Galatea, en la mitología griega, una de las cincuenta nereidas, las hijas de Nereo, el viejo hombre del mar. La alegre y burlona ninfa del mar había despertado el amor del cíclope Polifemo, un feo gigante con un único ojo en medio de la frente. Galatea, sin embargo, no correspondió a su amor; ella lo provocaba y ridiculizaba, alentando sus esperanzas con palabras amables, pero rechazándolo. En leyendas posteriores, aunque su actitud frente al pesar amoroso del cíclope se hizo menos áspera, Polifemo nunca pudo obtener sus favores. Galatea finalmente se enamoró de Acis, un príncipe joven y hermoso a quien Polifemo mató en un arranque de celos.
En la Fábula de Polifemo y Galatea, Góngora retoma el mito de Galatea, el cíclope y Acis, siguiendo la narración de Ovidio en su Metamorfosis. El amor, en esta obra de Góngora, trastorna y religa la naturaleza, convirtiéndolo en devoción. Así define a la ninfa en la octava 19: “bien sea religión, bien amor sea, /deidad, aunque sin templo, es Galatea”.
En la mitología romana, Galatea era el nombre de la estatua que representaba a una hermosa mujer y a la que Venus, la diosa del amor, animó y dio vida, en respuesta a los ruegos del escultor Pigmalión, quien se enamoró de la obra que había creado.
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