El increíble esqueleto


Esqueleto, término aplicado a todas las estructuras rígidas o semirrígidas que sirven de soporte a los tejidos blandos del cuerpo de un animal, y proporcionan apoyo para la acción muscular. En los vertebrados, al esqueleto se le llama endoesqueleto, ya que se forma dentro del cuerpo. Ciertos animales invertebrados, como los insectos y los crustáceos, tienen esqueletos que reciben el nombre de exoesqueletos porque se encuentran en el exterior del cuerpo.
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EXOESQUELETO
El caparazón de sílice o de calcio que segregan ciertos protozoos, conocidos como foraminíferos, constituye una forma de exoesqueleto. Las esponjas poseen un exoesqueleto constituido por espongina, que es una sustancia elástica y dura. Los cnidarios segregan una gran variedad de sustancias exoesqueléticas, que varían desde la cubierta elástica de las medusas hasta el material pétreo que depositan los corales. El caparazón de la mayor parte de los moluscos están compuestos por carbonato de calcio y por una sustancia orgánica básica, denominada conchiolina. Entre los insectos, cada una de las tres principales divisiones del cuerpo, cabeza, tórax y abdomen, están incluidas en un armazón de placas córneas. Las placas que constituyen cada división primaria están separadas de las placas de la siguiente división por un tejido elástico que permite la flexibilidad de los movimientos que realiza el insecto. Los apéndices están recubiertos por vainas que son proyecciones del exoesqueleto; un tejido elástico, similar al que se encuentra entre las placas, une los distintos segmentos de los apéndices entre sí y con el cuerpo del animal.
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ENDOESQUELETO
Esqueleto de un gato
El gato doméstico está bien adaptado para su vida de carnívoro. Tiene largos dientes caninos para capturar y sujetar a sus presas. Las garras de sus miembros son retráctiles, les permiten atrapar a sus presas y defenderse de los depredadores. Su cola, muy larga, contribuye a mantener el equilibrio y ayuda a cazar a sus presas.

Los vertebrados poseen un grupo de estructuras más o menos rígidas, constituidas por cartílago o por hueso, o por una combinación de estos dos tipos de tejido conectivo. La más primitiva de estas estructuras es la notocorda, que es una espina dorsal de tejido cartilaginoso que poseen los peces. Los animales más desarrollados, desde el punto de vista evolutivo, poseen un esqueleto axial, formado por el cráneo, la columna vertebral y las costillas; y un esqueleto apendicular formado por las cinturas pélvica y pectoral, y por los apéndices.

Anatomía humana

Al principio, el esqueleto que se forma en el embrión de los animales superiores es cartilaginoso; el calcio y el tejido óseo se van depositando a medida que el organismo alcanza la madurez. En los seres humanos, el proceso de endurecimiento del hueso, denominado osificación, se completa en torno a los 25 años de edad. El último hueso que se osifica es el esternón.

Esqueleto de un pez
El esqueleto de los peces tiene la misma estructura general que el de otros vertebrados: un cráneo, una columna vertebral, unos miembros y una cola. Los miembros de los peces se desarrollan en forma de aletas, que están adaptadas a la natación o proporcionan estabilidad en el agua.

El número total de huesos que posee un determinado animal varía con su edad porque muchos huesos se fusionan entre sí durante el proceso de osificación. El número promedio de estructuras esqueléticas diferentes en una persona joven es de 200, sin incluir los seis huesillos de los oídos. El esqueleto humano está sujeto a diferentes alteraciones patológicas, las más importantes de todas son las fracturas, el raquitismo, enfermedad deficitaria, y la osteoporosis.

martes, 16 de noviembre de 2010

El increíble y asombroso hueso humano


Huesos de la mano

Hueso, tejido conjuntivo duro, componente principal de casi todos los sistemas esqueléticos en los vertebrados adultos. El hueso parece un tejido sin vida y, de hecho, la palabra esqueleto deriva de una palabra griega que significa ‘desecado’. Sin embargo, el hueso es, en realidad, una estructura dinámica formada por tejidos vivos, como las células óseas, las células grasas y los vasos sanguíneos, así como por materiales inertes como agua y minerales.






Huesos del pie

Los huesos son estructuras con funciones múltiples que desempeñan actividades vitales y diversas en los vertebrados. Forman la estructura de soporte para el cuerpo, al que sostienen y dan forma (véase Esqueleto). También presentan una superficie para la inserción de los músculos y actúan como brazos de palanca que permiten numerosos movimientos complejos. Muchos huesos protegen órganos internos blandos; por ejemplo, los huesos del cráneo protegen al cerebro, y las costillas forman una jaula alrededor de los pulmones y el corazón. Además de estas funciones estructurales y mecánicas, los huesos participan también en la fisiología del organismo. Almacenan calcio, un mineral esencial para la actividad de las células nerviosas y musculares. La zona central blanda del hueso, la médula ósea, es donde se forman los glóbulos rojos de la sangre, algunos glóbulos blancos y las plaquetas (véase Sangre).
Una persona adulta tiene 206 huesos, que representan el 14% del peso corporal total. El hueso más largo y resistente es el fémur, que en la madurez alcanza una longitud de 50 cm y una anchura de 2,5 cm aproximadamente. El hueso más pequeño, el estribo, es uno de los tres huesos diminutos alojados en el oído medio, con tan solo 0,18 cm de longitud.
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ESTRUCTURA Y COMPOSICIÓN DEL HUESO

Sección de un hueso
Los huesos están compuestos de una intrincada estructura en capas que les proporciona la fuerza del acero y un peso semejante al del aluminio. Una red central con cavidades llamada hueso esponjoso proporciona fuerza sin añadir un peso excesivo. Una capa de hueso más denso llamada hueso compacto rodea el hueso esponjoso. El hueso compacto se compone de muchas unidades llamadas osteonas. Las osteonas constan de un canal central rodeado de capas concéntricas muy apretadas llamadas láminas. Cada canal de una osteona aloja vasos sanguíneos y nervios. Una capa final, una delgada membrana llamada periostio, protege el hueso y alberga los nervios y los vasos sanguíneos responsables de detectar el dolor y proporcionar nutrientes al hueso.

El hueso está formado por células vivas ampliamente repartidas en el interior de la matriz ósea. La matriz contiene osteoblastos, células que son renovadas constantemente en el hueso. Los osteoblastos fabrican y segregan colágeno, una proteína que proporciona elasticidad al hueso para soportar las fuerzas generadas al andar, coger peso y en otras muchas actividades. Los osteoblastos segregan también sales minerales formadas por calcio y fósforo que aportan dureza para que los huesos no puedan romperse con facilidad. Si es necesario más hueso, los osteoblastos nuevos llevan a cabo la tarea de reconstruirlo. Cuando el tejido óseo madura, los osteoblastos se transforman en osteocitos, células óseas maduras que llevan a cabo las actividades celulares habituales.
Existen dos tipos principales de hueso. El hueso compacto o cortical, que forma la mayor parte del hueso de los brazos y las piernas, es muy denso y duro en el exterior. Las unidades estructurales del hueso compacto son las osteonas, cilindros alargados que actúan como pilares de soporte de carga, capaces de soportar una fuerza mecánica aplicada al hueso. El centro de cada osteona contiene un conducto hueco, llamado canal o conducto de Havers, que actúa como vía de paso para los vasos sanguíneos y los nervios.
En algunos casos, por dentro del hueso compacto existe hueso esponjoso, también denominado hueso trabecular, formado por un entramado, en forma de panal, de estructuras denominadas trabéculas, que actúan como vigas de soporte. El hueso esponjoso está diseñado para soportar fuerzas en distintas direcciones, como la ejercida sobre la pelvis al flexionar o extender. Los espacios entre las trabéculas están ocupados por médula ósea roja que contiene los vasos sanguíneos que nutren al hueso esponjoso. El hueso esponjoso está presente en los huesos de la pelvis, costillas, esternón, vértebras, cráneo y en los extremos de los huesos largos de brazos y piernas.
Rodeando al hueso compacto y al hueso esponjoso existe una membrana delgada denominada periostio. La capa externa de esta membrana contiene nervios y vasos sanguíneos que se ramifican y distribuyen dentro del hueso. La capa interna del periostio está formada principalmente por osteoblastos.
La región en la que se ponen en contacto dos o más huesos se denomina articulación. Los distintos tipos de articulaciones permiten diferentes grados de movilidad. Algunas articulaciones presentan una movilidad muy limitada, como las presentes entre los huesos del cráneo. Otros huesos se mantienen unidos por estructuras de tejido conjuntivo resistente, denominadas ligamentos, y forman articulaciones como la articulación en bisagra del codo, que permite movimientos solo en una dirección. La articulación en pivote entre la primera y la segunda vértebra cervical permite girar la cabeza de lado a lado.
Existe otro tipo de tejido conjuntivo, muy relacionado con el hueso, denominado cartílago. El cartílago es más blando, más elástico y más compresible que el hueso. Está presente en zonas del cuerpo que precisan una combinación de resistencia y flexibilidad, como los extremos de los huesos, la punta de la nariz y la zona externa del oído.
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FORMACIÓN Y DESTRUCCIÓN DEL HUESO

Fracturas comunes
Con una fisura, el hueso no llega a romperse por completo. En las fracturas simples, o cerradas (sin desplazamiento), el hueso se parte, pero no la piel. En una fractura complicada, o abierta (con desplazamiento), el hueso roto desgarra la piel, con el riesgo de una posible infección. La zona que rodea la rotura se inflama y se decolora, pero algunas fracturas sólo pueden detectarse con rayos X. Los huesos de las personas ancianas, ya debilitados, son muy propensos a las fracturas.

Al comienzo del desarrollo del bebé dentro del cuerpo de la madre, el esqueleto está formado por cartílago. Aproximadamente hacia la octava semana del desarrollo fetal comienzan a depositarse sales de calcio y fósforo alrededor del cartílago. Sin embargo, hacia la semana 40 del desarrollo, los huesos fetales siguen estando formados principalmente por cartílago blando. El cráneo consiste en varias láminas de cartílago que aún no están unidas por completo. Los espacios entre estas láminas se denominan puntos blandos o fontanelas. El cartílago blando y las fontanelas permiten la compresión del cráneo durante su paso a través del canal del parto. Durante la infancia, el cartílago va siendo sustituido de manera gradual por hueso, gracias a la actividad de los osteoblastos. En el lactante existen más de 300 huesos, varios de los cuales se fusionan conforme madura.
A lo largo de la vida, el tejido óseo es destruido y reconstruido (proceso de remodelación) en respuesta a las demandas del cuerpo. Por ejemplo, siempre debe haber calcio en la sangre a una concentración determinada. Si baja la concentración de calcio en sangre, las células denominadas osteoclastos destruyen hueso para aportar calcio al torrente sanguíneo. Si el ejercicio aumenta la masa muscular, los huesos deben desarrollarse en consonancia para evitar que la tracción de unos músculos más potentes provoque una fractura en el hueso. En este caso, los osteoblastos promueven la formación de hueso nuevo.

Hueso fracturado
Esta radiografía ilustra un peroné (el hueso externo de los dos que unen la rodilla con el tobillo) fracturado. La fractura es completa, pues atraviesa el hueso por completo.

Durante la infancia y la adolescencia se forma mucho más hueso del que se destruye, de modo que el esqueleto crece en tamaño y en resistencia. Durante la fase inicial de la edad adulta, la destrucción ósea comienza lentamente a superar a la formación de hueso. Conforme la persona envejece, pierde tejido óseo y los huesos van debilitándose, lo que aumenta su susceptibilidad a la fractura. El ejercicio y una dieta apropiada son fundamentales para mantener la salud del hueso en todas las etapas de la vida. Los nutrientes, en especial una cantidad suficiente de calcio, fósforo, vitamina D y hormonas (hormona del crecimiento, parathormona u hormona paratiroidea, calcitonina y hormonas sexuales), influyen en el crecimiento del hueso.
Las fracturas o roturas del hueso son lesiones muy frecuentes. El proceso de reparación requiere la interacción de varios fenómenos. Aproximadamente una semana después de que se produzca una fractura, las células presentes en el periostio invaden la zona lesionada y producen un entramado fibroso. A continuación, otras células producen cartílago en dicho entramado. Por último, los osteoblastos penetran en este entramado y convierten el cartílago en hueso. La reparación completa puede durar semanas o incluso meses, según el estado de salud general de la persona, su edad y otros factores. En algunos casos se emplean férulas para el tratamiento de las fracturas, que son objetos firmes que dan soporte a la zona que rodea el hueso roto y limitan la movilidad. En otros casos, es necesario inmovilizar por completo el hueso fracturado para lograr la curación porque el movimiento podría provocar una nueva fractura en la zona. Estas fracturas suelen inmovilizarse con una escayola normal o de fibra de vidrio enrollada alrededor de la zona que rodea al hueso fracturado.
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ENFERMEDADES ÓSEAS

Raquitismo
El origen del raquitismo puede estar en un aporte insuficiente de vitamina D en la dieta o en una escasez de radiaciones ultravioletas solares. El raquitismo puede conducir a deformidad esquelética, como la incurvación de la columna vertebral o de las piernas. Esta radiografía muestra la deformación ósea debida a raquitismo.

Distintas enfermedades pueden afectar a los huesos. Una de las más frecuentes es la osteoporosis, que se caracteriza por un adelgazamiento del hueso que hace que este se debilite, fragilice y sea propenso a las fracturas. Muchos factores pueden causar osteoporosis, como la menopausia, la falta de ejercicio, un consumo insuficiente de calcio, la adicción al tabaco, la medicación con corticoides y el consumo excesivo de alcohol.

Osteoporosis
El hueso de la derecha, que forma parte de una vértebra lumbar, tiene osteoporosis y es mucho más delgado y poroso que el hueso sano de la izquierda.

Las deficiencias dietéticas de calcio, fósforo y vitamina D producen raquitismo, una enfermedad caracterizada por la formación anormal de hueso y deformidades esqueléticas. El raquitismo es más frecuente en la infancia. Las deficiencias dietéticas de estos nutrientes en adultos o los trastornos metabólicos que alteran la absorción de los nutrientes pueden provocar un reblandecimiento anormal del hueso, un problema denominado osteomalacia.
Las infecciones de los huesos denominadas osteomielitis están causadas por bacterias, generalmente del género Staphylococcus, que entran en el cuerpo a través de heridas abiertas y pueden destruir los tejidos óseos. El hueso puede presentar tumores o crecimientos anormales, aunque la mayoría son benignos. Los tumores malignos (cáncer) son muy poco frecuentes y pueden tener relación con una radiación excesiva, ya que muchas sustancias radiactivas tienen afinidad por el hueso, sobre todo por la médula ósea donde se acumulan con facilidad. Sin embargo, la mayoría de los tumores malignos del hueso se deben a la propagación de un cáncer desde otra región del cuerpo (metástasis). Los cánceres que tienen origen en el hueso, cartílago y otros tejidos conjuntivos se denominan sarcomas.

El increíble y asombroso riñón


Casi un millón de nefronas (derecha) componen cada riñón (izquierda). La unidad filtradora de la nefrona, llamada glomérulo, regula la concentración dentro del cuerpo de sustancias importantes, tales como potasio, calcio e hidrógeno, y elimina sustancias no producidas por el cuerpo, tales como drogas y aditivos alimentarios. El filtrado resultante, la orina, abandona la nefrona a través de un largo túbulo y del conducto colector. Mediante señales químicas, el organismo informa sobre las necesidades de agua y sales; esto hace que las paredes del túbulo sean más o menos permeables a estas sustancias, que son reabsorbidas de acuerdo con estas órdenes desde la orina.

Riñón, cada uno de la pareja de órganos cuya función principal es la elaboración y la excreción de orina. Véase Aparato urinario.
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ESTRUCTURA
En el ser humano, los riñones se sitúan a cada lado de la columna vertebral, en la zona lumbar, y están rodeados de tejido graso, la cápsula adiposa renal. Tienen forma de judía o frijol, y presentan un borde externo convexo y un borde interno cóncavo. Este último ostenta un hueco denominado hilio, por donde entran y salen los vasos sanguíneos y linfáticos, y los nervios. En el lado anterior se localiza la vena renal, que recoge la sangre del riñón, y en la parte posterior la arteria renal, que lleva la sangre hacia el riñón. Localizado más posteriormente se localiza el uréter, un tubo que conduce la orina hacia la vejiga. El hilio se amplía dentro del riñón formando una cavidad más profunda, el seno renal, por donde discurren los nervios y vasos sanguíneos y donde el uréter se ensancha, formando un pequeño saco denominado pelvis renal.
En el interior del riñón se distinguen dos zonas: la corteza, de color rojizo y situada en la periferia, y la médula, de color marrón, y localizada más internamente. En la médula hay estructuras en forma de cono invertido, llamadas pirámides, cuyos vértices, las papilas renales, se orientan hacia el centro del riñón. Los conductos papilares que discurren por ellas terminan en unas estructuras, llamadas cálices menores, que se reúnen en los cálices mayores. Estos desembocan en una cavidad llamada pelvis renal.
La unidad estructural y funcional del riñón es la nefrona. En cada riñón existen alrededor de un millón de nefronas, que se extienden entre la corteza y la médula renal. Cada nefrona está compuesta por un corpúsculo renal, donde se filtra el plasma, y un túbulo renal, donde se recoge y modifica el líquido filtrado.
El corpúsculo renal consta de dos elementos, el glomérulo de Malpighi y la cápsula de Bowman. El glomérulo es una red esférica u ovillo de capilares que están rodeados por la cápsula de Bowman, una capa delgada de revestimiento endotelial, en forma de copa, que se prolonga en el túbulo renal.
Los túbulos renales (o sistema tubular) transportan y transforman la orina a lo largo de su recorrido. En los túbulos renales se diferencian tres secciones: el túbulo contorneado proximal, que es la parte del túbulo que está unida a la cápsula de Bowman; el asa de Henle, con su porción descendente y ascendente; y el túbulo contorneado distal. Los túbulos renales de diferentes nefronas desembocan en un solo conducto, el conducto colector. A su vez, los distintos conductos colectores convergen en los conductos papilares, que drenan en los cálices menores por los que la orina discurre hasta los cálices mayores y, finalmente, a la pelvis renal y a los uréteres.
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FUNCIÓN
La orina se forma en los riñones a partir de la sangre filtrada en los glomérulos. La composición del líquido filtrado se modifica a su paso por los túbulos renales y los conductos colectores, como consecuencia de procesos de reabsorción y secreción. Finalmente, la orina es conducida por los conductos papilares a la pelvis renal, desde donde desciende por los uréteres hasta la vejiga, donde se almacena.
3.1
Filtración
La filtración tiene lugar en el corpúsculo renal. En cada nefrona, la filtración supone el paso del agua y de la mayoría de los solutos del plasma desde los capilares glomerulares al interior de la cápsula de Bowman. La presión arterial en los capilares glomerulares es elevada, lo que favorece la filtración, a la que se opone la presión que ejercen las proteínas del plasma y la presión del líquido presente en la cápsula. Las células sanguíneas, las plaquetas y la mayoría de las proteínas no se filtran. La cantidad de líquido que se filtra en un minuto en todos los corpúsculos renales recibe el nombre de filtración glomerular. La filtración glomerular está regulada por mecanismos de autorregulación renal, regulación neural de los vasos sanguíneos a través de las fibras simpáticas del sistema nervioso autónomo y regulación hormonal (angiotensina II y péptido natriurético auricular).
3.2
Reabsorción y secreción
Los procesos de reabsorción y secreción tienen lugar a lo largo del túbulo renal y de los conductos colectores.
La reabsorción supone el retorno (de forma active o pasiva) a la circulación sanguínea de casi todo el agua y muchos de los solutos filtrados (aminoácidos, urea, glucosa e iones como sodio, potasio, calcio, cloruro, bicarbonato y fosfato). Esta reabsorción se lleva a cabo a través de todas las células epiteliales del túbulo renal y del conducto colector mediante ósmosis, difusión, difusión facilitada, cotransportadores y contratransportadores, y tiene lugar principalmente en el túbulo contorneado proximal. Así, por ejemplo, a través de cotransportadores sodio, este ión regresa a la sangre junto con otros solutos, como la glucosa, que se reabsorbe intercambiándose con la secreción de H+ mediante contratransportadores Na+/H+. La reabsorción de sodio y otros solutos origina un gradiente osmótico que favorece la reabsorción de agua por ósmosis. En el túbulo contorneado proximal se reabsorbe el 65% del agua filtrada. Cuando el líquido filtrado alcanza el asa de Henle no contiene casi glucosa, aminoácidos ni otros nutrientes, y el porcentaje de reabsorción de agua e iones sodio, potasio, calcio, bicarbonato y cloro es mucho menor. Ya en el tubo contorneado distal, la proporción de reabsorción de agua, cloro, sodio y calcio es muy pequeña. Cuando el líquido filtrado alcanza el conducto colector prácticamente todo el agua y los solutos útiles filtrados han retornado a la sangre.
Por el contrario, la secreción supone el paso de sustancias desde la sangre y las células del túbulo hacia el líquido filtrado. Las sustancias que se secretan son iones amonio, potasio, hidrogeniones, urea, creatinina y algunos fármacos.
La reabsorción y secreción tubulares están reguladas por cuatro hormonas: la angiotensina II, la aldosterona, la hormona antidiurética y el péptido natriurético auricular.
En el ser humano, la cantidad normal de orina eliminada por un adulto en 24 horas varía entre uno o dos litros. Dicho volumen está influido, entre otros factores, por la ingestión de líquidos, la dieta, la presión arterial o las pérdidas por vómitos o sudoración a través de la piel.
Los riñones también resultan importantes para mantener el balance de líquidos y los niveles de sal, así como el equilibrio ácido-base. Cuando algún trastorno altera estos equilibrios, el riñón responde eliminando más o menos agua, sal e hidrogeniones (iones de hidrógeno). El riñón ayuda a mantener la tensión arterial normal; para ello, segrega la enzima renina y elabora una hormona que estimula la producción de glóbulos rojos (eritropoyetina).
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ENFERMEDADES DEL RIÑÓN
Trasplante de riñón
En las operaciones de trasplante de riñón el órgano donado debe proceder de un familiar del paciente o de una persona que haya fallecido recientemente. El riñón donado se extirpa pinzando y cortando la arteria y la vena renal (1). Los riñones enfermos pueden mantenerse en su lugar, o uno o ambos pueden ser extirpados si originan una infección persistente o una elevación de la tensión arterial (2). El riñón donado es situado en la región pélvica del individuo receptor y la arteria y la vena renal se unen al sistema circulatorio (3). Tanto el donante como el receptor pueden llevar una vida normal con sólo un riñón.

La nefritis se refiere a los procesos inflamatorios del riñón. Existen varias formas de nefritis; las más habituales son la glomerulonefritis y, en menor medida, la pielonefritis y la nefritis tubulointersticial. Sus características principales son la presencia de sangre en la orina (hematuria) y de cilindros hemáticos y albúmina (albuminuria leve a moderada) en el estudio microscópico. Además, puede constatarse disminución del volumen de orina, edemas e hipertensión.
La forma más común de nefritis es la glomerulonefritis postinfecciosa, que aparece con frecuencia entre las tres y las seis semanas después de una infección estreptocócica debido a un mecanismo de tipo inmunológico. El paciente puede presentar hematuria. La orina puede ser escasa, pardusca o sanguinolenta. El pronóstico suele ser bueno y la mayoría de los pacientes se recuperan sin secuelas. Existe otro grupo de glomerulonefritis de causa desconocida, quizá autoinmune, con un pronóstico peor y que evolucionan con más rapidez hacia la insuficiencia renal.
La pielonefritis es una infección bacteriana del riñón. La forma aguda se acompaña de fiebre, escalofríos, dolor en el lado afectado, micción frecuente y escozor al orinar. La pielonefritis crónica es una enfermedad de larga evolución, progresiva, por lo general asintomática (sin síntomas) y que puede conducir a la destrucción del riñón y a la uremia. La pielonefritis es más frecuente en diabéticos y más en mujeres que en hombres.
Otro trastorno frecuente es el denominado síndrome nefrótico, en el que se pierden grandes cantidades de albúmina por la orina debido al aumento de la permeabilidad de la membrana de filtración renal, con edema por lo general alrededor de los ojos, pies, tobillos y abdomen, aumento del colesterol en la sangre y un flujo de orina casi normal. El síndrome nefrótico está relacionado con algunas enfermedades glomerulares de causa desconocida y ciertas enfermedades sistémicas como la diabetes mellitus.

Riñón humano para trasplante
Un cirujano extrae un riñón donado de su recipiente, donde se ha mantenido en una solución salina y envuelto en hielo. Un sólo riñón es suficiente para mantener al receptor con salud, ya que éste amplía su función para todo el organismo. Los trasplantes de riñón son más sencillos que los de corazón, hígado o pulmón, y de un 80 a un 90% de los mismos son un éxito. Si el riñón sufre rechazo, el paciente puede volver a la diálisis y, si el otro riñón está sano, someterse a una segunda operación de trasplante.

La insuficiencia renal es la disminución o interrupción de la filtración glomerular que puede producirse de manera brusca (insuficiencia renal aguda) o progresiva (insuficiencia renal crónica).
La hidronefrosis es el resultado de la obstrucción del flujo de orina en las vías urinarias, que casi siempre es consecuencia de anomalías congénitas de los uréteres o de una hipertrofia prostática. La nefroesclerosis arteriolar está originada por la lesión de las arteriolas renales, debido a su exposición persistente a presiones elevadas como consecuencia de una hipertensión de etiología no conocida.
Los cálculos renales, o piedras en el riñón, se deben al depósito de cristales de sales presentes en la orina. La mayoría de ellos están compuestos por calcio, principalmente oxalato de calcio. Otros cálculos están formados por ácido úrico, cisteína y fosfato amónico. Entre los factores de riesgo están los trastornos que elevan la concentración de sales en la orina. En algunos casos los cálculos aparecen cuando el nivel de calcio en la sangre se eleva de forma anormal como en la hipercalciuria, una enfermedad hereditaria, o en enfermedades que afectan a las glándulas paratiroides. En otros casos aparecen cuando el nivel de ácido úrico en la sangre es demasiado alto (véase Gota), por lo general debido a una dieta inadecuada. La ingestión excesiva de calcio y oxalato en la dieta, junto con un aporte escaso de líquidos, puede favorecer también la aparición de cálculos. Sin embargo, en la mayoría de los casos la causa es desconocida. Los cálculos pueden producir hemorragia, infección secundaria u obstrucción. Cuando su tamaño es pequeño, tienden a descender por el uréter hacia la vejiga provocando un dolor muy intenso que a menudo se acompaña de náuseas, vómitos y en ocasiones hematuria. El dolor cólico producido por los cálculos requiere tratamiento con analgésicos potentes. Una vez que el cálculo alcanza la vejiga, es posible que sea expulsado por la orina de forma inadvertida, desapareciendo el dolor. Si el cálculo es demasiado grande para ser expulsado, es necesario recurrir a la cirugía o a la litotricia (litotripsia), procedimiento que utiliza ondas de choque, generadas por un aparato localizado fuera del organismo, para desintegrar los cálculos.
La uremia aparece en la fase final de las enfermedades crónicas del riñón y es consecuencia no solo del fracaso de la excreción renal, que produce la acumulación en la sangre de los productos nitrogenados resultantes del metabolismo de las proteínas, sino también de la alteración de las funciones metabólicas y endocrinas que desempeña el riñón, como la homeostasis del equilibrio hidroelectrolítico y la síntesis de hormonas. El desarrollo de las diferentes técnicas de diálisis periódica, cuyo objetivo es eliminar de la sangre los productos de desecho y toxinas, y la generalización de los trasplantes de riñón han supuesto un gran avance para estos pacientes. 
El tumor de Wilms o nefroblastoma es un tumor renal que suele manifestarse en niños pequeños. Los últimos avances en su tratamiento han conseguido porcentajes de curación muy elevados.


viernes, 12 de noviembre de 2010

Aparato urinario


Vejiga
La vejiga es un órgano musculoso que almacena la orina producida por los riñones. En un adulto puede contener de medio a un litro de líquido. La orina abandona la vejiga a través de un conducto llamado uretra. Su vaciado es un acto reflejo, cuyo control en los niños precisa un proceso de aprendizaje que comprende varios años.

Aparato urinario, conjunto de órganos que producen y excretan orina, el principal líquido de desecho del organismo. En la mayoría de los vertebrados los dos riñones filtran todas las sustancias del torrente sanguíneo; estos residuos forman parte de la orina que pasa por los uréteres hasta la vejiga de forma continua.
Después de almacenarse en la vejiga la orina pasa por un conducto denominado uretra hasta el exterior del organismo. La salida de la orina se produce por la relajación involuntaria de un esfínter que se localiza entre la vejiga y la uretra, y también por la apertura voluntaria de un esfínter en la uretra. A los niños pequeños, antes de aprender a controlar el esfínter urinario, se les escapa la orina en cuanto se llena la vejiga. Muchos niños mayores y adultos padecen un trastorno denominado enuresis, en el que el afectado no puede controlar el esfínter urinario, y cuyo origen puede deberse en algunas ocasiones a un desequilibrio emocional. El miedo o temor pueden producir enuresis temporal. En los ancianos ciertos tipos de degeneración del sistema nervioso provocan incontinencia urinaria. La incapacidad para eliminar la orina almacenada puede deberse a un espasmo del esfínter urinario, al bloqueo del esfínter por un cálculo, a una hipertrofia de la próstata en varones o a una pérdida del tono muscular en la vejiga después de un shock o intervención quirúrgica. La retención de orina puede originarse también por una lesión nerviosa donde la médula espinal resulte afectada o una esclerosis múltiple.
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COMPOSICIÓN DE LA ORINA
En los seres humanos la orina normal suele ser un líquido transparente o amarillento. Se eliminan aproximadamente 1,4 litros de orina al día. La orina normal contiene un 96% de agua y un 4% de sólidos en solución. Cerca de la mitad de los sólidos son urea, el principal producto de degradación del metabolismo de las proteínas. El resto incluye nitrógeno, cloruros, cetosteroides, fósforo, amonio, creatinina y ácido úrico.
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EFECTOS DE LA ENFERMEDAD
El análisis de orina se utiliza con frecuencia para el diagnóstico de enfermedades. Un volumen de orina excesivo es característico de la diabetes insípida, y es de menor cuantía en la diabetes mellitus. La fiebre elevada o constante produce cierto grado de deshidratación y una disminución anómala del flujo de orina. En los pacientes que padecen hepatitis, la orina es oscura por la presencia de pigmentos biliares. La cantidad de urea se eleva en los estados febriles y en la diabetes mellitus, y desciende durante la inflamación del riñón o en los trastornos del equilibrio ácido-base. En la orina de los pacientes con leucemia o gota hay cantidades elevadas de forma anormal de ácido úrico.
La presencia de sustancias anormales en la orina es más importante incluso que las alteraciones en las cantidades de las sustancias habituales. En un trastorno renal conocido como albuminuria, la albúmina sérica se transfiere a la orina. En la diabetes mellitus aparece glucosa y las enfermedades infecciosas del aparato urinario pueden generar pus y bacterias en la orina. También la existencia de un gran número de hematíes en la orina sugiere la posibilidad de una hemorragia o de un cáncer del tracto urinario, mientras que un pequeño número indica la existencia de una cistitis (inflamación de la vejiga). Los cristales de sulfamidas señalan el depósito de estos fármacos en los riñones. Cuando se forman cálculos en el sistema urinario pueden aparecer cristales de diferentes sustancias en la orina. A veces un cálculo urinario puede ser expulsado por la orina y generalmente es acompañado de un dolor intenso y en algunas ocasiones de hemorragia.
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CONSISTENCIA DE LA ORINA
El sistema urinario de los reptiles y aves está diseñado para conservar agua; por esta razón la orina de estos animales es una masa sólida o semisólida. En lugar de obtener urea como producto del metabolismo de las proteínas, producen ácido úrico, que apenas es soluble en agua. En algunos peces se conserva el agua mediante concentraciones muy elevadas de urea, permitiendo de esta forma que su organismo absorba agua por ósmosis.


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