Un examen de los cráneos de un carnívoro, Allosaurus, un herbívoro, Diplodocus, y un omnívoro, Massospondylus, muestra diferencias anatómicas relacionadas directamente con el tipo de alimentación de cada dinosaurio. Los largos y aserrados dientes del Allosaurus, eran adecuados para capturar, reducir y matar a otros animales. Los finos y reducidos dientes, del Diplodocus estaban, en especial, adaptados para arrancar las hojas de las plantas. Los dientes del Massospondylus eran relativamente pequeños, bastos y multifuncionales, adecuados para comer plantas o animales.
El comportamiento de los dinosaurios estaba regido por su metabolismo y por su sistema nervioso central. El metabolismo, es decir, la transformación de los alimentos en energía, afectaba a sus niveles de actividad. No está totalmente claro si eran puramente homeotermos (endotérmicos o de sangre caliente), como los modernos mamíferos, o poiquilotermos (ectotérmicos o de sangre fría), como los reptiles de la actualidad. Los primeros regulan la temperatura corporal mediante el metabolismo y no dependen de la temperatura del medio ambiente. Como resultado, presentan mayores niveles de actividad y mayores requisitos de energía que los ectotérmicos. Éstos tienen un metabolismo más lento y regulan la temperatura corporal aprovechando las variaciones de la temperatura exterior y poniéndose al sol para mantenerse calientes, o a la sombra para refrescarse. Si fuera posible determinar si los dinosaurios eran de sangre caliente o de sangre fría, los paleontólogos podrían descubrir si se comportaban como los mamíferos actuales o como los reptiles.
Los cambios graduales en la anatomía de los dinosaurios sugieren que los ritmos metabólicos y los niveles de actividad se incrementaron a medida que evolucionaban; algunos científicos opinan que esto es una señal de que los dinosaurios fueron cada vez más endotérmicos. En general, el tamaño del cuerpo del dinosaurio fue disminuyendo a lo largo de la última mitad de la era de los dinosaurios, su necesidad de actividad y las reacciones metabólicas para mantenerse calientes fueron incrementándose. Los animales más pequeños disponen de más superficie corporal en proporción con su volumen, lo que les hace perder más calor al irradiarse éste a través de la piel. Las hileras de dientes de los dinosaurios aumentaron de tamaño, permitiéndoles masticar mejor los alimentos; los conductos respiratorios se separaron de la cavidad bucal y así consiguieron masticar y respirar al mismo tiempo. Es posible que estos cambios ayudaran a los dinosaurios a digerir los alimentos y transformarlos en energía de manera más rápida y eficaz, facilitando así el metabolismo.
El sistema nervioso central de los dinosaurios afectaba a la flexibilidad de su comportamiento, es decir, a la capacidad de adaptarse a las situaciones cambiantes. Los científicos afirman que la relación entre el tamaño del cerebro y el peso del cuerpo se incrementó a medida que el animal evolucionaba y, como consecuencia, la flexibilidad de su comportamiento también aumentó. A través del examen de los restos fósiles, los paleontólogos han identificado algunas de las características físicas de los dinosaurios. Algunas marcas de piel muestran que ésta presentaba una superficie seca, dura y escamosa. Los ojos tenían aproximadamente el doble del diámetro de los de los mamíferos actuales.
En 1998 los científicos iniciaron el estudio de un fósil encontrado cerca de Nápoles, Italia, que mostraba claramente la estructura y la ubicación de algunos órganos internos de dinosaurio. El fósil correspondía a un animal que vivió hace 113 millones de años y que pertenecía a una nueva especie denominada Scipionyx samniticus. Aunque encontrado a principios de la década de 1980, se le empezó a dar importancia en 1998, cuando los paleontólogos lo examinaron por primera vez y descubrieron partes grandes de intestino, colon, hígado y músculos.
La mayoría de los dinosaurios ponían huevos. En China y la India se han encontrado extensos yacimientos de cascarones enteros y fragmentados, lo que sugiere que las grandes colonias de anidación eran comunes. En Montana, Estados Unidos, se han encontrado restos que contienen tanto huevos como crías recién salidas del cascarón. Las capas de nidos superpuestas sugieren que los dinosaurios volvían, año tras año, a los mismos lugares de anidamiento. En Lourinha (al norte de Lisboa, Portugal), un grupo de paleontólogos descubrió en junio de 1997 un nido de carnívoros bípedos del jurásico superior que conserva más de 100 huevos de estos animales, algunos de ellos con los esqueletos de sus embriones. En proporción con el peso de la madre, los dinosaurios ponían huevos más pequeños pero en mayor número que las aves. De hecho, los huevos más grandes que se conocen son 7.400 cm3 más pequeños que los huevos de ave más grandes que se conocen, que tienen 12.700 cm3 de tamaño.
El gran número de huesos de dinosaurios pequeños encontrados en las colonias de anidación indica que el índice de mortalidad entre las crías era muy alto. Los anillos de crecimiento que se conservan en los huesos sugieren que los dinosaurios primitivos crecían más lentamente que sus descendientes. Tras evaluar estos anillos de crecimiento junto con el tamaño del cuerpo y las tendencias de longevidad de los reptiles modernos, algunos paleontólogos sugieren que los dinosaurios gigantes vivían una media de más de 100 años.
DINOSAURIOS SAURISQUIOS |
Los dinosaurios saurisquios se caracterizaban por tener una pelvis rudimentaria, similar a la de los antiguos reptiles, con el pubis apuntando hacia delante. Tenían el cuello largo y flexible, y garras de gran tamaño en los primeros dedos de las manos y los pies. Los dedos cuarto y quinto de la mano se habían reducido o estaban ausentes (como en las aves, que sólo conservan los tres primeros dedos). Los saurisquios se clasifican en tres subórdenes principales: los terópodos, los prosaurópodos y los saurópodos. Estos dos últimos grupos a veces se incluyen en un grupo llamado sauropodomorfos.
Terópodos |
Con aproximadamente 5 m de altura y 14 de longitud y unas mandíbulas poderosas armadas de dientes afilados y aserrados, el tiranosaurio era uno de los dinosaurios más temibles.
Casi todos los terópodos eran bípedos y carnívoros. Algunos, como el Tyrannosaurus de la última parte del periodo cretácico, alcanzaban longitudes de hasta 12 m y llegaban a pesar 5 toneladas. Los de mayor tamaño presentaban dientes grandes y puntiagudos adaptados para descuartizar a las presas. Las huellas de los fósiles revelan que estos terópodos de gran tamaño caminaban más erguidos que los dinosaurios herbívoros grandes y se movían con mayor agilidad y rapidez. Otros terópodos, como el Compsognathus y el Deinonychus eran más pequeños. Su cráneo estrecho, y a menudo puntiagudo, sugiere que se alimentaban de animales pequeños como lagartos y crías de dinosaurio. Perseguían a sus presas y, atacándolas en manada, las descuartizaban con garras y dientes. Sin embargo, algunos tipos de terópodos de pequeño tamaño, como el Struthiomimus y sus parientes, no tenían dientes y podrían haber sido omnívoros. También las aves actuales carecen de dientes, pero no ocurría así con las primitivas, como el Archaeopteryx y el
Hesperornis.
Este esqueleto fosilizado incompleto es de un Compsognathus, uno de los más pequeños dinosaurios depredadores. Medían menos de 1 metro. El Compsognathus corría sobre sus patas traseras con gran velocidad y perseguía a insectos, anfibios y pequeños lagartos.
Otros terópodos, llamados raptores, disponían de potentes garras, parecidas a las de las águilas, en manos y pies. Empleaban su flexible cola como balancines para incrementar su agilidad al girar. Muchos paleontólogos opinan que las aves pueden proceder de pequeños y primitivos terópodos que a su vez fueron los antepasados de los raptores. Las pruebas de esta teoría se han visto respaldadas por el descubrimiento de un nido de Oviraptor en el desierto de Gobi. El nido contiene huesos fósiles de un Oviraptor sentado en una nidada de unos 15 huevos, en una actitud muy similar a la de las aves modernas.
En junio de 1997 se descubrió la cría de ave más primitiva del mundo en los Pirineos, concretamente en la sierra del Montsec, en Lleida (España). Se trata del fósil de una criatura que vivió hace 120 millones de años, durante el cretácico. Esta nueva especie ha proporcionado información a los científicos españoles para confirmar la teoría de que los pájaros modernos son descendientes con plumas y de cola corta de los dinosaurios terópodos. Así mismo, en mayo de 1997 un grupo de paleontólogos argentinos informaba sobre el hallazgo de los restos fósiles del dinosaurio más parecido a un ave que se haya descubierto hasta la fecha. Fue descubierto en la región de la Patagonia argentina y se le ha dado el nombre de Unenlagia cornahuensis, que significa ‘medio pájaro del noroeste de la Patagonia’ en el idioma de los mapuches.
Prosaurópodos |
A diferencia de los terópodos primitivos, eran herbívoros, tenían el cráneo relativamente pequeño y los dientes en forma de hoja en vez de puntiagudos. Su cuello era largo y esbelto y, al ser bípedos, podían fácilmente examinar los arbustos y plantas que se encontraban fuera del alcance de otros herbívoros. La garra larga con forma de garfio del dedo pulgar probablemente la empleaban para atraer hacia sí las ramas al alimentarse. Tenían los pies grandes y disponían de potentes garras. Los prosaurópodos más primitivos encontrados en el registro fósil habían alcanzado ya longitudes de 3 metros. A finales del periodo triásico, el bien conocido Plateosaurus había alcanzado unos 9 m y pesaba 1,8 toneladas. Durante la última etapa del triásico y la primera del jurásico, los prosaurópodos se convirtieron en los dinosaurios herbívoros de mayor tamaño.
Saurópodos |
Los saurópodos, entre los que se incluyen animales tan grandes como el Apatosaurus (anteriormente conocido como Brontosaurus) y el Diplodocus, descienden de los prosaurópodos. Hacia mediados del periodo jurásico ambos habían superado en peso y tamaño a los demás dinosaurios. Algunos saurópodos probablemente llegaron a medir más de 25 m y a pesar unas 90 toneladas. Eran cuadrúpedos, es decir, caminaban sobre cuatro patas, y tenían cuello y cola largos. Las patas normalmente presentaban garras en los dedos interiores, aunque en otros aspectos eran semejantes a las de los elefantes. Su columna vertebral estaba formada por huesos huecos, llenos de bolsas de aire, similares a los de las vértebras de las aves, y el cráneo era pequeño en proporción al tamaño del animal. Trituraban la comida utilizando las piedras almacenadas en la molleja, una parte de su tracto digestivo. De hecho, los saurópodos pueden ser comparados con los elefantes gigantes; los largos cuellos de los saurópodos hacían las funciones de la trompa del elefante y las piedras de la molleja actuaban como los fuertes dientes del elefante. Algunos saurópodos, como el Apatosaurus, de la última etapa del jurásico, utilizaban sus largas y finas colas como látigo para defenderse, mientras que otros las usaban como si de garrotes se tratase.
DINOSAURIOS ORNITISQUIOS |
El Heterodontosaurus, que tenía 1 metro de alto, se piensa que fue el más rápido de todos los dinosaurios. Su velocidad era, lo más probable, un mecanismo de defensa contra los depredadores. Aunque tenía varios tipos diferentes de dientes, era un herbívoro.
Los dinosaurios ornitisquios se distinguían por su “cadera de ave”, con el pubis apuntando hacia atrás; por la presencia de un hueso, el “predentario”, en el extremo de la mandíbula inferior; y por presentar dientes con la corona en forma de hoja. Todos eran herbívoros; el hueso predentario parece haber servido para recolectar la vegetación, como lo hacen los camellos y caballos. También conectaba las dos mitades de la mandíbula inferior, permitiendo la transmisión y amortiguación de la fuerza durante la masticación del animal. En los dinosaurios con pico de pato y ceratópsidos, las mandíbulas sostenían docenas de dientes dispuestos de forma apretada para formar un único conjunto biselado como superficie de masticación. Como en todos los demás vertebrados, excepto en los mamíferos, los dientes eran reemplazados a lo largo de la vida del animal; las raíces antiguas se reabsorbían y se desarrollaban coronas nuevas.
En sus inicios eran bípedos y ágiles, de aproximadamente 1 m de longitud, pero luego fueron apareciendo gran variedad de formas. Estos animales dieron lugar a cinco clases de descendientes: los estegosaurios, los anquilosaurios, los ornitópodos, los paquicefalosaurios y los ceratópsidos.
El estegosaurio de China, o Tuojiangosaurus, fue un enorme herbívoro, con uno de los cerebros más pequeños de todos los dinosaurios. Aunque sus grandes placas, dispuestas en hileras a lo largo de su dorso, parecen una defensa contra los depredadores; su función era, más bien, ayudar a disipar el calor y enfriar al animal.
Algunos ornitisquios pasaron rápidamente a ser cuadrúpedos (caminaban sobre las cuatro patas) y para protegerse utilizaban más la coraza de su cuerpo y otras defensas físicas antes que la velocidad. Los dinosaurios acorazados, como el enorme Stegosaurus de la última etapa del periodo jurásico, disponían de una doble fila de placas óseas triangulares a lo largo del dorso y la cola. Estas estrechas placas estaban irrigadas por abundantes vasos sanguíneos, lo que les permitía irradiar el exceso de calor corporal o calentarse al sol. Tenían una apariencia similar a la del puercoespín gigante y probablemente se defendían haciendo girar la cola vertebrada contra sus agresores.
Anquilosaurios |
Los Ankylosaurus eran dinosaurios cuadrúpedos con una cola en forma de garrote.
Durante el periodo cretácico, los estegosaurios se vieron reemplazados por dinosaurios acorazados como el Ankylosaurus. Estos animales tenían un tamaño similar al de los estegosaurios y también poseían placas óseas en diferentes partes del cuerpo. Algunos incluso poseían refuerzos óseos por encima de los ojos así como cola en forma de garrote. El cuello estaba protegido por pesados anillos y placas óseas, ya que esas áreas necesitaban resguardarse de los ataques de los dinosaurios carnívoros.
Ornitópodos |
La prolongación que presenta la parte de arriba del cráneo de los machos de Parasaurolophus, debe haber actuado como elemento de resonancia, intensificando las llamadas de estos dinosaurios herbívoros, con el fin de atraer a la pareja, o para avisar a otros ejemplares de peligros inminentes. El cráneo fotografiado aquí muestra el lado derecho.
Los ornitópodos se incrementaron en variedad a partir de la mitad del jurásico y durante el cretácico, y llegaron a ser los dinosaurios herbívoros más abundantes. Su tamaño oscilaba entre los 2 m de longitud y los 15 kg de peso de los pequeños corredores como el Hypsilophodon, y los enormes paquidermos de 10 m de largo y hasta 4 t de peso, como el Edmontosaurus. Estos animales tenían la mandíbula flexible y dientes molares que superaban a los de las vacas modernas en su disponibilidad para masticar plantas fibrosas. Las hileras de dientes se hicieron más grandes, el lomo más fuerte y las extremidades anteriores se alargaron hasta que los brazos se convirtieron en una especie de bastones de apoyo, aunque los ornitópodos nunca dejaron de ser bípedos. Entre los fósiles pertenecientes a finales del periodo cretácico se encuentran grandes cantidades de huesos de ornitópodos anegados por riadas, lo que indica que este tipo de dinosaurios solía emigrar en manadas. En el sureste de Wyoming se han descubierto unos cuantos esqueletos de Edmontosaurus perfectamente conservados y recubiertos con restos de piel.
Paquicefalosaurios |
Los paquicefalosaurios eran pequeños ornitisquios bípedos de cráneo grueso. En muchos de estos dinosaurios, por ejemplo, en el Pachycephalosaurus —un espécimen enorme de más de 4 m de longitud— el cráneo estaba coronado por una cúpula de hueso sólido. Algunos paleontólogos han sugerido que los machos seguramente desgastaban las gruesas cúpulas al darse topetazos durante las peleas de apareamiento. Se han encontrado algunos cráneos erosionados de paquicefalosaurios en depósitos de cuencas pertenecientes a finales del periodo cretácico.
Ceratópsidos |
El primer Triceratops que aparece en el registro fósil tiene unos 72 millones de años. Era un herbívoro que cortaba las plantas con su afilado pico, mientras que con sus dientes inferiores cortaba con facilidad las hojas tiernas. El Triceratops y otros dinosaurios cornudos viajaban y pastaban, lo más probable, en manada. Como la mayoría de los dinosaurios y de otros organismos prehistóricos, se extinguió hacia el final del cretácico, hace unos 65 millones de años.
Los ceratópsidos cuadrúpedos, o dinosaurios con cuernos, normalmente tenían cuernos sobre la nariz y los ojos, además de una especie de volante óseo que se extendía desde el cráneo hasta el cuello. Estos volantes óseos se desarrollaron en el Triceratops de finales del cretácico, un dinosaurio que podía llegar a medir hasta 8 m y a pesar más de 12 toneladas. El mencionado volante tenía dos propósitos: proteger el vulnerable cuello y contener una red de vasos sanguíneos bajo su superficie para irradiar el exceso de calor. Los grandes yacimientos de huesos fósiles sugieren que los ceratópsidos vivían en manadas.
EXTINCIÓN |
Existe cierta polémica acerca de la extinción de los dinosaurios. Según una de las teorías propuestas, los dinosaurios se extinguieron lentamente como consecuencia de los cambios medioambientales ocasionados por la retirada de los mares poco profundos a finales de la era de los dinosaurios. Sus defensores postulan que los dinosaurios fueron reduciéndose en variedad y número durante un periodo que duró varios millones de años.
Los recientes descubrimientos que indican el impacto de un gran asteroide o cometa en el límite entre el periodo cretácico y la era terciaria, hace unos 65 millones de años, han favorecido la hipótesis de que tal impacto podía haber desencadenado cambios climáticos que provocaron la extinción de los dinosaurios. Se supone que la mayor parte del territorio que comprende América del Norte y del Sur quedó absolutamente devastado por el fuego del impacto. Los efectos medioambientales que sufrió el planeta durante un largo periodo de tiempo fueron, en última instancia, más letales que el propio fuego. El polvo no dejó pasar la luz del sol durante varios meses. El sulfuro quemado procedente del lugar del impacto, el vapor de agua y el cloro de los océanos, y el nitrógeno del aire se mezclaron y produjeron una intensa lluvia ácida que cayó sobre todo el planeta. Los científicos postulan que la oscuridad y la lluvia ácida detuvieron el crecimiento de las plantas y, como resultado de ella, tanto los dinosaurios herbívoros, que dependían de las plantas para alimentarse, como los carnívoros, que se alimentaban de los herbívoros, quedaron exterminados. Por otro lado, es probable que sobrevivieran otros animales como ranas, lagartos, tortugas y mamíferos insectívoros de tamaño pequeño, que dependían de los organismos que se alimentaban de plantas en descomposición. Entre las pruebas que confirman esta teoría está el descubrimiento de un cráter de impacto de unos 200 km de diámetro en la península de Yucatán en México. En noviembre de 1998 se descubrió un pequeño fragmento de meteorito en el Pacífico que se ha relacionado con el cráter de Chicxulub (en la península de Yucatán) y con la extinción de los dinosaurios. El análisis geoquímico y petrográfico de este fragmento revela que no fue un cometa, sino un asteroide de más de 10 km de diámetro el que provocó, hace 65 millones de años, la desaparición de los dinosaurios. Este asteroide pudo provenir del cinturón de asteroides que giran entre las órbitas de Marte y Júpiter.
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