Matusalén, la criatura más vieja



Antes de la fundación de  Roma, antes del siglo dorado de Atenas y 1,600 años antes  de que se iniciaran las pirámides, en la falda de una montaña de California germinó una semilla. El árbol que nació de aquella semilla  existe aún en la actualidad: es la criatura más longeva del mundo.
Se trata de Matusalén, un pino de ásperas piñas, que extiende sus raíces  en las Montañas Blancas, a 2,700 metros de altitud.
Pero aún  existía otro pino más antiguo que Matusalén.  Fue derribado en 1964 para su estudio científico  y en él se contaron 4,900 anillos.
Opinan los científicos que un pino de estas especies puede vivir 5,500 años. Así pues, el viejo Matusalén puede seguir en pie durante 30 generaciones.
En un laboratorio de la Universidad de Arizona se ha comprobado un calendario científico, basado en los anillos de estos pinos y en viejos restos de estos árboles. De este modo  ha podido seguirse  el curso de la historia  hasta el año 6,200 antes de J. C.
En el Monte Washington, al este de Nevada, se han descubierto restos fósiles  de la especie  a que pertenece matusalén por encima de la altitud que se arraigan tales pinos. Mediante un examen  de las células dañadas  se a averiguado con precisión  algunas condiciones  climáticas  del pasado, como anormales oleadas de frio  acaecidas en los veranos de 1453 y 1601.
Computadoras orgánicas.
Se examinaron también  granos de polen  atrapados en los diversos anillos  de un tronco. De este modo se ha podido establecer comparación  entre la vida vegetal de años tan distantes  como por ejemplo, el 1,300 ante de J.C. , y el 350 después de J. C.
En consecuencia estos pinos son para nosotros  computadores orgánicos  que registran automáticamente  las cambiantes condiciones de la vida del planeta.
Paradójicamente, los más viejos de estos pinos  crecen en condiciones más adversas: en tierras escarpadas y rocosas  a 2,900 metros sobre el nivel del mar, con una ligera capa de suelo ye escasas precipitaciones.
En condiciones favorables estos pinos crecen más  deprisa pero se deterioran y mueren en menos tiempo.
Los pinos antiguos han obligado  a corregir  algunos asertos  referentes a la prehistoria.
El método del carbono utilizado generalmente  para fechar descubrimientos  arqueológicos, reveló sus deficiencias al aplicarlo a los anillos del pino. Como es sabido el sistema calcula  la edad  de los fósiles en base a la cantidad de carbono 14 que han perdido.
Pero el método presuponía  que el carbono  de la atmosfera, debido a bombardeos radiactivos, permanecía constante. El examen de los pinos hizo advertir  fluctuaciones  en la cantidad  de carbono, con algunas discrepancias  en el cómputo de fechas.
Los pinos y la civilización.
Se elaboró un sistema más exacto, basado  en la escala  del pino al que aludimos, que resolvió los errores (fechas que diferían  entre varios siglos  y 1,000 años).
No se trataba únicamente de reajustar algunas fechas, sino de algo más grave: el nuevo sistema ha trastocado  ciertos supuestos en los influjos  de las antiguas civilizaciones.
Colin Renfrew, arqueólogo de la Universidad de Southampton  (Gran Bretaña), ha manifestado  que en España  y el Noroeste de Francia  existen algunos megalitos que pueden ser más antiguos que las pirámides.
Se ha indicado también gracias al nuevo sistema de fijación de fechas, que pudo ser Europa y no el Oriente  (como hasta ahora se ha creído), la pionera  tanto en el uso de los metales  como en las grandes conquistas de arquitectura  y la ingeniería de la antigüedad.
En tal caso el poder creador de los primeros europeos no anduvo a la zaga  del de las civilizaciones  avanzadas  de otros lugares. Ello significa,  afirma Renfrew, que tendrían que volverse a escribir los libros de prehistoria.
Pero no acaba aquí la utilidad  de la estirpe del viejo Matusalén. Estos pinos sirven también para el estudio  de ciertos aspectos  de la ciencia  y del saber, aun más fundamentales y complejos.
En Checoslovaquia  se ha empleado  la madera de este árbol  para estudiar posibles  variaciones en el magnetismo  terrestre. En la Universidad de California se han utilizado para comprobar  los efectos de las pruebas nucleares. En la Costa Estadounidense del Pacífico. Sirven también de detectores de la contaminación atmosférica causada por la industria y el tráfico automotriz.
 Y es así, como un árbol, cuya presencia en la Tierra  se anticipó a los albores  de la civilización, ayuda a los humanos a conocer su pasado, su presente  e, indirectamente su futuro.

viernes, 17 de septiembre de 2010

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