El asombroso y bello Cuentos de hadas


Troll
El troll es una criatura de la mitología nórdica. Vive en cuevas o en lo alto de las colinas y es de naturaleza maligna. El que aparece representado es de una ilustración noruega de 1990 conservada en el Centro Fussheim Stone de Lom (Noruega).


Cuentos de hadas, historias de las intervenciones en los asuntos mortales a través de la magia de unos pequeños seres sobrenaturales del folclore, generalmente de aspecto humano, que habitan en una región imaginaria llamada tierra de las hadas.
En este mundo mágico se engloba además, de forma imprecisa, a los duendes, gnomos, elfos, genios, trasgos, trolls, enanos, banshees, silfos, espíritus y ondinas. La imaginación folclórica no concibe la tierra de las hadas como un mundo aparte, sino que hace vivir a los duendes en parajes tan comunes como las colinas, los árboles o los arroyos, y además usan ropas, adornos, muebles, casas y otros objetos semejantes a los de los humanos.
La creencia en los duendes y hadas fue casi un atributo universal de la cultura popular primitiva. En la antigua literatura griega, las sirenas de la Odisea de Homero son seres con poderes mágicos, y varios de los héroes de su Iliada tienen amantes que son hadas en forma de ninfas. Los gandharvas de la poesía sánscrita (véase Literatura sánscrita), eran duendes y hadas, igual que los hathors, o genios femeninos, del antiguo Egipto, que aparecían en el momento del nacimiento de un niño y predecían su futuro.
El primer testimonio escrito de cuentos fantásticos no aparece en Europa hasta el siglo XVI, con la obra de Giovan Francesco Straparola Noches agradables (1550). Pero es Charles Perrault con Cuento de mamá Oca quien despierta gran interés por estos temas. Las traducciones de Las mil y una noches ayudaron al desarrollo de este género literario. El triunfo llegó con el romanticismo de la mano de los hermanos Grimm, que realizaron una recopilación y estudio de cuentos de hadas de la tradición europea en Cuentos de niños y del hogar, obra de la que se hicieron siete reimpresiones de 1812 a 1857. Hoffmann, Andersen, Collodi, Bécquer, Fernán Caballero cultivaron este tipo de narración.
En el siglo XX se realizaron estudios sobre estos cuentos, entre los que destacan Morfología del cuento (1928) del soviético Vladímir Yakóvlevich Propp. El español Antonio Rodríguez Almodóvar en Los cuentos maravillosos españoles (1982) analiza los temas, periodos y autores del género en España.


viernes, 4 de febrero de 2011

El asombroso Batman


Batman
Portada del primer álbum de historietas que narra las aventuras de Batman y Robin publicado en 1939.


Batman, personaje creado por el dibujante de cómics Bob Kane y el guionista Bill Finger en 1939. Según el relato ideado por ambos, Batman es un superhéroe que lucha contra el crimen oculto por un traje que recuerda la imagen de un murciélago. La primera historieta protagonizada por Batman se publicó en el número 27 de la revista estadounidense Detective Comics, principal cabecera de la editorial DC.
Para crear la personalidad del héroe, Kane y Finger se inspiraron en personajes del folletín, como el Zorro y la Sombra. Al igual que ambas figuras, Batman tiene una doble personalidad: en la vida cotidiana es el millonario Bruce Wayne, convertido en justiciero enmascarado cuando la situación lo requiere.
Ante la buena acogida del cómic, Bob Kane creó nuevos personajes que participaran en las aventuras de Batman. Así, en 1940 aparecieron Robin, el adolescente que actúa como escudero del protagonista, y Joker, el villano con aspecto de payaso que siembra el terror en Gotham City, la metrópoli donde se desarrolla la acción.
Además de Kane, muchos otros dibujantes han ilustrado las peripecias del hombre murciélago. Frank Robbins y Bill Elder cultivaron la vertiente ingenua del tebeo, modificada sustancialmente por dos títulos que obtuvieron enorme éxito en la década de 1980: El retorno del señor de la noche (The Dark Knight Returns, 1986), de Frank Miller; y La broma asesina (The Killing Joke, 1988), de Alan Moore y Dave Gibbons. Esa nueva imagen del personaje, mucho más siniestra y compleja, fue la que poco después llegó al cine, a través de películas como Batman (1989) y Batman vuelve (Batman Returns, 1992), ambas dirigidas por Tim Burton.
No obstante, aunque las películas citadas iniciaron una moda de notable repercusión económica, el marketing del personaje ya se había desarrollado mucho antes. Así, en 1943 y 1949 se estrenaron dos seriales cinematográficos que aumentaron las ventas de cómics y productos derivados, y en 1966 la teleserie Batman dio lugar al fenómeno de la batmanía, entre cuyos seguidores figuró el pintor Andy Warhol.


El asombroso Capitán Marvel


Capitán Marvel, personaje de historieta creado en 1940 por el guionista Bill Parker y el dibujante Charles Clarence Beck. Como tantos otros héroes del cómic estadounidense, el Capitán Marvel se oculta tras una doble personalidad. El adolescente Billy Batson, un pobre huérfano que vende periódicos por las calles, se transforma cuando pronuncia la palabra mágica “Shazam”, y adopta la apariencia de un adulto con superpoderes, capaz de enfrentarse a los peores villanos.
Tras su aparición en febrero de 1940, las aventuras del Capitán Marvel se siguieron publicando en la revista Whiz Comics hasta 1953. Al advertir una creciente demanda, la editorial Fawcett decidió incluir al personaje en varias publicaciones periódicas, como las revistas Special Edition Comics (1940), Master Comics (1941-1944), Captain Marvel Adventures (1941-1953), America’s Greatest Comics (1941-1943) y Marvel Family (1945-1954).
La productora cinematográfica Republic llegó a un acuerdo con la editorial y estrenó una versión dividida en episodios, Las aventuras del Capitán Maravillas (The Adventures of Captain Marvel, 1941), de John English y William Witney. En esta adaptación, Batson era encarnado por Frank Coghland Jr. y el actor Tom Tyler daba vida a su álter ego.
El resultado económico de las revistas, cada vez más favorable, obligó a incluir en el equipo a guionistas como Robert Kanigher, Otto Binder y Rod Reed. No obstante, la carrera comercial del Capitán Marvel tuvo un momento de polémica cuando la editorial DC Comics intentó denunciar a sus creadores por plagio. Esta demanda mostraba hasta qué punto Marvel se había convertido en un serio competidor de Superman.
En 1967 apareció un nuevo Capitán Marvel, creado por el guionista Stan Lee y dibujado por Gene Colan. Muy distinto de su predecesor, el personaje se convirtió en una de las principales figuras de la revista Marvel Super-Heroes, donde fue ilustrado, entre otros, por Jim Starlin y Roy Thomas.


El asombroso Encuentro de dos mundos


El descubrimiento de América, o, por mejor decir, el encuentro de dos mundos, fue para el cronista español del siglo XVI Francisco López de Gómara “la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo crió”. El sorprendente hecho lo protagonizó, en la madrugada del 12 de octubre de 1492, una expedición mandada por Cristóbal Colón, primer almirante de la Mar Océana. El siguiente texto, extraído del Diario de a bordo colombino, refleja la novedad y sorpresa del primer contacto entre los europeos y los tainos antillanos.
Fragmento de Diario de a bordo.
De Cristóbal Colón.
A las dos horas después de media noche pareció la tierra, de la cual estarían dos leguas. Amaynaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela grande, sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamaba en lengua de Indios Guanahani. Luego vieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yánez, su hermano, que era capitán de la Niña.
Sacó el Almirante la bandera real, y los capitanes con dos banderas de la cruz verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y, encima de cada letra su corona, una de un cabo de la + y otra de otro. Puesto en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha Isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se juntó allí mucha gente de la Isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias: «Yo, dice él, porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a Nuestra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos a donde nos estábamos, nadando y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad, mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una harto moza, y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de 30 años, muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos y cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y dellos de colorado, y de ellos de lo que hallan; y se pintan las claras, y dellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos sólo la nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro: sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellos tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hize señas qué era aquello, y ellos me mostraron cómo allí venían gente de otras islas que estaban cerca y los querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestra Alteza para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta Isla.» Todas son palabras del Almirante.
Fuente: Colón, Cristóbal. Diario de a bordo. En “Crónicas de América”. Tomo 9. Edición de Luis Arranz. Madrid: Historia 16, 1985.


jueves, 3 de febrero de 2011

El asombroso libro de Nicolás Maquiavelo


El príncipe, de Nicolás Maquiavelo, es uno de los más influyentes tratados de ciencia política, publicado en 1532. El fragmento siguiente reproduce su capítulo XV, donde el autor italiano enuncia los comportamientos que debe seguir un gobernante, siempre conducentes al mantenimiento del poder sobre sus territorios.
Fragmento de El príncipe.
De Nicolás Maquiavelo.
Capítulo XV.
De aquellas cosas por las que los hombres y especialmente los príncipes son alabados o vituperados
Nos queda ahora por ver cuáles deben ser el comportamiento y gobierno de un príncipe con súbditos y amigos. Y como sé que muchos han escrito sobre esto, temo, al escribir yo también sobre ello, ser tenido por presuntuoso, máxime al alejarme, hablando de esta materia, de los métodos seguidos por los demás. Pero siendo mi intención escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente buscar la verdadera realidad de las cosas que la simple imaginación de las mismas. Y muchos se han imaginado repúblicas y principados que nunca se han visto ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta diferencia de cómo se vive a cómo se debe vivir, que quien deja lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende más bien su ruina que su salvación: porque un hombre que quiera en todo hacer profesión de bueno fracasará necesariamente entre tantos que no lo son. De donde le es necesario al príncipe que quiera seguir siéndolo aprender a poder no ser bueno y utilizar o no este conocimiento según lo necesite.
Dejando por lo tanto de lado todo lo imaginado acerca de un príncipe y razonando sobre lo que es la realidad, digo que todos los hombres, cuando se habla de ellos —y sobre todo los príncipes por su situación preeminente—, son juzgados por alguna de estas cualidades que les acarrean o censura o alabanza: y así, uno es tenido por liberal, otro por mezquino (usando un término toscano, ya que «avaro», en nuestra lengua es aquel que desea poseer por rapiña, mientras llamamos «mezquino» al que se abstiene en demasía de utilizar lo propio); uno es considerado generoso, otro rapaz; uno cruel, otro compasivo; uno desleal, otro fiel; uno afeminado y pusilánime, otro feroz y atrevido; uno humano, otro soberbio; uno lascivo, otro casto; uno recto, otro astuto, uno duro, otro flexible; uno ponderado, otro frívolo; uno religioso, otro incrédulo y así sucesivamente. Y yo sé que todos admitirán que sería muy encomiable que en un príncipe se reunieran, de todas las cualidades mencionadas, aquéllas que se consideran como buenas; pero puesto que no se pueden tener todas ni observarlas plenamente, ya que las cosas de este mundo no lo consienten, tiene que ser tan prudente que sepa evitar la infamia de aquellos vicios que le arrebatarían el estado y guardarse, si le es posible, de aquéllos que no se lo quiten; pero si no fuera así que incurra en ellos con pocos miramientos. Y aún más que no se preocupe de caer en la infamia de aquellos vicios sin los cuales difícilmente podría salvar el estado, porque si consideramos todo cuidadosamente, encontraremos algo que parecerá virtud, pero que si lo siguiese sería su ruina y algo que parecerá vicio pero que, siguiéndolo, le proporcionará la seguridad y el bienestar propio.
Fuente: Maquiavelo, Nicolás. El príncipe. Estudio preliminar de Ana Martínez Arancón, traducción y notas de Helena Puigdomenech. Madrid: Editorial Tecnos, 1988.


El asombroso Código de las Siete Partidas


El Código de las Siete Partidas, atribuido a Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de León, aspiraba a reglamentar los diversos aspectos de la sociedad de la época. Inspirado en el Derecho romano, sentaba las bases de la ecuanimidad y la justicia que deben imperar en las leyes y en los legisladores.
Fragmento del Código de las Siete Partidas.
Alfonso X el Sabio.
LEY VII: CUÁLES DEBEN SER LAS LEYES EN SÍ.
Cumplidas han de ser las leyes, e muy cuidadas e catadas, de guisa que sean con razón, e sobre cosa que pueden ser segund natura, e las palabras dellas que sean buenas e llanas e paladinas, de manera que todo ome las pueda entender e retener. E otrosí han de ser sin escatima e sin punto; porque no puedan de el derecho sacar razón torticera por su mal entendimiento, queriendo mostrar la mentira por verdad, o la verdad por mentira; e que no sean contrarias las unas de las otras. (I, I-)
LEY IX: CUÁL DEBE SER EL FACEDOR DE LAS LEYES.
El facedor de las leyes debe amar a Dios e tenerle ante sus ojos, cuando las ficiere, porque sean derechas e cumplidas. E otrosí debe amar iusticia e procomunal de todos. E debe ser entendido para saber departir el derecho del tuerto, e no debe haber vergüenza en mudar e enmendar sus leyes quando entendiera o le mostraren razón porque lo deba facer; que gran derecho es, que el que a los otros ha de enderezar, e enmendar, que lo sepa hacer a sí mismo quando errare. (I, I.)
Fuente: Jünemann, Guillermo. Historia de la literatura española y antología de la misma. Friburgo: Herder, 1913.


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