Los asombrosos Yanomami


Yanomami, etnia indígena americana dividida en cuatro grandes grupos: sanumá, yanomam, tanomano y yanam, que hablan lenguas diferentes pero comprensibles entre sí. Denominada también ‘la nación yanomami’, residen en el extremo norte de Brasil, en un área que abarca parte del estado de Roraima y del Amazonas, y el sur de Venezuela. En Brasil, su territorio está ubicado entre la margen izquierda del río Negro y la margen derecha del río Branco. En Venezuela ocupan cerca de diez millones de hectáreas.
Son conocidos también como waika, javari, xiriana y muchos otros nombres. Sus viviendas poseen forma cónica y viven en grupos de familia. La situación de las chozas puede variar y, muchas veces, en vez de formar un círculo, forman una fila extensa. Al cerrar el círculo, la choza recibe el nombre de xabono. Las familias ocupan lugares específicos en las viviendas comunales y comparten sus productos obtenidos en la caza, la pesca o la cosecha.
La labranza es comunal, pero cada familia cultiva su terreno. En torno a la hoguera familiar comen, conversan, fabrican sus utensilios, cuentan sus historias, leyendas, mitos y enseñan a los niños sus tradiciones, como la preparación y consumo de drogas de uso ritual.
Su cosmología incluye el contacto con los espíritus Hekura, los héroes mitológicos y el mundo después de la muerte. La vida religiosa y los rituales son intensos. El chamán o pajé utiliza las drogas para establecer contacto con el mundo espiritual y curar a los enfermos. Los yanomami no entierran a sus muertos, sino que los queman y más tarde ingieren las cenizas de los huesos. Cada grupo tribal recibe el nombre de un río, una montaña o un árbol. Se comunican a través de los senderos e igarapés (canales entre dos islas o entre una isla y la tierra firme). Los senderos parten de cada aldea formando una verdadera red que conecta no sólo las comunidades entre sí, sino también los campamentos de verano, las áreas de caza y sembradíos recientes y antiguos.
Los yanomamis se desplazan continuamente. Esos desplazamientos se deben al corto periodo productivo de los sembradíos, donde cultivan plátano, ñame, batata y malanga. Un sembradío dura dos o tres años. Cuando cesa su producción, la aldea crea una nueva plantación y en ocasiones una misma comunidad puede poseer varios terrenos de cultivo, en etapas diferentes. Son seminómadas debido a las condiciones ecológicas. Practican la caza todo el año, individualmente o en grupos, y utilizan el arco y la flecha. La pesca se practica con menos frecuencia y para ello utilizan la flecha y el timbó, una especie de planta que sacudida en el agua aturde a los peces. Cazan especialmente paca y saíno. La caza se prepara de tres maneras diferentes: ahumada, cocida en olla de barro y asada. Recolectan productos silvestres como el ‘nabi’ (larva que crece en los troncos podridos de las palmeras), panales de miel, frutas y nueces. También comen ranas.
Sus objetos son rudimentarios y suelen adaptar lo que encuentran en la naturaleza. Usan el veneno mortal llamado curare, con el cual recubren la punta de las flechas que utilizan en la caza y en la guerra. Ingieren drogas alucinógenas para cazar y durante las fiestas y ceremonias con finalidades espirituales. En la temporada de caza, los hombres de una misma aldea se reúnen con sus invitados para homenajear a los muertos.
Debido a las condiciones climáticas su vestimenta es sencilla: los hombres usan un cordón alrededor de la cintura atado al miembro viril y las mujeres una especie de tanga de algodón. Se pintan el cuerpo con una variedad enorme de colores, principalmente el tinte rojo de la bija y el negro obtenido de la resina del curbaril. Usan collares de cuentas y plumas de aves que se atan en los brazos, pendientes en las orejas y plumas en la cabeza.
Cada aldea posee un líder y su autoridad se funda en la experiencia y la sabiduría. Ningún yanomami acepta la autoridad por la fuerza. Una aldea está compuesta de unas 30 a 150 personas, ya que las grandes concentraciones agotan rápidamente los recursos del bosque y, aunque las especies son muy abundantes, están también muy dispersas. Los yanomamis consideran que es preciso mantener zonas de refugio de los animales que permitan restablecer el equilibrio demográfico de las especies.
La vida cotidiana está relacionada con las variaciones climáticas. En los bosques, durante los meses de junio a noviembre, se producen inundaciones que impiden el desplazamiento. La sequía, durante los meses de diciembre a mayo, permite los viajes y las visitas a otras aldeas para compartir con otras comunidades el exceso de la producción agrícola.
La población yanomami se calcula en cerca de 22.000 personas, de las que alrededor de 10.000, situadas en Brasil, están distribuidas en unas 130 aldeas.

miércoles, 16 de febrero de 2011

No hay comentarios :

Entradas populares