CARA A CARA. A veces, una oruga esfinge asume el aspecto de una serpiente en miniatura para espantar a un sapo que amenaza devorarla.
El zorrillo o mofeta también se vale de un líquido nocivo para poner en fuga a sus atacantes, aunque emite primeramente dos claros avisos. Golpea el suelo con sus patas delanteras y, si la advertencia no basta, mueve la cabeza de un lado a otro en actitud reprobatoria. Finalmente, arquea la cola
blanca y negra, se vuelve de espaldas a su adversario y le arroja un chorro de líquido cegador. Este fluido, de olor a azufre, no mata, pero el animal rociado se mantendrá en lo sucesivo a respetuosa distancia.
blanca y negra, se vuelve de espaldas a su adversario y le arroja un chorro de líquido cegador. Este fluido, de olor a azufre, no mata, pero el animal rociado se mantendrá en lo sucesivo a respetuosa distancia.
Los toros almizcleros emplean un sistema formidable cuando se ven obligados a defenderse. Para proteger a sus crías de los lobos que merodean cerca del rebaño, forman un círculo a la manera de las falanges de la antigua infantería. Los bueyes adultos, con los cuernos hacia abajo, hacen frente al enemigo; cualquier lobo que se acerca demasiado es alcanzado por los cuernos, lanzado al aire y pisoteado.
SI SE MUEVE, ES MI MADRE
KONRAD LORENZ, zoólogo vienés, estudió el el comportamiento de los patos y gansos recién salidos del cascarón. Descubrió que el polluelo del ganso silvestre sigue al primer objeto' en movimiento que advierta al nacer y lo adopta como madre. Los polluelos observados por Lorenz adoptaron como madres los entes más peregrinos, desde un perro alsaciano hasta una pelota y un trozo de madera. También los polluelos son muy sensibles a los ruidos. Los patos silvestres jóvenes se asustan de cualquier animal que
no sea un pato silvestre adulto, a menos que se imite el grito de este último.
no sea un pato silvestre adulto, a menos que se imite el grito de este último.
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