Asia provocó el plegamiento de la corteza y la formación de la cordillera del Himalaya, fenómeno que aún prosigue. Se cree que la unión o sutura de masas de tierra continuará repitiéndose una y otra vez en el futuro y que todos los continentes volverán a reunirse de nuevo en un supercontinente.


La maravilla asombrosa de las Cuevas


Cueva marina
La acción de las olas excavó esta cueva marina en las Rocas Friar, cerca de cabo San Lucas en Baja California (México). La entrada tiene una altura de unos 4 metros. Los depósitos de arena arrastrados hasta la cueva proporcionan un lugar de acogida para los pescadores y los mamíferos marinos.

Cueva, cavidad natural o artificial que se forma bajo la superficie de la tierra o en la ladera de una colina, acantilado o montaña. Las cuevas son de formas y tamaños variados y muchas presentan grandes aberturas hacia la superficie.
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FORMACIÓN DE LAS CUEVAS
Formación de una cueva de disolución
Las cuevas de disolución (morfología cárstica) se forman cuando el agua de lluvia rezumada y las corrientes superficiales desgastan la roca durante muchos años formando laberintos subterráneos. Al fluir, el agua absorbe dióxido de carbono del suelo que reacciona con el agua y forma ácido carbónico. Aunque es un ácido muy débil, disuelve la caliza que se deposita más tarde en forma de estalactitas y estalagmitas, formaciones características de una cueva de disolución. Una corriente puede excavar varios niveles en una cueva, dejando atrás cámaras secas.

Las cuevas naturales evolucionan de varias formas, sobre todo como resultado de la acción erosiva y disolvente del agua y de los compuestos disueltos en ella. En las regiones con formaciones calizas y lluvias abundantes, el agua superficial, que contiene dióxido de carbono y ácidos derivados de los componentes orgánicos del terreno, ataca la piedra caliza, disolviéndola y transportándola en disolución. Tras largos periodos, esta acción deriva en la formación de cámaras o cavidades subterráneas, conocidas como cuevas de disolución, que son una característica del relieve cárstico. La profundidad de estas cavidades depende del nivel freático (véase Acuífero). Si después de algunos años muy secos el nivel freático aumenta, las cámaras antiguas se inundan y empiezan a formarse cuevas a niveles más altos. Del mismo modo durante periodos secos prolongados, se forman cámaras a niveles bajos, más cerca del nivel freático descendente. A lo largo de miles de años, estas fluctuaciones producen sistemas de cuevas con alturas múltiples, como en el Parque Nacional Cueva del Mamut en Kentucky, donde un arroyo subterráneo fluye por el nivel inferior. Los ríos subterráneos producen erosión y transportan sedimentos y fragmentos de roca de forma similar a las corrientes de la superficie. Si este efecto es el predominante, se dice que la cueva se ha formado por abrasión mecánica. En España existen numerosos ejemplos de cuevas cársticas, como la Gruta de las Maravillas en la sierra de Aracena o las cuevas del Drac en la isla de Mallorca.

Las formas del relieve costeras

Otros tipos de cueva son: las cuevas marinas, formadas por la acción de las olas sobre los acantilados de la costa; los tubos lávicos o volcánicos, formados bajo corrientes de lava, y las cuevas de hielo que se forman en glaciares e icebergs. La acción de los ríos forma además otro tipo de cueva, en general con una abertura grande que le da el aspecto de un anfiteatro natural. Un río atrincherado en un cañón con paredes escarpadas erosiona el trozo de pared donde la corriente es más fuerte, como en un recodo o en un meandro. Por erosión, disolución y desgajamiento, el río extrae gran cantidad de roca, excavando la parte inferior de un lado del cañón. Con el paso del tiempo, el lecho del río baja y deja una cueva en el lateral del cañón. Estos refugios de piedra fueron utilizados por los hombres prehistóricos, conocidos como habitantes de las cavernas, que construían sus casas en ellos. Las cuevas formadas por las oquedades dejadas por los tubos lávicos, auténticas “tuberías” por donde fluyó la lava en otros tiempos, son muy peculiares. En las islas Canarias existen varios ejemplos y reciben el nombre local de “jameos”. Los Jameos del Agua y la Cueva de los Verdes, ambos en la isla de Lanzarote, son ejemplos excepcionales.
Por último, el efecto del viento es responsable en parte de la formación de pequeñas cuevas situadas, casi únicamente, en zonas desérticas o semidesérticas. La acción de la arena arrastrada por el viento es una de las fuerzas involucradas en la creación de grutas y cuevas en salientes y acantilados.
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DETECCIÓN DE CUEVAS
La presencia de cuevas en zonas calizas puede detectarse gracias a pistas suministradas por la topografía del terreno. En estas regiones, los techos de grandes cavernas pueden derrumbarse y formar depresiones en la superficie. Pueden originar puentes naturales, otro fenómeno característico de las zonas con cuevas, después del hundimiento parcial del túnel por una corriente subterránea. También es común en estas zonas la desaparición de corrientes de agua, e incluso ríos enteros pueden desaparecer en sumideros, u ojos que pueden conducir a cavernas subterráneas o a acuíferos. Los sumideros indican la presencia de cuevas bajo ellos. Debido a la captura de las aguas superficiales por el sistema subterráneo de drenaje, algunas regiones con cuevas son bastante secas y polvorientas y tienen escasa vegetación. Se dice que estas regiones tienen una topografía cárstica, esta denominación deriva de una célebre región con cuevas situada a lo largo del mar Adriático en Eslovenia (véase Carst). Los sumideros con paredes empinadas llamados cenotes, situados en Yucatán (México), constituían la fuente principal de agua de los mayas. Estos depósitos naturales de agua, alimentados por corrientes subterráneas, tienen su origen en el derrumbamiento de la bóveda de una caverna cárstica, quedando al descubierto.
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CARACTERÍSTICAS MÁS DESTACADAS
Sala de los Gigantes, Carlsbad
Ejemplo notable de cueva de disolución, la Sala de los Gigantes en Carlsbad (Nuevo México, EEUU) tiene tanto estalagmitas como estalactitas en su interior abovedado. El agua genera un sonido misterioso de goteo que suele asociarse a estas formaciones. Al fluir el agua, la roca disuelta se desprende muy despacio y forma estas estructuras parecidas a carámbanos. Las que se forman en el techo se llaman estalactitas y las del suelo estalagmitas.

El tamaño de las cuevas varía desde aberturas pequeñas en una ladera hasta enormes sistemas subterráneos con muchas cámaras y galerías interconectadas. Algunos sistemas de cuevas se extienden a lo largo de kilómetros bajo tierra y pueden tener muchas salidas.
En las grandes cavernas puede producirse un acondicionamiento natural del aire si la temperatura varía pocos grados durante el año y si hay una ventilación más o menos constante de aire fresco. Estas condiciones son el resultado de complejos fenómenos meteorológicos, sobre todo de variaciones de la presión atmosférica.
Las cuevas formadas por abrasión se componen normalmente de innumerables túneles sinuosos y de antiguas vías de agua subterráneas que muestran características similares a los lechos de las corrientes de la superficie, tales como depósitos de arena y grava. Estas cuevas carecen de las formaciones curiosas que pueden verse en las cuevas de disolución.
En las cuevas de disolución, la cal disuelta precipita con frecuencia de tal manera que forma depósitos de formas peculiares, como las estalactitas, que cuelgan como carámbanos de los techos de las cuevas, y las estalagmitas, que crecen hacia arriba sobre el suelo de las cavernas (véase Estalactitas y estalagmitas). Si ambas estructuras crecen hasta unirse, se forma una columna que ayuda a sostener el techo. Existen otras formas menos conocidas de depósitos de carbonato de calcio; pueden tener colores que varían desde el blanco alabastro hasta tonos rojos oscuros y castaños, dependiendo de las impurezas minerales disueltas aportadas por las aguas subterráneas, también pueden ser muy finos y translúcidos. Entre las estructuras raras está la helectita, una variedad de estalactita enroscada. Muchas formaciones de las cuevas son bastante delicadas y se rompen con facilidad; algunos de los mejores ejemplares han sido dañados o robados por exploradores sin escrúpulos o por visitantes.
Una práctica habitual en las grandes cuevas abiertas al público es iluminar las formaciones más espectaculares para el disfrute de los turistas. Muchas cavernas públicas tienen kilómetros de vías iluminadas, escaleras y vigilancia en las zonas peligrosas. En algunas cuevas, los visitantes pueden contratar excursiones de un día completo.
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VIDA EN LAS CUEVAS
Arte rupestre aborigen, Australia
El arte rupestre aborigen tuvo un gran desarrollo antes de la llegada de los europeos. Alguna de las pinturas que se han encontrado en Australia Meridional fueron realizadas hacia el 18.000 a.C. Se cree que las figuras, como las que se aprecian en la imagen, representaban a los espíritus de los artistas.

En el transcurso de la evolución, algunas plantas y animales se han adaptado a la vida en cuevas. En general, estos organismos se han mantenido en una zona cercana a la entrada, aunque algunas especies han llegado hasta las secciones más oscuras de las cuevas. Así, estas formas de vida se pueden dividir entre las que viven exclusivamente en las cuevas y las que salen a buscar comida al exterior. El grillo de las cuevas y algunos peces de cueva son ejemplos de animales adaptados a vivir de manera permanente en el interior de las cavernas. Aunque muchas de estas especies sean ciegas, sus órganos táctiles están muy desarrollados. Estos animales suelen alimentarse de la materia comestible arrastrada hacia las cuevas por arroyos, tal como microorganismos y sustancias orgánicas en descomposición.
Un ejemplo de animales que descansan e hibernan en las cuevas pero que buscan comida en el exterior son los murciélagos. Depósitos abundantes de guano, o deposiciones de los murciélagos, se han acumulado durante siglos en las cuevas donde se congregan estos animales. En estos detritos se desarrollan una gran variedad de insectos y de organismos simples. El guano a veces se vende como fertilizante. El número de murciélagos que viven en una cueva grande puede ser muy elevado.
Debido a la falta de luz no hay crecimiento de plantas verdes, los hongos, por el contrario, sí pueden crecer en las cuevas. Suelen ser las aguas subterráneas con sustancias orgánicas disueltas las que les proporcionan nutrientes.
En tiempos remotos, eran muchos habitantes los que se resguardaban en cuevas, notablemente en el oeste de Europa, en las regiones mediterráneas, en China, en el sur de África y en Chile. Estos habitantes primitivos han sido llamados popularmente hombres de las cavernas, pero esta denominación es engañosa ya que implica que una raza humana ha vivido, alguna vez, constantemente dentro de cuevas. En realidad, durante la época glacial, humanos y otros animales buscaron refugio en las cuevas en algunas ocasiones. Se han encontrado muchos objetos del paleolítico y del neolítico en montones de desechos cerca de las entradas, y pinturas en algunas de las cuevas. Muchos críticos aclaman la belleza artística de estas pinturas que se atribuyen al hombre de Cro-magnon, una raza del periodo paleolítico tardío.
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ESPELEOLOGÍA
Bisonte de Altamira
Declarada en 1985 Patrimonio cultural de la Humanidad por la UNESCO, la cueva de Altamira es tal vez la principal manifestación del arte rupestre paleolítico. Fue descubierta en 1876, aunque su principal hallazgo, los grandes paneles de pinturas, no salió a la luz hasta tres años después, y se encuentra enclavada en el término municipal de Santillana del Mar, en Cantabria, situado a unos pocos kilómetros de las principales ciudades de esa comunidad autónoma española, Torrelavega y Santander.

La ciencia que se encarga del estudio de las cuevas se llama espeleología. Es una rama de la geología y ha acrecentado el conocimiento de la mineralogía, la hidrodinámica, la arqueología, la biología y muchas otras disciplinas. Los espeleólogos se sirven de muchos artificios y métodos en sus exploraciones. Una técnica consiste en usar tintes para descubrir las salidas de una red compleja de corrientes subterráneas. El uso de un calzado especial, cascos de seguridad, escalas y cuerdas flexibles y lámparas fiables permite a los espeleólogos actuales explorar lugares recónditos de las cuevas con mucha más minuciosidad que antes. A veces los exploradores de cuevas permanecen bajo tierra durante días, trazando mapas y estudiando zonas extensas.
En España, país de relieve accidentado, hay diversas formaciones geológicas de esta índole que merece la pena reseñar, ya sea por sus dimensiones, su belleza natural o su importancia arqueológica. Las de mayor recorrido son el Complejo Palomera-Dolencias (Ojo Guareña, Burgos; sus 40.000 m hacen de ella la quinta del mundo), la de Mairuelegorreta (Gorbea, Álava; 10.000 m), la cueva del Tornero (Soria, 10.000 m), la cueva de los Chorros (Riopar, Albacete; 7.200 m) y la de Solencio de Bastaras (Huesca, 7.000 m). Por lo que se refiere al atractivo turístico, son muy visitadas las cuevas del Drac, de origen cárstico y situadas en la sierra de Levante mallorquina, y las de Nerja, en la provincia de Málaga.
En cuanto a las cuevas españolas cuyo interés radica en las manifestaciones artísticas prehistóricas, ostentan excelentes ejemplos de arte paleolítico las de Puente-Viesgo (Santander), las asturianas de Tito Bustillo y Peña Cándamo y, sobre todo, la cueva de Altamira, descubierta en el año 1879 en las cercanías de Santillana del Mar (Cantabria), la obra maestra del arte rupestre en el mundo: un célebre prehistoriador francés la llamó la Capilla Sixtina del arte cuaternario. Hay en ella unas 150 pinturas de animales, algunas incisas, con predominio de los bisontes. Destacan también las cuevas de Cogull en Lleida, el conjunto del Maestrazgo, y las de Alpera y Minateda en Albacete. En cuanto al arte del periodo neolítico, está representado por monumentos tales como las cuevas de Menga y del Romeral en Antequera (Málaga) o la cueva de Vélez Blanco en Almería.

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