La molestia Alergia e intolerancia a los alimentos



Urticaria
La urticaria es una reacción alérgica que obedece a causas muy variadas, como alergias a alimentos o a medicamentos. Adopta la forma de manchas de exantema y ronchas.

Alergia e intolerancia a los alimentos, trastornos causados por el consumo de determinados alimentos.
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ALERGIAS A LOS ALIMENTOS
Los alimentos que con más frecuencia producen alergia son la leche, los huevos, las harinas de trigo, el pescado, el marisco, la soja, los frutos secos (nueces y cacahuetes) y las alubias.
El consumo de un determinado producto presente en la dieta desencadena, en algunas personas, una reacción exagerada de su sistema inmunológico que responde ante una sustancia inofensiva como si fuera dañina para el organismo. El sistema inmunológico produce anticuerpos que, al unirse con el alergeno, originan la liberación de transmisores químicos y provocan los síntomas característicos.
La reacción alérgica puede aparecer de forma inmediata o hasta 24 horas después de la ingesta del alimento en cuestión. Los síntomas pueden ser leves o muy graves, como picor e inflamación de los labios, lengua o paladar; aparición de vómitos, diarrea o dolor abdominal, urticaria, rinitis, asma o anafilaxia.
El diagnóstico se basa en la historia clínica, la existencia de antecedentes familiares y la realización de pruebas de sensibilidad cutánea o determinaciones en sangre de los niveles de anticuerpos IgE específicos frente a determinados alergenos. En muchas ocasiones, para reconocer el producto causante de la alergia, es preciso demostrar que su eliminación de la alimentación hace desaparecer los síntomas. El único tratamiento eficaz es la supresión del alimento que provoca la alergia de la dieta. Además, es necesario el empleo de fármacos apropiados (broncodilatadores, antihistamínicos, corticoides o adrenalina) para tratar los síntomas.
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INTOLERANCIA A LOS ALIMENTOS
La intolerancia a los alimentos se define como una reacción adversa a la comida en la que no se puede demostrar una reacción de hipersensibilidad del sistema inmunológico, ya que los análisis de sangre y las pruebas dermatológicas para detectar alergias dan un resultado negativo. Es posible que el sistema inmunológico participe de alguna manera en la producción de los síntomas, pero no como factor determinante.
Algunas de las intolerancias a alimentos más conocidas son la intolerancia al gluten (enfermedad celíaca), la intolerancia a la lactosa, la intolerancia a la fructosa y la intolerancia a las proteínas de la leche de vaca.
3.1
Intolerancia al gluten (enfermedad celíaca)
La enfermedad celíaca se debe a la sensibilidad al gluten, un complejo de proteínas que está presente en la harina del trigo, cebada, centeno, avena y triticale. La enfermedad puede aparecer a cualquier edad. La existencia de gluten en la dieta provoca, en algunas personas, un cuadro de diarrea, pérdida de peso, distensión abdominal, disminución de la absorción de algunos nutrientes y retraso del crecimiento en los niños.
La causa de esta intolerancia se desconoce, aunque se cree que influyen factores genéticos, ambientales e inmunitarios. El diagnóstico se basa en la biopsia intestinal, en la que se demuestra la presencia de una lesión atrófica característica de la mucosa del intestino delgado, y en que la supresión del gluten de la dieta hace desaparecer los síntomas y modifica esta lesión. El tratamiento consiste en la eliminación total del gluten de la dieta.
3.2
Intolerancia a la lactosa
La lactosa es un hidrato de carbono que está presente en la leche. La intolerancia a la lactosa se debe a una disminución o ausencia de lactasa, una enzima que permite la absorción de lactosa en el intestino delgado. El déficit de lactasa puede estar presente en el momento del nacimiento o ser consecuencia de enfermedades que afectan a la mucosa del intestino delgado. Una mala absorción de la lactosa puede originar síntomas como diarrea y dolor abdominal.
3.3
Intolerancia a la fructosa
La fructosa y la sacarosa (azúcar doméstico) están presentes en alimentos como la fruta, los zumos o los cereales a los que se ha añadido azúcar. La intolerancia a la fructosa se debe a la ausencia de una enzima que participa en la hidrólisis de este azúcar. Cuando el lactante empieza a consumir alimentos con fructosa aparecen los síntomas: vómitos, ictericia, aumento de tamaño del hígado, irritabilidad, letargia e incluso convulsiones. El tratamiento requiere la supresión total de la fructosa, la sacarosa y el sorbitol de la dieta.
3.4
Intolerancia a las proteínas de la leche de vaca
La intolerancia a las proteínas de la leche de vaca suele aparecer en la infancia y, en muchas ocasiones, es transitoria. Produce cuadros gastrointestinales agudos con vómitos y diarrea, o diarrea crónica y mala absorción de nutrientes, con pérdida de peso y retraso en el crecimiento. El tratamiento consiste en suprimir la leche de vaca de la dieta. La reintroducción del alimento debe hacerse con cautela, muy poco a poco.

miércoles, 30 de marzo de 2011

La terrible Cirrosis



Hígado
El hígado, además de ser el órgano de mayor tamaño en todos los vertebrados, es uno de los más importantes. Entre el gran número de funciones que desempeña está la síntesis de proteínas, de factores inmunitarios y de la coagulación y de sustancias transportadoras de oxígeno y grasas. Su principal función en la digestión es la secreción de bilis, que es esencial para la emulsión y absorción de grasas. También elimina el exceso de glucosa de la circulación y la almacena hasta que es necesaria. Convierte el exceso de aminoácidos en formas útiles y filtra los fármacos y venenos presentes en la sangre, neutralizándolos y excretándolos por la bilis. El hígado presenta dos lóbulos principales localizados justo por debajo del diafragma en el lado derecho del cuerpo. Puede perder el 75% de su tejido, a consecuencia de una enfermedad o cirugía, sin interrumpir su función.


Cirrosis, enfermedad crónica del hígado que cursa con destrucción irreversible de las células hepáticas. La cirrosis es la fase final de muchas enfermedades que afectan al hígado. Se caracteriza por áreas de fibrosis (cicatriz) y muerte de los hepatocitos (células hepáticas). Sus consecuencias principales son el fracaso de la función hepática y el aumento de la presión sanguínea en la vena porta (que transporta la sangre desde el estómago y tubo digestivo al hígado). En Europa occidental, el alcohol y la hepatitis B son la causa principal de la cirrosis. En el Reino Unido, dos tercios de los casos son debidos al alcohol; en países donde el consumo de alcohol es menor (por ejemplo en los países islámicos), la incidencia de cirrosis disminuye de forma paralela. Pacientes cuyo consumo de alcohol no alcanza el grado de alcoholismo pueden padecer lesiones hepáticas producidas por el alcohol. Un 30% de los casos de cirrosis son de causa desconocida (podrían deberse a otras hepatitis virales como la hepatitis C). El cáncer primitivo hepático puede ser una complicación de la cirrosis hepática.
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SÍNTOMAS
Algunos pacientes con cirrosis hepática no padecen ningún síntoma (cirrosis latente). Los síntomas de la cirrosis activa son el dolor abdominal, dolor en el costado derecho, diarrea, falta de apetito, ascitis (acumulación de líquido en la cavidad peritoneal), ictericia, fatiga, pérdida de masa muscular y pérdida de peso. La ascitis se produce por el aumento de presión en la vena porta, y por la falta de albúmina en el plasma (la albúmina es una proteína producida por el hígado). Debido a la pérdida de masa muscular y a la ascitis, los pacientes con cirrosis tienen un aspecto característico, con extremidades delgadas pero gran perímetro abdominal. La ictericia se debe al aumento de los niveles de bilirrubina en la sangre por la alteración de su depuración hepática. Se pueden producir trastornos mentales debidos al paso de toxinas al cerebro, toxinas que en condiciones normales son depuradas a su paso por el hígado. Estas toxinas son responsables de síntomas como la confusión, irritabilidad, actitudes infantiles e incluso coma. Estos síntomas son fluctuantes. La hipertensión en la vena porta puede producir un sangrado gastroesofágico (por la existencia de varices), una de las complicaciones más graves y con mayor mortalidad.
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TRATAMIENTO
A pesar de que la curación completa no es posible, las células sanas que subsisten pueden mantener cierto grado de función hepática. Se debe eliminar el alcohol de la dieta. Puesto que las lesiones hepáticas tienen carácter irreversible, el tratamiento debe ir dirigido a los síntomas; con frecuencia es necesario el ingreso en un hospital.

El asombroso Encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma II



El cronista español Bernal Díaz del Castillo escribió en el tercer cuarto del siglo XVI el relato de la conquista y primera colonización de los territorios mexicanos, bajo el título de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. En tanto que testigo, el autor describió los acontecimientos como una gesta dirigida, pero no protagonizada en exclusiva, por Hernán Cortés. Los dos capítulos de esa obra que reproduce el siguiente texto están dedicados a uno de los hechos históricos más trascendentales de la historia americana: el encuentro en 1519 entre un guerrero europeo, Cortés, y uno de los últimos soberanos aztecas, Moctezuma II.

Fragmento de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
De Bernal Díaz del Castillo.

Capítulos LXXXVIII y LXXXIX.
DEL GRANDE Y SOLENE RESCIBIMIENTO QUE NOS HIZO EL GRAN MONTEZUMA A CORTÉS Y A TODOS NOSOTROS EN LA ENTRADA DE LA GRAN CIUDAD DE MÉXICO
Luego otro día de mañana partimos de Estapalapa, muy acompañados de aquellos grandes caciques que atrás he dicho; íbamos por nuestra calzada adelante, la cual es ancha de ocho pasos, y va tan derecha a la ciudad de México, que me parece que no se torcía poco ni mucho, e puesto ques bien ancha, toda iba llena de aquellas gentes que no cabían; unos que entraban en México y otros que salían, y los que nos venían a ver, que no nos podíamos rodear de tantos como vinieron, porque estaban llenas las torres e cues y en las canoas y de todas partes de la laguna, y no era cosa de maravillar, porque jamás habían visto caballos ni hombres como nosotros. Y de que vimos cosas tan admirables no sabíamos qué nos decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que por una parte en tierra había grandes ciudades, y en la laguna otras muchas, e víamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchas puentes de trecho a trecho, y por delante estaba la gran ciudad de México; y nosotros aún no llegábamos a cuatrocientos soldados, y teníamos muy bien en la memoria las pláticas e avisos que nos dijeron los de Guaxocingo e Tascala y de Tamanalco, y con otros muchos avisos que nos habían dado para que nos guardásemos de entrar en México, que nos habían de matar desque dentro nos tuviesen. Miren los curiosos letores si esto que escribo si había bien que ponderar en ello, qué hombres habido en el Universo que tal atrevimiento tuviesen. Pasemos adelante. Íbamos por nuestra calzada; ya que llegamos donde se aparta otra calzadilla que iba a Cuyuacán, ques otra ciudad adonde estaban unas como torres que eran sus adoratorios, vinieron muchos principales y caciques con muy ricas mantas sobre sí, con galanía de libreas diferenciadas las de los unos caciques de los otros, y las calzadas llenas dellos, y aquellos grandes caciques enviaban el gran Montezuma adelante a recebirnos, y ansí como llegaban ante Cortés decían en su lengua que fuésemos bien venidos, y en señal de paz tocaban con la mano en el suelo y besaban la tierra con la mesma mano. Ansí questuvimos parados un buen rato, y desde allí se adelantaron Cacamatzin, señor de Tezcuco, y el señor de Estapalapa, y el señor de Tacuba, y el señor de Cuyuacán a encontrarse con el gran Montezuma, que venía cerca, en ricas andas, acompañado de otros grandes señores y caciques que tenían vasallos. Ya que llegábamos cerca de México, adonde estaban otras torrecillas, se apeó el gran Montezuma de las andas, y trayéndole del brazo aquellos grandes caciques, debajo de un palio muy riquísimo a maravilla, y la color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argentería y perlas y piedras chalchivis, que colgaban de unas como bordaduras, que hobo mucho que mirar en ello. Y el gran Montezuma venía muy ricamente ataviado, según su usanza, y traía calzados unos como cotaras, que ansí se dice lo que se calzan; las suelas de oro y muy preciada pedrería por encima en ellas; e los cuatro señores que le traían de brazo venían con rica manera de vestidos a su usanza, que paresce ser se los tenían aparejados en el camino para entrar con su señor, que no traían los vestidos con los que nos fueron a rescebir, e venían, sin aquellos cuatro señores, otros cuatro grandes caciques que traían el palio sobre sus cabezas, y otros muchos señores que venían delante del gran Montezuma barriendo el suelo por donde había de pisar, y le ponían mantas por que no pisase la tierra. Todos estos señores ni por pensamiento le miraban en la cara, sino los ojos bajos e con mucho acato, eceto aquellos cuatro deudos e sobrinos suyos que lo llevaban de brazo. E como Cortés vio y entendió e le dijeron que venía el gran Montezuma, se apeó del caballo, y desque llegó cerca de Montezuma, a unas se hicieron grandes acatos. El Montezuma le dio el bien venido, e nuestro Cortés le respondió con doña Marina quél fuese él muy bien estado; e parésceme que Cortés, con la lengua doña Marina, que iba junto a Cortés, le daba la mano derecha, y el Montezuma no la quiso e se la dio al Cortés. Y entonces sacó Cortés un collar que traía muy a mano de unas piedras de vidrio, que ya he dicho que se dicen margaritas, que tienen dentro de sí muchas labores e diversidad de colores y venía ensartado en unos cordones de oro con almizcle por que diesen buen olor, y se le echó al cuello el gran Montezuma, y cuando se le puso le iba abrazar, y aquellos grandes señores que iban con el Montezuma detuvieron el brazo a Cortés que no le abrazase, porque lo tenían por menosprecio. Y luego Cortés con la lengua doña Marina le dijo que holgaba agora su corazón en haber visto un tan gran príncipe, y que le tenía en gran merced la venida de su persona a les rescebir y las mercedes que le hace a la contina. Entonces el Montezuma le dijo otras palabras de buen comedimiento, e mandó a dos de sus sobrinos de los que le traían de brazo, que era el señor de Tezcuco y el señor de Cuyuacán, que se fuesen con nosotros hasta aposentarnos, y el Montezuma con los otros dos sus parientes, Cuedlavaca y el señor de Tacuba, que le acompañaban, se volvió a la ciudad, y también se volvieron con él todas aquellas grandes compañías de caciques y principales que le habían venido acompañar; e cuando se volvían con su señor estábamoslos mirando cómo iban todos los ojos puestos en tierra, sin miralle, muy arrimados a la pared, e con gran acato le acompañaban; en ansí tuvimos lugar nosotros de entrar por las calles de México sin tener tanto embarazo. Quién pudiera agora decir la multitud de hombres e mujeres e muchachos questaban en las calles e azoteas y en canoas en aquellas acequias que nos salían a mirar. Era cosa de notar, que agora que lo estoy escribiendo se me representa todo delante de mis ojos como si ayer fuera cuando esto pasó, y consideraba la cosa, es gran merced que Nuestro Señor Jesucristo fue servido darnos gracia y esfuerzo para osar entrar en tal ciudad e me haber guardado de muchos peligros de muerte, como adelante verán. Doile muchas gracias por ello, que a tal tiempo me ha atraído para podello escrebir, e aunque no tan cumplidamente como convenía y se requiere. E dejemos palabras, pues las obras son buen testigo de lo que digo en algunas destas partes, e volvamos a nuestra entrada en México, que nos llevaron aposentar a unas grandes casas donde había aposentos para todos nosotros, que habían sido de su padre del gran Montezuma, que se decía Axayaca, adonde en aquella sazón tenía el Montezuma sus grandes adoratorios de ídolos e tenía una recámara muy secreta de piezas y joyas de oro, que era como tesoro de lo que había heredado de su padre Axayaca, que no tocaba en ello; y ansimismo nos llevaron aposentar aquella casa por causa que, como nos llamaban teules e por tales nos tenían, questuviésemos entre sus ídolos como teules que allí tenían. Sea de una manera o sea de otra, allí nos llevaron, donde tenían hechos grandes estrados y salas muy entoldadas de paramentos de la tierra para nuestro capitán, y para cada uno de nosotros otras camas desteras e unos toldillos encima, que no se da más cama por muy gran señor que sea, porque no las usan; y todos aquellos palacios, muy lucidos y encalados y barridos y enramados. Y como llegamos y entramos en un gran patio, luego tomó por la mano el gran Montezuma a nuestro capitán, que allí le estuvo esperando, y le metió en el aposento y sala adonde había de posar, que le tenía muy ricamente aderezada para según su usanza, y tenía aparejado un muy rico collar de oro de hechura de camarones, obra muy maravillosa, y el mismo Montezuma se le echó al cuello a nuestro capitán Cortés, que tuvieron bien que mirar sus capitanes del gran favor que le dio. Y desque se lo hobo puesto, Cortés le dio las gracias con nuestras lenguas, e dijo Montezuma: «Malinche: en vuestra casa estáis vos e vuestros hermanos; descansa.» Y luego se fue a sus palacios, que no estaban lejos, y nosotros repartimos nuestros aposentos por capitanías, e nuestra artillería asestada en parte conviniente, y muy bien platicado la orden que en todo habíamos de tener y estar muy apercebidos, ansí los de caballo como todos nuestros soldados. Y nos tenían aparejada una comida muy suntuosa, a su uso e costumbre, que luego comimos. Y fue esta nuestra venturosa e atrevida entrada en la gran ciudad de Tenustitán, México, a ocho días del mes de noviembre año de Nuestro Salvador Jesucristo de mill e quinientos y diez y nueve años. Gracias a Nuestro Señor Jesucristo por todo, e puesto que no vaya expresado otras cosas que había que decir, perdónenme sus mercedes que no lo sé mejor decir por agora hasta su tiempo. E dejemos de más pláticas, e volvamos a nuestra relación de lo que más nos avino, lo cual diré adelante.
CÓMO EL GRAN MONTEZUMA VINO A NUESTROS APOSENTOS CON MUCHOS CACIQUES QUE LE ACOMPAÑABAN, E LA PRÁTICA QUE TUVO CON NUESTRO CAPITÁN
Como el gran Montezuma hobo comido y supo que nuestro capitán y todos nosotros ansimismo había buen rato que habíamos hecho lo mismo, vino a nuestro aposento con gran copia de principales e todos deudos suyos e con gran pompa. E como a Cortés le dijeron que venía, le salió a mitad de la sala a recibir, y el Montezuma le tomó por la mano; e trujeron unos como asentadores fechos a su usanza en muy ricos y labrados de muchas maneras con oro. Y el Montezuma dijo a nuestro capitán que se asentase, e se asentaron entrambos cada uno en el suyo. Y luego comenzó el Montezuma un muy buen parlamento, e dijo que en gran manera se holgaba de tener en su casa e reino unos caballeros tan esforzados como era el capitán Cortés e todos nosotros; e que había dos años que tuvo noticia de otro capitán que vino a lo de Chanpoton; e también el año pasado le trujeron nuevas de otro capitán que vino con cuatro navíos, e que siempre los deseó ver, e que agora que nos tiene ya consigo para servirnos y darnos de todo lo que tuviese, y que verdaderamente debe de ser cierto que somos los que sus antecesores, muchos tiempos pasados, habían dicho que vernían hombres de donde sale el sol a señorear aquestas tierras, y que debemos ser nosotros, pues tan valientemente peleamos en lo de Potonchan y Tabasco y con los tascaltecas, porque todas las batallas se las trujeron pintadas al natural. Y Cortés le respondió con nuestras lenguas que consigo siempre estaban, especial la doña Marina, y le dijo que no sabe con qué pagar él ni todos nosotros las grandes mercedes recebidas de cada día, e que ciertamente veníamos de donde sale el sol, y somos vasallos y criados de un gran señor que se dice el emperador don Carlos, que tiene subjetos a sí muchos y grandes príncipes, e que teniendo noticia dél y de cuán gran señor es, nos envió a estas partes a le ver e a rogar que sean cristianos como es nuestro emperador e todos nosotros, e que salvarán sus ánimas él y todos sus vasallos, e que adelante le declarará más cómo y de qué manera ha de ser, y cómo adoramos a un solo Dios verdadero, y quién es, e otras muchas buenas cosas que oirá, como les había dicho a sus embajadores Tendile e Pitalpitoque e Quintalvor cuando estábamos en los Arenales. E acabado este parlamento, tenía apercebido el gran Montezuma muy ricas joyas de oro y muchas hechuras, que dio a nuestro capitán, e ansimismo a cada uno de nuestros capitanes dio cositas de oro y tres cargas de mantas de labores ricas de plumas; y entre todos los soldados también nos dio a cada uno a dos cargas de mantas, con una alegría, e en todo bien parecía gran señor. Y desque lo hobo repartido preguntó a Cortés si éramos todos hermanos y vasallos de nuestro gran emperador; e dijo que sí, que éramos hermanos en el amor e amistad e personas muy principales, e criados de nuestro gran rey y señor. Y porque pasaron otras prácticas de buenos comedimientos entre e que teniendo noticia dél y de cuán gran señor es, nos envió a visitar, y por no le ser pesado, cesaron los razonamientos. Y había mandado el Montezuma a sus mayordomos que a nuestro modo y usanza de todo estuviésemos proveídos, ques maíz e piedras e indias para hacer pan, e gallinas y fruta, y mucha hierba para los caballos. Y el Montezuma se despidió con gran cortesía de nuestro capitán y de todos nosotros, y salimos con él hasta la calle; y Cortés nos mandó que al presente que no fuésemos muy lejos de los aposentos hasta entender más lo que conviniese. Y quedarse ha aquí, e diré lo que adelante pasó.
Fuente: Díaz del Castillo, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Prólogo de Carlos Pereyra. Madrid: Espasa-Calpe, 1997.
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