Tras el miedo y la desesperación llegó la esperanza
RUMBO A AUSTRALIA. Mary y William Bryant formaron parte del primer cargamento de reclusos deportados en barco desde Inglaterra a la colonia, a 20.000 kilómetros de distancia.
EL hambre invadió la zona australiana de Nueva Gales del Sur. La cosecha fue un desastre, los silos apenas guardaban grano y. en la penitenciaría de Sydney se racionaban rigurosamente los alimentos.
Muchos prisioneros hambrientos, que habían sido transportados hasta Sydney, Coveen 1788 para fundar la colonia, trataron de escaparse. Algunos pensaron que podrían caminar hasta China, a la que creían unida al continente australiano; pero murieron de agotamiento o a mimos de los indígenas. Otros eligieron el mar y pocos sobrevivieron.
Pero entre los que optaron por el mar y lograron llevar a cabo una de las fugas más audaces estaban William y Mary Bryant.
Antes de casarse, los habían condenado por separado en Inglaterra en 1786: a ella por apoderarse de una capa y por robo con violencia en la calle; a él por «interrumpir a los recaudadores de impuestos en el cumplimiento de su deber».
Mary Broad, como se llamaba de soltera, tenía entonces 21 años de edad y fue condenada a muerte; pero la sentencia le fue conmutada por siete años de presidio en Australia. William Bryant, que era pescador de Cornualles y había cumplido 27 años, tam- bién fue deportado para cumplir la misma condena.
Se les embarcó en el Charlotte y durante los ocho meses de travesía ella dio a luz una niña a la que puso el nombre del barco. A los cuatro días de su llegada al penal de Australia, la pareja contrajo matrimonio. Un año después, Mary dio a luz un niño al que llamó Emanue1.
Inspirados por el capitán Bligh
Asustados por la inminente carestía decidieron huir hasta la isla de Timar, a 3.254 millas de distancia. Bryant se inspiró en la asombrosa hazaña del capitán William Bligh, que cruzó a remo el Pacífico en un bote después de que en su barco, el Bounty, se amotinara la tripulación.
Gracias a su oficio de pescador, Bryant consiguió una embarcación de un solo mástil, y con sus hijos y otros siete reclusos izaron vela el 28 de marzo de 1791, amparados por la oscuridad de la noche.
Siguieron hacia el norte, bordeando la costa oriental de Australia y navegando con prodigiosa habilidad por turbulentas aguas azotadas por galernas. Sus múltiples intentos de desembarco para efectuar reparaciones o buscar alimentos fueron impedidos por la hostilidad de los indígenas.
Los fugitivos atravesaron el mar de Arafura, bordearon la costa de Timar y el 5 de junio desembarcaron en Kupang, después de una aventura de más de dos meses. Bryant se dirigió al gobernador y le dijo que eran supervivientes de un bergantín que había naufragado cerca de Nueva Gales del Sur.
Pero surgieron desavenencias en el grupo y el gobernador abrigó sospechas. En septiembre del mismo año, llegó a Kupang el capitán y algunos miembros de la tripulación del buque de guerra Pan dora, que habían naufragado en el estrecho de Torres mientras buscaban a los amotinados del Bounty.
El gobernador ordenó que Bryant, su esposa y sus compañeros fueran arrestados. Se les llevó encadenados a Batavia, en la isla de Java, y allí murieron Bryant y su hijo de unos meses. El resto prosiguió hasta la Ciudad del Cabo, pero otros tres fallecieron agotados por la aventura.
Quedaban cuatro presos, entre ellos la esposa de Bryant y su hija, que fueron embarcados en un buque que se dirigía a Londres. La niña murió en la travesía, y cuando el barco atracó en Portsmouth (Gran Bretaña), en junio de 1792, los supervivientes fueron enviados a prisión.
Casi un año después y gracias a la insistencia del escritor James Boswell, que conocía la odisea de los encarcelados, Mary Bryant fue perdonada. Los hombres recobraron su libertad seis meses más tarde.
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