El asombroso cerebro humano


Encéfalo humano
El encéfalo humano tiene tres componentes estructurales principales: los grandes hemisferios cerebrales (parte integrante del cerebro) con forma de bóveda (arriba), el cerebelo, más pequeño y con cierta forma esférica (más abajo a la derecha), y el tronco cerebral (centro). En el tronco cerebral, destaca el puente de Varolio (el ensanchamiento central) y la médula oblongada o bulbo raquídeo (justo debajo del anterior). Los hemisferios cerebrales son responsables de la inteligencia y del razonamiento. El cerebelo ayuda a mantener el equilibrio y la postura. El bulbo raquídeo está implicado en el mantenimiento de las funciones involuntarias, tales como la respiración. El tálamo, situado entre el tronco cerebral y los hemisferios cerebrales, actúa como centro de retransmisión de los impulsos eléctricos que viajan hacia y desde la corteza cerebral.
Encéfalo, parte del sistema nervioso central de los vertebrados contenida dentro del cráneo. Es el centro de control del movimiento, del sueño, del hambre, de la sed y de casi todas las actividades vitales necesarias para la supervivencia. Todas las emociones humanas, como el amor, el odio, el miedo, la ira, la alegría y la tristeza, están controladas por el encéfalo. También se encarga de recibir e interpretar las innumerables señales que le llegan desde el organismo y el exterior.

ANATOMÍA DEL ENCÉFALO
El encéfalo en la especie humana pesa aproximadamente 1,3 kg y es una masa de tejido gris-rosáceo que se estima está compuesta por unos 100.000 millones de células nerviosas o neuronas, conectadas unas con otras y responsables del control de todas las funciones mentales. Además de las neuronas, el encéfalo contiene células de la glía o neuroglia (células de soporte), vasos sanguíneos y órganos secretores (véase Neurofisiología).
El encéfalo está protegido por el cráneo y además cubierto por tres membranas denominadas meninges. La más externa, la duramadre, es dura, fibrosa y brillante y está adherida a los huesos del cráneo, por lo que no aparece espacio epidural, como ocurre en la médula; emite prolongaciones que mantienen en su lugar a las distintas partes del encéfalo y contiene los senos venosos, donde se recoge la sangre venosa del cerebro. La intermedia, la aracnoides, cubre el encéfalo laxamente y no se introduce en las circunvoluciones cerebrales. En la membrana interior, la piamadre, hay gran cantidad de pequeños vasos sanguíneos y linfáticos y está unida íntimamente a la superficie encefálica.
El encéfalo está bañado por el líquido cefalorraquídeo que circula de manera continua por el espacio subaracnoideo (entre la aracnoides y la piamadre) y que ocupa además las cuatro cavidades encefálicas, los ventrículos. Los ventrículos laterales son dos espacios bien definidos que se encuentran en cada uno de los dos hemisferios cerebrales y que conectan con un tercer ventrículo situado entre ambos hemisferios a través de pequeños orificios ovales, los agujeros interventriculares (de Monro). El tercer ventrículo desemboca en el cuarto ventrículo, que se localiza entre el tronco encefálico y el cerebelo, a través de un canal fino llamado acueducto de Silvio. Desde el cuarto ventrículo, el líquido cefalorraquídeo pasa al espacio subaracnoideo por tres orificios del techo del cuarto ventrículo. A partir de aquí circula por el espacio subaracnoideo que rodea la superficie del encéfalo y la médula espinal y por el conducto central de esta. El líquido cefalorraquídeo sirve para proteger la parte interna del cerebro de cambios bruscos de presión y para transportar sustancias químicas. Este líquido se forma en los ventrículos laterales, en unas redes de capilares que constituyen los plexos coroideos.
En el encéfalo se diferencian cuatro partes distintas pero conectadas: el cerebro o telencéfalo, constituido por dos grandes hemisferios casi simétricos; el diencéfalo cuyas estructuras principales son el tálamo y el hipotálamo localizados en la línea media sobre el tronco cerebral y debajo del cerebelo; el cerebelo, formado por dos hemisferios más pequeños que se localizan en la parte posterior del cerebro; y el tronco o tallo cerebral, una estructura central que gradualmente se convierte en la médula espinal y que abandona el cráneo a través de una abertura llamada agujero magno. El término tronco cerebral se refiere, en general, a todas las estructuras que hay entre el cerebro y la médula espinal, esto es, el mesencéfalo o cerebro medio, el puente de Varolio o protuberancia y el bulbo raquídeo o médula oblongada (medulla oblongata).
El encéfalo y la médula espinal forman el sistema nervioso central que se comunica con el resto del organismo a través del sistema nervioso periférico. Este último consta de doce pares de nervios craneales que se extienden desde el cerebro y el tronco cerebral; un grupo de nervios que parten de la médula espinal y que se ramifican por todo el organismo; y el sistema nervioso autónomo, el cual regula las funciones vitales inconscientes, como la actividad de las glándulas, del músculo cardiaco y del músculo liso (músculo involuntario de la piel, vasos sanguíneos y otros órganos internos).

Cerebro
El cerebro o telencéfalo se origina durante el desarrollo a partir del prosencéfalo o cerebro anterior. El cerebro está formado principalmente por los hemisferios cerebrales (corteza cerebral y ganglios basales). Los hemisferios cerebrales ocupan la mayor parte del cerebro humano y suponen cerca del 85% del peso del encéfalo. Su gran superficie y su complejo desarrollo justifican el nivel superior de inteligencia de los seres humanos si se compara con el de otros animales. Una fisura longitudinal los divide en hemisferio derecho y hemisferio izquierdo, que son simétricos, como una imagen vista en un espejo. El cuerpo calloso es un conglomerado de fibras nerviosas blancas que conectan estos dos hemisferios y transfieren información de uno a otro.
La corteza cerebral presenta una capa superficial denominada sustancia gris, de unos 2 o 3 mm de espesor, formada por capas de células amielínicas (sin vaina de mielina que las recubra) que envuelven una sustancia interior de fibras mielínicas (con vaina blanca) denominada sustancia blanca. Las fibras mielínicas unen la corteza cerebral con otras partes del cerebro: la parte anterior del cerebro con la posterior, las diferentes zonas de la misma cara de la corteza cerebral y un lado del cerebro con el otro.
Los hemisferios cerebrales están divididos por una serie de cisuras en cinco lóbulos. Cuatro de los lóbulos se denominan como los huesos del cráneo que los cubren: frontal, parietal, temporal y occipital. El quinto lóbulo, la ínsula, no es visible desde el exterior y está localizado en el fondo de la cisura de Silvio. Los lóbulos frontal y parietal están situados delante y detrás, respectivamente, de la cisura de Rolando; la cisura parieto-occipital separa el lóbulo parietal del occipital; y el lóbulo temporal se encuentra por debajo de la cisura de Silvio.

Diencéfalo
El diencéfalo se localiza entre el tronco encefálico y el cerebro y comprende el tálamo y el hipotálamo.

Tálamo
Esta parte del diencéfalo consiste en dos masas esféricas de tejido gris, situadas dentro de la zona media del cerebro, entre los dos hemisferios cerebrales. El tálamo es la principal estación de relevo de las señales sensoriales que se dirigen a la corteza cerebral. Todas las entradas sensoriales al cerebro, excepto las olfativas, se asocian con núcleos individuales (grupos de células nerviosas) del tálamo.

Hipotálamo
El hipotálamo está situado debajo del tálamo en la línea media en la base del cerebro. Está formado por distintas áreas y núcleos. El hipotálamo regula o está relacionado de forma directa con el control de muchas de las actividades vitales del organismo y dirige otras necesarias para sobrevivir: comer, beber, regulación de la temperatura, dormir, comportamiento afectivo y actividad sexual. También controla funciones viscerales a través del sistema nervioso autónomo, interactúa junto con la hipófisis y actúa en coordinación con la formación reticular.

Cerebelo
El cerebelo (metencéfalo) se encuentra en la parte posterior del cráneo, por debajo de los hemisferios cerebrales. Al igual que la corteza cerebral, está compuesto de sustancia gris con células amielínicas en la parte exterior y de sustancia blanca con células mielínicas en el interior. Consta de dos hemisferios (hemisferios cerebelosos), con numerosas circunvoluciones, conectados por fibras blancas que constituyen el vermis. Tres bandas de fibras denominadas pedúnculos cerebelosos conectan el cerebelo con el tronco cerebral. El cerebelo se une con el mesencéfalo por los pedúnculos superiores, con el puente de Varolio o protuberancia anular por los pedúnculos medios y con el bulbo raquídeo por los pedúnculos inferiores.
El cerebelo resulta esencial para coordinar los movimientos del cuerpo. Es un centro reflejo que actúa en la coordinación y el mantenimiento del equilibrio. El tono del músculo voluntario, como el relacionado con la postura y con el equilibrio, también es controlado por esta parte del encéfalo. Así, toda actividad motora, desde jugar al fútbol hasta tocar el violín, depende del cerebelo.
Tronco cerebral
El tronco cerebral está dividido en varios componentes, que se describen a continuación.

Cerebro medio o mesencéfalo

Estructura del tronco cerebral
El tronco cerebral, del que se muestra aquí un corte transversal coloreado, es la parte más inferior del cerebro. Sirve de camino para las señales que viajan entre el cerebro y la médula espinal y es también la sede de funciones vitales y básicas como la respiración, la presión sanguínea o el ritmo cardiaco, y de actos reflejos como el movimiento ocular y el vómito. El tronco cerebral tiene tres partes principales: el bulbo raquídeo o médula oblongada, el puente de Varolio o protuberancia anular y el cerebro medio o mesencéfalo. Un canal recorre en el plano longitudinal estas estructuras transportando fluido cerebroespinal. También distribuida por toda su longitud, hay una red de células, conocidas como formación reticular, que gobierna los estados de alerta.

El mesencéfalo se compone de tres partes. La primera consiste en los pedúnculos cerebrales, sistemas de fibras que conducen los impulsos hacia y desde la corteza cerebral. La segunda la forman los tubérculos cuadrigéminos, cuatro cuerpos a los que llega información visual (dos engrosamientos superiores) y auditiva (dos engrosamientos inferiores). La tercera parte es el canal central, denominado acueducto de Silvio, alrededor del cual se localiza la materia gris. La sustancia negra también aparece en el mesencéfalo, aunque no es exclusiva de él. Contiene células que secretan dopamina y se cree que está implicada en la experiencia del dolor y quizá, en estados de dependencia. Los núcleos de los pares de nervios craneales tercero y cuarto (III y IV) también se sitúan en el mesencéfalo.

Protuberancia anular o puente de Varolio
Situado entre la médula espinal y el mesencéfalo, esta protuberancia está localizada por delante del cerebelo. Consiste en fibras nerviosas blancas transversales y longitudinales entrelazadas, que forman una red compleja unida al cerebelo por los pedúnculos cerebelosos medios. Este sistema intrincado de fibras conecta el bulbo raquídeo con los hemisferios cerebrales. En la protuberancia se localizan los núcleos para el quinto, sexto, séptimo y octavo (V, VI, VII y VIII) pares de nervios craneales.

Bulbo raquídeo (Medulla oblongata)
Situado entre la médula espinal y la protuberancia, el bulbo raquídeo (mielencéfalo) constituye en realidad una extensión, en forma de pirámide, de la médula espinal. El origen de la formación reticular, importante red de células nerviosas, es parte primordial de esta estructura. El núcleo del noveno, décimo, undécimo y duodécimo (IX, X, XI y XII) pares de nervios craneales se encuentra también en el bulbo raquídeo. Los impulsos entre la médula espinal y el cerebro se conducen a través del bulbo raquídeo por vías principales de fibras nerviosas tanto ascendentes como descendentes. También se localizan los centros de control de las funciones cardiacas, vasoconstrictoras y respiratorias, así como otras actividades reflejas, incluido el vómito. Las lesiones de estas estructuras ocasionan la muerte inmediata.

LA FORMACIÓN RETICULAR
El tronco encefálico contiene también la formación reticular: un grupo de áreas de sustancia gris entremezcladas con cordones de sustancia blanca que discurren a lo largo del bulbo raquídeo, la protuberancia y el mesencéfalo y que también alcanzan la médula espinal y el diencéfalo. La formación reticular desempeña funciones motoras y sensoriales; entre otras, controla la respiración, la función cardiovascular, la digestión y mantiene los patrones del sueño y la conciencia y el despertar.
SISTEMA LÍMBICO
Formado por partes del tálamo, hipotálamo, hipocampo, amígdala, cuerpo calloso, septum y mesencéfalo, constituye una unidad funcional del encéfalo. Estas estructuras están integradas en un mismo sistema que da como resultado el control de las múltiples facetas del comportamiento, incluyendo las emociones, en situaciones de crisis, la memoria y los recuerdos.


Nervios craneales
Mientras que la mayoría de los nervios mayores emergen de la espina dorsal, los 12 pares de nervios craneales se proyectan directamente desde el encéfalo. Todos estos pares de nervios transmiten información motora o sensorial (o ambas); sin embargo, el décimo par, el nervio vago, se relaciona con funciones viscerales como el ritmo cardiaco, la vasoconstricción y la contracción de los músculos lisos que se encuentran en las paredes de la tráquea, del estómago y del intestino.

Hay doce pares de nervios craneales, simétricos entre sí, que salen de la base del encéfalo. Se distribuyen a lo largo de las diferentes estructuras de la cabeza y cuello y se numeran, de adelante hacia atrás, en el mismo orden en el que se originan. Todos contienen fibras sensitivas y motoras, excepto los pares I, II y VIII, que son solo sensitivos. Las fibras motoras controlan movimientos musculares y las sensitivas recogen información del exterior o del interior del organismo.

VASCULARIZACIÓN
El oxígeno y la glucosa llegan a las células nerviosas por dos pares de arterias craneales. Justo debajo del cuello, cada una de las dos arterias carótidas comunes se divide en una rama externa, la carótida externa que lleva sangre a la parte externa craneal, y una rama interna, la carótida interna, que lleva sangre al polo anterior del encéfalo. Las dos arterias vertebrales, que se unen junto con las dos carótidas internas en la base del encéfalo formando una estructura llamada polígono de Willis, irrigan la parte posterior. Este es un dispositivo que sirve como compensación si se obstruyen algunas de las arterias. El 25% del gasto cardiaco llega a los tejidos cerebrales a partir de una enorme red de arterias cerebrales y cerebelosas.

FUNCIONES DE LA CORTEZA CEREBRAL
Funciones de los hemisferios cerebrales izquierdo y derecho
Aunque los hemisferios cerebrales tienen una estructura simétrica, con los dos lóbulos que emergen desde el tronco cerebral y con zonas sensoriales y motoras en ambos, ciertas funciones intelectuales son desempeñadas por un único hemisferio. El hemisferio dominante de una persona se suele ocupar del lenguaje y de las operaciones lógicas, mientras que el otro hemisferio controla las emociones y las capacidades artísticas y espaciales. En casi todas las personas diestras y en muchas personas zurdas, el hemisferio dominante es el izquierdo.

Fisiólogos y neurólogos han cartografiado áreas de la corteza cerebral para localizar y definir las regiones responsables de los movimientos motores, procesos sensoriales, la memoria y otras funciones cognitivas.
La corteza se subdivide en distintas áreas funcionales que, en realidad, están interconectadas entre sí. Por ejemplo, el área somatomotora, localizada justo delante de la cisura central, es responsable de todos los movimientos voluntarios de los músculos del cuerpo. Las células nerviosas que controlan el movimiento de los dedos del pie están en la parte superior de la cisura, mientras que los movimientos faciales se controlan desde la parte inferior del girus angularis.

Funciones de la corteza cerebral
Muchas funciones motoras y sensoriales han sido asociadas a zonas específicas de la corteza cerebral, algunas de las cuales se indican aquí. En general, estas áreas aparecen en ambos hemisferios cerebrales y están al servicio del lado opuesto del cuerpo. Las áreas de asociación no están bien definidas y se localizan sobre todo en la parte frontal de la corteza. Están involucradas en funciones del pensamiento y emocionales y relacionan los estímulos recibidos desde los diferentes sentidos. Las áreas del lenguaje son una excepción: tanto el área de Wernicke, que está relacionada con la comprensión del lenguaje hablado, como el área de Broca, que gobierna la producción del habla, han sido localizadas de forma precisa en la corteza.

Justo detrás de la cisura central está el área somatosensorial que recibe impulsos desde la superficie cutánea, así como de las estructuras que se encuentran debajo de la piel. Sensaciones como el tacto y el gusto también se procesan aquí. Una vez más las células nerviosas que reciben la sensibilidad de los dedos del pie están en la parte alta de esta región, mientras las provenientes de la cara están en la base. La zona de la corteza relacionada con la audición, el área auditiva, se encuentra en la parte superior del lóbulo temporal; el área relacionada con la vista, la corteza visual, se localiza en la parte posterior o lóbulo occipital, y el área olfativa se localiza en la parte anterior, en la parte interna del lóbulo temporal. Una sola zona controla el lenguaje, el área de Broca, situada justo debajo del área motora; es la responsable de los movimientos musculares de la región faríngea y de la boca implicados en el habla. El entendimiento del lenguaje, hablado y escrito, es delegado a regiones situadas entre el área auditiva y el área visual.
Una parte importante de la corteza cerebral, el área frontal, interviene en el conocimiento, la inteligencia y la memoria. Por ejemplo, después de un estímulo sensorial como la visualización de un nuevo objeto, este es archivado y almacenado por la memoria durante un corto periodo, o a veces de forma más permanente en determinadas células nerviosas del cerebro. Cuando el objeto se ve de nuevo, la memoria se activa y el objeto es reconocido. El que un anciano pueda recordar hechos de la infancia es un ejemplo de la extraordinaria capacidad de almacenamiento del cerebro. Los neurólogos estudian hoy el mecanismo celular por el cual las células nerviosas almacenan la memoria. Una teoría para explicarlo se basa en los cambios que ocurren en el ácido ribonucleico (ARN) de las células de la corteza, que codifican señales en forma de material proteico. Otra teoría es que los neuropéptidos (sustancias proteicas que actúan como mensajeros, de igual forma que las hormonas) del cerebro se activan cuando un suceso se almacena en forma de memoria. Una tercera teoría supone que neurotransmisores (sustancias químicas que actúan en la transmisión de impulsos nerviosos entre dos o más neuronas) se modifican cuando se almacenan impulsos.
Los dos hemisferios cerebrales suelen funcionar en conjunto, pero cada hemisferio está muy especializado. Una característica notable es que el entorno que rodea a una persona se representa de forma especular en la corteza. Una sensación en el lado derecho del cuerpo, por ejemplo, se percibe en el área somatosensorial izquierda. De forma similar, el movimiento del brazo derecho determina la activación de neuronas de la corteza motora izquierda. En casi todos los individuos el hemisferio izquierdo es dominante; esto explica que la mayoría de la gente sea diestra (véase Ambidextro). Si parte del lóbulo temporal izquierdo se lesiona, la comprensión del habla se deteriora. Si la parte derecha del lóbulo temporal se daña, los objetos no pueden reconocerse. En general, la lesión de un lado del cerebro causa la pérdida de todas las funciones sensitivas y motoras del lado opuesto del cuerpo.
QUÍMICA Y FISIOLOGÍA
Los procesos metabólicos encefálicos dependen de un suministro continuo de glucosa y oxígeno a cargo de la sangre arterial. Las células nerviosas requieren grandes cantidades de estas sustancias para su continua actividad fisiológica, día y noche. Muchas sustancias que circulan en la sangre no llegan al encéfalo porque pequeños elementos actúan como filtro molecular e iónico; se cree que las uniones entre las células de los capilares cerebrales son las responsables de este descenso de permeabilidad. Este sistema de filtración recibe el nombre de barrera hematoencefálica. Muchos componentes biológicos de alto peso molecular, como las hormonas de la corteza adrenal o los aminoácidos, no pasan a través de esta barrera; las pequeñas moléculas tampoco atraviesan la barrera debido a su polaridad (carga iónica). De esta manera, la composición química del encéfalo se mantiene en equilibrio y bien protegida de los cambios químicos relacionados con la alimentación.
Las células nerviosas o de glía de las distintas partes del encéfalo se clasifican no solo por su forma (piramidal o en estrella), sino también por su estructura química. Cada una de las neuronas contiene un neurotransmisor diferente que interviene en la interrelación de unas células con otras. Por ejemplo, la serotonina se encuentra en muchas células nerviosas del tronco cerebral; en conjunto, estas neuronas constituyen la vía serotoninérgica. La noradrenalina se encuentra en otras células nerviosas y el conjunto de ellas constituye la vía noradrenérgica. De forma similar, las células nerviosas que contienen acetilcolina constituyen la vía colinérgica. Investigaciones recientes constatan que la temperatura corporal, la dieta y quizá el sueño dependan de forma significativa del equilibrio entre estas vías.
Ciertas enfermedades psiquiátricas pueden estar causadas por alteraciones en la producción y en la actividad celular de los neurotransmisores del sistema límbico. La acción fundamental de un tranquilizante o de otra droga que actúe sobre el cerebro es restaurar el equilibrio entre los distintos neurotransmisores o la alteración de un determinado sistema neurotransmisor. Los aminoácidos y otras sustancias hormonales encontradas en las células nerviosas, por ejemplo neuropéptidos, desempeñan también un papel importante en la regulación de la actividad de las células nerviosas y en la transmisión de sus impulsos.
Miles de neurólogos se dedican al estudio de estos sistemas químicos. Comprender el funcionamiento del cerebro, desde su fisiología básica a su papel en el aprendizaje y en las emociones, proporciona unos conocimientos cada vez mayores de la química cerebral en condiciones tanto normales como anormales.

ENFERMEDADES
Electroencefalograma (EEG) de un ataque epiléptico
El dibujo de un electroencefalograma (EEG) de un individuo normal, a la izquierda, muestra una pequeña amplitud de los trazos dados por cada uno de los electrodos colocados en la cabeza. En el dibujo de un EEG de un individuo que sufre convulsiones epilépticas, a la derecha, los trazos presentan gran amplitud y un diseño errático que dura varios minutos.

Lesiones físicas o desequilibrios químicos complejos pueden producir diferentes tipos de alteraciones y lesiones encefálicas graves.
Lesiones encefálicas
Después de un golpe en la cabeza, una persona puede quedar aturdida o conmocionada o permanecer inconsciente por un momento. Esta lesión recibe el nombre de contusión y no suele provocar un daño permanente. Si el golpe es más fuerte y se produce una hemorragia o un edema, puede dar lugar a un fuerte dolor de cabeza, vértigos, parálisis, convulsiones o una ceguera temporal, según el área afectada. En el encéfalo, una infección bacteriana (véase Encefalitis) o en las membranas externas (véase Meningitis), tumefacción (véase Edema), o un crecimiento anormal del tejido cerebral sano (véase Tumor) pueden ocasionar un incremento de la presión intracraneal originando un problema muy serio. Aunque hay excepciones, un tumor localizado cerca de la superficie puede normalmente extirparse mediante cirugía, mientras que uno situado a más profundidad, solo es posible tratarlo por radiación o crioterapia.
Una lesión que afecte al hipotálamo puede ocasionar síntomas muy diversos: pérdida de apetito (anorexia) con gran pérdida de peso; incremento del apetito que conduce a la obesidad; sed muy intensa con pérdida excesiva de líquido por la orina (véase Diabetes insípida); fallo en el control de la temperatura corporal que produce tanto una bajada de la temperatura (véase Hipotermia) como una subida de la misma (véase Fiebre) y un estado de mayor sensibilidad, así como explosiones incontroladas de ira. Si el mecanismo hipotálamo-hipófisis sufre una lesión (véase Sistema endocrino), otras funciones vitales del organismo pueden resultar alteradas; entre los efectos posibles se incluyen alteraciones de la función sexual normal y de las actividades metabólicas y cardiovasculares.
Lesiones del tronco cerebral
Una lesión en el cerebro medio o mesencéfalo, la protuberancia anular o el bulbo raquídeo tiene peor pronóstico. La extensión y el lugar del daño suelen determinar las posibilidades de una recuperación.
Apoplejía
Una apoplejía se produce cuando un tronco arterial principal del encéfalo se obstruye. Esta obstrucción puede estar causada por un coágulo de sangre (trombo), la constricción de un vaso sanguíneo o una ruptura del vaso acompañada de hemorragia. Una expansión de la pared del vaso sanguíneo, llamada aneurisma, puede ceder y reventar durante un incidente, por ejemplo, de presión sanguínea alta. Cuando se interrumpe el suministro de sangre a una pequeña parte del encéfalo (isquemia), las células de esa zona mueren (necrosis o infarto) y la función del área se pierde. La parálisis de un lado del cuerpo (hemiplejia), acompañada de una pérdida sensorial, ocurre en la parte opuesta al hemisferio cerebral afectado por la apoplejía. Un cirujano puede, a veces, extraer un coágulo de sangre de una arteria ocluida o hacer un bypass con un vaso sanguíneo artificial. Un anticoagulante consigue, a veces, disolver el coágulo y un vasodilatador facilitará su paso por el vaso sanguíneo. La fisioterapia ayuda con frecuencia a pacientes apopléjicos a recobrar muchas de las funciones perdidas.
9.4

Otras enfermedades importantes
Existen otras enfermedades que pueden aparecer como consecuencia de una lesión local, de alguna sustancia química u otros productos tóxicos como el alcohol o el plomo, de una infección bacteriana o de un defecto anatómico congénito. La enfermedad de Parkinson aparece en los adultos, es una enfermedad degenerativa y se caracteriza por lesiones en áreas cerebrales que coordinan los movimientos. En estas zonas disminuye el número de células nerviosas y, por tanto, la cantidad de neurotransmisores (dopamina) que producen. Debido a ello aparecen temblores, rigidez muscular y escasez de movimientos. La parálisis cerebral suele tener un origen congénito y es el resultado de la falta de desarrollo o la degeneración de las vías motoras; los miembros se vuelven rígidos y los movimientos son espasmódicos y poco coordinados.
La epilepsia puede originarse por un daño directo en el cerebro durante el nacimiento o por un fallo metabólico del mismo. Cuando se produce una convulsión o una crisis tipo gran mal, la persona pierde la consciencia mientras sufre rigidez y espasmos musculares. Otras veces se sufren crisis menos graves, como la llamada pequeño mal u otras crisis parciales. Estos ataques pueden registrarse en un electroencefalograma o EEG, mediante la colocación de electrodos sobre la piel; estos registran un patrón eléctrico específico que refleja la actividad eléctrica de las células nerviosas cerebrales.
EVOLUCIÓN
La mayor parte de las formas de vida primitiva carecen de cerebro, pero la ameba más simple tiene un sistema sensorial primitivo que le permite evitar estímulos dañinos. El desarrollo del encéfalo en los primates, grupo más evolucionado, en el que se incluyen los seres humanos, ha sufrido un gran proceso de evolución. Sin embargo, todos los vertebrados (animales con columna vertebral), incluidos peces, reptiles y aves, tienen un encéfalo formado por las mismas tres subdivisiones básicas encontradas en el encéfalo humano: cerebro anterior o prosencéfalo, medio o mesencéfalo y posterior o romboencéfalo.
En los vertebrados más primitivos el encéfalo es alargado y estrecho, con un tracto olfatorio muy desarrollado. En los pájaros, los lóbulos olfatorios son más pequeños, pero los lóbulos ópticos son muy grandes y están muy desarrollados. A medida que se asciende en la escala evolutiva, los hemisferios cerebrales aumentan su tamaño, se cubren los tractos olfatorios y se repliegan en recovecos y fisuras. Ciertas estructuras encefálicas de los animales más primitivos como el cerebelo (que interviene en el equilibrio) y el bulbo raquídeo (que controla la respiración y la presión sanguínea) tienen funciones casi idénticas a las que desempeñan en el ser humano.
El tamaño del cerebro no determina el grado de inteligencia; un deficiente psíquico puede tener un cerebro de mayor tamaño que el de un genio. Se cree que el grado de inteligencia está determinado por el número y tipo de neuronas en funcionamiento y el modo en que están conectadas unas con otras.

jueves, 30 de septiembre de 2010

El asombroso Delfín



Delfines mulares
Los delfines mulares pertenecen a un grupo de mamíferos marinos llamados Odontocetos (cetáceos con dientes). El hocico es alargado, la aleta dorsal es alta y la caudal, ancha. Miden unos 1,2 m de largo cuando nacen y en estado adulto alcanzan un tamaño máximo de entre 3 y 4 metros. Hay unas 32 especies de delfines repartidos por los océanos y mares del mundo, excepto en las aguas árticas y antárticas. También hay delfines de agua dulce.

Delfín, mamífero acuático perteneciente al orden de los Cetáceos, en el que se incluyen también las ballenas y las marsopas. La diferencia entre el delfín y la marsopa es clara: el delfín posee un hocico alargado a modo de pico y dientes cónicos; sin embargo, la marsopa carece de pico, los dientes son aplanados (en forma de azada), y el cuerpo es bastante rechoncho. Su distribución es muy amplia y pueden verse delfines en casi todos los mares del mundo.
Los delfines pertenecen a una gran familia que contiene unas 32 especies. Entre los ejemplos más conocidos se encuentran: el delfín mular, muy popular por sus espectáculos en los acuarios de los zoológicos, y el delfín común, inspirador de muchas leyendas populares en el mundo Mediterráneo. Ambas especies son comunes en aguas abiertas; por el contrario, otras sólo se dan en aguas dulces y en estuarios de América del Sur y Asia. El boto, delfín grácil y pequeño, ha llegado a remontar 2.000 km aguas arriba en el río Amazonas. El boto es el delfín más pequeño, con una longitud inferior a 1,2 m; el de mayor tamaño es el delfín mular, que puede alcanzar 3 m de longitud. A pesar de su tamaño (mide unos 9 m), la orca común o ballena asesina también pertenece a la familia de los delfines, al igual que los calderones.

Calderones
El comportamiento gregario de los calderones se apoya en una estructura social muy desarrollada, en la que los animales se reúnen en grupos para viajar, alimentarse y reproducirse. El grupo responde a las llamadas de animales heridos y los suelen acompañar a pesar del posible peligro. Este comportamiento puede ser la causa de la facilidad para capturarlos y de los encallamientos masivos en las playas.

Los delfines eran cazados en la antigüedad para extraer el aceite que se encontraba en pequeñas cantidades en una zona de su cabeza, y que se usaba como lubricante para ciertos mecanismos de relojería. En la actualidad se han encontrado fuentes alternativas y más baratas para la obtención de estos aceites, por lo que la caza de los delfines ha desaparecido; sin embargo, muchos de ellos quedan atrapados por accidente en las redes de los barcos atuneros; entre 1959 y 1972, se estimó que alrededor de 4,8 millones de delfines habían muerto por esta causa. Con la ayuda de la presión ejercida por ecologistas y consumidores, se ha conseguido que buena parte de las empresas conserveras y del sector del atún rechacen el pescado procedente de flotas que no protejan a los delfines.
COMPORTAMIENTO
Delfín saliendo a la superficie para respirar
El delfín necesita subir a la superficie cada pocos minutos para respirar aire a través del espiráculo que está situado encima de su cabeza. Los delfines habitan en todos los océanos del mundo y gracias a su forma hidrodinámica pueden alcanzar hasta 40 km/h de velocidad. Su habilidad para la natación y la presencia de unos dientes afilados, les permiten capturar con facilidad peces y calamares, sus presas principales.

Los delfines pueden comer en un solo día una cantidad de alimento (sobre todo peces y calamares) que equivale a un tercio de su peso corporal. Atrapan a sus presas con las mandíbulas, en concreto, con sus dientes afilados, cuyo número puede oscilar entre 200 y 250 según la especie de que se trate. Los delfines suelen seguir a los cardúmenes de peces formando grupos con un número variable de individuos; algunas especies, como el delfín listado del Pacífico norte, constituyen agregaciones de cientos de miles de individuos. Hay especies menos gregarias, como el delfín mular, con grupos formados por pocos individuos.
Al igual que las ballenas, los delfines respiran a través de un único orificio situado encima de la cabeza, el espiráculo. Salen a la superficie aproximadamente cada dos minutos, y después de realizar una corta pero explosiva espiración, toman aire antes de sumergirse otra vez. La aleta horizontal de la cola, similar a la de otros mamíferos acuáticos (como es el caso del manatí), se mueve en sentido vertical y permite la propulsión del animal hacia delante; las aletas situadas a ambos lados del cuerpo actúan como estabilizadores. La forma de los delfines, perfectamente hidrodinámica, les capacita para mantener velocidades de 30 km/h, con picos de velocidad máximos de 40 km/h. Tienen unos pulmones muy bien adaptados para solventar problemas derivados de los cambios de presión y pueden descender hasta profundidades de más de 300 metros.
En cuanto a la reproducción, el delfín mular, que es la especie mejor estudiada, alcanza la madurez sexual entre los 5 y los 12 años en las hembras, y entre los 9 y los 13 años en los machos. Las cópulas ocurren en la primavera, y tras un periodo de gestación de 11 o 12 meses, la hembra pare una sola cría que es capaz de nadar y respirar pocos minutos después del nacimiento. Esta es amamantada durante 18 meses y puede seguir sin dificultad a la madre, nadando cerca de ella y aprovechando las ventajas hidrodinámicas que le brinda el cuerpo de su progenitora.
VOCALIZACIONES E INTELIGENCIA
Anatomía interna de un delfín
Los delfines emiten pulsos de sonidos desde el melón, una estructura formada por grasa y aceite que está situada justo debajo del espiráculo. De modo similar al sistema de los murciélagos, estos pulsos de sonidos retornan al delfín en forma de ecos después de rebotar en los objetos que se encuentran en su camino. El animal utiliza los ecos para desplazarse y para calcular la distancia y el lugar en el que se encuentran sus presas, algunas veces tan pequeñas como una quisquilla. Los delfines también emiten silbidos cuando están excitados o cuando se comunican con otros delfines. Estos sonidos se producen en la laringe.

Los delfines emiten de forma continua chasquidos y silbidos. Los primeros consisten en pequeños pulsos de 300 sonidos por segundo que se generan desde un mecanismo situado justo debajo del espiráculo y que se utilizan para la ecolocación de los objetos (funciona como un sonar). El melón (abombamiento de la frente situado encima de la mandíbula superior), consta principalmente de grasa y aceite, y actúa como una pantalla acústica que mejora la resolución de la emisión de sonidos. La mandíbula inferior, también llena de aceite, ayuda a la transmisión del eco reflejado por los objetos, y recibido por la zona posterior de dicha mandíbula, hacia el oído. Este sistema de ecolocación, similar al de los murciélagos, permite a los delfines navegar y detectar a sus presas con suma facilidad. Respecto a los silbidos, son sonidos de tono uniforme que provienen de la parte profunda de la laringe. Se utilizan para comunicar estados de alarma, excitación sexual y, tal vez, otros estados emocionales.
Estudios realizados con animales en cautividad, han mostrado que los delfines son capaces de aprender, realizar tareas con cierto grado de complejidad, comunicarse entre ellos y, mediante entrenamiento, vocalizar sonidos parecidos a palabras. Basándose en esto, algunos investigadores han sugerido que los delfines podrían aprender un lenguaje propiamente dicho y comunicarse con los seres humanos. Sin embargo, la mayoría de los expertos mantienen que las habilidades expuestas, y que sitúan a los delfines con un nivel de inteligencia similar al de los primates, no son prueba suficiente para demostrar que sus vocalizaciones puedan alcanzar la complejidad de un lenguaje verdadero.
Clasificación científica: los delfines pertenecen a la familia de los Delfínidos (Delphinidae), dentro del suborden de los Odontocetos (cetáceos con dientes), que se incluye a su vez en el orden de los Cetáceos. El delfín mular recibe el nombre científico de Tursiops truncatus, el delfín común Delphinus delphis, y el boto Sotalia fluviatilis. La orca se clasifica como Orcinus orca. Los calderones constituyen el género Globicephala y el delfín listado del Pacífico norte es Lagenorhynchus obliquidens.

Elefantes



Elefantes africanos en una charca
El área de distribución de los elefantes africanos se extiende hacia el sur del desierto del Sahara y ocupan hábitats muy variados. Los machos miden unos 3,4 m de alto y pesan unas 5,4 t, mientras que las hembras, más pequeñas, miden 2,8 m de alto y pesan 3,6 toneladas. Carecen de glándulas sudoríparas y por ello les gusta revolcarse y bañarse en charcas y ríos. El lodo que queda seco sobre su piel les proporciona protección contra el sol.

Elefante, nombre común del mamífero terrestre más grande que vive hoy en el mundo. En el pleistoceno (véase Cuaternario), se extendía por todos los continentes, excepto la Antártida y Australia. Hoy sólo quedan dos especies vivas de elefantes: el asiático o indio, que vive en la India y en el sureste de Asia, y el africano, que habita en la mayor parte del África subsahariana. Ambas especies ocupan hábitats muy variados: bosques tropicales, zonas de sabana, desiertos, estepas, valles de ríos y laderas de montañas, hasta alturas de 3.000 m, como el elefante africano en los montes Kenia y Kilimanjaro. La especie asiática mide unos 3 m a la altura de la cruz, mientras que la africana mide 4 metros. Entre los representantes primitivos de este grupo están los mamuts, que alcanzaban los 4,5 m de altura y los mastodontes, algo menores; ambos sobrevivieron hasta los tiempos del hombre paleolítico, que dejaron constancia de la presencia de estos animales a través de las pinturas rupestres.
TROMPA
La trompa es la característica más notable de la anatomía del elefante. Es el resultado de la transformación del labio superior y de la nariz en un órgano alargado, muscular y carente de huesos. Este apéndice nasolabial es utilizado para arrancar hierbas y hojas con las que alimentarse o para succionar agua. Los elefantes actuales comen un promedio de unos 225 kg de materia vegetal al día y beben hasta 190 litros de agua. Con la trompa, que en el elefante africano termina en dos prolongaciones digitiformes y en el asiático en sólo una, el animal es capaz de coger con precisión y hasta con delicadeza, cualquier objeto pequeño, como puede ser una hoja o una baya caída al suelo. Además es un órgano muy sensitivo capaz de percibir olores y sabores. También utilizan la trompa para emitir sonidos, derribar árboles, desgarrar vegetación o como pulverizador en los baños de polvo. Los elefantes llenan la trompa con polvo, que recogen en los nidos de las termitas o en zonas con tierra muy fina, para pulverizarse con él la piel del cuerpo; los dos tabiques nasales son independientes y están modificados para soportar el contacto del polvo sin que éste afecte a la capacidad olfativa y gustativa de la trompa.
COLMILLOS Y DIENTES
Los colmillos del elefante, que están profundamente encajados en el cráneo del animal, son en realidad dos incisivos superiores muy alargados. Se han medido colmillos de hasta 3,5 m de largo. Los elefantes comen tallos, hojas, hierbas fibrosas, cortezas, bulbos y hasta madera, todos ellos alimentos de valor energético bajo, por lo que se ven obligados a triturar y a masticar grandes cantidades de comida al día, lo que supondría que sus dientes se desgastarían pronto y en poco tiempo. El elefante ha resuelto este problema reemplazando los dientes desgastados por otros nuevos. Los elefantes tienen cuatro molares, dos en la mandíbula superior y dos en la inferior; consisten en una estructura de unos 30 cm de largo y unos 10 cm de ancho. Las crestas de los molares del elefante asiático son estrechas y de contorno ondulado, mientras que las del africano no son onduladas y tienen forma de lazo. Los primeros molares aparecen a los 13 o 15 años y cuando se desgastan son reemplazados por unos nuevos (cuando el animal tiene entre 28 y 30 años); los segundos molares también terminarán por desgastarse y de nuevo serán sustituidos por otros molares, esta vez los últimos, que hacen su aparición a los 40 años de edad del animal y que no se desgastarán hasta los 60 o 70 años, momento en el que el elefante muere por ser incapaz de triturar la cantidad de alimento suficiente para sobrevivir.


ELEFANTES AFRICANOS Y ASIÁTICOS
Diferencias entre el elefante asiático y el africano
Las únicas dos especies de elefante que sobreviven en la actualidad (familia Elefántidos), se diferencian con facilidad por el tamaño de sus orejas: pequeñas en el elefante asiático y bastante grandes en el más corpulento elefante africano. Además de esta, hay otras diferencias, por ejemplo, la trompa prensil de la especie asiática termina en un solo lóbulo, mientras que en la africana hay dos. Las figuras representadas en el esquema corresponden a elefantes machos y por lo tanto, no se observa la ausencia de colmillos característica de la hembra del elefante asiático.


El elefante asiático tiene la frente abombada, el lomo arqueado, las orejas pequeñas en comparación con la cabeza, y los colmillos sólo están presentes en el macho. Por el contrario, el elefante africano es más alto, las orejas son más grandes (pueden medir 1,5 m de largo), y los dos sexos tienen colmillos. Ambas especies tienen cinco uñas en las patas delanteras, pero en las traseras el elefante africano tiene tres y el asiático cuatro. Además, presentan las diferencias ya mencionadas de los labios de la trompa y la morfología de los molares.
LOCOMOCIÓN
A pesar del tamaño y del peso de los elefantes, que en la especie africana alcanza hasta unos 7.000 kg y en la asiática hasta unos 5.000, estos animales son ágiles y silenciosos al caminar. Sus extremidades se han engrosado para poder sostener el cuerpo y moverlo; las patas terminan en una especie de almohadilla formada por tejido adiposo que engloba a los cinco dedos, y que presenta cierta movilidad. Esta estructura está formada por un epitelio rugoso y grueso que se agarra y se adapta perfectamente a las desigualdades del terreno. El elefante alcanza en una marcha normal una velocidad de unos 6,4 km/h y cuando carga contra un enemigo o huye puede llegar a los 40 km/h. El elefante es incapaz de galopar o de saltar; sin embargo, es un nadador excelente y atraviesa ríos y lagos relativamente anchos sin cansancio aparente.
PERCEPCIÓN SENSORIAL
Elefante africano
Los grandes elefantes africanos (Loxodonta africana), cuyos colmillos por sí solos pueden llegar a pesar más de 45 kg, son notables no solo por su tamaño sino también por su singular medio de comunicación. Los adultos pueden "hablar" entre ellos a distancias de cientos de kilómetros, utilizando sonidos de baja frecuencia, análogos a las canciones de las ballenas, que están por debajo del límite del oído humano. En otros tiempos los elefantes ocupaban la mayor parte del África subsahariana pero actualmente están seriamente amenazados por la destrucción del hábitat y por los cazadores furtivos de marfil. En 1989, como respuesta a la creciente amenaza de extinción, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES), el organismo mundial que regula el comercio de animales salvajes, prohibió la venta de marfil.


Es probable que el elefante africano utilice sus orejas tanto para ventilarse como para hacer señales visuales a otros individuos, pero sobre todo las usa para oír y detectar la presencia de cualquier enemigo. En la década de 1980, se comprobó por primera vez que los elefantes emitían con sus trompas una serie de sonidos que no eran audibles por el ser humano. Estos sonidos de baja frecuencia se propagan muy bien por el aire y son perfectamente captados por el animal; es muy probable que le sirvan para comunicarse con sus congéneres lejanos. La visión es pobre y los ojos son pequeños. El olfato está muy desarrollado y la trompa es con diferencia el órgano más sensible; con ella el animal puede captar cualquier tipo de olor, tanto en el aire como en el suelo.
ESTRUCTURA SOCIAL
Estructura social de los elefantes
Los elefantes son animales muy sociales; viven formando manadas que, entre otras ventajas, les proporcionan protección frente a los depredadores. Cada unidad familiar está conducida por una hembra adulta dominante, la matriarca. Cuando se sienten amenazados, los miembros de la manada rodean a las crías para protegerlas y bien la matriarca se enfrenta al posible peligro o bien el grupo se retira formando un bloque apretado.

Los elefantes son animales gregarios y la unidad social está constituida por la familia, formada por una hembra adulta y sus crías de edades distintas. Varias de estas familias se reúnen y forman rebaños que oscilan en número entre los quince y los treinta individuos; los miembros de los rebaños suelen estar emparentados y siempre son conducidos por una hembra adulta, la matriarca. También se pueden unir varios rebaños y entonces se forman manadas de hasta mil individuos. Los machos permanecen dentro de la manada mientras son inmaduros, pero luego se separan y viven en solitario, en parejas o en grupos pequeños, aunque nunca se alejan por completo del grupo matriarcal. Los rebaños del elefante asiático están formados por las hembras, las crías, los jóvenes inmaduros y un macho viejo (a veces, también hay un macho en los rebaños de la especie africana). Los movimientos del grupo están determinados por la localización de la comida y del agua; en las horas más calurosas del día permanecen inmóviles, descansando a la sombra, y cuando llega el atardecer, comienzan a moverse en busca de alimento. También aprovechan las primeras horas de la mañana y la noche para comer.
REPRODUCCIÓN
La hembra del elefante entra en celo en cualquier época del año, y cuando esto ocurre se separa del rebaño acompañada de un macho, aunque durante el tiempo que es receptiva (entre 24 y 48 horas), se pueden unir a la pareja algunos machos más. Al principio habrá alguna pelea entre ellos, pero tarde o temprano uno se impondrá y se quedará con la hembra. El periodo de gestación dura entre 21 y 22 meses, y la hembra pare por lo general una sola cría, la cual es capaz de seguir al rebaño a los pocos días de nacer. La cría tomará la leche de las dos mamas que tiene su madre situadas justo detrás de las patas delanteras durante un periodo de tiempo que oscila entre los dos y los cinco años. Las crías son muy vulnerables a los ataques de los depredadores (sobre todo leopardos y tigres) y muchas mueren antes de cumplir un año de edad. La hembra del elefante pare entre cinco y doce crías a lo largo de toda su vida.
ADIESTRAMIENTO
Aunque el elefante africano puede ser domesticado, el elefante asiático se ha convertido en un leal colaborador del ser humano. Los elefantes asiáticos todavía se utilizan en las explotaciones madereras, y probablemente ya trabajaban con el hombre en el año 2000 a.C. Alejandro III el Magno los empleó en el año 326 a.C. en sus campañas militares, y 37 elefantes acompañaron al general cartaginés Aníbal y su ejército en su travesía de los Alpes en el año 218 a.C. Como los elefantes en cautividad no suelen reproducirse, es necesario capturarlos en estado salvaje y para ello un grupo de hombres los asustan hasta conducirlos hacia una trampa a modo de corral; también utilizan varios ejemplares de elefantes ya domesticados y uno o varios cornacas (mahouts), que son los cuidadores encargados de atenderlos y adiestrarlos. Hay otra modalidad de captura que consiste en atrapar a una cría para poder capturar al adulto, pero es menos frecuente que la anterior. En este caso, a la cría se le asigna un cuidador con el que permanecerá durante toda su vida; empezará a adiestrarlo cuando el animal tenga catorce años de edad y estará capacitado para trabajar cuando cumpla los veinticinco.
EVOLUCIÓN
Elefante africano abatido por cazadores furtivos
La población de elefantes se encuentra en peligro de extinción como consecuencia de los cazadores furtivos que los matan para extraerles sus preciados colmillos de marfil. Gracias a una ley internacional que prohibe el comercio de marfil, instituida en 1989 por la Convención sobre el Comercio Internacional en Especies amenazadas de Fauna y Flora, se ha logrado reducir el comercio ilegal de marfil, disminuyendo así la caza de estos animales. Más de 120 países secundan esta prohibición.

El antepasado más antiguo del elefante era Moeritherium, un animal del tamaño de un cerdo y con la nariz similar a la de un tapir que fue encontrado en África en unos estratos datados en el eoceno superior, hace unos 60 millones de años. Los elefantes actuales descienden de dos familias que surgieron en el pleistoceno: los mastodontes (ya extinguidos), por un lado, y los mamuts y los elefantes propiamente dichos, por otro. Los primeros también están ya extinguidos y de los segundos sólo quedan dos géneros con un origen relativamente reciente; uno está representado por el elefante africano y el otro por el elefante asiático.

Antecesores del elefante
Los primeros proboscídeos, representados por Moeritherium, pequeño y parecido a un tapir, dieron lugar a cientos de especies que se extendieron por todos los continentes, excepto Australia. De todas ellas, hoy sólo sobreviven dos géneros, que están representados por el elefante africano y el elefante asiático. El Trilophodon, que vivió desde el mioceno (hace 23,3 millones de años) hasta el pleistoceno (hace 1,64 millones de años), tenía cuatro colmillos y se extendió por Eurasia, África y Norteamérica. Contemporáneo de esta especie era el Deinotherium, que vivió durante el mioceno y principios del plioceno y tenía los colmillos curvados hacia abajo. El Platybelodon se caracterizaba por sus colmillos planos en forma de azada, que tal vez utilizara para recoger la vegetación del agua; vivió desde finales del mioceno hasta el plioceno, y ocupó Asia y Norteamérica. El proboscídeo más grande, el mamut americano o imperial, Mammuthus imperator, estaba bien adaptado al clima frío del pleistoceno y vivió en Eurasia, África y Norteamérica. Sus dientes eran ya muy parecidos a los del elefante moderno.


La población de elefantes africanos se ha reducido mucho en las últimas décadas debido sobre todo a la caza para conseguir el marfil de sus colmillos y debido a la pérdida de su hábitat natural en favor de pastos para el ganado. Como consecuencia, los elefantes han sido protegidos en diferentes parques y reservas naturales y, en contrapartida, se ha producido un aumento de sus poblaciones que pone en serio peligro la supervivencia de unos ecosistemas que no están adaptados para soportar las necesidades de una población en aumento.
Clasificación científica: los elefantes pertenecen a la familia de los Elefántidos, dentro del orden de los Proboscídeos. El elefante asiático se clasifica como Elephas maximus y el africano como Loxodonta africana. La mayoría de los científicos reconoce dos subespecies de elefante africano, el elefante de selva (Loxodonta africana cyclotis) y el elefante de sabana (Loxodonta africana africana). También se reconocen cuatro subespecies del elefante asiático: el elefante de Sri Lanka (Elephas maximus maximus), el de Sumatra (Elephas maximus sumatrana), el de India (Elephas maximus bengalensis) y el de Malasia (Elephas maximus hirsutus).

miércoles, 29 de septiembre de 2010

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