MARCHA ATRAS EN EL RELOJ DE LA NATURALEZA



Resucitan los animales de las pinturas rupestres


 
RENACER DE UNA ·ESPECIE. Mediante cruces, los hermanos Heck recrearon el tarpán, potro salvaje antecesor del caballo moderno.

RESES DE LOS BOSQUES. También recrearon el uro, bisonte de los bosques que cubrieron Europa hasta la Edad Media.



ERA el potro más insólito que aquellos dos zoólogos habían presenciado. Se tambaleaba sobre sus largas patas y su extraño aspecto producía en los
científicos la más viva satisfacción. En efecto, los zoólogos Heinz y Lutz Heck devolvían al mundo no un animal corriente, sino una criatura extinguida desde hacía cincuenta años.
Aquel potro poseía todas las características del tarpán salvaje, que en la Edad de Piedra fue antepasado del caballo actual. Estos animales, de color grisáceo, habían poblado praderas y bosques de Europa y Asia central hace miles de años. Después de muchos años de investigación, los hermanos Heck redactaron el siguiente informe: «Ha nacido un animal que ningún hombre podía esperar ver. Hemos conseguido nuestro primer caballo primitivo.»
Pronto aparecieron en el potro características inesperadas. A la llegada del invierno, su pelo se hizo blanco, exactamente igual que el del antiguo tarpán. Más adelante, al cabo de cinco generaciones, los animales presentaron otra particularidad que los hermanos Heck no habían
imaginado. Sus cascos se hicieron enormemente duros, mucho más que los de cualquier caballo actual, salvaje o doméstico.
Eran los cascos del tarpán que, aun sin llevar herraduras, no se gastaban, astillaban o agrietaban.
Los Heck -Heinz era director del zoo de Munich y Lutz del de Berlín- pensaban haber demostrado su teoría de que era
posible recorrer a la inversa la evolución y recrear animales extinguidos.


Corrección de los cambios

Lutz Heck explicó: «Partimos del principio de que ningún animal puede haberse extinguido si aún subsiste su constitución hereditaria. Esta constitución puede haberse cruzado con la de otros animales, puede'
haber experimentado cambios, pero, con la ayuda de nuestros actuales conocimientos de las leyes de la herencia, puede ser reconstruida en su aspecto primigenio. Pueden irse deshaciendo los cruces, y corrigiendo los cambios por medio de una selección conveniente.»
Los Heck continuaron el proceso iniciado por su padre que, cuando dirigía el zoológico de Berlín, había cruzado un íbice (una cabra salvaje) con cabras domésticas. Unas crías mostraban el color del íbice y otras el de sus madres. Pero algunas tenían el pelaje del bezoar, cabra salvaje de
Persia y antepasado primigenio de todas las cabras domésticas.

El último tarpán había muerto en cautividad en 1887 y, para reconstituir el animal, los hermanos Heck recorrieron muchas zonas de Europa, estudiando manuscritos medievales, restos fósiles, esqueletos, e incluso pinturas de caballos primitivos, realizadas hace unos 10.000 ó 30.000 años por el hombre paleolítico en las paredes de las cuevas francesas de Cap Blanc y Lascaux.

Hace unos 40 años, los .Heck utilizaron sementales procedentes de Polonia que descendían del tarpán. Los cruzaron cap yeguas domésticas cuidadosamente seleccionadas, procedentes de Islandia, Escocia y Escandinavia.

Cuando nacierori los primeros potros, los hermanos Heck buscaron entre ellos las características del tarpán, y volvieron a cruzar los ejemplares más adecuados. Heinz anunció: «En el segundo cruce ha surgido nuestro fabuloso potro.»

Hoy día existen manadas de tarpanes en los jardines zoológicos y reservas de Europa y Estados Unidos.

Valiéndose de la misma técnica, los Heck se dedicaron igualmente a recrear uros, espléndidos antepasados del actual ganado vacuno. El uro, que pesaba cerca de una tonelada, se extinguió en el siglo XVII. Al cabo de diez años nació un ternero con todas las características del uro. Actualmente existe un magnífico rebaño de uros en el zoológico de Munich.

Gracias a los hermanos Heck, el antiguo tarpán y el primitivo uro han vuelto a la vida.



PINTURAS PREHISTORICAS. Artistas paleolíticos decoraron las paredes de la cueva de Lascaux, en Francia, hace de 10.000 a 30.000 años. Dejaron constancia de importantes detalles que utilizaron los hermanos alemanes Heinz y Lutz Heck para recrear los caballos y reses que en otro tiempo vagaron por Europa y Asia central. El tarpán (a la izquierda) y el uro (a la derecha), que aparecen abajo, han vuelto a la existencia.



EN 1938 unos pescadores que faenaban en el océano Índico, junto a las costas de África del Sur, extrajeron en sus redes un extraño pez, de color azul metálico, que medía cerca de 1,80 m. Estaba protegido por gruesas escamas y dotado de unas aletas fuertes y carnosas que probablemente utilizaba para caminar por el fondo del mar. El ejemplar fue llevado ante un eminente especialista en biología marina, el profesor J. L. B. Smith, quien  comentó: «Mi asombro no hubiera sido mucho mayor de haber visto pasear por la calle a un dinosaurio.» En efecto, el pez era un celacanto, animal que
hasta entonces sólo era conocido en estado fósil. Pero este fósil se encuentra en rocas de 400 millones de años de antigüedad, es decir, anteriores a los dinosaurios en 200 millones de años.

El examen de estos peces (otros ejemplares han sido, capturados en la última década) demuestra que apenas difieren de sus antepasados fósiles. Sus corazones son más primitivos que los de cualquier otro vertebrado y su masa encefálica sólo pesa quince mil veces menos que su cuerpo.


domingo, 27 de febrero de 2011

El increíble y fuerte Áyax, hijo de Telamón



Áyax, hijo de Telamón, en la mitología griega, poderoso guerrero que combatió en la guerra de Troya. Era hijo de Telamón, rey de Salamina, y condujo a las fuerzas de esta isla hacia Troya. Un hombre corpulento, lento en el hablar pero veloz en la batalla, Áyax fue llamado “baluarte de los aqueos” por Homero. Encolerizado por no habérsele concedido la armadura del difunto Aquiles, Áyax decidió matar a los jefes griegos Agamenón y Menelao. Para protegerlos, la diosa Atenea golpeó con violencia a Áyax, que acabó con su vida   clavándose su propia espada.

La asombrosa Arcadia



Arcadia (mitología), región en la parte central del Peloponeso, Grecia. En la mitología griega era la residencia de Pan, dios de la naturaleza y patrono de los pastores, y el centro de su culto. En la literatura posterior se convirtió en pretexto de evocaciones poéticas de la vida pastoril. Mientras que el terreno real de la Arcadia es áspero y montañoso, el paisaje idealizado es ameno y fértil, donde vive una comunidad incontaminada de pastores y deidades rústicas. El primero en expresar las cualidades de esta Arcadia imaginaria fue el poeta romano Virgilio en sus Églogas, donde las vidas sencillas de los habitantes de la Arcadia aparecen en estrecha armonía con la naturaleza. Virgilio era consciente del contraste entre el paisaje real y el idealizado de la Arcadia, pero los escritores y artistas del renacimiento que retomaron posteriormente el tema no conocían la Arcadia como lugar real y se convirtió en el motivo de la visión ilusoria de una existencia inocente y sin artificios, situada en un pasado clásico al que no alteraban los conflictos de la vida contemporánea o —a diferencia del bíblico jardín del Edén— las coerciones de la moralidad judeocristiana.
En la Europa del siglo XVI, la Arcadia aparecía con frecuencia en la literatura en obras tales como Arcadia (1504), del escritor napolitano Iacopo Sannazzaro, y La Arcadia (versiones escritas en 1581 y 1583-1584), del cortesano, poeta y soldado inglés sir Philip Sidney. Desde el siglo XVII en adelante, la Arcadia se presenta a menudo en la literatura como un marco vagamente clásico para la poesía amatoria. En las pinturas de Nicolas Poussin y Claudio de Lorena, los cuales trabajaban en Italia, los asuntos clásicos suelen pintarse en un paisaje pastoril que debe mucho a las descripciones virgilianas de la Arcadia y su evocación de una edad de oro pastoril. Et in Arcadia Ego (Yo —es decir, la Muerte— también estoy en la Arcadia), de Poussin, muestra a un grupo de pastores que observa con curiosidad un ataúd que lleva esa inscripción, como advertencia de que aun una vida de inocencia natural no escapa a la mortalidad. Es importante la difusión que el motivo virgiliano y también la versión de Sannazzaro tiene en la literatura española: desde las variantes del tópico del locus amoenus o lugar ameno en su dimensión religiosa (Gonzalo de Berceo: "Iendo en romeria caeçí en un prado), hasta los ejemplos de novela pastoril (la Diana de Jorge de Montemayor), o sus conexiones con el mito de Hesíodo, que retoma Ovidio, de las cuatro edades, especialmente la más perfecta, la edad de oro, cuyo elogio pone Cervantes en boca de don Quijote quien, por otra parte, en la etapa final de sus aventuras, ya cansado, sueña con la Arcadia de los pastores y cree que tal vez sea mejor vida la de pastor que la de caballero. Importante también es el tópico del menosprecio de corte y alabanza de aldea en la obra de Fray Antonio de Guevara y el Beatus ille horaciano que reaparece en fray Luis de León en su “Oda a la vida retirada”.
En el periodo romántico (véase Romanticismo) la Arcadia, como lugar donde la naturaleza reina soberana, siguió siendo un poderoso motivo simbólico, asociado con el conflicto entre lo natural y lo nutritivo que impregna todos los aspectos del arte y la filosofía. En la moderna imaginación occidental, que no se aparta demasiado de la concepción clasicista de los siglos XVI a XIX, la Arcadia virgiliana se ha reducido a un sueño generalizado de felicidad y tranquilidad rural: como en la época de Virgilio, sin embargo, sigue siendo una fascinante alternativa ideal a la experiencia de la sociedad urbana.

Arcadia (región)
Arcadia (región), región del Peloponeso central de la antigua Grecia. Conocida como Arkadhía en griego moderno, la belleza de esta región montañosa fue reproducida por poetas griegos, romanos y renacentistas. De hecho, los griegos creían que los dioses escogieron Arcadia como escenario de sus danzas. Hoy Arcadia, que abarca un área de 4.419 km2, continúa atrayendo a muchos visitantes que acuden a deleitarse con los espléndidos paisajes de la región. La zona tiene clima mediterráneo y se caracteriza por unas precipitaciones de lluvia particularmente irregulares. Las montañas dominan el paisaje; entre ellas se extienden cuencas y llanos interiores, a veces cubiertos por vastos bosques de coníferas. En realidad, los límites actuales de Arcadia son menores que los de la antigua región. La bulliciosa ciudad de Trípoli es la capital de esta moderna región, y el centro de su industria turística. También es el centro de centro de comunicación terrestre en Arcadia, desde donde los visitantes exploran las sierras de Erimanthos, Menalo y Oliginto, la llamada “Suiza griega”.

La asombrosa Arenga de Satanás


Arenga de Satanás
Considerado como una de las más bellas composiciones de la lírica universal, en el poema épico Paraíso perdido destacan, por ejemplo, los parlamentos de Satanás.
Fragmento del Paraíso perdido.
De John Milton.
Arenga de Satanás.
Libro I


«¿Es ésta la región», dijo el precito
arcángel; «éste es el país, el aura
y hogar que á trueque se nos da del cielo?
¿por la celeste luz noche de llanto?–
¡Sea! ¡que el rey de ahora mandar puede
cuanto le plazca, y justo ha de ser ello!
Cuanto más lejos de él, mejor: formóle
Razón idéntico á los otros: Fuerza
le ha sobrepuesto excelso á sus iguales.–
¡Adiós, campos de dicha donde reina
sin fin placer! ¡Salud, horrores! ¡Salve
mundo infernal! y tú, tartáreo abismo,
á tu dominador nuevo recibe:
á uno con espíritu al que el sitio
no muda ni los tiempos: el espíritu
vive dentro de sí, dentro á sí puede
hacer cielo el infierno, infierno el cielo.
¿Qué á mí el lugar, si soy yo el mismo siempre?
si lo soy todo yo, menos tan sólo
que aquel á quien el trueno ha levantado.
Aquí, siquiera, habremos de ser libres:
no hizo el Omnipotente esta morada,
para de ella lanzarnos envidioso.
Aquí seguros imperar podremos;
y para mí el reinar es ansia noble,
bien que en el orco sea; pues más vale
rey ser del orco que en el cielo esclavo.–
Empero, á los amigos generosos,
á los partícipes de nuestra ruina,
¿yacer anonadados dejaremos
del olvido en el lago? ¿Con nosotros
á compartir esta mansión llorosa
no los invitaremos? ¿ó á reunirse
con nos, porque intentemos nuevamente
si algo por recobrar queda en el cielo
ó algo más que perder en el abismo?»
Fuente: Jünemann, Guillermo. Antología universal. Friburgo: Herder, 1910.

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