La asombrosa: Biodiversidad
Pinzón vegetariano
Al visitar las
islas Galápagos en 1835, el naturalista británico Charles Darwin reparó en la
diversidad de la vida animal y observó que en cada isla habitaban especies
distintas de tortugas, burlones y pinzones, como el pinzón vegetariano
ilustrado aquí. Darwin postuló que el aislamiento geográfico había estimulado
la evolución gradual de estas especies diferentes. Esta teoría de la evolución
por selección natural, tal como la expuso en 1859 en su obra El origen de las
especies, revolucionó el conocimiento del mundo natural.
Biodiversidad, contracción de la expresión
‘diversidad biológica’, expresa la variedad o diversidad del mundo biológico.
En su sentido más amplio, biodiversidad es casi sinónimo de ‘vida sobre la
Tierra‘. El término se acuñó en 1985 y desde entonces se ha venido utilizando
mucho, tanto en los medios de comunicación como en círculos científicos y de
las administraciones públicas.
Se ha hecho habitual,
por funcionalidad, considerar tres niveles jerárquicos de biodiversidad: genes,
especies y ecosistemas. Pero es importante ser consciente de que ésta no es
sino una de las varias formas de evaluar la biodiversidad y que no hay una
definición exacta del término ni, por tanto, acuerdo universal sobre el modo de
medir la biodiversidad. El mundo biológico puede considerarse estructurado en
una serie de niveles de organización de complejidad creciente; en un extremo se
sitúan las moléculas más importantes para la vida y en el otro las comunidades
de especies que viven dentro de los ecosistemas. Se encuentran manifestaciones
de diversidad biológica a todos los niveles. Como la biodiversidad abarca una
gama amplia de conceptos y puede considerarse a distintos niveles y escalas, no
es posible reducirla a una medida única. En la práctica, la diversidad de
especies es un aspecto central para evaluar la diversidad a los demás niveles y
constituye el punto de referencia constante de todos los estudios de
biodiversidad.
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DIVERSIDAD DE ESPECIES
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Al ser la unidad que más
claramente refleja la identidad de los organismos, la especie es la moneda
básica de la biología y el centro de buena parte de las investigaciones
realizadas por ecologistas y conservacionistas. El número de especies se puede
contar en cualquier lugar en que se tomen muestras, en particular si la
atención se concentra en organismos superiores (como mamíferos o aves); también
es posible estimar este número en una región o en un país (aunque el error
aumenta con la extensión del territorio). Esta medida, llamada riqueza de
especies, constituye una posible medida de la biodiversidad del lugar y una
base de comparación entre zonas. Es la medida general más inmediata de la
biodiversidad.
La riqueza de especies
varía geográficamente: las áreas más cálidas tienden a mantener más especies
que las más frías, y las más húmedas son más ricas que las más secas; las zonas
con menores variaciones estacionales suelen ser más ricas que aquellas con
estaciones muy marcadas; por último, las zonas con topografía y clima variados
mantienen más especies que las uniformes.
Pese a la importancia
que tiene la especie, no hay todavía una definición inequívoca de este término.
Se han usado criterios distintos para clasificar las especies en grupos de
organismos diferentes (así, las especies de bacterias y las de aves se definen
de manera muy distinta) y, con frecuencia, diferentes taxónomos aplican
criterios distintos a un mismo grupo de organismos y, por tanto, identifican un
número de especies diferente. No obstante, no deben exagerarse estas
diferencias; a muchos efectos, hay un acuerdo suficiente sobre el número de
especies presente en grupos bien estudiados, como mamíferos, aves, reptiles o
anfibios.
El número o riqueza de
especies, aunque es un concepto práctico y sencillo de evaluar, sigue
constituyendo una medida incompleta de la diversidad y presenta limitaciones
cuando se trata de comparar la diversidad entre lugares, áreas o países. Además
aunque es importante la diversidad como criterio de evaluación de una
comunidad, un ecosistema o un territorio, no deben perderse de vista otros
criterios complementarios, como la rareza o la singularidad.
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ESPECIES ENDÉMICAS
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Lince ibérico
El lince ibérico,
endemismo ibérico y considerado especie en peligro de extinción, se distingue
del lince boreal en su tamaño algo menor y su piel más moteada. Hoy se
encuentra en escasas zonas de la península Ibérica, en especial en los parques
nacionales de Doñana (Huelva), Cabañeros (Ciudad Real) y Monfragüe (Cáceres).
Cualquier área contribuye
a la diversidad mundial, tanto por el número de especies presentes en ella como
por la proporción de especies únicas de esa zona. Estas especies únicas se
llaman endémicas (véase Endemismo). Se dice que una especie es
endémica de una zona determinada si su área de distribución está enteramente
confinada a esa zona (el término se aplica también dentro del área de la
medicina; se consideran enfermedades endémicas las limitadas a cierto
territorio y epidémicas las muy extendidas). Así, las islas suelen tener menos
especies que las zonas continentales de superficie equivalente, pero también
suelen albergar más especies que no se encuentran en ningún otro lugar. En
otras palabras: a igualdad de otras circunstancias, tienen menor riqueza de
especies, pero mayor proporción de especies endémicas. Evaluar la importancia
relativa de estos dos factores y, por tanto, comparar la importancia de la
biodiversidad de las áreas isleñas y continentales no es cosa sencilla.
Las áreas ricas en especies
endémicas pueden ser lugares de especiación activa o de refugio de especies muy
antiguas; sea cual sea su interés teórico, es importante para la gestión
práctica de la biodiversidad identificar estas áreas discretas con proporciones
elevadas de endemismos. Por definición, las especies endémicas de un lugar
determinado no se encuentran en ningún otro. Cuanto menor es el área de
endemismo, mayor es el riesgo de que las especies endémicas sufran cambios de
población de origen selectivo o aleatorio. Aunque todas pueden ser vulnerables
a un mismo episodio de modificación del hábitat, por el mismo motivo pueden
también beneficiarse de una misma medida conservacionista. Es deseable
identificar estas oportunidades de emprender acciones de conservación
rentables.
Los endemismos pueden
también definirse en términos de límites nacionales. Esto tiene una importancia
enorme para la conservación de la diversidad biológica, porque, casi sin
excepción, las acciones de conservación y gestión ambiental se aplican y
mantienen a escala de política nacional. Esto es así con independencia del
origen del asesoramiento científico o el apoyo financiero de las medidas
adoptadas.
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OTROS ASPECTOS DE LA DIVERSIDAD DE ESPECIES
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Además de la riqueza de
especies y las especies endémicas, una posible medida de la biodiversidad sería
la magnitud de las diferencias entre especies. Una forma de evaluar este
aspecto se basa en el contenido informativo del sistema de clasificación o
taxonómico. Las especies similares se agrupan en géneros, los géneros similares
en familias, las familias en órdenes y así sucesivamente hasta el nivel más
elevado, que es el reino. Esta organización taxonómica es un intento de
representar las verdaderas relaciones entre organismos, es decir, de reflejar
la historia de la evolución, pues se considera que las especies agrupadas en un
mismo género están más estrechamente relacionadas que las pertenecientes a
géneros distintos, y lo mismo para los demás niveles taxonómicos. Ciertos
taxones superiores tienen miles de especies (o millones en el caso de los
escarabajos, que forman el orden de los Coleópteros), mientras que otros sólo
tienen una. Las especies muy distintas (clasificadas en familias u órdenes
diferentes) contribuyen por definición más a la biodiversidad que las similares
(clasificadas dentro de un mismo género). Por tanto, según esta medida mejorada
de la biodiversidad, si hay que elegir entre conservar uno de dos lugares con
igual número de especies, sería mejor elegir el que alberga mayor número de
especies esencialmente distintas frente al que mantiene especies más afines.
Algunos científicos llevan este argumento más lejos y sugieren que la diversidad
se mide mejor a niveles taxonómicos superiores (género o familia, por ejemplo)
que al de especie.
La importancia ecológica
de la especie puede ser también considerable, pues algunas especies clave
desempeñan una importante función en el mantenimiento de la diversidad de una
comunidad de otras especies. Estas especies clave agrupan los organismos
descomponedores, los depredadores de nivel más alto y los polinizadores, entre
otros. En general, los árboles grandes aumentan la biodiversidad local porque proporcionan
numerosos recursos naturales para otras especies (aves nidificadoras, epifitos,
parásitos, herbívoros que se alimentan de frutos, y muchos otros organismos).
Pero todavía no hay forma de cuantificar esta clase de función de sostenimiento
ni de comparar su magnitud para distintos grupos.
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DIVERSIDAD GENÉTICA
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Diversidad genética
en los guepardos
El guepardo es el
mamífero que tiene el nivel más bajo de diversidad genética debido al alto
grado de endogamia que se da en esta especie. Cuando se realiza un injerto de
un tejido de un guepardo a otro, este último no experimenta ningún tipo de
rechazo, pues las diferencias genéticas entre los tejidos son mínimas. Estos
niveles de diversidad tan bajos hacen del guepardo una especie vulnerable a las
enfermedades y pone en peligro su supervivencia. Las esperanzas están puestas
ahora en los programas de cría en cautividad de la especie.
Las diferencias entre
organismos individuales tienen dos causas: las variaciones del material
genético que todos los organismos poseen y que pasan de generación en
generación y las variaciones debidas a la influencia que el medio ambiente
ejerce sobre cada individuo. La variación heredable es la materia prima de la
evolución y la selección natural y, por tanto, constituye en última instancia
el fundamento de toda la biodiversidad observable actualmente. Depende en lo
esencial de las variaciones que experimenta la secuencia de los cuatro pares de
bases que forman los ácidos nucleicos, entre ellos el ácido desoxirribonucleico
o ADN, base del código genético en la inmensa mayoría de los organismos. Los
individuos adquieren nuevas variaciones genéticas por mutación de genes y
cromosomas; en organismos que se reproducen sexualmente, estos cambios se
difunden a la población por recombinación del material genético durante la
división celular que antecede a la reproducción sexual.
Las poblaciones que forman
una especie comparten una reserva de diversidad genética, aunque la herencia de
algunas de tales poblaciones puede diferir sustancialmente de la de otras, en
especial cuando se trata de poblaciones alejadas de especies muy extendidas. Si
se extinguen poblaciones que albergan una proporción considerable de esta
variación genética, aunque persista la especie, la selección natural cuenta con
un espectro de variedad genética menor sobre el que actuar, y las oportunidades
de cambio evolutivo pueden verse relativamente mermadas. La pérdida de
diversidad genética dentro de una especie se llama erosión genética, y
muchos científicos se muestran cada vez más preocupados por la necesidad de
neutralizar este fenómeno.
La diversidad genética
es particularmente importante para la productividad y el desarrollo agrícolas.
Durante siglos, la agricultura se ha basado en un número reducido de especies
vegetales y animales, pero, sobre todo en el caso de las plantas, se ha
desarrollado un número extraordinariamente elevado de variedades locales. Esta
diversidad de recursos genéticos vegetales tiene en muchos casos ventajas
prácticas reales; si un agricultor de subsistencia, por ejemplo, planta cierto
número de variedades de una especie, quedará en cierto modo asegurado frente al
riesgo de perder toda la cosecha, pues es poco común que las condiciones
climatológicas adversas o los parásitos afecten por igual a todas ellas. A
medida que los hábitats naturales se han visto desplazados por otros usos del
suelo, con la consiguiente destrucción de formas silvestres de plantas
cultivadas que podrían ser necesarias con fines de selección, y a medida que
los modernos sistemas de cultivo intensivo se han ido concentrando en un número
muy reducido de variedades comerciales, se hace más urgente la necesidad de
identificar y conservar los recursos genéticos vegetales y animales. Aunque, en
este ámbito particular, es posible localizar y medir aspectos de diversidad
genética, no hay forma práctica de responder a la pregunta general de cuál es
la diversidad genética presente en una zona determinada, y mucho menos a escala
global; por tanto, la pregunta no tiene sentido a este nivel.
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DIVERSIDAD DE LOS ECOSISTEMAS
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Éste es sin duda el peor
definido de todos los aspectos cubiertos por el término biodiversidad. Evaluar
la diversidad de los ecosistemas, es decir, la diversidad a escala de hábitat o
comunidad, sigue siendo un asunto problemático. No hay una forma única de
clasificar ecosistemas y hábitats. Las unidades principales que actualmente se
reconocen representan distintas partes de un continuo natural muy variable.
La diversidad de los ecosistemas
puede evaluarse en términos de distribución mundial o continental de tipos de
ecosistemas definidos con carácter general, o bien en términos de diversidad de
especies dentro de los ecosistemas. Hay varios esquemas de clasificación
mundial, que hacen mayor o menor hincapié en el clima, la vegetación, la
biogeografía, la vegetación potencial o la vegetación modificada por el ser
humano. Estos esquemas pueden aportar una visión general de la diversidad
mundial de tipos de ecosistemas, pero proporcionan relativamente poca
información sobre diversidad comparativa dentro de los ecosistemas y entre
ellos. La diversidad de ecosistemas suele evaluarse en términos de diversidad
de especies. Esto puede abarcar la evaluación de su abundancia relativa; desde
este punto de vista, un sistema formado por especies presentes con una
abundancia más uniforme se considera más diverso que otro con valores de
abundancia extremos.
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¿CUÁL ES LA MAGNITUD DE LA BIODIVERSIDAD?
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En esta sección se aborda
la biodiversidad en términos de riqueza de especies. El número de especies que
pueblan la Tierra es enorme, pero se desconoce incluso con un margen de un
orden de magnitud. Hasta la fecha se han descrito cerca de 1,7 millones de
especies. En este contexto, descripción significa que se han descubierto
ejemplares, se han recogido muestras, se han llevado a un museo, se han
identificado como especies nuevas y, por último, se han descrito y nombrado con
carácter formal en una publicación científica. Las estimaciones del número
total de especies que podría haber en el mundo se basan sobre todo en el número
de especies hasta la fecha desconocidas que se han descubierto en zonas
tropicales muestreadas meticulosamente y en la proporción que representan
dentro del conjunto de muestras recogido. Estas estimaciones oscilan entre 5 y
casi 100 millones de especies. Se ha propuesto un valor de aproximadamente 12,5
millones como estimación conservadora útil.
Sin duda, la mayor parte
de las especies que viven en la Tierra continúan siendo desconocidas. El grupo
mejor inventariado es, con diferencia, el de los animales vertebrados. En las
últimas décadas se han descrito cerca de 200 nuevas especies de peces, frente a
sólo una veintena de mamíferos y entre una y cinco especies de aves. Algunas de
estas especies son realmente nuevas, pero muchas descripciones nuevas son
consecuencia de la división en varias especies de lo que se tenía por una
especie única. Pese a la idea generalizada de que no queda por descubrir ningún
mamífero de gran tamaño, hace poco se han encontrado en Vietnam del Norte tres
especies nuevas que responden a esta descripción.
Cada año se describen
miles de insectos nuevos. De hecho, hay base para suponer que, con excepción de
mamíferos y aves, el único factor que limita el número de especies nuevas
descritas es el número de taxonomistas activos y el ritmo con el que son
capaces de estudiar ejemplares nuevos.
Hay muchas más especies
descritas de insectos que de cualquier otro grupo. Aunque recientemente se ha
sugerido que los nematodos, hongos, microorganismos y coleópteros (los insectos
más numerosos) engloban un número de especies muy superior al que antes se
creía, según algunas estimaciones de la riqueza global de especies la mayor
parte de la vida terrestre estaría formada por insectos.
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¿QUÉ ESTÁ OCURRIENDO CON LA BIODIVERSIDAD?
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Es ahora motivo común
de inquietud el hecho de que las actividades humanas han reducido la
biodiversidad a escala mundial, nacional y regional y que esta tendencia
continúa. Esto se manifiesta en la pérdida de poblaciones vegetales y animales,
en la extinción y en el agotamiento de especies y en la simplificación de
comunidades y ecosistemas. Hay dos formas de evaluar el agotamiento de la
biodiversidad: la investigación y la observación directas y la elaboración de
hipótesis de lo que puede ocurrir sobre la base de lo que actualmente se sabe.
El análisis de restos
animales (sobre todo huesos y conchas de moluscos) y de datos históricos revela
que desde el comienzo del siglo XVII se han extinguido unas 600 especies. Desde
luego, esto no constituye el cuadro completo, pues muchas especies se han
extinguido sin que la humanidad tenga conocimiento de ello. Cerca de las tres
cuartas partes de estas extinciones conocidas han ocurrido en islas, como
consecuencia de la ocupación por colonos; las causas han sido la
sobreexplotación, la destrucción de hábitats y el impacto causado por la
introducción de animales. Las extinciones registradas han aumentado mucho desde
principios del siglo XIX hasta mediados del XX, y han disminuido desde
entonces. Este descenso aparente puede ser consecuencia de las iniciativas de
conservación adoptadas en el curso de las últimas décadas, o bien reflejar el hecho
de que pueden pasar muchos años entre la última vez que se ve una especie y el
momento en que puede registrarse como extinguida con cierta seguridad. De
hecho, se han redescubierto varias especies que se consideraban extinguidas.
Cerca de 6.000 especies
animales se consideran amenazadas de extinción porque está disminuyendo el
número de individuos que las forman, porque se están destruyendo sus hábitats a
consecuencia de la sobreexplotación o porque, sencillamente, se ha limitado mucho
su área de distribución. Aunque es un número considerable, el estado de
conservación de la mayor parte de las especies sigue sin evaluar. Se ha
estudiado una parte importante de las aproximadamente 9.700 especies de aves
que hay en el mundo, pero sólo cerca de la mitad de los 4.630 mamíferos y
proporciones pequeñas de otros vertebrados. Se ha examinado un número
relativamente reducido de las más de 280.000 especies de plantas superiores y,
aunque se dispone de cierta información sobre mariposas, libélulas y moluscos,
en términos reales no se ha evaluado el estado de conservación de la mayoría de
las especies de invertebrados.
Observaciones de campo
han confirmado que hay una relación entre el tamaño de un área y el número de
especies que contiene. Una generalización sugiere que si una mancha de hábitat
se reduce hasta la décima parte de su superficie original, es probable que
pierda la mitad de las especies que tenía. Puede utilizarse esta relación entre
área y especies para predecir las tasas de extinción. Como la mayor parte de
las especies viven en las selvas tropicales húmedas, suscita especial inquietud
la influencia que la tala y la modificación de estos hábitats pueda ejercer
sobre la extinción de especies. Aunque no cuentan con mucho apoyo, si se toman
como punto de partida las estimaciones más elevadas de riqueza de especies de
los trópicos húmedos, la relación entre especies y área sugiere que las tasas
mundiales de extinción podrían ser extremadamente altas. Los medios de
comunicación han prestado mucha atención a estas tasas de extinción elevadas,
pero es importante tener en cuenta el fundamento en que se basan.
Numerosos individuos,
organizaciones y países han trabajado en las últimas décadas para identificar
poblaciones, especies y hábitats amenazados de extinción o degradación y para
invertir estas tendencias. Los objetivos comunes son gestionar más eficazmente
el mundo natural para mitigar la influencia de las actividades humanas y, al
mismo tiempo, mejorar las opciones de desarrollo de los pueblos desfavorecidos.
Muchos conservacionistas esperan que la historia demuestre que el año 1992 ha
constituido un punto de inflexión. En junio de ese año se presentó a la firma
el Convenio sobre la Diversidad Biológica en la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro. El Convenio
entró en vigor a finales de 1993, y a principios de 1995 lo habían firmado más
de cien países; esto significa que están de acuerdo con sus fines y que harán
todo lo posible por cumplir con sus disposiciones.
Los objetivos generales
del Convenio son: conservar la diversidad biológica, utilizar una biodiversidad
sostenible a largo plazo y compartir lealmente las ventajas del uso de los
recursos genéticos (en selección vegetal y biotecnología, por ejemplo). Las
dificultades son muchas e imponentes, pero el Convenio constituye el único
marco mundial amplio para planificar y emprender las acciones necesarias. En él
se declara explícitamente que, aun cuando los países tienen la responsabilidad
de la biodiversidad dentro de sus fronteras, la planificación eficaz exige
tener en cuenta el contexto mundial y que los países en desarrollo necesitarán
el apoyo de todos los demás.
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