Esclerodermia, es decir, piel dura, enfermedad del tejido conectivo. Se caracteriza por la existencia de depósitos anormales de tejido endurecido, cuyo tamaño varía desde el de una moneda a toda la piel. Cuando se generaliza, el tejido endurecido puede depositarse en la piel, los pulmones, el intestino, el corazón y los riñones, conociéndose entonces esta enfermedad como esclerosis sistemática.
Afecta a cientos de miles de personas en todo el mundo y a las mujeres más que a los hombres, en una proporción de diez a uno. Sus causas son desconocidas, pero los científicos están realizando investigaciones sobre los efectos de las mutaciones genéticas y sobre los cambios que se producen en las células de fetos con esclerodermia. La enfermedad comienza cuando las células y los anticuerpos del sistema inmunológico reaccionan contra el tejido propio (véase Enfermedades autoinmunes). El tejido endurecido depositado es el mismo que se produce en una herida al curarse, pero es excesivo y no está sometido a ningún control. En el proceso de endurecimiento, los vasos sanguíneos más pequeños (capilares) son dañados y reemplazados por tejido conectivo. Los vasos sanguíneos más grandes muestran depósitos de tejido, que rompen las células internas de revestimiento (células endoteliales) y dificultan el flujo esencial de la sangre. Cuando el flujo sanguíneo hacia los órganos vitales es insuficiente, el corazón, los pulmones y los riñones pueden dejar de funcionar.
No tiene cura. En la actualidad se están probando algunos tratamientos, como hormonas, terapia combinada de antibióticos, trasplantes de células troncales e irradiación ultravioleta sobre zonas con esclerodermia.
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