ASOMBROSOS INTENTOS DE VUELO


JUNTO A LAS ÁGUILAS
Lucha tenaz por la conquista del cielo

LA ascensión del hombre por los aires siempre ha sido aventura arriesgada,
particularmente en sus inicios, cuando los intentos de despegar del suelo eran
torpes remedos del aleteo de los pájaros. Se dice que un monje benedictino, hacia el año 1000, saltó desde un campanario con unas alas a la espalda. El buen fraile se rompió las dos piernas, y no existe noticia de que repitiese el intento.

Entre los diseños de Leonardo de Vinci, del siglo XV, aparecen bocetos de un paracaídas y de un helicóptero.

El ansia de volar
Cien años después de Leonardo, algunos ingenios pensaron en utilizar nuevas fuentes de energía para levantarse del suelo. En 1670, Francisco de Lana ideó una aeronave con cuatro botellas de vacío «para destruir barcos en el mar o incendiar viviendas dejando caer bolas de fuego del cielo». Pero su espíritu bondadoso le impidió llevar su invento hasta las últimas consecuencias. Además, sus recipientes sin aire requerían paredes gruesas y pesadas para soportar la presión atmosférica que impedirían al aparato remontar el vuelo.

Proyecto de M. G. de la Landelle en 1863. En él prodigaba hélices, paracaídas ... y un enorme caudal de esperanza.



Con imanes se pensó levantar este aparato del suelo. Fue diseñado en 1709 por Bartbélemy Laurenco de Gusmño.



Este proyecto de hombre pájaro fue concebido por Bréant en 1854. Unas gomas sirven de tirantes y el resto se debía  a la energía del volador.
TAMBIEN LOS ANIMALES. En 1798 el francés Margal se elevó  así sobre París.





PROPULSADA A CHORRO. Esta singular caldera recorrió Inglaterra en 1790, pero nunca voló


Aún transcurrió otro siglo antes de que el hombre se elevase al fin triunfante a bordo del globo de aire caliente de los hermanos Montgolfier. Se dice que Joseph Montgolfier concibió su idea al contemplar el humo ascendiendo de una chimenea. Tomó unas bolsas de papel que aisló y colocó sobre las llamas (era fabricante de papel), y observó cómo subían lentamente hasta el techo.

El 21 de noviembre de 1783, dos franceses, Pilátre de Rozier y e marqués d'Arlandes, se remontaron a 90 metros de altura en el globo de Montgolfier y realizaron una travesía de ocho kilómetros.

Sobre el canal de la Mancha

En 1785 se llevó a cabo la primera travesía aérea del canal de la Mancha, quizá con más anécdota y menos solemnidad de lo que
requería la histórica ocasión. Los héroes fueron el francés Jean-Pierre Blanchard y el estadounidense doctor John Jeffries, que se acomodaron en la barquilla de un gigantesco globo. Pensaban gobernar su nave mediante un dispositivo de alas móviles y una hélice.
La partida desde los acantilados británicos de Dover se produjo felizmente, pero a seis millas del litoral francés el aparato comenzó a perder altura. Los aeronautas arrojaron primero su equipo, y finalmente la mayor parte de su atuendo. Estas medidas angustiosas dieron resultado, y los dos hombres tomaron tierra en un bosque, a 20 kilómetros de la costa, vestidos solamente con ropa interior.
No es probable que el dispositivo de alas móviles del globo de Blanchard tuviese utilidad alguna, pero fue sin duda uno de los primeros intentos de conducción aérea. Tan pronto como los vuelos en globo se hicieron realidad, los diseñadores dirigieron su atención al modo de controlar el mismo. Se propusieron algunos artefactos verdaderamente curiosos y absolutamente irrealizables.

CON SOLO AGUILAS. Diseño de aparato volador, presentado por un autor anónimo a una revista de los EE. UU.,  en 1865. Este ingenio, llevado por diez águilas, jamás voló.


Las ideas iban desde la pequeña e ineficaz hélice de Blanchard hasta chorros de aire caliente, chorros de vapor e incluso pólvora. Sin embargo, el proyecto más extravagante partió en: un estadounidense, completamente desconocido, que en 1865 escribió a una revista científica sugiriendo que podían utilizarse águilas para transportar a un hombre por los aires. Las aves iban prendidas a un bastidor circular, en cuyo centro se colocaba el pasajero sentado en una cesta.
El artefacto disponía de diez riendas para conducir las aves, más un sistema de cuerdas para indicarles el ascenso o el descenso. El inventor no decía dónde podrían encontrarse diez águilas, debidamente complacientes, para cooperar en este esquema.


JERGON VOLANTE. Estructura diseñada en 1953 por la firma Rolls-Royce para despegue vertical.






A FUERZA DE PEDALES. El estadounidense doctor Ayres pretendió volar, a base de pedales, manubrios y aire comprimido.

Una idea que vino pisando los talones a la anterior  en lo que a excentricidad se refiere, fue la propuesta en 1885 por otro estadounidense, W. O. Ayres. Fue precursora del «catre volador», un armazón metálico que en 1953 ensayaría la Rolls-Royce para despegue vertical. Estaba dotado de siete hélices, seis para la elevación y una para la propulsión. Dos de las hélices de elevación se accionaban con pedales y las otras cuatro con motores de aire comprimido. La hélice propulsora funcionaba mediante una manivela, así como el timón y los controles de altura. Por entonces el vapor era la energía disponible y algunos la utilizaron: entre ellos, Hiram. Maxim, inventor de la ametralladora, que en 1894 construyó un aparato biplano de pruebas. Las alas medían 38 metros de un extremo a otro y sus dos hélices eran accionadas por potentes motores de vapor que consumían 45 litros de agua por minuto. En su primera y única prueba el aparato se alzó de sus rieles por unos instantes.


Una Madona Francesa, del siglo XV, muestra al niño Jesús sosteniendo una especie
de helicóptero de juguete que funciona tirando de una cuerda. Pudiera ser un molinillo; pero también un objeto volador, algo muy sorprendente para 1460.






Tras el éxito, la tragedia


PRIMEROS PLANEADORES. El alemán Otto Lilienthal probó sus modelos de 1891 a 1896. Realizó con éxito centenares de vuelos y se remontó hasta 225 metros de altitud en un airoso aparato. Su empeño le costó la vida en 1896, al estrellarse con su planeador.



En contraste con el gigante rugiente de Maxim estaban los silenciosos y gráciles planeadores construidos por el alemán Otto Lilienthal. De 1891 a 1896, fecha de su muerte, Lilienthal se dedicó de lleno a su obra,
realizando centenares de vuelos en los que llegó a remontarse hasta 225 metros de altitud. Ello le costó la vida cuando un día su planeador perdió estabilidad y se precipitó contra el suelo.

Otro silencioso espectáculo fue el primer descendimiento en paracaídas, realizado el 22 de octubre de 1797 por un joven francés llamado André Garnerin. Sujetó una barquilla con un paracaídas a un globo de hidrógeno y se elevó hasta 915 metros de altitud.  Entonces se dejó caer y su paracaídas de nueve metros de diámetro se abrió perfectamente. El descenso resultó muy incómodo para Garnerin, pues oscilaba como un péndulo y se mareó antes de llegar a tierra sano y salvo.
También se realizaban experiencias en otra dirección que resultaron más satisfactorias.
Del globo surgió la aeronave, y en 1852, Henri Giffard, ingeniero francés, construyó el primer dirigible del mundo. Tenía una capacidad de 2.500 metros cúbicos de hidrógeno e iba impulsado por un motor de vapor
con una potencia de 3 HP. Giffard realizó su primer vuelo en París el 24 de septiernbre de 1852, recorriendo una distancia de 27 kilómetros a una velocidad de 10 kilómetros por hora.

Ya es posible el aeroplano

Cincuenta años después, el brasileño Alberto Santos-Dumont voló en 1901 con su aeronave en forma de cigarro puro, impulsada por un pequeño motor de gasolina, desde Saint-Cloud hasta la Torre Eiffel, en viaje de ida y vuelta.

En cuanto a los aparatos más pesados que el aire, los fundamentos habían sido colocados por el británico George Cayley, verdadero padre de la navegación aérea. Advirtió que se necesitaban alas fijas y sistema de propulsión independiente, y su labor entre 1799 y 1809 sentó las bases de la aerodinámica moderna. Diseñó e hizo volar modelos y aparatos de tamaño real, demostrando la posibilidad de la navegación aérea con alas fijas.

Los hermanos Wright

Cien años más tarde, los hermanos Wright lograron remontarse con el primer aeroplano en Kittyhawk (Estados Unidos) el 17 de diciembre de 1903. En aquella ocasión, Wilbur Wright escribía: «Sir George Cayley llevó la ciencia del vuelo a principios del siglo XIX hasta un punto al que nunca se había llegado anteriormente, y del que apenas se avanzó en el resto del siglo.»

Los hermanos Wright realizaron cuatro vuelos en Kittyhawk. En el primero se mantuvieron en el aire 12 segundos, pero en el último volaron durante 59 y se elevaron 260 metros. Wilbur Wright se trasladó posteriormente a Europa donde despertó gran interés por la aviación. Hacia 1908 había realizado más
de 100 vuelos.

Una vez superados los problemas de propulsión iníciales, la ciencia aeronáutica emprendió el camino de las aplicaciones.

Se cernía la amenaza de la primera conflagración mundial, cuando los beligerantes comenzaron la carrera por el dominio del cielo.

viernes, 15 de abril de 2011

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