En el presente ensayo, Craig A. Lockard, de la Universidad de Wisconsin, examina la influencia ejercida en Asia por China durante el reinado de la dinastía Tang. Según el autor, la China de los Tang tuvo un rango de superpotencia igualado por muy pocos países a lo largo de la historia.
El poder de China en Asia durante la dinastía Tang
Por Craig A. Lockard
En todas las épocas han existido uno o dos países que merecen el calificativo de “superpotencia” debido a la influencia que han ejercido sobre la vida militar, económica, política y cultural del mundo. Las superpotencias existen desde la antigüedad y el antiguo Imperio persa y las conquistas de Alejandro Magno sentaron las bases para que Roma, la India Maurya y la China Han llegaran a dominar las regiones occidentales, meridionales y orientales, respectivamente, de Eurasia. En el transcurso de los siglos siguientes, árabes, mongoles, portugueses, españoles y neerlandeses fueron ocupando sucesivamente una posición predominante en un mundo en expansión, seguidos más tarde por los británicos durante los siglos XVIII y XIX. En el siglo XX, la nación predominante ha sido Estados Unidos. De hecho, las décadas posteriores a 1945 han recibido a veces la denominación del “siglo norteamericano” dada la magnitud del poder y la influencia de Estados Unidos sobre el resto del mundo. Sin embargo, el dominio más allá de las propias fronteras resulta difícil de preservar ya que existen otras civilizaciones que logran ponerse a la misma altura e incluso rebasarla. Para que la influencia de Estados Unidos pueda considerarse duradera deberá igualar la longevidad de la posición de China como superpotencia, iniciada a mediados del I milenio de nuestra era.
El periodo comprendido entre los años 300 y 1000 fue una época de intenso intercambio e interacción a lo ancho de toda Eurasia. Son varias las civilizaciones que destacan por su notable influencia. La India Gupta, el Imperio bizantino y los califatos islámicos de Oriente Próximo fueron notables centros de poder. Algunos historiadores consideran los años comprendidos entre el 600 y 1500 como el “milenio chino”, por ser la china la civilización más grande, poderosa y poblada de Eurasia. El auge de China se inició con la gran dinastía Tang (618-907), con la que gozó del periodo más dilatado de prosperidad de la historia mundial. De hecho, la época de la dinastía imperial Tang está considerada por muchos historiadores como la era más gloriosa de la vasta historia de China.
Los años de máximo poder de los Tang sentaron las bases de un modelo para China que se prolongaría a lo largo de las dinastías Song y Ming, hasta el equivalente de la edad moderna occidental. El gobierno Tang fijó modelos para muchos de los aspectos de la vida china, incluida la literatura y las artes. Por esta razón, la China Tang fue admirada e imitada por muchos pueblos. Durante el periodo Tang, China ejerció una influencia decisiva sobre el Asia oriental y, al mismo tiempo, desarrolló un comercio activo con pueblos de toda Eurasia. Durante más de 100 años, se extendió hasta el interior de Asia central, llegando la influencia de diferentes aspectos de la cultura china hasta Corea y Japón. El budismo floreció transformando China en una vasta comunidad religiosa. La China Tang era un foro abierto para gentes e ideas de muy distintas culturas.
Poder imperial Tang en Asia
Durante los siglos VIII y IX existieron un sinfín de imperios, tanto grandes como pequeños, que se extendían desde el océano Atlántico hasta el Pacífico. La China Tang era el más vasto de todos ellos; la única civilización comparable en el mundo de su época era la gobernada por los árabes. La dinastía Tang ejerció un control imperial sobre naciones muy alejadas de la propia China, forjando un imperio comparable en tamaño al que la gran dinastía Han había dominado 500 años antes. Corea y Japón acataron la supremacía china en la región y cultivaron las buenas relaciones con la China Tang. Ambiciosas campañas militares colocaron el Asia central, Mongolia, Manchuria, Tíbet y ciertas partes de Siberia bajo la dominación china.
Entretanto, existían reinos satélites que acataban la soberanía china en puntos tan remotos de Asia como Persia y Afganistán. Este reconocimiento universal dio lugar a intensas relaciones comerciales entre las civilizaciones islámica y china. Así, por ejemplo, el gran califa islámico Harun al-Rashid firmó un tratado con los Tang que demostró la influencia diplomática china en el Asia occidental. A partir de entonces, la dinastía Tang ejerció un notable poder sobre los países de Asia oriental, suroriental y central, siendo su sistema de gobierno objeto de admiración también por parte de otros muchos pueblos.
De forma análoga a como Estados Unidos impulsaría en el próspero siglo XX la economía mundial, la riqueza y el poder de la China Tang alcanzaron tales proporciones que estimularon el comercio en gran parte de Eurasia. Durante el gobierno de la dinastía Tang, China estuvo abierta al mundo. Los acuartelamientos militares Tang protegían las vías comerciales de la Ruta de la Seda en Asia central alentando el flujo de mercancías, ideas y personas entre China y Asia occidental. A través de esta vasta red llegaron hasta Europa productos chinos como la seda y la porcelana. La porcelana Tang, descubierta en lugares como Egipto y Turquía, fue especialmente apreciada en Oriente Próximo. Un activo comercio marítimo enlazaba China con la India, Persia y con diferentes países del Sureste asiático. Durante el gobierno Tang los comerciantes de toda Asia constituyeron comunidades temporales o permanentes en distintas ciudades chinas. Así, por ejemplo, de los 200.000 habitantes del gran puerto meridional de Cantón durante el gobierno Tang, tal vez dos terceras partes eran inmigrantes, incluido gran número de árabes y persas.
Este intercambio multicultural también beneficiaba a los chinos. Entre los nuevos productos que llegaron a China cabe citar el té del Sureste asiático, que pronto se convirtió en una bebida enormemente popular en este país. A la corte Tang llegaban con regularidad embajadores portadores de regalos procedentes de diferentes regiones, tales como Birmania (actualmente Myanmar), Java (en Indonesia) y Nepal. Además, los contactos con gentes de la India y Oriente Próximo originaron un rebrote de la creatividad. De todas las dinastías chinas autóctonas a lo largo de la historia, la Tang fue la más cosmopolita.
La edad de oro Tang: las señas de identidad del rango de superpotencia
Al igual que Estados Unidos durante el siglo XX, la dinastía Tang alcanzó el rango de superpotencia en su época gracias a la combinación de varios factores tales como una base metropolitana dinámica, un gobierno centralizado eficaz y fiable, un sólido crecimiento económico, la tolerancia religiosa y el protagonismo tecnológico. El pueblo chino creó una refinada civilización urbana que atrajo a gentes de talento de todos los rincones de Eurasia. El gobierno imperial se hallaba estructurado de forma que permitiera una administración eficaz de sus inmensos territorios y al frente del mismo se encontraban funcionarios capacitados. La economía productiva de China constituía una base apreciable de ingresos. La diversidad de religiones actuaba de estímulo para la vida intelectual y cultural, al tiempo que la ciencia y la tecnología Tang, incluida la armamentística, eran las más avanzadas del planeta.
Las superpotencias modernas son metropolitanas, con ciudades dinámicas y de gran riqueza cultural. La China Tang fue la civilización más urbanizada de su época, con multitud de ciudades mayores que cualquier ciudad de Europa o India en aquel tiempo. La capital Tang era la gloriosa ciudad de Chang’an (actualmente Xi’an), que acogía a más de dos millones de habitantes. La cosmopolita ciudad de Chang’an, en aquel momento la mayor ciudad del mundo, tenía una población cercana a los 60 millones de ciudadanos. Esta cifra equivalía a la población total de las civilizaciones europea e islámica juntas y representaba más de la cuarta parte de la población total del mundo. Obra maestra de planificación urbanística, Chang’an poseía calles trazadas meticulosamente para formar una cuadrícula. Sus amplias vías urbanas se hallaban pobladas de visitantes, entre los que se encontraban árabes, persas, judíos, japoneses, coreanos, vietnamitas, turcos, indios y tibetanos. En Chang’an trabajaban multitud de artesanos y artistas extranjeros, así como actores de lugares tan lejanos como India y Afganistán. Los extranjeros acudían en calidad de mercaderes o para alistarse en el Ejército Tang. Esta mezcla de culturas suscitó muchas tensiones: algunas mentes conservadoras denunciaron que tal caudal de influencia extranjera constituía una amenaza para la cultura china.
Una de las claves de la posición de superpotencia de Estados Unidos radica en su gobierno eficaz y creíble; bajo el mandato Tang, la estructura gubernamental centralizada alcanzó su madurez. Los chinos consideraban, y con razón, a su imperio como el Reino Central, el núcleo de la civilización del planeta y la familia imperial que ostentaba la autoridad universal gobernaba dicho reino. Bajo la autoridad del emperador se hallaban muchos de los organismos gubernamentales. Para administrar este vasto y heterogéneo imperio se precisaba una burocracia eficaz y para su dotación, la dinastía Tang reclutó funcionarios procedentes de los clanes aristocráticos. Además, se seleccionaron personas dotadas de talento y formación según un sistema de exámenes para la función pública que se regía por las enseñanzas y las obras literarias de Confucio y que constituía uno de los logros más refinados de la China Tang. Con este sistema se garantizaba que los funcionarios del gobierno poseían una ideología confuciana mixta con especial énfasis en la ética y la lealtad. La administración unificada del Imperio Tang confirió una coherencia y un refinamiento a la sociedad china que fue la envidia de otras civilizaciones.
Como lo demuestra Estados Unidos, las superpotencias son, por lo general, centros de crecimiento económico. Y este fue el caso de la China Tang. A fin de alimentar debidamente a una población creciente, la China Tang se esforzó en conseguir mayores rendimientos agrícolas, convirtiéndose en uno de los pueblos agrícolas más eficaces del mundo. El mayor volumen de suministro de alimentos y la mejoría de los transportes trajeron consigo un incremento del comercio y de la población, especialmente en las ciudades. En la China Tang hicieron aparición los gremios de artesanos y comerciantes, así como los primeros billetes de papel moneda de la historia. Además, los comerciantes chinos solían comprar regularmente artículos de lujo en el Sureste asiático.
La tolerancia religiosa ha sido otro de los rasgos de identidad de las superpotencias. Al igual que Estados Unidos ha permitido la entrada de religiones no cristianas como el islamismo y el budismo a lo largo de este último siglo de poder global, la China Tang dio cabida a cualquier creencia novedosa. En tiempos remotos los chinos habían alumbrado varias filosofías singulares, entre ellas el confucianismo y el taoísmo. Más tarde se introdujo el budismo Mahayana, estrechando los lazos con otras comunidades budistas de Asia central y meridional. Algunos budistas chinos peregrinaron hasta India y el apoyo chino colaboró asimismo a que el budismo Mahayana adquiriese relevancia en Asia central, desplazando a versiones más tempranas del budismo. Durante el gobierno Tang estas tres religiones tan dispares (confucianismo, taoísmo y budismo Mahayana) coexistieron e incluso se fundieron en cierta medida, creando el pensamiento mixto chino tan característico de los siguientes siglos. El budismo perdió algo de su fuerza pero siguió formando parte del arte, la literatura y la religión populares.
La Ruta de la Seda permitió la introducción de nuevas religiones en China tales como el cristianismo nestoriano (una secta perseguida en Occidente por herética), el judaísmo (introducido por los mercaderes judíos que se asentaron en diferentes ciudades), el zoroastrismo (una antigua religión persa), el maniqueísmo (una mezcla de cristianismo y zoroastrismo) y el islam (con cierta influencia en la región noroeste de China). Muchos de los emperadores Tang, que profesaban una visión ecuménica, toleraron estas religiones.
Otra de las características de las superpotencias modernas es un animado panorama cultural que se extiende más allá de las propias fronteras. Por ejemplo, el siglo XX ha presenciado la difusión de la cultura estadounidense tanto de minorías como popular a lo ancho de casi todo el mundo. La cultura Tang, y de forma especial su literatura y su arte, dejaron sentir su influencia en regiones muy alejadas de China. La época Tang fue la era más esplendorosa de la poesía china y hoy en día se continúa leyendo ampliamente en Asia oriental a poetas como Li Bo y Du Fu. Además, gran parte de los principales artistas chinos, incluidos pintores, calígrafos y escultores, vivieron en tiempos del Imperio Tang. La dinastía se hizo célebre también por sus espléndidos objetos lacados, lujosos recamados, mobiliario ornamentado e instrumentos musicales.
Al igual que Estados Unidos ha sido la civilización tecnológica más creativa del siglo XX, la China Tang estuvo a la cabeza del mundo en el campo de la ciencia y la tecnología. Esta época Tang se caracterizó por un sinfín de notables avances científicos y tecnológicos, concretamente en astronomía y matemáticas. Los astrónomos de la era Tang estudiaron las manchas solares y midieron con gran exactitud el año solar (365 días). Siglos antes de que los europeos aceptaran esta teoría, algunos científicos de la época Tang sugirieron que la Tierra era redonda y giraba alrededor del Sol. Los chinos fueron los precursores del análisis, registro y predicción de los eclipses solares. Los expertos técnicos chinos perfeccionaron el uso de la pólvora, y, además, el Ejército de los Tang disponía de primitivos cañones e incluso de cohetes lanzallamas.
Las superpotencias también exportan tecnología. Muchos de los inventos chinos, como la imprenta, llegaron a Eurasia occidental por tierra o por mar. Aún cuando el papel se había inventado originalmente en China varios siglos antes, la civilización Tang desarrolló la xilografía permitiendo la producción masiva de los escritos y textos budistas para los exámenes de la función pública. Los eruditos recopilaron voluminosas enciclopedias donde quedó registrado todo el conocimiento acumulado y clasificado el saber de tiempos pasados para beneficio de generaciones futuras. La imprenta favoreció la cultura basada en la escritura dentro de las ciudades. Hacia el año 900, al-Andalus (la España musulmana) y Bagdad habían establecido intercambios comerciales de seda y papel basados en el modelo chino. Ciertas técnicas de impresión desarrolladas en China contribuyeron más tarde a transformar la civilización europea.
El modelo Tang en Corea y Japón
Tanto antes como después de la dinastía Tang, China fue el núcleo cultural de Asia oriental e influyó notablemente en sus vecinos, especialmente Vietnam, Corea y Japón. Tanto Vietnam como Corea absorbieron gran parte de la civilización más refinada china, incluidos los sistemas de escritura, las filosofías y las instituciones políticas. Las influencias chinas fueron adaptadas a las costumbres locales vigentes y tanto los vietnamitas como los coreanos conservaron identidades culturales diferenciadas. Japón alumbró una versión todavía más característica de la civilización asiática oriental, aún cuando asumió gran cantidad de influencias chinas. La influencia cultural de China sobre Corea y Japón alcanzó su grado máximo durante la dinastía Tang.
El Imperio de los Tang sometió el Estado coreano de Silla, que se convirtió en un activo importador de la cultura y las instituciones chinas. El budismo triunfó allí y muchos monjes coreanos se desplazaron a China. El sistema Tang se convirtió en el modelo de gobierno y se adoptó el confucianismo como ideología política. La influencia Tang en Corea también tuvo otras vertientes. Los coreanos adaptaron la escritura china a su propia lengua. Los orígenes de ciertas artes marciales como el karate y el taekwondo se remontan a las enseñanzas chinas, algunas de las cuales llegaron más tarde hasta Japón. La influencia china continuó incluso después del siglo X. Los coreanos llegaron a establecer un sistema de exámenes y a fundar escuelas para el confucianismo pero conservaron o elaboraron gran parte de sus propias instituciones sociales y puede decirse que no se limitaron a ser meros imitadores de los chinos.
Las ideas y los métodos chinos adoptados por Japón contribuyeron a transformarlo en una civilización dinámica y refinada. Durante la dinastía Tang los japoneses hicieron durante tres siglos un ejercicio consciente de asimilación de la cultura china, lo que permitió a Japón integrarse en la corriente principal de la historia mundial. Utilizando el sistema de escritura china, el pueblo japonés comenzó a ejecutar todas las actividades diarias y a registrar su historia. La adopción del budismo supuso, además, para Japón un legado muy rico artístico y arquitectónico. La transformación se vio acentuada en Japón cuando el príncipe Naka no Oe puso en marcha la reforma Taika en el año 645. Esta reforma representó un intento de convertir Japón en un imperio burocrático centralizado a imagen de la China Tang.
La adopción consciente por parte de Japón de la cultura china alcanzó su punto cumbre entre 710 y 794. Este periodo se conoce como el periodo Nara, bautizado por la primera capital de Japón, construida según el modelo de Chang’an. La tierra fue nacionalizada y, de acuerdo con los modelos Tang, redistribuida entre los agricultores. En la práctica, las medidas que habían tenido tanto éxito en la China Tang nunca llegaron a funcionar totalmente en Japón. El emperador japonés no podía llegar a convertirse en un poderoso gobernante al estilo chino ya que en Japón los aristócratas influyentes dominaban a los emperadores, controlaban la burocracia y conservaban vastos latifundios.
Los dirigentes japoneses del periodo Nara apoyaron decididamente la cultura china. Se animaba a los ciudadanos japoneses a construir edificios de estilo chino y a vestir ropa china. Los rituales y ceremonias de la corte imperial, tales como la música orquestal y los bailes de palacio, practicados todavía en nuestros días, estaban basados en gran parte en modelos Tang. El lenguaje escrito chino fue adquiriendo prestigio y se fue adaptando al idioma hablado japonés. Las formas literarias Tang como la poesía y la caligrafía o la pintura paisajística o las ideas filosóficas y religiosas chinas se fueron divulgando en Japón. Los japoneses adoptaron el confucianismo pero modificaron el mensaje político y ético para adecuarlo a su particular estructura social y asimismo aceptaron y adaptaron el budismo Mahayana. Por otra parte, los japoneses conservaron sus prácticas del sintoísmo, una especie de culto a la naturaleza.
La absorción cultural directa del legado chino por parte de Japón comenzó a debilitarse en el 794, año en el que la capital fue trasladada desde Nara a Heian-kyo (en la actualidad, Kioto). En el transcurso de varios decenios Japón fue retornando gradualmente a una situación de relativo aislamiento. En el siglo IX los japoneses comenzaron de nuevo a importar y adaptar los esquemas chinos en un intento por convertirlos en genuinamente japoneses bajo el lema "aprendizaje chino, espíritu japonés". Esta época vio florecer la cultura japonesa bajo una notable influencia budista. Incluso durante el prolongado periodo feudal en Japón no resulta difícil detectar influencias Tang en la religión, la literatura y las artes.
El ocaso Tang y su herencia
Durante la dinastía Tang, China fue auténticamente el Reino Central. Con independencia del rasero con el que se midiese, la China Tang sobresalía por encima del resto de Eurasia. Pero los imperios resultan muy costosos de mantener y las superpotencias no perduran eternamente. El reinado del emperador Xuanzong (Hiuan-Tsong) desde el 712 hasta el 756 está considerado habitualmente el cenit del esplendor Tang como potencia mundial. El Imperio Tang comenzó a declinar tras la derrota militar a manos de los árabes en el río Talas, cerca de Samarcanda (en el actual Uzbekistán), en el año 751. Esta derrota detuvo la expansión china y forzó una retirada gradual que desembocó en un levantamiento alentado por el gobernador, que destronó al emperador en 755. El islam vino a llenar parte del vacío creado por el ocaso del Imperio Tang, convirtiéndose en la religión predominante en Asia central. La caída progresiva del territorio de Asia central acabó provocando el derrumbe Tang. Bandas de rebeldes saquearon Chang’an y China se fue desmembrando a lo largo de varias décadas. A la dinastía Tang le sucedió la Song, que tuvo muchos aciertos pero mucho menos poder universal y regional. En conjunto, estas dos dinastías están consideradas como la cima de la edad de oro china. La dinastía Ming, que comenzó en 1368 y duró hasta 1644, reafirmó el poder regional en la más pura tradición Tang.
El periodo comprendido entre el 618 y el 907 puede denominarse efectivamente como los siglos chinos, ya que la dinastía Tang sentó una base firme para el esplendor durante esta época. En el transcurso de dichas centurias, China propició una era de estabilidad política, social y cultural, así como de prosperidad económica, sin parangón. Desde el siglo VII hasta el XV China experimentó un enorme avance, convirtiéndose en la civilización más rica, mejor organizada y más poblada del mundo. China continuó siendo una superpotencia hasta que la Revolución Industrial europea sentó las bases que permitieron a Occidente asumir de forma incontestada el dominio mundial.
Acerca del autor: Craig A. Lockard es titular de la Cátedra Ben y Joyce Rosenberg de Historia en el Departamento de Cambio y Evolución Social de la Universidad de Wisconsin, en Green Bay. Es autor del libro "Dance of Life": Popular Music and Politics in Modern Southeast Asia.
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