La asombrosa época de celo de los animales


Hallar compañero: romance mortalmente arriesgado

EL ÚLTIMO TOQUE. Con su compañera en el nido, el satinado pájaro de glorieta da un último toque a la decoración.


EL amor entre los animales presenta variadas formas y ritos. Además, sucede con frecuencia que buscar la
p
areja supone graves peligros, particularmente en el mundo de los insectos.


La mantis religiosa hembra devora cuanto halla a su alcance, incluso al macho que se le acerca. No obstante, como sólo ataca a presas en movimiento, el macho se aproxima por detrás y detiene su avance cuando la hembra mueve la cabeza. Tan pronto como es distraída por algún insecto, el macho aprovecha la ocasión y se produce el apareamiento.

Pero aun entonces el atrevido tiene escasas probabilidades de salvacn, pues, al apartarse, su compañera se vuelve y trata de apresarlo, con funesto resultado para él.
Los insectos de vida solitaria difícilmente encuentran a otro de su especie y han de utilizar los sentidos del olfato o del do para atraer al compañero. Para anunciar su presencia, el abejorro macho deposita gotitas de un producto químico oloroso, que segrega por la boca, en hojas y tallos.
Cuando el abejorro hembra encuentra una de esas gotas, espera pacientemente el regreso de su amante. Este, finalmente, se aparea con ella y muere poco después.


La mariposa nocturna hembra también se vale del olor para atraer al macho. Emite ese olor de una glándula situada en la parte posterior de su cuerpo, y lo dispersa con la vibración de sus alas. Llevado por la
brisa, puede llegar hasta
el macho, a través de una decena de kilómetros.


El alacn cebollero llama a su pareja con un canto chirriante producido por el frotamiento de sus alas anteriores. Además, fabrica un amplificador estereofónico para estar seguro de que su canto es oído.


Mediante sus grandes y aplastadas patas delanteras, excava un nido subterráneo con  doble túnel a la entrada.
Luego se instala interiormente en el punto donde se unen los dos túneles y lanza un mensaje de alta fidelidad que destina a cualquier hembra que pase por las inmediaciones.

Ley de las compensaciones

A menudo, la rapidez es condición esencial para encontrar compañero y para huir
con él. Por ello el caracol padece una enorme desventaja, que la naturaleza le ha compensado haciéndole bisexual. Los caracoles en celo se encuentran mutuamente gracias a sus huellas viscosas e inician la unión cuando enderezan y juntan sus cuerpos. Durante este abrazo, cada caracol introduce en el otro un dardo amoroso, una especie de
aguja calcárea
. De esta forma intercambian sus espermas y ambos quedan fecundados.

En el mundo de los mamíferos y de las aves el cortejo es con frecuencia de carácter más tierno y delicado. Los elefantes dedican semanas enteras a los escarceos amorosos antes de realizar la "auténtica cópula.
Hay parejas que consumen varias horas entrelazando juguetonamente sus trompas y
efectuando una especie de forcejeo amistoso
.

Hembras con iniciativa

Las hembras de los mamíferos toman a menudo la iniciativa en el acto de cortejar.
La tigresa se exhibe ante el macho y pasa provocativa mente la cola ante el hocico de éste. La jirafa hembra indica con un trotecillo especial que se halla dispuesta al apareamiento. El ñu hembra se arrodilla y propina un suave empujón al primer macho que acierta a pasar cerca de ella.

Pero el satinado pájaro de glorieta australiano, Ptilonorhyunchus uiolaceus, no tiene rival en las lides amorosas. Su lustroso plumaje azul oscuro bastaría para conquistar a cualquier hembra de su especie, pero la
tienta además ofreciéndole una casa, un verdadero aposento. Todos los años construye
o restaura su refinado sal
ón, utilizando tallos y ramitas sólidamente entretejidos. La estancia consta de dos muros paralelos levantados con palitos, de una altura de unos treinta centímetros y un espesor aproximado de cinco. Luego el pájaro se ocupa en de- corar su interior. Primeramente pinta las paredes por dentro con una mezcla de carbón y saliva, utilizando como brocha un haz de cortezas. Después, adorna la sala con objetos de brillantes colores: flores, plumas de loro, bayas, así como trocitos de papel de estaño de vidrio, etc.


Cuando una hembra pasea cerca del aposento, el macho comienza su representación, extendiendo las alas y emitiendo curiosos graznidos. Finalmente, la hembra penetra en la mansión y, después de introducir modificaciones en el «mobiliario», el macho hace su entrada y se efectúa el apareamiento. Cortejo y cópula constituyen el único objeto de aquella morada. Consumado el enlace, la hembra emprende el vuelo, construye su propio nido y cría sus polluelos.




VEHEMENTE SERENATA
 Estas ilustraciones muestran la forma en que la mosca de la fruta o del Mediterráneo ejecuta su canto de cortejo, que dura sólo tres milésimas de segundo. El macho, con movimientos extremadamente rápidos de las alas, produce un agudo zumbido que provoca a la hembra. Si ésta lo encuentra de su agrado, responde con un sonido análogo.




sábado, 19 de febrero de 2011

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