Espermicida, sustancia química que impide el embarazo inactivando y destruyendo los espermatozoides. Se presentan en varias formas, como espumas, geles, cremas, películas y óvulos. El principio activo es casi siempre el compuesto monoxinol-9. Alcanzan su máxima eficacia anticonceptiva cuando se utilizan junto con otro método, como el preservativo, el diafragma o el preservativo femenino. Cuando se utilizan solos, los espermicidas tienen una eficacia anticonceptiva del 70 por ciento.
Una de las primeras menciones a estos compuestos figura en el Ebers Papyrus, un tratado médico escrito el año 1550 a.C., que propone un tampón de hilas impregnado en una mezcla de hojas de acacia (véase Acacia), dátiles y miel. Las hojas de acacia se descomponen y liberan ácido láctico, cuyas propiedades espermicidas están comprobadas. Con idéntico fin se han empleado muchas otras sustancias, como zumo de limón, vinagre, soluciones jabonosas, manteca de cacao y excrementos de cocodrilo y elefante.
Para ser eficaz, el espermicida debe aplicarse a la vagina cerca del cuello del útero (un pequeño órgano que conecta aquélla con éste). La aplicación debe repetirse antes de cada coito. Algunas presentaciones, como las películas, los comprimidos y los óvulos, deben insertarse diez minutos antes del coito para que se disuelvan y empiecen a actuar.
En las farmacias se venden espermicidas sin receta. Protegen frente algunas enfermedades de transmisión sexual (ETS), aunque no frente al virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del síndrome de la inmunodeficiencia adquirida (SIDA).
Pueden irritar la vagina o el pene, pero conviene probar distintas marcas, porque no todas son iguales a este respecto. Hay personas que no pueden utilizar los espermicidas porque son alérgicas a estos productos.
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